“Lo único que 
            me queda es refugiarme en otros tiempos, distintos al de ahora. 
            Muchos lo hacen. Volver al tiempo donde vivíamos en una ciudad 
            apacible, 
            sin veneno en el aire, y donde los cielos limpios dejaban ver la cordillera. 
            
            Mis recuerdos de los años 50 y 60 aparecen como el paraíso 
            perdido
            y su evocación es lo único que me queda para soportar 
            
            el horrible tiempo presente.”
          Darío Oses, 
            “Felices años viejos”, 
            en www. elmostrador.cl [2]
            
            (1 de enero de 2002) 
          
            I
          Sobre la cita de Darío Oses, el tópico aquel de sentirse 
            ajeno en el mundo donde a uno le toca vivir no es nuevo. Tampoco es 
            nuevo cuando recientes cambios alteran velozmente el modo de vivir 
            del artista. Porque lo que ocurrió a partir de mediados de 
            los ochenta -una revolución digital y un único y objetivo 
            sistema económico global-, según muchos analistas, es 
            que nunca las sociedades del planeta habían experimentado, 
            desde la llegada de Cristóbal Colon al Nuevo Mundo, tamaño 
            impacto humano. Y este cambio no ha dejado indiferente al productor 
            de objetos artísticos, al menos para algunos.
            
            Aun cuando es difícil encontrar en estos momento artículos 
            o trabajos académicos sobre el tema, por ejemplo, “Poesía 
            y Globalización”, y donde teóricamente hay poco sobre 
            aquel asunto, sin embargo han sido los propios (algunos) artistas 
            quienes de alguna manera velada, o no tanto, en crónicas o 
            poemas, o en novelas (caso de Darío Oses principalmente), están 
            reaccionado a este impacto global. Generalmente no se lo acepta. O 
            imaginativamente aparece como una presencia aterrante (ya el epígrafe 
            del escritor Darío Oses es una muestra de lo que digo). Esta 
            nueva modernidad o modo de vivir global vendría a demoler y 
            extirpar la fraternidad humana, especialmente aquella que fue tan 
            particular y comunitaria donde se valorizaba el hábitat regional 
            o nacional, y que existió en un pasado no tan remoto; es decir 
            hace apenas tres décadas (los 50, los 60 y parte de los 70, 
            principalmente). 
            
            Esta reacción del artista o intelectual se puede encontrar 
            en muchos ejemplos del arte y la literatura universal de occidente, 
            especialmente cuando ha ocurrido un gran cambio tecnológico 
            que comienza a modificar substancialmente el paisaje rural o urbano 
            y ciertas costumbres, hábitos, e incluso la moral de los ciudadanos. 
            Algunos lo rechazan y otros le dan la bienvenida. Respecto a la reacción 
            de la modernidad tecnológica de principios del siglo XX es 
            interesante destacar lo siguiente. La percepción de la “máquina”, 
            por ejemplo, o los “objetos de consumo”, desde las primeras vanguardias 
            artísticas, es una percepción compleja y matizada porque 
            no es únicamente un fervor por el objeto en sí. Ni tampoco 
            es una crítica despiadada de ella porque contribuya a la alienación 
            humana. Concepto marxista este último que tendrá durante 
            el siglo XX interpretaciones casi fundamentalistas por parte de una 
            izquierda igualmente fundamentalista. La que se opuso a los medios 
            masivos capitalistas señalándolos como los principales 
            instrumentos de alineación humana, a diferencia de la “des-alienación” 
            de la sociedad y cultura socialista donde supuestamente iría 
            a aterrizar finalmente el “Hombre nuevo”.
            
             El 
            modernismo de Rubén Darío, hacia fines del siglo 
            19, en cambio, influido por la emergente tecnología norteamericana 
            que se expandía por el Caribe, fue lo opuesto, según 
            la interpretación de Ángel Rama quien vio la poesía 
            de Rubén Darío como un rechazo a la modernidad norteamericana. 
            Pero como ya se sabe, Darío durante esa época buscó 
            (y reconstruyó) nostálgica y preciosamente un pasado 
            lejano para incorporarlo a su poesía. Aquel pasado, en la interpretación 
            de Francois Perus [3], fue el Segundo 
            Imperio Napoleónico. Sin aquel rechazo a la modernidad, que 
            Darío veía venirsele encima, y aquella deliciosa, fragante, 
            luminosa, exótica y sensual nostalgia, no habría existido 
            jamás la revolución poética y lingüística 
            del poeta nicaragüense. [4]
El 
            modernismo de Rubén Darío, hacia fines del siglo 
            19, en cambio, influido por la emergente tecnología norteamericana 
            que se expandía por el Caribe, fue lo opuesto, según 
            la interpretación de Ángel Rama quien vio la poesía 
            de Rubén Darío como un rechazo a la modernidad norteamericana. 
            Pero como ya se sabe, Darío durante esa época buscó 
            (y reconstruyó) nostálgica y preciosamente un pasado 
            lejano para incorporarlo a su poesía. Aquel pasado, en la interpretación 
            de Francois Perus [3], fue el Segundo 
            Imperio Napoleónico. Sin aquel rechazo a la modernidad, que 
            Darío veía venirsele encima, y aquella deliciosa, fragante, 
            luminosa, exótica y sensual nostalgia, no habría existido 
            jamás la revolución poética y lingüística 
            del poeta nicaragüense. [4]
            
