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El Retorno de Rosamel

Por Alejandro Zambra.

Publicado en Taller de Crítica Literaria Mariano Aguirre. 2002

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Un Orfeo del Pacífico
Rosamel del Valle. LOM 2000
Antología, prólogo y notas de Hernán Castellano-Girón.

Obra poética
Rosamel del Valle. J.C. Sáez Editor, 2000
Prólogo y notas de Leonardo Sanhueza.


En 1930 Vicente Huidobro, legítimamente deslumbrado por la lectura de la obra País blanco y negro, escribe desde París a su joven autor, Rosamel del Valle: "lo felicito con toda la sinceridad que siempre me ha caracterizado y que tantos enemigos me ha valido. Su libro tiene páginas sencillamente admirables. Es increíble que tan joven haya logrado Ud. una maestría semejante. ¡Qué seguridad en sus trazos, qué riqueza de gama!". La legitimación de la poesía de Rosamel del Valle (Curacaví, 1901-Santiago 1965, nacido Moisés Gutiérrez y rebautizado así en honor a un amor de la adolescencia: Rosa Amelia del Valle) no provino, sin embargo, de estos golpecitos en la espalda de Huidobro (el sincero), ni de su productiva amistad con Humberto Díaz-Casanueva, o de su inclusión en la justamente mítica Antología de poesía chilena nueva (1935) preparada por Eduardo Anguita y Volodia Teitelboim. En rigor, la poesía de Rosamel del Valle, por motivos tan oscuros como diversos (motivos que en ocasiones tomaron los nombres de Raúl Silva Castro o Alone), no ha ingresado a nuestra historia literaria (a nuestro pequeño y laureado canon), permaneciendo, en cambio, en la caótica y fértil charla de los poetas (en las bibliotecas particulares de algunos de ellos, los más jóvenes, es posible hallar hermosas y cuidadas ediciones de las fotocopias de su obra) Este escenario ha sido violentamente modificado por la publicación de la antología Un Orfeo del Pacífico y la (in)esperada aparición de una Obra Poética del autor en dos volúmenes.

Se trata de trabajos de características disímiles. La antología preparada por Hernán Castellano-Girón puede ser objeto de las críticas habituales a cualquier trabajo que implique elegir textos de un corpus contundente y macizo: faltan poemas importantes (sobre todo de la producción final del autor), y otros son injustamente fragmentados para "hacerlos caber" (libros como Orfeo y El sol es un pájaro cautivo en el reloj acusan la merma). En cambio, no sobra absolutamente nada. El prólogo del propio Castellano-Girón resulta útil para comprender el valor intrínseco de publicar esta poesía en el contexto de comienzo/fin de milenio, aunque su escritura, a medio camino entre la exégesis y el manifiesto, resulta algo confusa en ocasiones. La edición de Sanhueza cierra el gesto que la antología de Castellano-Girón propone: en el prólogo Sanhueza contextualiza la poesía de Rosamel, entregando herramientas para su comprensión y, con alguna dosis de elegante sarcasmo (se lee entre líneas que los académicos no han valorado esta obra por considerarla "difícil"), vindica el lugar que cabe a esta poesía en la literatura chilena contemporánea. La edición es impecable: las notas son relegadas al final de los volúmenes (de modo que no interrumpan la lectura, cosa que inevitablemente ocurre con la Antología de Castellano-Girón), se publica una buena cantidad de material hasta hoy inédito (aun cuando se deja constancia de que aún hay muchos textos dando vueltas) e incluso siguiendo una sabia tradición de los editores norteamericanos se añade un índice de "páginas cuyo final es final de estrofa".

En todo caso, ambos libros cumplen con el objetivo básico de acercar esta poesía a sus lectores. Leyéndolos conocemos (reconocemos) a un poeta que supo incorporar la lectura de las vanguardias históricas (las lecciones de Breton y del propio Huidobro) y, a la vez, perfilar una obra decididamente personal. El autor pertenece a esa familia de creadores que, como Rimbaud, manifiestan su inconformidad y rebeldía ante la disociación tradicional entre arte y vida, y sospechan, en general, de todo reduccionismo. La poesía de Rosamel busca obsesivamente la comunicación entre el mundo y el ser humano, a través de una estética de la videncia que muchas veces conduce al poeta a un saludable desarreglo de los sentidos.

