Marina Arrate

 


 
 

 

 

ESTE LUJO DE SER de MARINA ARRATE

por Reinaldo Sandoval Durán (Poeta)
Diario "Renacer de Chile"
29 de marzo de 1987


Debes buscar en los santos y tranquilos repliegues del corazón un refugio contra las necesidades de la vida. La libertad existe sólo en el reino de los sueños y la belleza únicamente florece en la poesía”, escribió Schiller. Y esta belleza soporífera, permeable, susurrante, se pericibe en el admirable poemario, ”Este lujo de Ser”. La autora hábilmente hace retozar sus vocablos tropológicos, sobre nuestra impasible-exitada imaginativa, gestando, "con sus blancas visiones de plateadas cabelleras”, exquisitas sensaciones: “Las pestañas pestañean, /los párpados parpadean,/ la boca ahora se moja/ y se paladea el placer”. ("Pintura de ojos”); “Un aspa gigantesca, una cobra va gateando en la madera./ Al llegar a térrnino/ contempla el infinito con ojos absurdos. (...) Asciende el ave entre las olas,/ quiere destruir el cielo”. ("Huelén”).

”Este lujo de Ser", poemario melodioso de Marina Arrate Palma, Ediciones LAR, Serie del Mirador, Concepción, nos solaza isócrana y dignamente con una poética de metempsicosis, fotopictórica, sensualista, esplendente: “Este lujo de ser/ esta aparatosa maquinaria este trapecio/ esta migratoria contorsión este va y ven/ esta danza este remolino/ esta especie/ de ser / iesta peregrinación /este vértigo/ este león/ esta jaula/ este tiempo/ gravitando/ este moho en las costillas" ("Este lujo de ser"); "precipitado por ese río de hielo/ y pulido de piedras/ Por la noche/ provocativo y punitivamente puro/ se extravió/ su frente y su piel pálida y perezosa". ("Historia de un hombre bello y solo"); "La Devoradora y el Mal/ trenzados/se miran en el agua de una fuente de una plaza/ donde una demente/ se inclina ilusa/ a contemplarse. (...) Era la urdimbre del sol sobre la piel de un tigre / la que veteaba los cuerpos y los filtros de sopores rubios/ que subía veloz por las veredas era/ el pálido aliento (...) y la bebe a la médula en lento coito/ las largas alas de un ave/ baten el cuerpo tembloroso/ de una ciega que arde/ mirándose caer por las pupilas/ de un milenario ser que viene. (...) Una fiera abre los ojos ahora/ una fiera abre las alas y remonta/ al amanecer una fiera en el aire/ al vuelo abre sus garras/ y el cuerpo cae/ el bulto/ la presa".(Visión).

El sol negligente, bizarro, se zambulle en el espejo de la sala, mientras "mi corazón está en estado de trance”, y los versos de Marina Arrate determinan "la transformación de las costumbres". El sol se disipa, y ahora "estoy convirtiéndome en dragón...”.

 

POEMAS PARA EL LUJO DE SER


por Miguel Yávar
en Pluma y Pincel Nº128, 16 de agosto de 1990


Este lujo de ser de Marina Arrate es un libro turbador. En las breves páginas que lo componen asistimos, por una parte, a un deslumbramiento, casi un "espanto" del lenguaje. De otra, nos sobrecoge la tenacidad de la búsqueda del conocimiento. Este conocimiento se desplaza entre su propia apetencia por ver; un sentimiento íntimo, a veces confuso en la perspectiva dolorosa por la "apertura" del mundo que explora: una especie de desvanecimiento final, la apatía o cansancio de la "Visión".

Lo anterior podría ser, en verdad, una conclusión para esta nota. Hemos querido, sin embargo, apuntar desde ya los rasgos que más nos impresionaron en una primera lectura, alertados y estimulados por esta voz nueva en la poesía chilena escrita por mujeres y que se agrega a una lista de otros poetas de ese ámbito.

Hay que prescindir de una discusión que, por ahora, no viene al caso: la existencia o no de una poesía femenina. Si bien en algún momento habrá que asumirla, a partir de una "atmósfera" que surge de la producción de otras autoras que nos parecen destacables: Verónica Zondek, Paz Molina, Teresa Calderón, entre otras.

