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1961 - 1996
La fugaz estrella de Bárbara

Por Francisco Véjar
Revista de Libros de El Mercurio, sábado 3 de enero de 2004

 


A siete años de la muerte de Bárbara Délano, se anuncia la edición de su obra reunida,
que incluye poemas, cartas y otros textos


La vida de Bárbara Délano fue breve y veloz. En sus treinta y cuatro años de existencia, alcanzó a editar dos libros de poemas: México - Santiago (1979) y El rumor de la niebla (1984). A temprana edad comienza a leer la obra de Pablo Neruda, Jorge Teillier y Rolando Cárdenas, entre otros. Publica sus primeros versos a los ocho años, en el diario «La Última Hora». El texto estaba dedicado a su abuelo, el escritor y diplomático Luis Enrique Délano. Este último, como en un acto premonitorio, la pintó en un mural en la casa familiar de Cartagena, debajo del agua, conviviendo con la naturaleza marina, en un mundo con pulpos, peces y un ancla. Bárbara está con una copa de vino en la mano, diciendo: ¡Salud, Tacito!, porque así le decía a su ascendiente.

La sensibilidad por el mar la acompañó todo el tiempo, junto a una extraña conciencia de la muerte. En el poema «Los viajantes», perteneciente al tomo El rumor de la Niebla, dice: Estamos aquí despidiendo a los que se van / a la otra orilla de este viaje / el mañana es un fonógrafo perdido en una selva virgen, / una estepa que bien podría ser el mar.

En México, hacia 1975, participa en el grupo Los poetas infrarrealistas, liderado por Roberto Bolaño y Mario Santiago. Allí analizaban la realidad de América Latina y discutían sus trabajos poéticos o en prosa, alternándolos con lecturas de Octavio Paz y José Carlos Becerra, poeta mexicano muerto trágicamente en un accidente automovilístico en 1970. El país azteca se transforma así en la segunda patria de Bárbara, como lo refrenda su ingreso, en 1982, a la UNAM a curiar sociología. Cinco años más tarde se titula con la Medalla Gabino Barreda y le entregan una distinción por obtener nota 10 a lo largo de sus estudios, algo de lo cual ella se enorgullecía con una pizca de sarcasmo. Por esa época colabora en la revista «La Brújula en el bolsillo» y en «Plural», suplemento del diario «El Excélsior», dirigido por el escritor argentino Jorge Boccanera.

Su labor poética posterior, además de ser traducida al sueco, italiano, inglés y francés, está presente en las siguientes compilaciones: Antología de la nueva poesía chilena (1985), edición de Juan Villegas; Veinticinco años de poesía chilena (1970-1995), realizada por Teresa Calderón, Lila Calderón y Tomás Harris; y la Antología del poema breve en Chile (1998), selección de Floridor Pérez. Y ahora su familia anuncia la próxima edición de su obra completa, incluyendo cartas y otros textos.

De vuelta en Chile, en 1988, comienza a trabajar en el CEM (Centro de Estudios de la Mujer), donde desarrolla una intensa labor que se plasma en el libro Asedio sexual en el trabajo (1993), investigación realizada junto a Rosalba Tadaro. Pero no desatiende su pasión, la literatura. En el mismo año de su retorno es becaria del primer taller de poesía de la Fundación Pablo Neruda, conducido por Floridor Pérez y Jaime Quezada. Nos dice el segundo: "Ella surge en la antología Poesía en el camino (1977), una compilación hecha por la Unión de Escritores Jóvenes con poetas nuevos, en un período difícil. Entre esos autores estaban Armando Rubio, Erick Pohlhammer, Antonio Gil y Bárbara Délano. Para mí eran los creadores más relevantes de esas páginas. El tiempo me fue dando la razón, a pesar de las lamentables y trágicas muertes de Armando Rubio y Bárbara Délano, pero ambos lograron realizar una obra".

"Cuando Bárbara formó parte del taller —prosigue Quezada—, reveló un trabajo poético muy serio. Su escritura rompía algunos moldes tradicionales o circunstanciales, valiéndose de cierta desfachatez y cuestionamiento del mundo cotidiano, social y femenino. Su lenguaje es la voz de la mujer chilena, latinoamericana. Es un proyecto con variadas temáticas, que se hacen presentes hasta en sus versos postumos. Así, alcanzó a quedar incorporada a la poesía de aquellos años, con sentido de futuro".


