Proyecto Patrimonio - 2008 | index | Alejandro Zambra | Autores |

 



 




VERANEANDO EN HUNGRÍA

Alejandro Zambra
La Tercera Cultura, sábado 5 de Enero de 2008


Tal vez el libro de Sándor Márai que el verano pasado lucía espléndido junto a las paletas y los baldes regrese ahora al mismo balneario, con algunos granos de arena impregnados en las páginas no leídas o leídas a medias. Tal vez el libro de Sándor Márai también veranea. No lo sé. No he leído a Sándor Márai. Y no voy a la playa en verano. Quizás no he leído a Márai justamente debido a que no voy a la playa en verano. En La Vida Descalzo, su inesperado ensayo sobre la playa, Alan Pauls insiste en la disonancia entre el acto de leer y la costumbre del veraneo, a pesar de la presunta existencia de un género, el de los libros para el verano, que de género tiene más bien poco. Hay, claro, canciones de verano que suelen ser absolutamente incompatibles con la lectura (a no ser que alguien lea mientras baila). Pero es bastante difícil definir una serie de libros resistentes a las quemaduras del sol: acaso novelas románticas o de aventuras o de detectives para nada salvajes.

Las editoriales apelan a la idea de ponerse al día: el veraneante aspiraría a rehabilitarse como lector, es decir, a leer lo que durante el año tuvo que postergar. ¿Y por qué, respecto de qué habría que ponerse al día? Es raro este concepto, pues supone una esclavizante fidelidad a las modas. Tiendo a pensar que quienes leen en verano son los mismos que leen en invierno, en otoño y en primavera: gente más bien reacia a la propaganda, que pasa con gusto de las novedades.

"Deberías leer a Márai, es buena literatura", me dice una amiga, conteniendo, apenas, una ambigua carcajada. Me pide datos y le recomiendo, en serio y en broma, que enfrente el arresto domiciliario de vacaciones con Armonía Celestial, la obra mayor del gran Péter Esterházy (ya que andamos con húngaros), o que lea La Playa o El Bello Verano, los invernales libros "veraniegos" de Cesare Pavese, o bien Alta Volta de Yanko González, o cualquier libro de Mario Levrero, el fotofóbico narrador uruguayo que quería escribir una novela luminosa.

Hay pocas actividades más extrañas que recomendar libros para el verano (o para el invierno o para las salas de espera). El verano de los que no vamos a la playa es, en todo caso, mucho más conciliable con la lectura: al menos no hay amigos estigmatizando al que prefiere quedarse leyendo o -peor-escribiendo. Los lectores de playa, en cambio, buscan la esquiva sombra donde dormitar un rato con la insignia de Jonathan Littell sobre el pecho. También hay padres que evaden a sus hijos gracias a las 500 páginas pendientes. Y más de algún adolescente aguanta leyendo el que -asegura- será el último verano que pase con sus padres. Bajará a la playa recién por la noche, ya sin libro y sin familia, feliz.

Es un poco lo que sucede al final de La Vida Descalzo, cuando Pauls relata el momento iniciático en que, por culpa de una fiebre, cambia la arena por la lectura: tras la prohibición de bajar a la playa, el niño siente el natural desencanto ("piensa en todos los juegos que no jugará, todas las olas que no barrenará, todos los helados que no comerá, todas las veces que no meará en el agua"), pero enseguida descubre la alegre libertad de quedarse solo, en cama, con su libro, toda la tarde. Es, creo, una imagen muy bella. La imagen del verano, tal vez.

 

 

 

 

Proyecto Patrimonio— Año 2008 
A Página Principal
| A Archivo Alejandro Zambra | A Archivo de Autores |

www.letras.mysite.com: Página chilena al servicio de la cultura
dirigida por Luis Martinez Solorza
e-mail: letras.s5.com@gmail.com
Veraneando en Hungría.
Por Alejandro Zambra.
La Tercera Cultura, sábado 5 de enero de 2008.