             Respecto 
            a Vicente Huidobro, lo aclaró muy bien Jaime Concha 
            al decir que este poeta trasladaba “el futurismo de las cosas inventadas 
            por el ser humano al movimiento del cielo, a la condición de 
            la población de los objetos celestiales”. Para Jaime Concha 
            el futurismo no era esencialmente la apoteosis del maquinismo sino 
            por lo que despertaban en la gente el vértigo y el dinamismo 
            de las máquinas modernas. [5]
Respecto 
            a Vicente Huidobro, lo aclaró muy bien Jaime Concha 
            al decir que este poeta trasladaba “el futurismo de las cosas inventadas 
            por el ser humano al movimiento del cielo, a la condición de 
            la población de los objetos celestiales”. Para Jaime Concha 
            el futurismo no era esencialmente la apoteosis del maquinismo sino 
            por lo que despertaban en la gente el vértigo y el dinamismo 
            de las máquinas modernas. [5]
            
            Sin embargo la percepción que tuvo el poeta futurista soviético 
            Vladimir Mayakowski, en las primeras décadas del siglo 
            XX, respecto de la máquina , y también el muralista 
            mexicano Diego Rivera en los años 30, fue muy positiva. 
            Se asombraron y vieron la nueva tecnología y la industrialización 
            , sus máquinas, como una valiosa invención humana que 
            sí traería el cambio y el desarrollo humano futuro. 
            Pero por las mismas fechas en las que Diego Rivera exaltaba la máquina 
            en Estados Unidos (en los murales pintados en Detroit principalmente 
            en los años 30), el novelista inglés George Orwell 
            iba germinando su famosa novela, 1984, publicada en 1949. En 
            ella destacó que en el futuro la tecnología sometería 
            al ser humano casi a una esclavitud y, ciertamente, a la alienación 
            completa. Sin embargo con el desarrollo del Internet en los 90 ha 
            sido todo lo contrario: nunca como antes ha existido mayor libertad 
            de expresión virtual (si se quiere verla así) a través 
            de un medio electrónico global sin censura ni control de nadie. 
            [6] Por ejemplo “los impresionistas sólo 
            veían en la industria moderna humo y bruma, atmósfera 
            gris y fuego de hornos, o una estructura informe a la cual no correspondía 
            ninguna función real. O como el pintor francés Fernand 
            Léger (1881-1955), influenciado por la moderna tecnología 
            industrial, redujo toda máquina, aún el ser humano, 
            a naturalezas muertas, geométricas, abstractas, ornamentales, 
            sin pasión o fuerza: la maquina fue retratada como un monstruo 
            devorador”. (Wolfe, 1989)
            
            Recientemente en la revista chilena de poesía Trilce, 
            número 3/4 de 1999, se publicaron las respuestas a un cuestionario 
            sobre poesía chilena actual que les se dio a 19 poetas y críticos. 
            Las preguntas 6 y 7 eran: ¿se puede hablar de los efectos de 
            la modernidad en cierta poesía de Chile desde mediados de los 
            80 y ¿qué significa la relación entre lírica 
            chilena de fin de siglo y (pos)modernidad en América Latina? 
            Casi todas las respuestas mostraron una confusión –especialmente 
            las respuestas de los poetas- ya que para la mayoría de los 
            entrevistados toda la nueva realidad (la globalización) que 
            vivimos en América Latina (y en el mundo) en estos momentos 
            no es más que un dominante “consumismo”. La conclusión 
            que uno obtiene de ese cuestionario es que entre muchos artistas y 
            escritores hay la tendencia a “cerrar” los ojos al mundo global que 
            nos circunda confundiéndolo como un sistema mercantil únicamente 
            lleno de “Malls” y productos innecesarios que “alienan” al ser humano. 
            De allí que muchos busquen el refugio en el “pasado” o se atrincheren 
            nostálgicamente en las “obras eternas” de otras décadas 
            o siglos pretéritos. Esta nueva actitud “nostálgica” 
            es una condición que usan muchos artistas actuales, jóvenes 
            y no tan jóvenes, para reaccionar a la modernidad de la globalización 
            del Tercer Milenio percibida como un hecho social negativo. Sin embargo 
            y muy interesante es destacar como los jóvenes narradores no 
            parecen pensar igual que los poetas en estos tiempos. [7] 
            (me refiero a la narrativa de los McOndistas)
            