Muerte en el Pacífico

En 1992, después de un período en que parte a vivir a Cartagena con el propósito de dedicarse a escribir, viaja nuevamente a México y empieza a trabajar en la Procuraduría Agraria, donde se desempeña como directora del área de comunicación social. Durante ese tiempo proyecta varios libros. Tres años más tarde, inicia una maestría en Ediciones, dependiente de la Universidad de Guadalajara. Su posición en Ciudad de México se consolida, pero Chile y su mar la llaman constantemente. Hacia 1996 quiere dar una sorpresa a sus padres y decide viajar a Santiago, pero hace una escala en Lima, Perú, para visitar a algunos amigos.

Su padre, el escritor Poli Délano, recrea sus últimos días: "Entre el viernes y el lunes, en Lima, vivió un largo reventón, días bohemios, una fiesta ambulante que se traslada de un lugar a otro. Ella era incansable para la risa, la alegría, la amistad. Asiste a una cena con Antonio Cisneros, Guillermo Niño de Guzmán y Carolina Teillier. En otra ocasión almuerza en la cevichería Canta Rana, de El Barranco, local con fotos de Gardel en las paredes, de los Beatles, Humphrey Bogart, decoración que le recordó algunas picadas de Valparaíso. Uno de los amigos cuenta que en un bar de El Callao el escritor Hermán Melville, dos siglos antes, grabó su nombre sobre la barra. Ella pide entonces un cuchillo y durante un rato largo se dedica a tallar el suyo sobre el mesón del Canta Rana, BÁRBARA, así, con letras mayúsculas. Ahí quedará su última firma", relata Poli Délano.

El 2 de octubre de 1996 fue decisivo para Bárbara. A última hora va a recoger su maleta en el hostal de Miradores, donde se hospedó. Luego a toda carrera al aeropuerto. Quédate, le dicen, ándate mañana. No se decide. Es la última pasajera que se presenta. Viste un traje de lino blanco, dos piezas, y no lleva aros ni anillos, pero sí dos o tres cadenas en el cuello. Se despide bromeando: Si se cae el avión, avísenle a mis padres, ellos no saben que voy a verlos. No pudo llegar a destino. A 52 kilómetros de Lima, un accidente terminó con la vida de los setenta ocupantes de la nave de Aeroperú que se dirigía a Santiago. El avión se estrelló contra el océano Pacífico.

Días después, su madre, María Luisa Azocar, descubrió los manuscritos del libro postumo Playas de fuego (1996) en su departamento de Ciudad de México. Es un solo poema de larga respiración, donde lo anticipatorio no deja de asombrar: "Porque todo lo que se pierde va a dar al mar / me tiendo en el borde / para oír a mis hermanos muertos (...) / Sin buscar nada ni desear nada / con el oscuro presentimiento / de que el mar es un espejo / para ser mirados por los ojos de Dios".

 

 

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POLI DÉLANO HABLA DE LA DEUDA PENDIENTE CON SU HIJA FALLECIDA

“Siento mucho miedo de escribir sobre Bárbara”

Hay quienes dicen que no hay dolor más grande que perder a un hijo. El escritor así lo vive y siente. Han pasado ocho años desde que su hija, Bárbara Délano, perdió la vida en un accidente aéreo. Su recuerdo y poesía aún permanecen, y él lo asimila orgulloso preparando la obra completa de la poetisa.

Diario La Nación, Domingo 13 de junio de 2004

Seis de la tarde en la Sociedad de Escritores de Chile. Por el frío pasillo del inmueble de Almirante Simpson, el escritor Poli Délano (68 años) llega puntual a la entrevista. El motivo: la anunciada edición de la obra poética completa, incluyendo cartas y otros textos, de su hija Bárbara Délano, fallecida en un accidente aéreo frente a las costas limeñas en octubre de 1996. Autor de más de 20 libros publicados, traducido al inglés, francés, ruso y otros idiomas, y merecedor, según dicen algunos, del Premio Nacional de Literatura, Poli trabaja actualmente junto a María Luisa Azócar, madre de Bárbara, en lo que será la edición definitiva de la obra que dejara tras de sí la joven autora de El rumor de la niebla (1984) y Playas de fuego (1996).


- ¿Recuerda el momento en que Bárbara quiso ser poeta?
- Desde chica fue una poetisa adelantada. Ella empezó a escribir desde muy pequeña y era notable la configuración imaginaria que poseía. Recuerdo que tenía como ocho años cuando fue a visitar a mi padre al hospital. Lo encontró lleno de cables y tubos por todos lados, lo que le produjo una extraña sensación que plasmó en un poema que fue publicado en el diario La Última Hora, a pedido de un periodista amigo de mi padre.

