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CONOZCAMOS A RUBÉN JACOB

Por Cristián Cruz


 

Radicado en la ciudad de Quilpue hace cuarenta años, este poeta nacido en Santiago en fecha que el autor no da a conocer en sus libros, antecedentes que no importan ante la lectura de sus poemas.

Autor poco conocido diríamos, poco bullicioso a diferencia de muchos de sus colegas en las letras, tiende al silencio, es así que es toda una sorpresa encontrarse con títulos de su autoría en donde demuestra un nivel superior, un nivel poético que trasciende el devenir y el temple de la tradición poética chilena. Se instala Rubén Jacob en los discursos literarios mas finos de la poesía de habla inglesa, rememorando en su primer título "The Boston Evening Transcript" al conocido T.S.Eliot, y toda una tradición poética que encierra una basta lista de autores, entre ellos Jon Berryman, Louis Zukofsky, y en cierta medida al entrañable Pound y su certeza poética.

Mas sorpresa es cuando este libro aparece en un tiempo en que poco se hablaba de la tradición de la poesía en lengua inglesa, pocos eran los que traficaban esos versos de mano en mano , ya que las traducciones en Chile eran poco difundidas o no existían, hablamos del año 1993, al contrario de nuestros días en donde existen autores que han hecho proliferar las traducciones de T.S.Eliot, o el mismo Pound, y de una serie de autores de lengua inglesa.

Jacob en cierta medida se adelanta a esta especie de avalancha de poesía por lo demás buena y renovadora para nuestras arcas un poco a mal traer , mas que por la escritura misma, por la tremenda capacidad que tenemos como país para inflar lo que no es realmente lo que debiera ser la poesía ; "la poesía no es un pastel, no se compra con rubros". Ya nos advertía Esenin.

Doble mérito para este poeta en letras mayores, poeta lector, fino en la escritura, en el discurso, en el remate de los poemas.

"Antes de recomendarles que adquirieran/ el Boston Evening Transcript/ o que fueran a visitar en la hora del té/ a la prima Harriet que está sola/ aunque quizá no me entendieran bien/ o desconfiaran de mí/ y yo bajara mi cabeza, partiera sin rumbo/ enfilando hacia distantes caseríos/ en busca del tiempo perdido".

Un libro casi desconocido, pero de potente resonancia, que no pasará invisible para quien entienda que la poesía es el silencio y no la fanfarria, que Jacob respira un poco por nosotros en un ciudad pequeña, y que nosotros hacemos otro tanto al caer el sol con su libro entre las rodillas, y soñamos tras el ventanal.

Otra entrega del autor es Llave de Sol de 1996, libro referido en esta oportunidad al mundo de la música docta, de los instrumentos que inundan el discurso del poeta, los lugares del poeta. Al igual que en el título anterior, Rubén Jacob sigue con la pulcritud lingüística que lo ha hecho disímil al resto de poetas de su generación, rítmico, manejador de los tiempo, y lúcido en el discurso. Un temple que se agradece, ya que enseña a mitigar esa insistencia de escribir sobre las razones de la estridencia y reventar los petardos antes de tiempo. Un libro que se inscribe junto a otros y hace adelanto de lo que nuestro conocido Armando Roa y su Zarabanda de la Muerte Oscura hiciera aparición unos años después. La música y la musicalidad, dos hermanas extremadamente unidas, en Llave de Sol nos dan a entender el conocimiento del oficio del autor. Nos pareciera estar presente ante esas figuras literarias escondidas, solapadas para dar entrega calladamente de la poesía en su posición y para tomar posesión de un sitial de buen gusto, de jerarquía poética. Leamos a Rubén Jacob, poeta culto, como pocos, lector que se trasluce en sus libros, después siempre existirá en nuestras esquinas olvidadas el The Boston Evening Transcript, para volver a casa y entrada la tarde leer y mirar el zaguán que se oscurece poco a poco.

 

El trino del diablo
( extracto de Llave de Sol)

Rasgando el amanecer reluciente
El horror del amanecer
La alegría la lobreguez del amanecer
Del amanecer que es a su vez anochecer
¿ Qué pensarían qué podrían imaginar
Ante el cuchillo del violín del diablo?
Allí acabarían de especular
Sobre las teleseries
Y sus desgraciadas heroínas
Nada obtendrían con lamentarse ni suplicar
Ahora toda defensa sería infructuosa
Contra el trino del diablo
Que se embosca resonando
Entre los edificios oscurecidos
Que nos arrebata y aterra.

 

 

 

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