            Se puede sostener, en términos universales, que siempre el 
            ser humano ha sido impactado cuando un nuevo sistema se impone al 
            viejo sistema o cuando el nuevo sistema comienza a irradiarse por 
            el antiguo y este último comienza a cambiar, modificarse o 
            deshacerse lentamente. Las diversas civilizaciones sobre el planeta 
            pueden dar ejemplos de esos cambios. Las reacciones han sido casi 
            siempre semejantes: van desde el rechazo frontal contra la civilización, 
            cultura, invasora, hasta una imposición por la fuerza cuando 
            los imperios, otros pueblos, más poderosos finalmente imponen 
            su modo de vida, su lengua, su cultura o su tecnología. O todo 
            a la vez. Como ya se sabe, y se ha estudiado este asunto por ejemplo 
            por Walter Mignolo, el término globalización 
            no es de ninguna manera reciente ni nuevo. [8] 
            Lo que sí es nuevo es que en los 80, como nunca antes experimentó 
            el mundo, comenzó una nueva revolución tecnológica 
            o revolución digital y computacional que ha permitido acercar 
            virtualmente a los seres humanos con una velocidad y libertad que 
            no había experimentado antes el ser humano en el planeta. 
           
          II
          En lo que sigue me referiré brevemente a tres ejemplos tomados 
            principalmente de la poesía chilena reciente sobre lo arriba 
            planteado. Es decir, la reacción artística -especialmente 
            en poesía escrita- a nuestro Tercer Milenio. 
            
             Mi 
            primer ejemplo es señalar la percepción imaginaria de 
            dos poetas respecto a la transformación de los espacios urbanos 
            durante el aceleramiento del modelo neoliberal chileno e inserción 
            en la globalización durante los 90. Al parecer hay dos fases. 
            La primera, un espacio que se hace marginal a la vista del poeta -principalmente 
            a fines de los 70 y comienzos de los 80)-. La otra fase, es el mismo 
            espacio -hacia los fines de los 90- que se transforma (físicamente) 
            en espacios requeridos por la vida que exige la misma globalización. 
            Los poetas que me dicen aquello son Sergio 
            Parra (1963) y Victor 
            Hugo Díaz (1965),
Mi 
            primer ejemplo es señalar la percepción imaginaria de 
            dos poetas respecto a la transformación de los espacios urbanos 
            durante el aceleramiento del modelo neoliberal chileno e inserción 
            en la globalización durante los 90. Al parecer hay dos fases. 
            La primera, un espacio que se hace marginal a la vista del poeta -principalmente 
            a fines de los 70 y comienzos de los 80)-. La otra fase, es el mismo 
            espacio -hacia los fines de los 90- que se transforma (físicamente) 
            en espacios requeridos por la vida que exige la misma globalización. 
            Los poetas que me dicen aquello son Sergio 
            Parra (1963) y Victor 
            Hugo Díaz (1965), 
             nacidos 
            a mediados de los 60 y que comienzan a publicar su primer libro en 
            la mitad exacta de los 80. Es decir, poetas que no sólo vivieron 
            su adolescencia durante la dictadura sino que crecieron también 
            en los inicios del nuevo modelo ya mencionado y la super- aceleración 
            moderna del país según los mismo modelos, pautas de 
            conducta masiva, o reorganización de los espacios urbanos en 
            espacios atractivos tanto para la recreación como para el consumo 
            que ha impuesto la globalización planetaria tanto en el occidente 
            como en el Asia y el Medio Oriente. Es muy curioso que ambos poetas 
            o hablantes líricos –o el marginado de aquel modelo para decirlo 
            directamente- adopten siempre la mirada del voyerista en sus dos últimos 
            libros (Mandar al diablo al infierno [1999] de Parra, y Lugares 
            de uso [2000] de Díaz). [9] 
            Ambos se pasearon por las áreas marginales de la ciudad convertidas 
            en ruinas en algún momento de la historia de los 80. Y luego 
            las vieron renacer en paisajes artificiales -a mediados de los 90 
            y comienzos del Tercer Milenio- en avenidas, en edificios posmodernos, 
            o en gigantescos Malls. Los dos poetas parecen ahora extra- terrestres 
            nostálgicos en los nuevos espacios. El conflicto de estos hablantes 
            (y quizás de muchos artistas ahora) es no querer desprenderse 
            de aquel otro espacio o modo de vivir que realmente desapareció 
            físicamente de sus ojos. Lo invisible se ha transformado ahora 
            en pura nostalgia porque ya no existe más ante sus ojos, sino 
            que vive subterráneamente en su imaginación condicionada 
            del poeta/artista que no desea incorporarse emocionalmente a ninguna 
            modernidad globalizante. El siguiente poema de Sergio Parra lo escribió 
            en 1993. Sin duda es el espacio marginado de la urbe por donde transita 
            este poeta de los 80:
nacidos 
            a mediados de los 60 y que comienzan a publicar su primer libro en 
            la mitad exacta de los 80. Es decir, poetas que no sólo vivieron 
            su adolescencia durante la dictadura sino que crecieron también 
            en los inicios del nuevo modelo ya mencionado y la super- aceleración 
            moderna del país según los mismo modelos, pautas de 
            conducta masiva, o reorganización de los espacios urbanos en 
            espacios atractivos tanto para la recreación como para el consumo 
            que ha impuesto la globalización planetaria tanto en el occidente 
            como en el Asia y el Medio Oriente. Es muy curioso que ambos poetas 
            o hablantes líricos –o el marginado de aquel modelo para decirlo 
            directamente- adopten siempre la mirada del voyerista en sus dos últimos 
            libros (Mandar al diablo al infierno [1999] de Parra, y Lugares 
            de uso [2000] de Díaz). [9] 
            Ambos se pasearon por las áreas marginales de la ciudad convertidas 
            en ruinas en algún momento de la historia de los 80. Y luego 
            las vieron renacer en paisajes artificiales -a mediados de los 90 
            y comienzos del Tercer Milenio- en avenidas, en edificios posmodernos, 
            o en gigantescos Malls. Los dos poetas parecen ahora extra- terrestres 
            nostálgicos en los nuevos espacios. El conflicto de estos hablantes 
            (y quizás de muchos artistas ahora) es no querer desprenderse 
            de aquel otro espacio o modo de vivir que realmente desapareció 
            físicamente de sus ojos. Lo invisible se ha transformado ahora 
            en pura nostalgia porque ya no existe más ante sus ojos, sino 
            que vive subterráneamente en su imaginación condicionada 
            del poeta/artista que no desea incorporarse emocionalmente a ninguna 
            modernidad globalizante. El siguiente poema de Sergio Parra lo escribió 
            en 1993. Sin duda es el espacio marginado de la urbe por donde transita 
            este poeta de los 80:
           
