Hay discursos públicos de autoridades como el presidente de la república y el ministro de salud dando cuenta del manejo político de la pandemia y de la absoluta desconexión con la realidad. El grueso son personas interceptadas en la calle, donde la vida en pandemia transcurre dentro de una lógica muy distinta a la de esas autoridades. La tesis argumental consiste en aclarar el significado del concepto «distanciamiento social», el deber de la población de permanecer en sus casas durante los períodos de cuarentena y efectuar sólo labores imprescindibles a más de un metro de distancia. Hay denuncia en el discurso oficial, un afán por culpar a la población de que no se cumplan los lineamientos del ministerio de salud. Lo que observan las autoridades son meras estadísticas y pretenden que los más vulnerables sobrevivan en sus casas, sin sus ingresos mensuales, sólo apoyados por los magros recursos del ingreso familiar de emergencia. Pero la distancia social corresponde al distanciamiento físico observado durante décadas en el Chile neoliberal, desde la dictadura hasta nuestros días. Evidencia una segregación en la vida de la ciudad, con clases acomodadas aisladas dentro de sus comunas, donde difícilmente se codean con personas de estratos populares. Una forma de invisibilizar la pobreza y las necesidades de grupos mayoritarios de la población. En las comunas acomodadas, las personas visualizan la pobreza a través del discurso de las autoridades que expresan sus deseos de fantasía. Para el segmento alto de la población, la caja de mercaderías es una buena idea y los pobladores se deberán contentar con ello. Pero la realidad de los barrios, que supuestamente reciben los subsidios del gobierno, es muy diferente. En las comunas de altos ingresos hay poca gente en las calles versus de Plaza Italia para abajo donde la locomoción colectiva sigue transportando a los trabajadores que se encargan de las labores básicas para que funcione la ciudad. Ellos preferirían quedarse en sus casas, pero prima la necesidad de alimentar a sus familias y, por ende, salir a trabajar exponiéndose al contagio de coronavirus. El concepto de ayuda «focalizada» tan manoseado por el gobierno, no significa nada para las familias más vulnerables. Todo se basa en la encuesta Casen, que presenta una realidad distorsionada de los ingresos, donde personas que perciben el ingreso mínimo no son sujetos seleccionables para los subsidios del gobierno. La frialdad de la focalización abruma, es un concepto técnico que no se condice con la realidad. Las autoridades insisten en hacer ver su eficiencia de distribución, pero en la práctica, los beneficios no se observan donde se necesita y tampoco llegan a tiempo. El estallido social fue el detonante de estas diferencias sociales, de esos dos Chiles ubicados a gran distancia física. Persiste la idea de esconderse tras los muros para que en los barrios vulnerables no se perciba la inequidad de los ingresos. Las ollas comunes son una necesidad real frente al desamparo del gobierno. La pandemia sólo vino a dar visibilidad a la realidad de los grupos más vulnerables. La idea no es someterlos a un distanciamiento social que funciona sólo en algunos sectores de la ciudad. La invitación es a que el gobierno no se refiera a la pobreza como estadísticas a superar, sino que se haga cargo de esta realidad y termine con años de segregación social.