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La Cueca Larga del Indio Pavez
Carlos Valladares Mejías. Editorial Puerto de Palos, Santiago, agosto 2007, 432 págs.

Por Bernardo González Koppmann
Chonchi, invierno de 2011

 

He terminado de leer y releer esta obra sobre Héctor Pavez Casanova aquí en Chonchi, primera comuna donde se presentó este notable trabajo en octubre del 2007.

Voy a empezar esta crónica con una experiencia personal, donde se me refuerza la idea que la cultura, como dijera la Mistral, nace de la naturaleza, de la vida. Hace un par de días atrás viajé desde Talca a esta sorprendente isla con motivo del nacimiento de mi nieto Simón, el 3 de agosto deste 2011. Andrés y Lúa, mi nuera, se habían casado a principios de año en Huillinco; ahí celebramos junto al lago una ceremonia al aire libre y luego festejamos con un curanto de aquellos para no olvidar. De tal forma se dieron las cosas que la relación con el libro se fue tejiendo en forma sencilla, franca, espontánea, sobre todo después de escuchar la inmortal cueca La Huillincana en el mismo lugar de los sucesos.

Haciendo memoria, recuerdo haber visto cuando niño una presentación del Millaray en el Gimnasio Municipal de Talca, y la voz del Indio se me tatuó desde entonces en la membrana auditiva para siempre. Los bailes eran de tal intensidad que saltaban los clavos de las tablas del piso y las chilotas bellas, graciosas y seductoras pavoneaban como una Pincoya en celo. Todo esto ocurría porallá por la década del 60´, cuando en Chile el movimiento popular tomaba fuerza con cultores en todos los ámbitos de la cultura, poniendo como centro y motivo del quehacer artístico al ser humano desvalido, a la clase obrera y campesina, en suma, a una sociedad que despertaba del letargo postcolonial. Yo tenía 10 años. Hablo de un tiempo donde vivían y creaban casi simultáneamente sobre nuestra larga y angosta tajada de tierra Pablo de Rokha, Pablo Neruda, Violeta Parra, Víctor Jara, Millaray, Cuncumén, Rolando Alarcón, Quilapayún, Intillimani, Quelentaro, Isabel y Ángel Parra, Santos Chávez, Patricio Manns, en fin, la lista sería interminable. Era otro país, sin duda, que luchaba por su derecho a ser pueblo conciente forjador de su propio destino. Esa época esencial en la historia de Chile culmina con el triunfo de Salvador Allende el 4 de septiembre de 1970. El desenlace trágico en 1973 todos los conocemos.

La cueca larga del Indio Pavez es una obra que dejará una huella importante en los cultores y amantes del canto popular chileno. Es un libro que debe estar dentro de las lecturas obligadas de todo ser humano que quiera conocer al campesino, al hombre de la tierra; es un texto imperdible. Su autor, Carlos Valladares Mejías (Santiago, 1936), es profesor normalista e integró el dúo Los Emigrantes que acompañó en sendas giras y grabaciones a Rolando Alarcón y al mismísimo Héctor Pavez. Por lo tanto, se trata de un destacado y consecuente guitarrista que conoció la nueva canción chilena por dentro; más aún, fue protagonista de la historia que ahora nos recrea con señalada maestría.

Fue Juan Manuel González, integrante de Los Patricios, quien me solicitó si podíamos presentar esta obra en el liceo donde ambos trabajábamos, en el Insuco de Talca, y por supuesto que así lo hicimos. Había oído hablar de él a Valericio Leppe, y de la importante labor investigativa que estaba realizando. La verdad que ahí conocí, más vale tarde que nunca, a este destacado autor que al estirar su mano fraterna se presentó como Carlos Valladares Mejías. Estamos hablando de fines del 2007. Esa presentación del libro terminó en una peña en la Escuela Brilla el Sol, sector popular y combativo del barrio sur de Talca, entre brindis y cantos a lo humano y a lo divino.

Ahora que he leído y degustado lentamente las 400 páginas de este memorable trabajo, quisiera comentar la importancia que representa tal obra para la recuperación del arte y la cultura del pueblo -especialmente en el ámbito del folclor y la canción popular campesina-, hoy, en este nuevo contexto, donde las manifestaciones de las luchas sociales está retomando un cariz ascendente. Es interesante tener siempre presentes elementos históricos, como los que recupera emotiva y científicamente este libro, para mantener y recrear en la memoria colectiva de las comunidades de base el aporte fundamental de Héctor Pavez en el día, en la hora, en el minuto que pensemos en la construcción del hombre nuevo para ese Chile que nunca dejamos de soñar.

Primeramente, quisiera destacar la acuciosidad y precisión investigativa del autor, el rigor científico de su tarea, recopilando información por todos los parajes y escenarios que Pavez fue derrochando su arte, genio y figura. Valladares anduvo husmeando gestos y detalles por su barrio natal, la carpa de Violeta, viajó al Chiloé profundo, a Valparaíso, a París, pero también anduvo rastreando en Talca, Constitución y en todo lugar por donde pasó el canto y el baile del Indio entrañable. Se toma el desafío de escribir la vida, pasión y muerte de su amigo con un sentido de responsabilidad revolucionaria digna del maestro normalista que nunca ha dejado de ser. Nuestro autor entrevista a todos los más y mejores intérpretes y compositores de dicha generación. Describe magistralmente los vínculos personales, familiares, del cantor como también sus relaciones de trabajo, sus ensayos, sus giras, presentaciones y eventos sin fin que le tocó desplegar en los álgidos días del gobierno popular, todo minuciosamente documentado. La cueca larga del Indio Pavez creo que es, sin duda, uno de los mejores aportes de las últimas décadas sobre los orígenes, auge, esplendor y caída del movimiento chileno, específicamente en lo que al fenómeno de la nueva canción se refiere.