             
               
                Hay gente que nace con la buena vida
                  mientras otros fríen huevos
                  y llevan semanas con su propia ropa interior sucia
                  por las noches los chicos en las esquinas
                  intentan ser duros empuñando una botella de licor
                  y tratan de no pensar 
                  que ésta es una ciudad de perdedores
              
            
          
          
            En el nuevo milenio, la ciudad se ha convertido definitivamente (igual 
            a las del Primer Mundo) en un lugar artificial y demasiado patético 
            para un poeta: 
           
             
               
                Mis amigos y yo
                  que ya no somos tan jóvenes
                  caminamos por el mall de Las Condes
                  miramos los grandes centros comerciales de la moda
                  qué bien te quedaría esa camisa Guillermo
                  qué azul esa chaqueta de lana Jesús
                  mis zapatos a la basura -dijo Víctor Hugo
                  esas son librería de best-sellers Marcelo
                  comida barata por todo el lugar
                  muchachas altas contorneándose
                  bajo los fluorescentes del pasillo
                  las grandes rebajas
                  y sin embargo tiene gracia todo esto
                  aunque quisiéramos estar en otro sitio
                  sabemos que no
                  todos los bares están cerrados
                  y fingimos no importarles a nadie
                  las cosas son así de simples
                  como esta bufanda de seda
                  colocada al cuello del maquiní
              
            
          
          Pero quizás sea Víctor Hugo Díaz en su último 
            poemario de 2000, Lugares de uso, quien se retrata de cuerpo 
            entero como un nostálgico voyerista , o paseante sonámbulo, 
            por los antiguos espacios urbanos que alguna vez fueron los lugares 
            amenos para el poeta y hoy son reemplazados por la galopante modernidad 
            globalizada. Es decir, en la perspectiva nostálgica del poeta, 
            el espacio que antes fuera acogedor lugar de inspiración y 
            comunidad o utopía hoy no lo cubre ni la hierva ni el musgo, 
            sino parques modernos, fabulosos condominios habitacionales, grandes 
            centros comerciales, donde se pasea constantemente un mundo más 
            joven, y una neo-belleza brillante y coloreada. 
            
            Incluso en el paisaje poético de Díaz aparecen los nuevos 
            emigrantes ilegales (peruanos principalmente) que se desplazan de 
            países fronterizos donde el modelo neoliberal allí marginó 
            a los sectores más vulnerables (los indígenas). Ellos 
            también enrarecen el nuevo paisaje post-moderno del poeta Díaz. 
            Cito algunos de sus versos : 
           
             
               
                Los extraños que conocemos
                  son cada vez más jóvenes
                  -------------------------------------
                  de los ojos para afuera todo es juventud
                  -------------------------------
                  Construyeron un complejo deportivo
                  sobre nuestro territorio apache
                  Nadie ha venido esta temporada
                  (los corrieron a todos)
                  --------------------------------
                  Los cuerpos rompen desfile a la salida del shoping
                  Resplandecen bajo la mirada luminosa de mujer
                  desde el anuncio de cerveza
                  ----------------------------------
                  En la ventanilla nuevos edificios entran y salen del recuadro
                  florecen con la rapidez que da el maquillaje
                  tratamientos de belleza sobre barrios tranquilos
                  que se repueblan
                  ---------------------------------------------
                  La ciudad se conoce por la dureza con que arremete los pies
                  todo entra por los ojos, nada por la cabeza
                  --------------------------------------------------------
                  El inmigrante ilegal deja su refugio en la iglesia
                  vino a pedir trabajo
                  aquí nada se parece a mi país
                  ------------------------------------------------
                  La esquina más hermosa del barrio fue demolida
                  (fragmentos de infancia que no le pertenecen)
                  Hoy inauguraron el nuevo conjunto habitacional
                  fachadas recién pintadas, colores brillantes
                  que contrastan con el gris de sus moradores.
              
