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MARIA LUISA BOMBAL ¿POR QUE ES USTED TAN TRAGICA?

Por Marcela Fuentealba
Publicado en en ELLE Nº 40 , Julio de 1997


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Fue una mujer extremadamente sensible y divertida que, como dijo Jorge Luis Borges, será nombrada cuando se recuerden los mejores nombres de la literatura latinoamericana: "El hecho es tanto más notable si tenemos en cuenta la brevedad de su obra, que no corresponde a ninguna escuela y que suele, afortunadamente, carecer de color local". Y más notable aún si sabemos cómo le costaba escribir y existir: "mi vida es una extravagancia a la que estoy resignada".


"¿Por qué es usted tan trágica?" María Luisa Bombal no sabe qué responder a la pregunta de su profesor de francés, que ha leído su cuento y le da el primer premio de la clase de literatura en la Sorbona. Ella tiene 18 años y le encanta Prosper Mérimée, no por su poesía y misterio, sino por su lógica. Después de años de educación francesa, en Viña del Mar y en París, cree firmemente que "lo lógico es lo más bueno", pero su intuición siempre llega a la tragedia y no sabe el motivo. Tiempo después podrá responder: "era la imaginación que se adelantaba a lo que yo era".

De ancestros franceses (Bombal y Anthes, el apellido de su madre), alemanes (Precht, materno) y argentinos (Bombal y Videla, mendocinos), María Luisa nació en Viña del Mar el 8 de junio de 1910.

Su padre, que murió cuando ella tenía 9 años, fue corredor de bolsa, gran lector, amante de la ópera y de las apuestas. Su madre, descendiente de una rica familia de exportadores, era apasionada por la música alemana y por los cuentos de Andersen. Sus hijas, María Luisa y las mellizas Loreto y Blanca, la escuchaban leer esas historias fabulosas que la Bombal nunca olvidó.

"Fué una época feliz", una de las pocas que recordó la escritora antes de morir y que describió en sus cuentos  El árbol, La maja y el ruiseñor, Historia de María Griselda. Todas sus obras muestran lo que vivió y sintió. "Yo tenía pasión por lo personal, lo interno, el corazón, el arte, la naturaleza". Como dijo el crítico chileno Alone al leer La última niebla, "María Luisa Bombal es franca, franca, franca. Escribe desde adentro y las palabras le obedecen. Esto es precioso".

A los 8 años compuso sus primeras poesías —a los copihues blancos—, pasaba ensimismada y estudiaba violín. Poco después murió su papá —gran amargura para una niña que se siente sola—, y su mamá decidió irse a París. Blanca Anthes mantenía su casa exportando vestidos de Coco Chanel y Jean Patou, y así también podía pagar muy buenos colegios para sus hijas, que terminaron su educación escolar en un internado de Neuilly.

La madre y las hermanas volvieron a Chile, y María Luisa entró a la Sorbona. Ya había leído a casi todos sus autores favoritos: "El único libro que me ha impresionado e inspirado profundamente es  Victoria, de Knut Hamsun, noruego. Lo leí a los 14 años". También fue gran lectora de Valéry, de Baudelaire y Verlaine, "esa música como que me alivia"; admiraba el  Fausto  de Goethe y a Schiller. Andersen siempre fué su escritor más querido. En Estados Unidos se maravilló con Willa Cather, y despreciaba a los autores del boom latinoamericano: "A Cortázar, Vargas Llosa y García Márquez no los puedo soportar, porque inventan tragedias y la vida ya es bastante trágica".

Antes de decidirse totalmente por la literatura, estudió teatro con el vanguardista Charles Dullin. Obviamente lo hizo a escondidas porque en su círculo familiar el teatro era lo peor. Pero la descubrieron, y el castigo fue volver a Chile. Ya era licenciada en letras francesas, y aunque también quería graduarse en castellano, "me moría de la lata de estudiar latín", el requisito para lograrlo.

EL AMOR DUELE

"Cuando regresé a Chile en 1931 sentí una gran alegría. Inmediatamente me contacté con Marta Brunet, Neruda y Barrenechea". Y también inmediatamente, al bajar del barco en Valparaíso, conoció a Eulogio Sánchez. María Luisa se enamoró a primera vista. El tenía 28 años, era ingeniero, empresario de éxito y hombre de acción en la Milicia Republicana, una organización armada que reaccionó al caos político de la época (después de la dictadura de Ibañez se sucedieron seis gobiernos). Estaba casado, pero se suponía que iba a separarse; según María Luisa, para casarse con ella. El nunca lo reconoció.

