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Carmen Berenguer

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Carmen Berenguer

Crónicas Privadas

LA CASA SIN ESPÍRITUS

... La noche es cálida y el subrayado es mío, señalando que las comillas han sido omitidas. La noche es más cálida, hubiese querido omitir que el puerto brillaba. Que la casa de Brenda es hechiza como toda casa que se desmorona al despuntarla. La casa de Brenda es hechiza, y no es bueno mirarla de día. De noche es una de las luces que hacen de los cerros el hechizo. En las mañanas cuando quedan unas grapas donde refugiarse y la memoria es un haz de gestos cerro abajo. La casa de Brenda muestra su reverso. Queda intacta, y su uso ha sido resguardado. Brilla la pared opaca, el adobe ha sido revestido por una lámina de acrílico. Agentes nuevos le dan un vuelco a la mampara de madera negra lisa.

... Tal vez el cuarto de brenda gire junto a la noche. Quizás sus madrugadas sean la imagen de alguien que no está en ningún lugar. Lo más probable es que la misma entrada a la mañana no tenga existencia. No se ubique en mapa alguno. Cada cuarto de esa casa ha tenido que ser poblado una y otra vez. Obligado a tomar una dirección opuesta. El comedor nunca ha sido realmente un comedor. Nadie ha comido en esa csa. Ella no ha tenido que demostrar tal ambigua cotidianeidad. No hay que olvidar que el hechizo la hace refulgente.

... Decir que tiene un porch, es desmesurado, tratarlo como living, resulta tremendista. Austera sería desproporcionado, ya que nada guarda. Si alguien se encontrara por azar una noche con su puerta y soñara con ponerle venta, perdería su tiempo. Ponerle fecha a su construcción es innecesario, pues su temporalidad es imaginaria. En su interior hay una casa de campo, de adobe, sin imaginación. En la entrada la falla un trozo de barrio urbano. Se podría decir que todo es de mala clase, hecho de necesidad. Esa casa no estuvo en la cabeza de Brenda, hasta su llegada. Como todas las cosas donde abunda el barro. Cualquiera, un tanto sentimental, pensaría que en tal pobreza hay mucha ternura. Es más, si fuese cristiano le diría a Brenda, que es el alma de la casa. Podría agregar los paréntesis a tales afirmaciones.

... Nombrar los ribetes de esas almas. Pondría en un recuadro de la escritura moderna, el rictus de su tristeza. Hasta recogería alguna bondad sobre el hombro. Qué más, que derribar tal cursilería, aduciendo que en las lámparas de segunda que iluminan los cuartos, las lágrimas de Brenda inundan su luz. Qué más construcción para una casa hechiza carente del aroma de una cocina burguesa. Si Brenda es gorda es porque padeció la enfermedad del siglo, raquitismo. A ella la murmuran como mujer de mala fama porque se prende una luz roja en su puerta. La luz roja es hechiza y la puerta también. Brenda nació mala. Antes de nacer, su madre sabía que venía tan maleada como ella. Cuando su madre quedó embarazada soño que Brenda fuera independiente y figuró que tuviera su propia casa.

... Este cuento de Valparaíso es real, no hay ficción, por ello es previsible. No es un cuento, sino la historia de una hechizada. Yo he sido incapaz de narrarla. Quedé cautiva bajo su hechizo, y no es exótico, no hay palmeras ni cocoteros o boas en aquella casa. Y aunque Brenda trabaje con su cuerpo, nadie le compraría su imaginario, porque sin ser simbólico, es real. Tampoco caería en la trampa de sus moradores que la venden de pobre.

BRENDA

... La noche continúa cálida y su continuidad entorpece su sombra. Estamos en casa de Brenda, en Recreo. El barrio de Brenda lo vi con los ojos enrojecidos de una madrugada. Quizás si hubiera tenido un tamarindo recordaría la vulgaridad de las casas de Viña del Mar. El barrio de Brenda existía gracias a su coraje, sin árboles. Las casas del barrio tenían su existencia gracias a la imaginación de Brenda. La casa de Brenda era hechiza. El Barrio de Brenda era hechizo. Al entrar deduje que la puerta tenía una tranca del siglo XIX. Al entrar tuve la impresión de que Martín Rivas había sido hechizado en aquella casa.

... La novela criolla tuvo su escena en el puerto de la chingana.

... Brenda nos indicó una foto donde ella posaba de modelo. La tenía pegada con un alfiler en el rellano de la puerta de su dormitorio. Era un afiche al lado de una estampita de la virgen de las putas. Al llegar a su habitación se desnudó y se cambió de ropa, mientras ordenaba que nos sirviéramos. La música con los compases tardíos de un barrio latino, entre comillas, hechizaron el hechizo. Los cuerpos olvidaron que eran cuerpos. Exudaban transpirados y goteaban sus hambres. Cualquier descripción del instante emularía el instante en que Brenda, delicada cual más, apasionaba a N.

... No había motivo alguno para tanta pasión. Tampoco sus meritorias y afortunadas manos sentían tal deseo. De tocarse se hubieran odiado. Eran los infortunados ojos de los otros arrastrados al centro de la habitación. Sus ropas saliéndose por los ojos. Si un toro hubiera salido por entre sus corazones la pañoleta roja del cafiche hubiera hecho un charco en medio de la Andalucía. Entre el pantalón y el calzolcillo relucía el cuchillo del cafiche de Brenda. B. y N. eran las ausentes del ruedo. N.y B. eran las grandes cenizas del ruedo. Macho y hembra sujetaban sus pesambres y hembra y hembra se anudaban en el medio. El desate posguerra abrigaba la cabeza del señorito desencantado por no haber ensuciado sus manos.

... El ideal de Hemingway entorpecía su acción en la guerra. Alí luchamos por España. Aquí soñamos por nada. Busqué los ojos en el poster de Brenda. El retrato de Brenda había desaparecido. La fotografía anudaba su cuello. Alguien lo había descolgado y García Lorca hubiera dicho que eran las cinco de la madrugada. García Lorca no le hubiera puesto un orden al cronómetro. La iluminación mestiza contrastaba a la luz europea. España nunca estuvo en mi corazón.

... América no la inventé yo.

 

en La Nación, 10 de enero de 1994.


 

 

 

 

 

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