- ¿En qué está el libro de poesía que se anunció?
- Con la madre de Bárbara -que es además psicóloga y poeta-, estamos en estos momentos recolectando el material. Vamos a recopilar no sólo sus textos, sino que también sus cartas y cosas que se escribieron sobre ella. Ya veremos a quién se lo proponemos. La recopilación debe quedar lista este año. Por lo tanto, debería estar publicado en un año y medio más.

- ¿Escribieron algo juntos?
- No, no alcanzamos a escribir nada juntos. Fue una gran lástima.

- Usted escribió en el libro Solo de Saxo el artículo “Bárbara en el Corazón”. ¿Cómo fue el proceso de escritura del artículo?
- Muy sufriente, ya que lo escribí en cuatro días, a duras penas entre las lágrimas y el dolor.

- ¿No ha pensado escribir otra cosa sobre ella?
- En realidad, ahora me gustaría explayarme más sobre el artículo “Bárbara en el corazón”, pero siento mucho miedo de escribir sobre ella, ya que soy muy sentimental y no pararía de llorar.

- ¿Qué estaba haciendo ese día cuando supo del accidente?
- Eran las nueve y media de la mañana. Estaba en mi casa de calle Valencia (Ñuñoa) y estaba escribiendo algo sobre mi viaje al Chaco argentino, donde había llegado hacía poco de un encuentro de escritores que organizó mi amigo Mempo Giardinelli, en la ciudad de Resistencia. Entonces sonó el teléfono y era María Luisa. Fue extraño, quizás porque hacía bastante tiempo que no hablaba con mi ex mujer y ahí ella me dio la noticia. ‘¡Hola, cómo estás!’, le dije. ‘¡Muy mal!’, me contestó.

- ¿Cómo vive con el dolor de la pérdida actualmente?
- Ella está siempre presente. Poco después de su fallecimiento, estuve con su mamá desmantelando el departamento donde vivía ella en México. Revisando sus papeles y sus cosas, encontramos bastante material poético en su computadora que hoy tiene el nombre de su libro póstumo: Playas de Fuego.

- En sus poemas, y particularmente en ese libro, Bárbara siempre nombra el mar...
- Está dentro de lo irracional. Es más, recuerdo algo muy lindo: mi padre, que decía ser pintor de los días domingos, pintó un mural en la casa de Cartagena, donde Bárbara, de tres años, estaba nadando en el fondo del mar con una copa, rodeada de pulpos, peces, estrellas de mar. Con el tiempo, mi madre echó gran parte de la pared abajo para construir una ventana. Sin embargo, parte del mural aún sobrevive a duras penas; pero el cuerpecito pintado de mi hija está intacto, muy bello.

- ¿En qué momento perdió las esperanzas de recuperarla?
- Cuando vi cómo salían del agua los cuerpos. Pensé que era mejor que no la encontraran. Que se quedara en el mar, preciosa como era y como una bella durmiente.

- ¿Ha vuelto al lugar del accidente?
- No, no he vuelto.

- ¿Pero pretende volver?
- Sí, quiero ir con mi hija Viviana, aunque al lugar mismo nunca podré llegar exactamente. Pero hay un bar que se llama el Canta Gallo, que está cerca de Miraflores, donde Bárbara almorzó la última vez y donde grabó su nombre con un cuchillo en el mesón, porque alguien le había contado que hace dos siglos el escritor Herman Melville, el mismo que escribió sobre su antepasado, había grabado su nombre. Ella no lo pensó dos veces y repitió el acto. Tengo entendido que después alguien llevó una foto suya y hoy le han hecho un rinconcito como lugar de recuerdo.

- ¿Hay un pre y un post después del fallecimiento de Bárbara?
- La muerte de mi hija me cambió la vida completamente. No soy el mismo Poli Délano de antes.

- ¿Qué cambió?
- La mirada. Yo me siento los ojos de distinta manera. Cambiaron las relaciones que tenía con el mundo; estoy más reservado y aprovecho más a mis seres queridos.

- ¿Qué opina de la muerte?
- Que es la coronación final, no más. No creo en otra cosa, por mi formación atea.

- ¿Cuál sería su coronación final?
- Que mis cenizas descansen en el océano Pacífico, como está descansando Bárbara y prontamente también las cenizas de mis padres, que guardo celosamente en mi casa de Ñuñoa.


 

 

 

 

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Bárbara Délano (1961 - 1996). La fugaz estrella de Bárbara,
por Francisco Véjar,
Fuente: Revista de Libros de El Mercurio,
sábado 3 de enero de 2004.