La lectura del notable poema Visión, que cierra el conjunto, nos tentó a una reflexión sobre el eje poeta-palabra (literatura). Al tiempo que vemos el cansancio de la poetisa ante el ascetismo moral del verso, ella redescubre la inocencia primaria de las cosas, es decir de la palabra, de ahí el "lujo de ser": "El milenario ser que viene (y que) besa su sombra despedazada".

Estas bellas especulaciones presentes en todo el libro tienen el mérito de tocar situaciones graves, de aglomerar temas en un corto espacio de meditación. En fin, una larga-motivadora poesía que nos ha entregado la editorial Lar de Concepción en su serie Del Mirador.

 


POESÍA EN TORNO AL MAQUILLAJE

en El Diario, 31 de julio de 1991



"Máscara Negra" es el título del breve libro de poemas de la escritora penquista Marina Arrate, cuyo lanzamiento se efectuará hoy a las 19 horas, en la Galería Espacio Arte.

Referido al acto ancestral del maquillaje, los poemas exploran el desplazamiento de una silueta femenina que se construye, figura y desfigura, se desdobla y enmascara, se dibuja, en la medida que juega con su propio ornato y la imagen que le devuelve el espejo. La mujer de la tapa -hermosa y elegante, de cuello de garza- lleva a efecto la liturgia surgida in illo tempore en que el hombre y la mujer se pintaban con un sentido mágico y religioso. El libro se abre con un poema "Pintura de Ojos" que no es sino eco, una mujer pintándoselos ojos. Y termina con una aparente aproximación a lo contingente, a lo que es más moderno y urbano, el rock. "Rock Woman", un poema en el que se altera la letra en inglés de una canción con el castellano. "Los cinco poemas del libro, "Pintura de ojos","La modelo rojo", "La dorada muñeca del imperio", "Máscara negra" y "Rock woman"- constituyen un solo poema, un solo ritual, un solo espacio mítico. Nos atrevemos a decir que Marina Arrate es un caso insólito, una poesía dictada por una voz extraña y aterradora, inédita, rutilante y misteriosa en la poesía chilena", ha señalado el crítico Jaime Valdivieso.

 

 

Marina Arrate y su poesía sobre la identidad femenina

en Las Últimas Noticias

28 de abril de 1993

“Tatuaje”, su cuarto volumen de poesía, presentó en la capital -con el auspicio de la Fundación Vicente Huidobro- la escritora osornina Marina Arrate. La ceremonia se efectuó en la Casa Colorada y a ella asistió el Ministro de Educación, Jorge Arrate, primo de la autora.

Marina Arrate es también prima del destacado poeta Gonzalo Millán, quien fue para ella una figura influyente en lo literario y de algún modo la impulsó a escribir. Sicóloga titulada en la UC, la joven siguió luego un magister en literatura hispánica y vivió siete años en Concepción, donde Ediciones Lar publicó sus tres primeros libros.

Ahora está en Santiago, donde continúa siempre ligada a la literatura a través de sus talleres. “Intento acercarme a zonas más ocultas y desconocidas del ser femenino”, dijo, al definir su trabajo poético. Afirmó que su obra se configura como una indagación sobre la identidad femenina. “De hecho, ya a partir de mi segundo libro hay un juego todo el tiempo con la figura de la mujer. No es una protesta rabiosa, aunque siempre existe la intención de protestar, sino que se trata de una mujer que habla desde ella misma para decir cómo es. Y eso es lo rebelde, si lo vemos desde la perspectiva de la tradición literaria”.

Sicología y literatura van en ella de la mano, afirmó. “Hay una dualidad permanente, Se alimentan bastante la una de la otra, no tanto en la forma pero sí en el contenido”.

Sus últimos 4 libros son de temática eminentemente amorosa y erótica, algo que le parece natural porque “creo que el diálogo que se produce en la poesía es siempre entre el yo y el , o sea, es un diálogo eminentemente amoroso”.

 

 

Tatuaje ~ Marina Arrate
Ediciones Lar, Santiago 1992. 47 páginas.

por Horacio Eloy
en Simpson Siete, Vol. 4, segundo semestre, 1993


Tatuaje es el tercer libro de Marina Arrate, sicóloga y magister en Literatura Hispánica, según nos señala la contraportada.

