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Bruno Vidal lanza “Libro de guardia”, su segunda publicación

El poeta que les prende velas a los torturadores

Jazmín Lolas
Las Ultimas Noticias
Domingo 1 de agosto de 2004

Hombre de izquierda convertido abruptamente al pinochetismo a comienzos de los noventa, este abogado y escritor de 47 años provoca a los lectores con poemas donde los héroes son los agentes de la represión.



“Ya le tengo diez respuestas listas”, anuncia Bruno Vidal, muy entusiasta, por teléfono.

-¿Pero cómo, si todavía no le hago la entrevista?
-Usted no me entiende, parece. Lo hago para preparar el terreno y no para imponerle preguntas.

A este extravagante poeta, cuyo verdadero nombre es José Maximiliano Díaz, le gusta anticiparse a sus encuentros con la prensa, y lo primero que hace luego de abrir la puerta de su oficina -que está decorada con objetos religiosos e imágenes de militares- es entregarle a esta periodista un cuestionario que ha confeccionado “sólo como marco de referencia”.

Alto, de pelo crespo y ojos saltones que sobresalen aun más cuando se altera, Bruno Vidal tiene 47 años, es abogado y académico, y se ha dado a conocer como autor de “Arte marcial” (1991) y ahora de “Libro de guardia”, volumen que obtuvo el Premio del Consejo Nacional del Libro y la Lectura y que acaba de ser publicado bajo el sello de Ediciones Alone. Convertido drásticamente al pinochetismo -después de haber sido, hasta comienzos de los noventa, un hombre de izquierda-, en sus intensos y controvertidos poemas ha proyectado cruentos episodios cuyos héroes suelen ser torturadores y agentes represivos de la dictadura.

-¿Le está tomando el pelo al lector con su poesía? Cuesta creer que a alguien lo motive la tortura.
-Mi poesía es una poesía que está inspirada en la realidad. Me encantaría ser Rubén Darío, estar en una filiación terriblemente romántica, pero esas son cosas que ya están sepultadas. No podría decir “poesía eres tú”.

-¿Cómo llegó a manejar de manera tan realista el lenguaje y la atmósfera de las sesiones de tortura?
-No estuve en ninguna una sesión de tortura, aunque hay gente que llega a creer lo contrario. Me he documentado, porque no se trata sólo de estar en un calabozo donde hay un señor que le está sacando la chucha a un fulano, sino también de la transmisión cultural que supone una experiencia de esa índole.

-¿Siente empatía con el tema?
-Poéticamente, sí. Solidarizo con ese mundo, me concierne en la piel. Para poder escribir así tengo que entender al máximo de las posibilidades el rol del victimario.

-¿Se puede empatizar poéticamente sin hacerlo en la vida real?
-Es difícil. Yo he sido victimario muchísimas veces, aunque no en ese plano, por supuesto, y no en ese grado de brutalidad. Todos ocupamos una posición de victimario a veces. Lo que pasa es que no nos damos cuenta.

-¿Qué opinan sus cercanos sobre sus poemas?
-Mire, hace poco me llamó una persona totalmente ajena a este ambiente y me dijo: “No sabía que admirabas tanto a Jaime Guzmán como yo”. Le respondí: “Es verdad, admiro a Jaime Guzmán”.

-Una cosa es admirar a Jaime Guzmán y otra a Manuel Contreras.
-También lo admiro. Mire la foto que tengo ahí. A Manuel Contreras le tengo un cariño enorme por su rigor, por su método, por su coraje, porque nos dio duro y fue capaz de ser antiimperialista.

-Entenderá que su postura genera suspicacias, porque suena a provocación estudiada.
-Eso no depende de mí. Puede que entre los lectores haya un sicólogo o siquiatra que diga: “Este pelotudo quiere llamar la atención, es exhibicionista, tiene una distorsión narcisista”. Eso es respetable, qué le voy a hacer.

-No me refería a eso, sino a que deliberadamente ha elegido transformar en héroes a los torturadores para llamar la atención literariamente.
-No me interesa llamar la atención literariamente. Yo voy al combate y ahí veo qué pasa. Yo tengo una necesidad compulsiva de escribir y en el minuto en que me siento seguro de una obra le digo al prójimo: “¿Me quieres leer?”.

-¿Cómo era su poesía antes de “Arte marcial”?
-Me acuerdo de un solo poema que escribí antes de todo esto, que se llamaba “Ya nada ha quedado”. Era un poema muy trivial, muy infantil, que hablaba de una casa en demolición. Después me di cuenta, leyendo a Jorge Teillier, de que estaba en esa onda lárica, pero obviamente no era mi fuerte ni lo que el lenguaje se proponía conmigo. Porque es el lenguaje el que lo manda a uno. El lenguaje me dijo: “Oye, cabrito, no va por ahí la cosa”.

-¿Y lo mandó a escribir sobre la represión?
-Exactamente. Y sobre acuartelamientos en primer grado y toques de queda, porque esa era la vida cotidiana.

 

 

“No me toquen a Pedro Lemebel”

Bruno Vidal tiene una pequeña hija llamada María Trinidad y de ella dice que lo admira “sin ninguna condición. Es la única que me da la coartada para decir: ‘Estoy bien en lo que estoy haciendo’. A mi mujer, en cambio, no le agrada mi poesía”, comenta.-Tampoco le agrada a otros autores, entre ellos Pedro Lemebel, quien lo ha tratado de fascista.

-Esos son equívocos de los que no me puedo hacer cargo. Lo lamento mucho, porque a Pedro lo quiero muchísimo y no entiendo por qué tiene esas reacciones histéricas. Si me preguntaran “Bruno, ¿a qué escritor chileno destacarías en este minuto?”, yo respondería: “A Pedro”. Y si estuviéramos en estado de sitio y me correspondiera salvar a alguien, lo primero que haría sería decir: “No me toquen a Pedro Lemebel”.

-¿Se siente reconocido por sus pares poetas?
-Tengo su reconocimiento, aunque hay gente que admira mi obra y no lo va a decir nunca, porque estamos en Chile. Pero soy un agradecido de que en distintos concursos me hayan laureado Gonzalo Millán, Enrique Lihn, Gonzalo Rojas, Diego Maquieira. Muchas gracias, encantado.




 

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Bruno Vidal: El poeta que les prende velas a los torturadores,
por Jazmín Lolas,
Fuente: Las Ultimas Noticias,
Domingo 1 de agosto de 2004.