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SEGUNDA MANO (Poemas), de Bruno Azúa Acuña
Editorial Deriva, Villa Alegre, 2025, 92 páginas

Por Bernardo González Koppmann



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“el pobre habitante mira la cordillera /
ve televisión / escucha matanzas lejanas”
Pepe Cuevas

 

Sin duda, presentar un libro es motivo de profunda satisfacción porque leer, y leer buena poesía, es uno de los lujitos que se puede dar un viejo en esta época de crisis y decadencia de los valores en los que fuimos criados; se ha perdido la mirada lenta sobre las cosas, las costumbres rururbanas donde se fusionaba armoniosamente lo agreste con lo citadino, donde me subsumí niño aún con tantos sueños, tanta inocencia, tanto asombro en los ojos, tanto que el corazón se me salía por la boca. Hoy, después de tantos años, tropiezo, sin decir agua va, con el poeta Bruno Azúa Acuña (San Fernando, 1991) y, al entrar en su escritura me he sentido bien; reconocerme en su poesía ha sido como afirmar la fe en ese primer esplendor -como lo señalara el poeta cubano Eliseo Diego- que nos maravilló de los elementos, la naturaleza, los objetos, las usanzas lugareñas, esa sensación de sorpresa ante distintas realidades, antiguas y contingentes, que dialogaban en búsqueda de algo original, algo que nos ayudaría en el patio, en la plaza o en el barrio, a crecer en humanidad.

 

Bruno Azúa Acuña


Esta poesía, la poesía de BAA, nos abre los ojos; sus textos son verdaderos fotogramas de una película que se desarrolla frente a nuestras narices, donde la protagonista principal es la cultura de la muerte, las secuelas de un necroliberalismo brutal que nos estruja hasta el paroxismo. Esta verdad del porte de una catedral, por conocida se calla y por callada se olvida.

Respecto al título del libro, SEGUNDA MANO, una palabrita. Quizá la primera sea el uso utilitario que hacemos de las cosas, hasta que nos aburren; así, la segunda, que aquí nos interesa, sería rescatar del olvido lo pequeño, nimio, abandonado por inútil y revivir en esa ínfima criatura que nos asombra y sin la cual nos moriríamos. SEGUNDA MANO está formado por 44 poemas, agrupados en dos partes, pudiéndose llamar VILLORRIOS la primera (de 16 textos), en la cual se percibe un cierto aire fresco y renovado de buen larismo, y CIUDADES AUXILIARES la segunda (de 28), donde el poeta desarrolla una propuesta personal más experimental, de la que ya hablaremos.

El libro lleva el siguiente epígrafe: “Este es el mundo inestable / y nosotros en él con nuestras casas”, de Basil Bunting, poeta británico fallecido en 1985, quien nos da muchas luces sobre la poética de BAA. Si tomamos como referencia los consejos que escribía Bunting a los poetas jóvenes, reconoceremos en el estilo de Bruno el uso del lenguaje oral, evitar la adjetivación vacía, ser concreto, objetivo, conciso, minimalista, simple y real, recurriendo a elementos del cotidiano en sus motivos o temas.

En ese mismo sentido, su propuesta es una poesía de imágenes del diario vivir, escuetas, directas, desnudas de todo artificio; narra las rutinas de un habitante joven -su alter ego, quizá- subsistiendo en un departamento, un pasaje de población, un villorrio, un pueblo chico, una ciudad del sur o una metrópoli. El poeta pasea su mirada aguda por los pequeños detalles de su marginalia; rememora una infancia dura, a sus amigos, vecinos, antepasados, amores y desamores, da cuenta de los oficios, de los hábitos caseros, de las infinitas entelequias en el terruño natal, en resumen, atrapa en sus versos la antropología de la gente humilde, de su clase trabajadora, en un lugar siempre bien localizado; o sea, poesía del territorio. “Mi abuelo muerto / tala sauces con la motosierra // Afuera un arco de zarzamoras / cobija al vecino borracho / duerme con los perros / se roba los calzoncillos que se vuelan del cordel // El tronco del nogal cae en las aguas negras.” (Ejercicios postales, p. 16)

La técnica que emplea preferentemente Bruno es el correlato objetivo, donde va enunciando una secuencia de frases o imágenes sueltas, parecidas al haikú; seguidamente, el lector debe abandonar su pasividad y entrar a relacionar las metáforas y descubrir solito la hermosura que nace cuando todas las cosas conversan entre sí; sauces, motosierra, zarzamoras, perros, calzoncillos, cordel, aguas negras y lo que tú quieras. Hay muchos ejemplos de esta forma de poetizar en el libro. El lirismo que emerge, en SEGUNDA MANO, proviene de la miseria circundante que el poeta trastoca y transfigura en una realidad superior, en virtud de gestos entrañables que brotan de situaciones límites; por ejemplo, del barro que se va secando emergen camarones, galegas, matapiojos.  Bella manera de dignificar -diciendo las cosas por su nombre- una existencia condenada al abandono en los bajos fondos de las comarcas del centro sur de Chile, restaurando el ánima y aplacando el dolor del que escribe y del que lee al percatarnos que la vida se renueva una y otra vez, a pesar de los pesares.