El libro estructurado en siete extensos poemas nos inicia en la rituálica que significa trazar la página en blanco o más bien el cuerpo carente de otra piel u otra vestidura. Penetramos entonces en el templo donde «Tatuaje» el primer poema que da nombre al libro nos da cuenta del ritmo y su desarrollo: «Se taracea/ por punción/ con aguja o punzón/ lezna o espina/ cortando con cincel,/ o con peines de espinas de palma/ o con laja de obsidiana/ o por el fuego,/ o con huesos de ave marina y/ un pequeño martillo de madera,.../»

Del tatuaje surgen los signos, diversos y definitivos, católicos, egipcios y claro, también aquellos, los innombrables, los tatuados de todos los tiempos: «Y desde el siglo diez y seis/ se taracean los soldados, los marinos, los mineros,/ las prostitutas, los obreros, y los criminales/ sobre la espléndida epidermis.

En Satén, el texto se subdivide en tres fragmentos que ponen en escena la irrupción de Ia Mujer en el bosque: «Todo es terciopelo/ La sinuosa cabellera de una mujer antigua/ la seda negra de una mariposa vibrante/ los músculos sagrados de las panteras nocturnas.. .»

En otro de los fragmentos, la hablante instalada en ese escenario expresa: «...Yo, la vidente de ojos negros y huecos señalo/ el bruñido satén de las moradas de tu especie/ el satén de las columnas de tus imágenes de lujuria/ veneno y conflagración de tus ancestros. ..»

El lenguaje que recorren estos «tatuajes» están cargados de símbolos por los cuales transitan el deseo y el gozo operando sobre lo consciente y lo inconsciente.

La lectura de «Tatuaje» se hace interesante y compleja tanto por su temática como por el tratamiento lingüístico que Marina Arrate impregna a su obra: «...La muerte es un espejo/ que se triza/ y a su orilla prenden fuego/ y se inflaman/ sus adoradores locos.». Este fragmento de la Muerte es seguido de otro título «El Beso», de esta forma la conjunción de placer y destrucción se hace más nítida:
«...Cometerás así un día/ tu bello asesinato...»

Tatuaje constituye un libro que poéticamente tiene un valor destacable en el conjunto de la producción literaria de estos tiempos donde «un Angel ilumina la atmósfera».

 

Cuerpo herido de amor

por Marcelo Novoa
en Palabra por palabra, El Mercurio de Valparaíso
14 de octubre de 1993

La poesía escrita por mujeres en Chile, está viviendo, por fin, la paulatina desaparición de la poco afortunada denominación: poesía feminista, con la cual venia tachándose la producción de las actuales escritoras.Tal enjuiciamiento a priori, ya desechado por completo, para referirse a la poesía denunciatoria como “poesía política”, tendrá que ocurrir con críticos tan estrechos, respecto al tema de la escritura femenina chilena. Por otra parte, también será necesario invitar al “desocupado lector” a participar del hallazgo.

Marina Arrate (Ediciones del Mirador, 1992) posee un tono personal interesante de contraponer a los modales escriturales más en boga entre las mujeres poetas. Su voz, lírica y sensual, barroca, logra momentos de intensa belleza, cada vez más escasa entre tanto cultor de la impostura y la taquilla literaria. Así, el libro dividido en seis capítulos -pues, sin violentar su unidad poética, podemos visualizar una estructura narrativa que va hilando temas y personajes- que nos enteran del trayecto mítico y corporal de una hablante en busca de su voz y su amor.

Tatuaje”, la primera sección, señalará tono e intensidad, potenciando el acto ritual de tatuarse hasta connotaciones mágicas, “por medio de heridas/ amorosa y artificialmente abiertas ...” (pág.10) señalando las visibles y profundas relaciones que sostienen el dolor y el amor en la existencia humana: “Satén” es prosa poética que no alcanza a desembarazarse de la intencionalidad demasiado manifiesta de la autora por señalarnos sus coordenadas culturales y teóricas.

“La muerte” y “El beso”, las siguientes secciones, entregan la cuota más alta de lirismo, al dejar que las palabras sin pudores ni tapujos, canten al amor entre hombre y mujer. Así, la parafrasis de uno de los versos más bellos de Pavese, recrea su propio sentimiento al decir, “la muerte vendrá y tendrá tu boca” (pág. 35). Sólo así, el amado ...herido de mí/ de mi deseo” (pág. 39) aprenderá la necesaria y dolorosa entrega que significa la renuncia amatoria, el abismo pasional y la enrarecida felicidad que da el hallarse unido a otro.

