Mi libertad queda estrangulada y mi ser se aliena al ser «visto por otro», postulaba
Jean-Paul Sartre. Una niña asiste a un jardín infantil y desliza una mentira con tal de
acaparar la atención de los adultos y de sus mismos padres. Este primer tema, la
supuesta inocencia de niños que no saben mentir, hace pensar en que el ser humano
puede ser más cruel que nunca durante la infancia, época en que los niños están
calibrando sus límites de acción, sabiendo de antemano que los van a perdonar. Esa
mentira infantil es la representación de una maldad para nada inocente. La maldad
que se refleja en el discurso de un alcalde catastrofista e ignorante interpelando a
ciudadanos aún más supersticiosos. La maldad del inspector que castiga con una
regla para perpetuar el discurso de esa autoridad. El bullying de los compañeros,
cruel y despiadado que vulnera la voluntad de esta niña. Hasta sus padres
representan a los otros, buscando ese punto medio, socialmente aceptable, que
muchas veces lleva a la mediocridad. La historia se va gestando mediante elipsis,
incorporando incluso los cambios climáticos a la narración, desencadenando un
«infierno creado por los otros», segundo tema importante dentro de esta pequeña
comunidad, donde todos se conocen y beben cerveza sin decir nada trascendente. La
víctima es un profesor bonachón que trabaja en el jardín infantil sobre el cual recae
ese rumor maledicente que se esparce como una enfermedad contagiosa. El hombre
no conoce otro mundo y se aferra a los lazos de amistad que ha cultivado en el
pasado, aunque la comunidad le da de inmediato la espalda y lo aparta como a un
virus, con toda la violencia atávica que poseen los hombres, echando mano a esa
maldad que todos llevamos dentro. La búsqueda de pertenencia a un grupo social es
un tercer tema, crucial a la hora de entender el empecinamiento del sujeto por mostrar
su inocencia. En lugar de mirar desde la vereda del frente y alejarse de esa jauría
desbocada, se deja violentar sin contemplación esperando que la sociedad vuelva a
acogerlo. Tampoco existe fidelidad entre los amigos, cuarto tema abordado por esta
historia, donde la «creencia del grupo» resulta más importante que el pensamiento
individual, que se nubla ante la opinión de la mayoría y es capaz de desbordarse en
una violencia demencial. Es triste constatar que tus amigos no están a la altura del
conflicto, hombres sin convicciones que ante cualquier dificultad vuelven al estado
salvaje de la naturaleza. La idea de «pueblo chico, infierno grande» cruza este relato
que bien podría ser una tragedia griega, pero que sufre un giro inesperado cuando,
luego de Navidad, la gente recupera la cordura y la tensión parece desaparecer al
menos en la superficie. El protagonista nunca entendió que siempre había estado
solo, mejor dicho, prefirió no enfrentarse a sí mismo y se dejó llevar por el
beneplácito de la comunidad. Sentir la mirada del otro, es experimentar que dejo de
ser dueño de la situación, porque hay otra libertad distinta. El hombre es el resultado
de una lucha permanente que, en el ejercicio de su libre albedrío, conlleva un precio
altísimo: la soledad.