            
          
          
             Nuestro 
            segundo ejemplo es el último libro del poeta indígena 
            (de la etnia huilliche) [10] 
            Jaime Huenún titulado Puerto Trakl y 
            publicado en 2002 por la editorial chilena Lom. El título es 
            un homenaje y reprocesamiento a su vez del imaginario poético 
            del poeta austriaco Georg Trakl (1887-1914). [11] 
            Poeta éste que expresó una visión bastante oscura 
            de la vida y la muerte, la decadencia, la derrota del ser humano en 
            poemas muchas veces densos, oscuros cuyas influencias dominantes en 
            él fueron Rimbaud, Paul Verlaine y Dostoevsky.
Nuestro 
            segundo ejemplo es el último libro del poeta indígena 
            (de la etnia huilliche) [10] 
            Jaime Huenún titulado Puerto Trakl y 
            publicado en 2002 por la editorial chilena Lom. El título es 
            un homenaje y reprocesamiento a su vez del imaginario poético 
            del poeta austriaco Georg Trakl (1887-1914). [11] 
            Poeta éste que expresó una visión bastante oscura 
            de la vida y la muerte, la decadencia, la derrota del ser humano en 
            poemas muchas veces densos, oscuros cuyas influencias dominantes en 
            él fueron Rimbaud, Paul Verlaine y Dostoevsky. 
            
            En reciente entrevista Luis Huenún dijo algo muy interesante 
            pues rompe con la idea de que el poeta de origen indígena únicamente 
            debiera escribir sobre su etnia. Dice Huenún: “Con este último 
            libro yo quise terminar con la poesía llamada etno-cultural 
            pues pareciera plantear que el escritor de origen indígena 
            sólo puede cantar a la naturaleza, a sus antepasados, a sus 
            dioses y mitos si los tuviere. [12] Y 
            si lo hace en su idioma original tanto mejor. Creo que un poeta indígena, 
            formado intelectualmente en la escuela urbana chilena, como es mi 
            caso, no necesita probar y defender su condición étnica 
            escribiendo mala poesía étnica” [13] 
            Es cierto, su último libro no hay mención alguna 
            a un mundo indígena como lo hizo en libros previos (Ceremonias, 
            por ejemplo) pero sí en su imaginario donde está el 
            espacio del sur que recrea e inventa a partir de la influencia del 
            poeta austriaco. Puerto de brumas y desolado como su gente, meros 
            fantasmas solitarios donde nada esperan de aquel lugar. Los sueños 
            de una vida amable y feliz, esperanzada, son imposibles en aquel puerto 
            como imposible cualquier viaje a otro espacio (¿migrar?) donde 
            tampoco hay esperanzas. Regresar siempre es volver a un lugar en ruinas: 
            ese Puerto Trakl que es el sur chileno. Lo interesante aquí 
            es que a diferencia de los poetas Parra y Díaz, mencionados 
            arriba, la presencia de un mundo global que elimina de sus beneficios 
            a los que habitan los márgenes del país así como 
            a las etnias indígenas del Tercer Mundo, aparece expresado 
            en el libro de Huenún en una poesía mucho más 
            sugerente en imágenes que en una poesía denunciatoria 
            y explícita como la de Parra y Díaz. Cito este breve 
            poema de Huenún:
           
             
              
                Fumando en el muelle desierto
                  recuerdo a mis hijos,
                  apenas alumbrados por el sol de este anillo.
                  Mi paternidad se ha ido a pique;
                  el mercado está desierto frente a mi..
                  Un corazón apartida late en esta fuga
                  hacia la isla prometida.
                  El amor ha abierto una oscura puerta
                  por donde paso
                  inclinándome.
              
            
          
          Mi último ejemplo se refiere a una de las más recientes 
            manifestaciones de Arte Público: una lectura de poesía 
            que se realizó dentro del zoológico de Santiago de Chile 
            el 15 de diciembre de 2001. La propuesta fue, ciertamente, manifestar 
            el terror que sienten algunos poetas y artistas ante la nueva modernidad/modo 
            de vivir que impone la globalización y que por lo general algunos 
            intelectuales definen como “sociedad consumista”. Se aferran estos 
            artistas (y prefieren) un pasado no tan lejano (esas décadas 
            mencionadas más arriba) donde todo al parecer fue más 
            auténtico y existía la posibilidad de crear una sociedad 
            justa y ciertamente utópica. Tampoco se pensaba mucho en ese 
            entonces en consumir ni el mercado era lo más determinante 
            en la sociedad del futuro.
            