Estos textos nos sanan de nuestros miedos arcaicos con alta poesía, textos implacables que nombran la realidad, la contingencia, la crisis y la decadencia del paradigma cristiano occidental conservador, racista y patriarcal. Es un círculo cerrado que es necesario conjurar o exorcizar. Habitamos en una sociedad inhumana carente de vida comunitaria, de nulo respeto al medio ambiente, sumida en esa egolatría auto destructora que exacerba el individualismo tacaño y miserable que nos conduce a la soledad, la angustia y la paranoia, antesala de un submundo propicio, como caldo de cultivo, para que seres carentes de autoestima recurran a la droga y al crimen en búsqueda de una identidad más falsa que Judas. “Toda la familia huele a velorio desde esta ciudad satélite de la histeria // Para qué decir los amigos / nunca fuimos milicos de plástico / ni cazadores de bestias maravillosas / la casa embrujada fue demolida / los duendes ya no me esconden los lápices / se fue el vecino loco que nos correteaba con el hacha por hacer rin-raja en su puerta / Hoy se elaboran crueles códigos de silencio por WhatsApp / la esperanza se apuesta en máquinas tragamonedas.” (Solitario, p. 50) El poeta espanta los males con la luz de la poesía.

Imposible no pensar en el realismo sucio de Raymond Carver y Charles Bukowski al leer estos versos, o, más cerca aún, en la propuesta contracultural de Pepe Cuevas, Carmen Berenguer, Malú Urriola, Jesús Sepúlveda, Sergio Parra, en fin. Lenguaje contemporáneo -en el sentido que escribe en código posmoderno, neologismos del tecnicismo digital, coa si se quiere de la hora presente- con el cual nos pinta cuestiones fundamentales de una generación milenium, insensible a la cuestión social, donde aparentemente la única forma de sobrevivir es escapar del conflicto, de cualquier conflicto, para no exponerse al sufrimiento que significa ser pobre, sin alma, tragedia que se dejó caer en Chile como cultura de la muerte hace ya más de medio siglo.

El hablante que recorre estas páginas denota, por lo mismo, un temple de ánimo deprimente, recurriendo a contrapelo, sin esperanza, a los mecanismos de subsistencia que le ofrece el mercado; sin embargo, en los últimos tramos del libro hayamos, como agujas en un pajal, poemas que no renuncian a la ternura como tabla de salvación en el naufragio. “A pesar de los días horribles / tenemos libros de segunda mano / arrumados en estantería casera / tenemos la mansedumbre de nuestro esqueleto / al sol / y el sonido de los besos / escalando por el aire // nace un sol entre tu vientre y el mío // Aún queda el compañerismo / en medio de la borrasca / nuestro viejo animal de la supervivencia / en estos días / donde los espejos / se tragan los rostros” (A pesar de los días horribles, p. 84)

Para terminar, quiero agradecer a BAA por atreverse a escribir poesía en tiempos de penuria, palabras llenas de savia nueva en las cuales nos reconocemos y nos sentimos orgullosos de ser provincianos, maulinos, porque entramos juntos, como Pedro por su casa, a la belleza, insisto hasta el cansancio, lo más parecido a la felicidad. Ser poeta es un oficio maravilloso, pero muy sacrificado cuando se hace con las patas y el buche, alejado de las grandes ligas. Gracias Bruno. También, antes de irme, quisiera reconocer y felicitar a Editorial Deriva, de Villa Alegre, a Julio Díaz y Alfonso Medrano, por el tesón de sus liturgias y el resplandor de sus artesanías que florecen igual que los naranjos, y por ese ojo clínico que debe tener todo buen artífice, curador y promotor al momento de publicar poetas regionales, como Gabriela Albornoz y Joaquín Rebolledo, quienes, más temprano que tarde, como dijera el profeta, serán un gran aporte a las letras de nuestro idioma. Por ahora, eso sería todo. Gracias.

Talca, 11 septiembre 2025.

 

 

 


Durante la presentación del libro
Bruno Azúa y Bernardo González Koppmann

 



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Editorial Deriva, Villa Alegre, 2025, 92 páginas
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