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Las vigilias de Allende, Pinochet, Merino y Leigh.
La sangre de los generales

— EXTRACTO —

Por Margarita Serrano y Ascanio Cavallo*
Escuela de Periodismo - Universidad Adolfo Ibáñez, 2003.



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Al día siguiente, sábado 8, Merino se reunió con el alto mando y tomó la decisión de iniciar el levantamiento; en su análisis, las dilaciones de Allende habían llegado al límite, y ahora se corría el riesgo de que descabezara a los altos mandos. Llegando con retraso desde Santiago, el almirante Carvajal informó que la Fach participaría, pero que no tenía seguridades finales de Pinochet.

El domingo 9, Merino decidió enviar un mensaje a Pinochet. El contralmirante Huidobro y su jefe de Estado Mayor, el capitán de navío Ariel González, viajaron a Santiago con una nota manuscrita de Merino, informando que la Armada se alzaría a las 6 del martes 11 y requiriendo el compromiso de apoyo de Pinochet y el comandante en jefe de la Fach, Gustavo Leigh (35). Aunque la nota es explícita en plantear una sublevación conjunta, Merino diría en sus Memorias que se les pedía, al menos, no emplear sus fuerzas en contra de la rebelión marina (36).

Acompañado de Carvajal, a quien pasó a buscar para dar más autoridad a su visita, Huidobro entró a la casa del jefe del Ejército en la tarde, mientras la familia celebraba el 15º cumpleaños de Jacqueline, la hija menor. Ya estaba allí Leigh, que había llegado con idénticos motivos.

Leigh había sido informado en la mañana, por el general Arellano, de que Pinochet continuaba siendo un enigma. Según Arellano, lo había visitado la noche del sábado 8 y le había dicho que estaba en marcha una insurrección contra el gobierno, que esperaban que liderase como jefe del Ejército (37). Pinochet se comprometió a comunicarse con Leigh.

Pero al día siguiente Pinochet estuvo muy ocupado. Al mediodía, y acompañado del general Urbina, fue a la casa del Presidente, que les quería informar de su decisión de convocar, esa semana, a un plebiscito para romper el empate político. Los generales se mostraron satisfechos: era lo que había propuesto Urbina ya en la madrugada del 23 de agosto. En ese contexto sería más fácil cursar los retiros de los generales que deliberaban contra el gobierno. Al salir, alcanzaron a ver a los dirigentes del PC que llegaban a la casa para dar su aprobación a Allende.

Cuando el jefe de la Fach llegó, inquieto, a su casa en la tarde del 9, Pinochet no mencionó este hecho. Y discutían sobre el levantamiento inminente (Leigh recordaría que Pinochet dijo que "esto podría costarnos la vida") cuando recibieron a los dos jefes navales con la nota de Merino.

Pinochet buscó su pluma y dio su aprobación. Leigh puso la suya. Día D, 11 de septiembre. Hora H, 6 de la mañana.

El tío Sergio Hiriart, hombre de humor rápido y contagioso, miró la extraña reunión desde el living donde se celebraba el cumpleaños y se permitió una broma visionaria: "Mira, esos de allá están en un complot".

Huidobro y González retornaron a Valparaíso al anochecer para informar a Merino.

 

 





 



 

*Trabajo desarrollado en el Taller de Productos Periodísticos Escuela de Periodismo - Universidad Adolfo Ibáñez, 2003. Profesores: Margarita Serrano y Ascanio Cavallo.
Coordinadoras: Karin Niklander y Paula Susacasa.
Alumnos: Loreto Gatica, Maureen Halpern, Paula Palacios, Roberto Pérez y Gonzalo Ramírez.




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Por Margarita Serrano y Ascanio Cavallo
Escuela de Periodismo - Universidad Adolfo Ibáñez, 2003.