 

Rosamel del Valle

 

Con la publicación de Orfeo (1944) esta obsesión del autor se hace presente como un proyecto bastante definido: explicar (por ambigua o paradójica que resulte tal empresa) la existencia del hombre a través del mito. Se trata de un poema caudaloso y monumental, serio, que Rosamel reescribirá una y otra vez en el resto de sus libros, acaso releyendo el mito y su propio poema con una mayor soltura de cuerpo, aproximándose más y mejor al espíritu de la música que en su supuesta obra magna. Desde El Joven Olvido (1949) surge en esta escritura cierto humor melancólico y violento (nacido muy probablemente de la residencia del autor en Nueva York, desde 1946, como corrector de pruebas para la ONU y de su lúcida lectura de Eliot), que obras posteriores como La visión comunicable, El corazón escrito y Adiós enigma tornasol, corroboran y extreman. El poeta se convierte progresivamente en un callejero, un habitante de la urbe moderna que se dirige hacia aquellos sectores opacos, desconocidos o, por el contrario, excesivamente centrales de la vida citadina para participar allí del rito, es decir, de la manifestación concreta aunque profundamente transformada, profana y degradada, del fundamento mítico. Poemas como "Aleluya por una joven negra en Harlem" (primer caso de poema-gospell-dionisíaco, que algunos poetas, hoy por hoy, han adoptado como himno) muestran la plenitud del artista-observador, que enfoca los detalles, los mínimos gestos, para mostrar el carnaval, dialogando en el poema, redundando, multiplicándose.

"Debo estar cubierto de escamas. Vengo de ese ruido/ Que hacen las personas apenas nombradas en las conversaciones/ o esas que salen a las calles más solas que el olor a farmacia", escribe Rosamel en un poema de 1954, acaso adelantando el lirismo quebrado de Enrique Lihn en La pieza oscura y Pena de extrañamiento. Más que el conjetural efecto retroactivo que Un Orfeo del Pacífico y Obra Poética produzcan, interesa la recuperación de cierto tipo de libertad que obras como la de Rosamel del Valle representan: la valentía de una escritura que, para comunicar, no teme replantearse, contradecirse, irse y regresar.

 


 

Algunos poemas

 

1926

Por seguir tu perfume sin atención de cuerda
De torre a torre el espectáculo cada minuto como oso menos pesado ni intruso
Aparentas la nube sentada con los ojos en el vacío
Detrás de tus ojos las murallas suspendidas con la voz
De flor abriéndose por cada estrella en el mejor movimiento del sonido suspenso
O como las espadas de pie debajo del agua con su hoja afuera
Rama cimbrándose en la boca de los túneles desde lejos
Frente tan sencilla de arena de ola con dos ruedas
Obscuras en la mancha de las palomas evasivas
Más bien las olas paradas en el lomo del cielo como un canto de estrella de cien pies
El perfume admirable sin anochecer en las astas de la ciudad otras veces en los rieles tibios de mis dedos
Hacia el viento y su sombrero de hojas al lado de las nubes humedeciendo tu estatura viva de abeja en el cielo

 


APROXIMACION

Asómate a la raíz de mi sangre que pasa entre la madera
Dormida por pasos que la siguen hasta morir.
Habita fatigada la sombra de sus habitaciones donde el tiempo
Cierra todas las puertas.
Oh, país de un sonido largo como una luz a lo lejos,
Acércate a mi oído que tarda en despertar.
La crueldad de esta estrella que nada debajo del agua
Es tu voz fija en un instante sin existencia segura,
Algo más adentro de mi imagen errante que atraviesa las puertas cerradas.
Quítame las sienes de los vidrios y quítame las manos del fuego.
El calor de tus luces destruye las sombras y los vapores donde la muerte hace su nido.

 


MAGIA IRREGULAR

Cuando despierta la zona de los países que nadan a obscuras
El ser entra en el frío que traen las algas errantes,
El olor de los peces muertos entre coronas de azufre.
Al parecer sobre la tierra de joven edad que deja caer sus pestañas.
Punto de soles helados en el viaje del cuerpo con sus costumbres,
Por fin casi próximo al sueño de alcoholes que estalla en mi lecho de sábanas verdes.
Las olas de la boca rompen sus trenzas de nidos.
Los ojos ven pasar extrañas barcas sobre la sangre del pecho.
Los pies tocan piedras quemantes, cabezas de bosques.
Apagados océanos de arañas
En la atmósfera de las piernas, entre el viento que viene de visita.



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"Un Orfeo del Pacífico", LOM 2000. "Obra poética", J.C. Sáez Editor, 2000.
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