            Como se sabe, los surrealistas hicieron a principios del siglo XX 
            cosas parecidas para escandalizar y atentar contra el arte establecido 
            y la sociedad burguesa de entonces. Sus acciones de arte cambiaron 
            profundamente la manera misma de producir arte en la época 
            más contemporánea. Pero aquella "performance" 
            en el zoológico de Santiago -apoyada con bastante seriedad 
            (y humor surrealista me parece) por Raúl Zurita- no 
            era algo nuevo en Chile. Durante la dictadura militar, Zurita realizó 
            acciones contestatarias de arte público como fue el masturbarse 
            o quemarse parte del rostro vertiéndose ácido. Igual 
            cosa hicieron en aquellos años 80 Diamela Eltit (besar 
            a un mendigo o trapear las veredas públicas ) o Marcela 
            Serrano, Lotty Rosenfeld, en el “Colectivo de Acciones 
            de Arte” (CADA) al que también perteneció el poeta Zurita. 
            En esos mismos años también hubo otro colectivo de acciones 
            de arte público irreverente y subversivo: “Las yeguas del Apocalipsis”. 
            Dos homosexuales, Francisco Casas y Pedro Lemebel, espantaban 
            a la ciudad de Santiago con sus acciones de arte como cuando en pleno 
            Parque Forestal se encontraron con el poeta Nicanor Parra y 
            no hallaron otra cosa mejor que enseñarles sus culos. [14]
            
            Según la propuesta de Zurita y los restantes poetas, la poesía 
            –la creación artística supuestamente más profunda 
            del ser humano- en estos momentos ha estado cantando “en vano”. La 
            postura y sorpresa que produce Zurita con aquella insólita 
            lectura no es ajena a una posición que él ha manifestando 
            en una serie de artículos periodísticos desde fines 
            de los 90. Véase por ejemplo su libro de ensayos –Sobre 
            el amor, el sufrimiento y el nuevo milenio (2000)- donde insiste 
            constantemente tanto en la nostalgia del arte del pasado como en el 
            lamento de la sociedad actual globalizada. Y esa postura tiene mucho 
            que ver con la crisis del poeta en esta nueva modernidad donde parece 
            ser, ahora, que el vate no es más aquel faro que entre las 
            tinieblas sociales iluminaba el espíritu humano. A lo mejor 
            Zurita (y otros poetas, artistas e intelectuales) siguen sosteniendo 
            que poesía es una sola y rehúsan aceptar que en los 
            nuevos tiempos globales la definición de “poesía” parece 
            ser realmente otra. Pero resulta que afectados por los cambios tecnológicos 
            de los 80, la cotidianidad humana –principalmente las generaciones 
            jóvenes- se impacta, se enamora y se sensibiliza de otra manera.. 
            Y esto último cuesta que el escritor tradicional, nostálgico 
            de otras poéticas lejanas, quiera aceptarlo. Es que aquel poeta 
            “vaticinador” murió para siempre. 
            
            Esencialmente el poeta Raúl Zurita ha sostenido que en el arte 
            del pasado, los poetas, (los vaticinadores), la poesía, siempre 
            tuvo una profunda relación-comunicación con el ser humano. 
            Sin embargo, en esta "modernidad altamente visual, electrónica 
            y digital", nadie quiere ni escuchar ni leer poesía nunca 
            más porque otra epidemia ha entrado en las ciudades: los Malls 
            y el exceso consumista. Con aquella “performance” de Arte Publico 
            en aquel zoológico se dijo que lo único que le queda 
            al poeta es regresar al origen primitivo de todo porque quizás 
            allí el canto del poeta no será, entonces, nunca en 
            vano.
           
          III
          
            Quiero terminar con la siguiente comparación que no me parece 
            inapropiada. Es decir, que exista tamaña diferencia entre aquel 
            famoso movimiento en España llamado “La Movida”, que aparece 
            inmediatamente después de la muerte de Franco (1975), y la 
            reacción de los artistas chilenos pos-Pinochet. “La Movida” 
            quiso expresar una total libertad de expresión y sacudirse 
            para siempre del periodo de censura durante el franquismo. Su lema 
            fue: “Todo es posible, abajo lo reprimido”. Las diversas expresiones 
            post-Franco como la moda, la música, el teatro, el cine principalmente, 
            no rechazaron la modernidad ni la influencia extranjera (es decir 
            la cultura masiva y el pop-art norteamericano o la cultura popular 
            del tercer Mundo). Por el contrario, la reprocesaron integrándose 
            completamente a todo lo que fuera moderno. No hay mejor ejemplo en 
            cine que el de Pedro Almodóvar. En cambio, en otra realidad, 
            la generación de artistas y poetas, principalmente pos-Pinochet 
            del Cono Sur, y algunos novelistas nacidos en los años 50, 
            insertos ahora todos en el nuevo neoliberalismo y en la globalización 
            imparable, no se parecen en nada a “La movida” española. 
            