Mientras el romance marchaba con debilidad, María Luisa era actriz en  Una mujer sin importancia, de Oscar Wilde. En 1932 se hizo íntima de Pablo Neruda: "es la única mujer con la cual se puede hablar seriamente de literatura". La llamaba  Abeja de fuego. Ella resultaba encantadora y elegante en los círculos bohemios; una niña rara para la clase tradicional. Veía poco a Eulogio, él siempre tenía que hacer. Lo persiguió, le escribió, y él no aparecía, y cuando lo hizo, fue con pura intención amistosa.

Un día Eulogio la convida a comer con su hermana Loreto. De pronto María Luisa va al baño, y vuelve con un revólver —Sánchez tenía armas desde que era miliciano—. Después de divagar, se da un balazo en el hombro.

"A los tres meses de mi intento de suicidio, mi desamparo fue absoluto". Conversó con Eulogio y todo terminó. María Luisa se dio cuenta de que él no la amaba. Se iría a Buenos Aires, invitada por el cónsul chileno, Neruda.

ESCRITORA EN BUENOS AIRES

"¡Qué tiempos de juventud y locura!" María Luisa llegó cuando Federico García Lorca presentaba sus obras de teatro y era el animador de los intelectuales: "Los escritores de mi grupo eran gente de talento, gente vital. Nos interesaba el señor de la esquina que vivía una tragedia, la señora que cantaba tangos... Escribíamos porque nos gustaba y nos pagaban bien, era una época floreciente en las letras".

La diversión en Buenos Aires no curó su tristeza. Escribió  La última niebla, su primera novela, en la cocina de la casa de Neruda y su mujer, María Haagenar. "Era muy atormentada, no sabía cuál sería mi valor como literata. Me creía universalmente insuficiente porque Eulogio no me quiso". Siempre la persiguió esta inseguridad.

Encantó a Mattos Rodríguez, compositor de  La cumparsita; a Borges, con quien iba al cine y a oír tangos; al pintor Jorge Larco, que fue su primer marido en un matrimonio poco convencional: decidieron vivir juntos porque se llevaban bien y para apañar su pobreza, pero él era homosexual. Larco tuvo sus amantes, lo que terminó por irritar a María Luisa. Se separaron con demandas y escándalo.

Otra vez sola, sin dejar de ver a su grupo, la escritora comenzó La amortajada, que fue impresa en 1938 por la selecta editorial Sur. Termino El árbol, escribió artículos y empezó el guión de la película  La casa del recuerdo, drama sentimental protagonizado por Libertad Lamarque que renovó el cine romántico argentino.

Los amores de su vida real eran tortuosos. "Los hombres se enamoraban locamente de mí, pero siempre me iba mal. Tal vez fui muy exclusivista, exigiendo que siempre estuvieran pendientes de mí". Tras un viaje a Nueva York representando al  Pen Club  argentino, donde se hizo amiga del escritor Sherwood Anderson, se encontró con un enamorado de juventud. El era conservador del Louvre, un hombre culto y buenmozo. Su hermana Blanca dijo que "él estaba realmente enamorado, pero ella lo dejó porque era su destino hacerlo todo al revés".

LA DESESPERACION

María Luisa, con 29 años, se enamoró del doctor Carlos Magnani, de 62. Pensaba casarse, pero él dudaba por su vejez. Decidieron que ella viajaría a Chile para pensarlo. A María Luisa siempre le gustaron los hombres mayores "porque sabían más que yo y celebraban mis tonterías. Y siempre me ha gustado que me protejan".

La escritora estaba angustiada. Desde que llegó a Buenos Aires tomaba mucho alcohol. Una vez en Chile, viajó a Puerto Varas para empezar su novela  Historia de María Griselda. Allá se enfermó de difteria y en Santiago se enteró de que su médico argentino había conocido a una niña de 22 años y ya estaba casado con ella.

Sus nervios eran incalmables. Estaba "en estado de postración, pues casi no se podía expresar, y de un pesimismo total", según contó el marido de su amiga Chela Reyes. Llevaba una pistola en la cartera desde su ruptura con Larco, cuando le recomendaron tener una "por si acaso". Volvió su obsesión por Sánchez, quería recuperar las cartas que le envió cuando eran amantes. Decía que él había arruinado su vida. Siempre pensó que el amor era lo más importante para una mujer, y su primer amor la abandonó.

El 27 de enero de 1941 María Luisa almuerza con su mamá. A las 4 de la tarde va al departamento de Chela Reyes, pero no la encuentra. Entonces se va al Hotel Crillón a tomar un trago. Poco antes de las 5 sale a la calle Agustinas y ve pasar a Eulogio Sánchez. Corre tras él, grita su nombre y le dispara tres balazos.