Otro aspecto interesante de destacar es el enfoque franco, coloquial, sencillo que impregna a una escritura que se nos otorga amena de punta a cabo. Escribe desde una perspectiva íntima, humana, cercana. Utiliza recursos literarios propios de la microhistoria, como lo es el uso de crónicas, anales, relatos, narraciones, leyendas, memorias, cronologías, sucesos, incidentes, aventuras, anécdotas, documentos, comentarios, relaciones, biografías, autobiografías, semblanzas, diarios, hagiografías, testimonios, efemérides, necrologías, obituarios… Toma los datos que recopila y los va trenzando con la prolijidad de quien conoce el oficio; todo, reitero, con el certero decir de un lenguaje propio que responde a su percepción emocionada, pero viril. Se diría que escribe por camaradería, por compañerismo, por compromiso intransable con la causa rebelde del cantor y su pueblo. Pero, y he aquí el toque magistral de Carlos Valladares, nos revive esa época de luchas y esperanzas con un despliegue inusitado de detalles sabrosos, dichos, frases para el bronce, con la chispa y picardía eterna de los folcloristas, información valiosísima para los que aman el arte musical del pueblo, cantera inagotable de sabiduría.

Pasando a otro asunto, quisiera referirme al estilo literario que emplea el autor. Él en su moderación y recato negará que es escritor; pero lamento contradecirlo. Emplea un discurso coloquial del habla común del chileno medio, el habla de la tribu, diría Don Nica, sin caer nunca en la pedantería, pero tampoco en la rusticidad o tosquedad vulgar. Despliega un lenguaje del decir cotidiano muy apropiado, justo diría yo, respecto al personaje y la época que recrea. Cuando Valladares emplea una palabra fuerte, su chuchada, lo hace con el sentido de la ubicuidad, gracia y salero con que hablan los genuinos hombres y mujeres del pueblo. Ni más ni menos. Con propiedad intercala en sus narraciones anécdotas, reflexiones, entrevistas, cartas, documentos, fragmentos de poemas y canciones, discursos, noticias de los diarios, tarjetas postales, carátulas de discos, fotos, esquelas, hasta rayados callejeros, todo lo que le permita complementar el peregrinaje del Indio Pavez por esta historia acallada a balazos que todavía nos duele. Es un texto, diríamos, escrito con conocimiento de causa, con afecto por lo genuino, narrado en primera persona; pero el que narra es una primera persona humilde, reservada, sigilosa, que asume la causa de los pobres y recrea certeramente las penas y alegrías de los trabajadores del campo y la ciudad. Y así, emocionados, nos vamos percatando empíricamente que ese prodigio del canto y del baile que se llamó Héctor Pavez Casanova, nacido en Santiago, inmortalizado en Chiloé,está en la memoria colectiva de Chile más vivo que nunca. En esa labor de restaurar el asombro y la nostalgia por lo que fuimos, somos y seremos desde la modestia y el anonimato, dejando que hable el protagonista, Valladares está francamente insuperable.

Para ir terminando, quisiera hacer mención a un punto de vista que el autor asume con la autoridad moral que su consecuente compromiso con el canto popular le otorga. Es peligroso hacer referencia a este punto, por las descalificaciones que se puedan hacer al libro y al autor; pero no es posible sustraer a Carlos Valladares Mejías de la carga ideológica, de su vocación de servidor de las causas rebeldes de los sencillos que lo constituyen como ser humano y ciudadano, tenaz simpatizante de la UP, exiliado durante 14 años y retornado. A partir de esa opción de vida nos va introduciendo al compromiso político del arte y la canción popular con un conocimiento, desplante y conciencia de clase que entusiasma, convence y sobrecoge. Desde esta perspectiva, reitero, nos relata nítidamente el esfuerzo y talento desplegado por Pavez en las campañas presidenciales de Salvador Allende; luego del triunfo popular, nos describe cómo el Negro asume responsabilidades de educación y construcción del socialismo a través de la difusión del folclor y sus valores, hasta que lo sorprende el fatídico golpe de Estado. Luego, investiga los rastros de su exilio en París, donde fallece el 1975 a los 43 años de edad debido a una septicemia originada por el mal funcionamiento de su sistema cardiovascular. Valladares no le hace el quite al bulto del compromiso político; éste es un aspecto transversal que cruza todo el libro, donde queda de manifiesto la obstinada militancia de Pavez en el Partido Comunista de Chile. Considero que este par de luchadores del pueblo se insertan dialécticamente en la tradición de la canción folclórica, propia, originaria, olisqueando sus raíces más profundas hasta vincularnos con el hombre nuevo que todos llevamos dentro.

Hoy, 9 de agosto del 2011, mientras el país entero se estremece con un nuevo paro nacional de estudiantes y profesores, bajo una lluvia torrencial en Chonchi, anoto a la rápida estas meditaciones sobre La cueca larga del Indio Pavez. Agradezco al autor haya escrito este libro admirable. Textos así son los que necesitan leer y reflexionar las nuevas generaciones que se movilizan por una educación pública de calidad, para que el hombre nuevo que queremos formar sea un ser humano crítico, propositivo, analítico, creativo, y así, más temprano que tarde, se levante otro canto y otra poesía para un país donde las utopías se hagan realidad.


 

 

 

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Carlos Valladares Mejías. Editorial Puerto de Palos, Santiago, agosto 2007, 432 págs.
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Chonchi, invierno de 2011.