“Los grandes animales” y “La danzadora”, las secciones finales, retoman la fuerza de las imágenes orgánicas y vegetales del bosque primigenio, poblado de criaturas salvajes, apasionadas. “Yo no sé del amor si no es por tajos/ yo no sé de su ser sino rasgando/ y me hago carne y sed devoradora/ de un turbio sino en las rompientes ...” (pág. 43). La amplitud del decir poético se enlaza a las visiones plenas de vitalidad, donde la animalidad surge natural y liberadora, dotando a la hablante del libro de un poderoso aliento mágico.

La poesía de Marina Arrate invita al descubrimiento gozoso de su escritura. Ya no más, la sujeción de la emocionalidad, ni a la servidumbre de la poesía a dictámenes ideológicos feministas. Poetas como Arrate, Zondek, Mogro, Laffert, entre muchas otras, han advertido con lucidez y talento, que la poesía debe ser escrita desde la propia corporalidad, su naturaleza más íntima, sin descuidar, por lo mismo, la poderosa humanidad -léase hombres y mujeres, sin importar orden o relevancia- para así, encarnar a perpetuidad a la Poesia.


 

LA POESÍA DEL DESPOJAMIENTO

URANIO. Marina Arrate
Lom Ediciones
Santiago 1999

por Alejandra Ochoa
en Rocinante, Nº 18, abril de 2000

La poesía de Marina Arrate podría ser entendida como una profundización/ viaje en el tejido del cuerpo, proceso que se iniciara en las escenas de maquillaje de "Máscara Negra" (1990) , para continuar con el acto de inscripcion/ perforación en el que se constituye "Tatuaje" (1992), el cual retoma el maquillaje para profundizar el acto de la inscripción. Uranio (1999), titulo de su más reciente publicación, culmina este proceso, pues corresponde al hundimiento en lo más profundo y estructural de nuestros cuerpos, la calavera, aquello que permanece constante más allá de la muerte.

En la primera sección la hablante de "La ciudad muerta" recorre un territorio post apocalipsis. Esa "ciudad muerta" es visitada por una figura femenina que se presenta así misma como "fantasma", "galopante y flamígera", "obsesiva", "encanecida". Se trata de un descenso:"...bajé del paraje absurdo(...)/ la forma que tiene su cuerpo de roer la sepultura." (13). En las profundiddes se enuentran las osamentas, únicas huellas de una vida ya extinta, que es recordada lujuriosa y cromáticamente mediante fragmentos discursivos que oscilan entre el verso y la prosa poética: "Rojizas cabelleras que amor tornó doradas serpenteaban por las tibias y se elevaban por los fémures trocándose licor, medusa y lámpara..." (19). En este submundo se produce el encuentro último con el amor desaparecido: "y le dije lo que debía decirle/ que mi amor había sido entrañable." (28), para luego efectuar el ascenso que da término al viaje, al recuerdo y a la sección. El cementerio, la ciudad muerta entonces, como metáfora de la memoria o la memoria como cementerio. "El hombre de los lobos", la siguiente sección, tiene como hablante a una figura híbrida, mitad hombre, mitad lobo, eventual imagen de la identidad, rescate de lo verdadero, búsqueda de lo esencial poético que se encuentra en "lo oscuro y secreto", en esa zona de la realidad primordial que es significada como "bosque", "patria", "leyenda", "poema".

Es posiblemente en este territorio donde se encuentre la matriz de la productividad poética y a la que finalmente desea reincorporarse el/ la hablante, después de haber concluido el descenso y despojamiento de la primera sección. En todo caso, hay un cierto vértigo en la lectura de estos poemas de Arrate, se escamotea el sujeto y el supuesto objeto buscado o deseado. La última y más berve sección, "El deseo más profundo" se escenifica en un espacio signado por la quietud. Atrás han quedado los viajes a los infiernos cromáticos y a los parajes salvajes. En el aquí y ahora se ha encontrado una especie de respuesta que el texto y sus hablantes anigmáticos/ las han buscado arduamente. Los amantes escritos en el primer poema se sitúan en "...un espacio celeste/ donde nada comienza y todo encuentra fin." (57), a partir del cual se produce la invocación a los "...dioses de la extrema pureza." (58), aquellos que pudieran aludir a lo primordial, a lo "oscuro y secreto", al despojamiento definitivo de una escritura poética que busca algunas respuestas a aquellas interrogantes sobre el sentido.

 



 

 

 
 

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