MATAR LA MALA SUERTE

Eulogio Sánchez no murió, ni demandó a María Luisa. Los médicos que la trataron concluyeron que "fue un acto impulsivo emocional de último grado" y que no tenía una enfermedad mental, pero sí "una debilidad del dominio de sí misma (abulia) y un temperamento de gran sensibilidad". La justicia la absolvió.

"Al matarlo a él, mataba mi mala suerte", declaró la Bombal. Con la libertad definitiva fue Washington, donde trabajó para la embajada chilena; luego a Nueva York. Vivía en hoteles, sola y tomando mucho. "Tenía miedo de encontrar cabezas cortadas por todos lados... Miedo que mientras durmiera una voz insidiosa me soplara al oído la idea de tirarme del piso 21, donde vivía, y que mi espíritu no tuviera tiempo de reaccionar para retener mi cuerpo sonámbulo".

Trabajó en publicidad y en doblaje de películas al español, pero le era tan difícil levantarse que terminó por renunciar. La salvaron de la postración Vicha Vidal y Eduardo Hübner. Les decía: "De qué me sirve ser la autora de  La amortajada  cuando mi soledad es tan grande. Le tengo miedo a la vida. Quisiera estar enamorada, sabiendo que alguien me quiere para siempre".

Mientras vivía con los Hübner, la invitaron al baile del Marqués de Cuevas, el gran hombre del teatro y la danza de París. Con vestido prestado partió a la fiesta. Le presentaron a Fal de Saint Phalle, banquero frances de familia noble y venida a menos. Al día siguiente almorzaron juntos, pasaron las horas, y terminaron comiendo en el mismo restaurante. El era encantador, muy culto y 25 años mayor que ella. "En mis maridos buscaba a mi padre", dijo la Bombal. Se casaron en abril de 1944, y en noviembre nació Brigitte, su única hija.

Vivieron 25 años en Estados Unidos. María Luisa reescribió La última niebla en inglés,  House of mist, que la Paramount le compró en 125 mil dólares. Con esa plata se fueron a una casa en Connecticut rodeada de árboles. Contrataron a una intitutriz para Briggite. En dos años se acabó el dinero y volvieron a Nueva York. María Luisa sufriá un alcoholismo severo. No podía ocuparse de su hija, por eso la mandó a Buenos Aires donde su hermana Blanca.

LA TRAGEDIA INTIMA

"Si no tengo un trago al lado el trabajo me abruma". Terminó algunos proyectos en inglés y castellano, mientras sus obras se editaron en ocho idiomas. En 1956 Eulogio murió en un accidente de avión. El 61, Briggite entró a estudiar matemáticas a la Universidad de Cornell. Fue el principio de su separación definitiva. Nunca se entendieron, y en los últimos años la hija ni respondía las cartas de María Luisa.

Su salud empeoró. Sufrió dos accidentes domésticos, mientras su marido estaba muy enfermo. Murió en 1969. Entonces María Luisa volvió a Buenos Aires, su patria (para ella Chile y Argentina eran un mismo país), a la casa Blanca. Decía: "A veces me parece que estoy muerta, pero si estoy muerta, ¿por qué sufro tanto?".

Allá empezó Caín. "Es difícil de explicar, es un tema tomado de la Biblia. Muchos se han inspirado en eso, pero sólo han sido interpretaciones. Me atrevo a decir que yo no interpreto ni invento, yo sé lo que pasó entre el hombre y Dios".

Volvió a Chile antes del golpe militar, con el que estuvo de acuerdo, siempre fue anticomunista. Le pedían más libros. Ella divagaba entre la historia y Caín, pero le era imposible escribir. El 76 murió su madre, y María Luisa se trasladó al Hotel O'Higgins, un lujo impagable: cada mes recibía 150 dólares de la pensión de su marido. Su sobrina Blanca le mandaba dinero, y al final el gobierno de Pinochet le concedió una pensión. Su salud requería cuidados especiales. Pasó unos meses en una casa de reposo, luego se fue a vivir con su amiga Isabel Velasco, poetisa. A pesar de la tristeza —dijo haber pasado tres cuartos de la vida sufriendo—, de sus casi 70 años, quienes la conocieron entonces encontraron a la mujer divertida que encantó a todo el mundo en los años 30.

Quería terminar Caín, explicar la tragedia como "el desafío a Dios", pero no fue capaz. "Perdí la partida con El y le pido piedad". Muere el 6 de mayo de 1980 de un coma hepático.

Años antes había dicho: "La verdadera tragedia es así: profunda y aparentemente cubierta por un manto de indiferencia. Cada uno lleva en el fondo de su alma una tragedia que se empeña en ocultar al mundo. Y esa tragedia íntima es la que desbarata las energías, concluye con la salud y produce en el espíritu un estado de constante alarma".


 

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