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VIUDA (1985)

Publicado en Poiésis / História, arte e crise na América Latina
Ano 15 - Julho de 2014



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Esta es la última acción de arte que realiza el CADA, en la que solamente participaron como miembros originales Diamela Eltit y Lotty Rosenfeld, ya que para ese entonces Juan Castillo estaba en Europa, Raúl Zurita y Fernando Balcells se habían retirado del grupo. Además participaron como colaboradores Gonzalo Muñoz y Paz Errázuriz, como también la Agrupación de Mujeres por la Vida[1].

La acción consistió en la aparición de un retrato fotográfico de una mujer, el cual fue publicado sin hacer referencia a su identidad en una serie de revistas de la época como Análisis, Cauce, Apsi y el diario La Época. La fotografía aparecía inserta en medio de los reportajes y la publicidad. Esta consistía en un retrato fotográfico de una mujer, el cual tenía como rótulo la palabra "viuda" en letras mayúsculas. Además en algunas de las publicaciones apareció junto al siguiente texto:


Traemos entonces a comparecer una cara
anónima, cuya fuerza de identidad
es ser portadora del drama de seguir habitando
un territorio donde sus rostros más
queridos han cesado.
Mirar su gesto extremo y popular. Prestar
atención a su viudez y sobrevivencia.
Entender a un pueblo.


En relación a este trabajo artístico, Diamela Eltit planteó en aquel contexto, que esta acción muestra a la muerte a través de la vida, señalando con la presencia de aquella la ausencia de un marido muerto. Se propone un signo que hace referencia a otro signo. Esto lo podríamos interpretar como una huella doble, ya que por un lado tenemos la huella fotográfica en los términos del propio funcionamiento del dispositivo técnico, pero que mediante el retrato de la viuda, representa una ausencia. Y por otro lado, esta misma ausencia ya no es el retrato del detenido desaparecido, que era la imagen más común de representar a las víctimas de la dictadura, la cual era plasmada con las fotografías de identidad o directamente a través de las fotografías de los cadáveres (estas dos formas de fotografías fueron parte de varias obras de arte del momento).

Con esta acción, el colectivo rompe con esas imágenes de muerte y nos muestran otra forma de resistir al olvido, esta vez a través de la presencia de vida. La vida además se ha presentado en las obras del CADA en reiteradas oportunidades como el espacio de creación de lo social.

Otro elemento que distingue esta obra de las que toman el tema de los desaparecidos, es el soporte que utilizan, ya que por el hecho de haber sido inserta en medios de información y circulación masiva, mediante la masificación que significa el encontrar esta obra en una revista o diario, el acercamiento al ciudadano común puede ser más eficaz. A través de este soporte la obra logró sortear parte de la censura ejercida en la época por las entidades reguladoras de la dictadura. Pero también esta obra, al circular por los medios masivos corrió el riesgo de pasar desapercibida en la confusión del soporte gráfico propio de la revista, en donde no se hace una distinción entre el plano de la publicidad y el de la información, sumergiéndose con ello en una zona de promiscuidad informativa.

Esta obra hace alusión a la catástrofe que implicó el golpe de estado; catástrofe que se hace presente mediante la demostración del hecho violento como son los detenidos desaparecidos; pero este hecho violento es aludido a través de la presencia de los que quedan, de los que de algún modo son responsables que esta historia se sepa y se haga justicia. Con ello la obra buscó hacer presente ese lugar de los tachados de la historia, de aquellos que aún continúan sin túmulo. Asimismo, es importante recordar a Benjamin y lo que señala en la tesis VI: "[...] tampoco los muertos estarán a salvo del enemigo cuando éste venza". (BENJAMIN, 2009, p. 51) En Chile, en el régimen militar, los muertos se justificaron bajo la consigna de la lucha contra el comunismo, como un intento de justificar el terrorismo de estado y así respaldar las muertes.

Respecto a esta obra, la relación imagen / texto es sugestiva, ya que hace alusión mediante un texto poético a un espacio imposible en su representación, como es la desaparición. Nos remite así a las dimensiones políticas de las memorias recientes, buscando inscribir en ese presente la desaparición, en un régimen militar que no asume sus muertos. Y estos muertos, al ser visibilizados por las distintas organizaciones de Derechos Humanos y las obras de arte realizadas en ese contexto, dan las claves para dar cuenta de la historia de los oprimidos, que como sostiene Nelly Richard haciendo referencia a Benjamin:

la idea benjaminiana que "la continuidad de la historia es la de los opresores" mientras "la historia de los oprimidos es una discontinuidad": una sucesión inconclusa de fragmentos sueltos desamarrados por los cortes de sentido y que erran sin la garantía de una conexión segura ni de un final certero. (RICHARD, 1994, p. 27)

Es a partir de este retrato anónimo como el de la mujer fotografiada, la cual a la vez, según Eltit, es la representación de todo un pueblo que no por ser anónimo carece de rostro. Con esta acción, el CADA genera un acto de individuación, pero al revés, poniéndole un rostro al pueblo violentado, un rostro al que se le puede mirar directo a los ojos. Es una obra que tiene a la desaparición en su mismo soporte, pero mediada por la vida de los que quedan, de los que esperan justicia. Esta obra disputa el espacio ocupado por el régimen oficial, como el único soberano de la palabra. Con esto, la acción del CADA da cuenta con la fotografía de un rostro que, aunque anónimo, representa a las mayorías violentadas por el régimen político dictatorial y que con ello busca generar un relato respecto a una historia que en esos momentos no se podia escribir, haciendo evidente así a las víctimas de la historia oficial [2].

También con este esquema de inserción en publicaciones de circulación masiva, se masifica el dolor de "la masa" que no tiene derecho de hacerlo público, ya que de alguna forma no corresponde vivir el dolor y el duelo en los espacios públicos. La "masa" no tiene nombre propio, no tiene casa, no tiene dinero y no tiene justicia. Su lugar impuesto por la historia oficial es el lugar de la negación, de la negación del dolor de todo un pueblo, pero que logra irrumpir, aunque sea por un instante, el continuum de la historia. En relación a esta lucha por romper con la historia oficial. En este momento es pertinente recordar las palabras de Richard:

Pero no habría que resumir la historia de la memoria chilena de estos años a una secuencia lineal y progresiva de gestos armoniosamente convergentes hacia un solo y mismo resultado: el de devolverle un sentido ("su" único y verdadero sentido) al corpus histórico-nacional desintegrado por los quiebres de la tradición. Semiocultos en la trama que urde la historia más residual de estos quiebres, se esconden los hilos aún clandestinos de muchas otras memorias artísticas y culturales que se rebelaron contra el determinismo ideológico de las racionalidades unificadas por verdades finales y totales. (RICHARD, 1994, p. 14)

Entonces podemos decir que esta última acción del CADA es una forma de resistir al olvido de las víctimas, de resistir a las historias oficiales, de resistir a ese tiempo homogéneo y vacío que define Benjamin como progreso lineal, el cual impide que el ángel de la historia se vuelva sobre el pasado, ya que el viento huracanado del progreso no se lo permite, arrastrándolo irremediablemente hacia el futuro.

(...)

 

 

 


"Viuda", inserción en revista Análisis, septiembre 1985

 



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