            Sin embargo, la modernidad actual para ciertos artistas (poetas, novelistas, 
            pintores, pensadores) latinoamericanos parece ser un lastre y un obstáculo 
            inhumano. Realmente les aterroriza. Y como respuesta a ese nuevo paisaje 
            urbano social y cultural, lo mejor que pueden hacer los poetas es 
            un rechazo explícito (caso de los poetas mencionados Sergio 
            Parra y Víctor Hugo Díaz), o altamente metafórico 
            (como la poesía de Jaime Huenún), o un repliegue nostálgico 
            y dogmático hacia el pasado (caso de la última poesía 
            o artículos y ensayos de Raúl Zurita).
           
           
          NOTAS
          [1] Este trabajo fue 
            leído en julio de 2002 en el Congreso Internacional de Literatura 
            Iberoamericana, Universidad de Iowa, EE.UU., y también en Hungría 
            en marzo de 2002. En cierta medida este trabajo es una continuación 
            de otro trabajo --“Poesía chilena/latinoamericana del tercer 
            milenio o ¿cómo escribí(re)mos la globalización?”-- 
            presentado en la Universidad de Salamanca, en el XXXIII Congreso Internacional 
            del Instituto de Literatura Iberoamericana, junio 2000, y que re-publicó 
            en 2003 en Chile la revista Aérea de la editorial chilena RIL 
            (Red Internacional del Libro). Este trabajo fue publicado en julio 
            de 2003 en Revista MAPOCHO, Chile, número 53. Se reprocuce 
            aquí en http://www.letras.s5.com/index.html 
            con la autorización del autor.
           
          [2] Consúltese 
            el excelente trabajo de Laura Janina Hosiasson, “Machos tristes de 
            Darío Oses: en las trampas del estereotipo”, en Albricia: la 
            novela chilena del fin de siglo (Santiago de Chile: Editorial Cuatro 
            Propio, 2000), Verónica Cortínez, edit., pp. 177-188. 
            En tal trabajo se dice algo muy exacto de que las dos últimas 
            novelas de Oses Machos tristes (1992 y Rockeros celestes (1992), “...hay 
            el repudio por el consumismo desenfrenado de las sociedades capitalistas” 
            (p.178). Pero ello también aparece en las crónicas escritas 
            en diversos medios chilenos por Darío Oses: “consumismo, imagen 
            apocalíptica de la sociedad contemporánea, también 
            las formulas en sus crónicas.” (p.180). Laura Janina igualmente 
            apunta que Oses, al repudiar el momento que le toca vivir (la globalización 
            del planeta), su único refugio es la mirada nostálgica 
            de un pasado donde se soñó una utopía pero fracasó 
            (el socialismo fue esa utopía, claro) (p.180).
           
          [3] Véase, Angel 
            Rama, Rubén Darío y el modernismo. (Venezuela: Ediciones 
            de la Biblioteca de la Universidad Central de Venezuela, 1970). Francoise 
            Perus, Literatura y sociedad en América Latina : el modernismo. 
            (La Habana : Casa de las Américas, 1976. ) 
           
          [4] Sobre esa nueva actitud 
            neo-dariana en la poesía de fin de siglo XX, y comienzos del 
            tercer milenio, me he referido en “Poesía chilena/latinoamericana 
            del tercer milenio o ¿cómo escri (re)mos la globalización?”, 
            op.cit. Como ejemplo de la “modernidad norteamericana” que temía, 
            Dario en su famoso poema de 1905 (del libro Cantos de vida y esperanza), 
            “A Roosevelt”, escribe: “¡Es con la voz de la biblia, o verso 
            de Walt Whitman,/que habría que llegar hasta ti, Cazador!/¡Primitivo 
            y moderno, sencillo y complicado,/con algo de Washington y cuatro 
            de Nemrod!/Eres los Estados Unidos,/eres el futuro invasor/de la América 
            ingenua que tiene sangre indígena.... “Crees que la vida es 
            incendio,/que el progreso es erupción;/que donde pones la bala/el 
            porvenir pones/. No.” 
          [5] Véase, Jaime 
            Concha Rubén Darío. España: Ediciones Júcar, 
            1975. 
           
           
          [6] Dice Bertram D. Wolfe 
            en La fabulosa vida de Diego Rivera (México: Ediaciones Diana, 
            1989), p.249, “Desde hacía mucho tiempo Diego Rivera profesaba 
            la convicción de que la pintura debía absorber la máquina 
            si quería hallar estilo de esta época [Wolfe se refiere 
            al año 1932 cuando Rivera viaja a Estados Unidos, J.C] ...dominar 
            este maravilloso nuevo material y hacerlo vivir de nuevo en los muros. 
            No se trataba de efectuar una ignorante contemplación desde 
            el exterior como los impresionistas...no, Diego pintaría el 
            espíritu humano materializado en la máquina, porque 
            esta es una de las más brillantes realizaciones de la inteligencia 
            del hombre con la máquina el ser humano domina las fuerzas 
            inhumanas de la naturaleza, no necesita seguir siendo victima del 
            hambre, del trabajo aniquilador, desigualdad, tiranía”. En 
            el mismo libro, Bertram dice, pp. 255-256: “Elie Faure [crítico 
            francés de arte de esa época, J.C] le escribía 
            a Rivera la siguiente carta el 20 de enero de 1933: Lo que me dices 
            de América es preferible a lo que ocurre aquí en Francia. 
            La máquina se ha convertido en el enemigo: todos los escritores, 
            pintores y dramaturgos, la hacen objeto de sus anatemas tachándola 
            de burguesa...los imbéciles aclama en el Theatre Francais una 
            obra que se declara contra la máquina... no te imaginas el 
            placer que me causó al ver que utilizaste la máquina 
            como motivo de emoción plástica...” 
          [7] Me refiero a la narrativa 
            más joven como las siguientes colecciones de cuentos, por ejemplo: 
            Cuentos con Walkman (Chile: Planeta, 1994), Editores Alberto Fuguet 
            y Sergio Gómez. McOndo (Barcelona: Grijalbo, 1996), Editores 
            Alberto Fuguet y Sergio Gómez. Líneas aéreas 
            (Madrid: Lengua de Trapo, 1999), Edición y prólogo de 
            Eduardo Becerra. Hemos discutido esta narrativa en nuestro trabajo 
            “Literatura y globalización: la narrativa chilena en los tiempos 
            del neoliberalismo maravilloso” en Karl Kohut y José Morales 
            Saravia. (ed.). Literatura chilena hoy,. Frankfurt/Madrid: Vervuert/Iberoamericana, 
            2002, pp.231-250.
          [8] Walter Mignolo, “Globalization, 
            Civilization, Proceses and the Relocation of Languages and Cultures”, 
            en The Cultures of Globalization (Durham: Duke University Press, 1999), 
            Editors Fredric Jameson and Masao Miyoshi. Pp. 32-53.
          [9] Todos los poemas 
            o versos de los tres autores - Sergio Parra, Víctor Hugo Díaz 
            y Jaime Huenún- ,citados en este trabajo, corresponden a sus 
            obras mencionadas. 
          [10] Los Huilliche o 
            "gente del sur", fueron llamados también veliches. 
            Hablan Mapudungun, un idioma que también corresponde a Mapuche, 
            Picunche y Cuncos. Se localizaron al sur de los mapuche, entre el 
            río Toltén y el canal de Chacao; y según estimaciones, 
            el número de habitantes podría calcularse en 180.000 
            indígenas en 1535. De los Huilliche actuales, existen pequeñas 
            agrupaciones que no pasan los 30.000 individuos, distribuidos en reducciones 
            indígenas asimiladas al conjunto "mapudungun". Aunque 
            la mayoría se ha mestizado con los chilenos, y vive en las 
            ciudades de la región de Los Lagos.
          [11] Entre los poetas 
            chilenos que han mencionado leer a Georg Trakl son Gonzalo Millán, 
            Clemente Riedemann, Jorge Teiller, Humberto Díaz Casanueva, 
            Miguel Vicuña.
          [12] Sobre la cuestión 
            de la poesía etno-cultural en la poesía del sur de Chile, 
            véase a Iván Carrasco, “La lectura de los textos de 
            codificación plural” en Linha de pesquisa, Año 4, número 
            1 (octubre 2000), pp.51-54.
          [13] “Jaime Huenún: 
            Busco una coherencia entre mi origen y mi obsesión escritural”. 
            Diario El Mercurio, 22 de febrero de 2002.
          [14] Una reciente “acción 
            de arte” ocurrió en Argentina, marzo de 2002, cuando miles 
            de argentinos/as posaron desnudos en el centro de Buenos Aires para 
            varias fotos. Aquella foto, y la relación con la aguda crisis 
            de aquel país, resultaba obvia para todos los argentinos. Aquel 
            mismo fotógrafo norteamericano - Spencer Tunick- volvió 
            repetir la acción de arte en Santiago de Chile (en el Parque 
            Forestal) el 30 de junio de 2002. Pero en el caso de Chile, según 
            varios comentarios y artículos de prensa, nadie relacionó 
            la desnudez de 3000 personas y la economía chilena (como en 
            el caso de Argentina) sino más bien se relacionó aquella 
            acción de arte con “la necesidad del chileno de expresar su 
            propia individualidad que parece reprimida”. Otros comentarios establecieron 
            la relación (metafórica) de esos desnudos con el pasado 
            dictatorial donde se violaron los derechos humanos de miles de personas.