Me pregunto qué puedo yo decir acerca de lo que allí se devela en su Vaivén de humanidad, esplendoroso sincero sencillo. La melancolía por los años y el desamor surgen con cierto dolor: "Después de los 50 entramos en la zona de la muerte, por eso: amémonos, amémonos, amémonos". O el poema, Aunque todo se enfríe: "La congeladora se fue en un camión tres cuartos/ y ella se fue con esa congeladora". Nos sorprende como las descripciones cotidianas o domésticas dejan escurrir una profunda tristeza desde el fondo del amor. En la ciudad y el imaginario geográfico personal a diferentes niveles de realidad. Veo a un habitante semi huérfano deambulando desde su infancia, familia, velando por sus hijos. En una larga mirada desde la cordillera con sus cristalizaciones bajo cielos limpios. Desde las rupturas de pareja y existenciales en un mundo que no termina de aceptar ni comprender. La preocupación por los muertos y desaparecidos de la época "Mi abuela juraba que los desaparecidos/ andaban jaraneando en Europa. Después cachamos que los camiones se llevaban los muertos al muelle y de allí a los abisales."...
El poema “Limpia bien las tarjetas de polvo” me suena a una descripción descarnada de la soledad cuando se vienen los años y se empieza a transitar en la periferia del sistema: "Limpia bien el polvo de esas tarjetas que viven en tu billetera". Pero el poema “Circunstancias de un hombre muerto” para mí es una pieza muy gravitante de esta selección en lo que respecta a como una buena parte de los ciudadanos terminan entre un velador y una cama torcidos en una vulnerabilidad y abandonó profundo; "Se llamó a la policía, brígido, entre el velador y la cama de este hombre que /había tenido una mujer e hijos, una familia que rodo varios kilómetros por una /pendiente hace muchos años".
Este poema también se podría considerar como una crónica policial muy adentro de la oscura soledad humana. En esas casas envejecidas dónde alguna vez habitó la felicidad de la familia.
En la sección La montaña es la montaña "Las cosas suelen regresar y ocupar su lugar en nuestras vidas. Tanto la luz del sol como la oscuridad /Indistintamente se pelean mi corazón." De esto habla el poeta desde arriba de la montaña o con una mirada de altura sobre la existencia con sus luces y oscuridades. También aparecen momentos que son postales y quedan como sellos donde la vida habitó con su amabilidad y luminosidad. "Vuelve a oler a musgo en el poema, a ruda, al roce de nuestros pies."
Así también en el poema de “Mi hija patina una tarde de invierno”, en dónde nuevamente se siente que la poesía de Cruz está destinada a permanecer cuando ya nadie quede en esa cancha, cuando patinó una hija bajo el atardecer naranjo de la cordillera nevada sobre el valle; "Qué figura quieres que haga; el ángel, ¿el cisne?" En el poema “Lento” Me sorprende la presencia de la cordillera de la costa cuando el sol se marcha mientras la tierra ha girado sobre su cimiento. Nuevamente la perspectiva desde la altura hacia la existencia de abajo, las ciudades, la familia. Cito "El sol que se marcha tras la cordillera de la costa/no puede impedir todo esto /y yo creo que le importa bien poco”.
En Concreto, debo decir que en lo personal me resuena este poema que nos habla de la muerte de un padre y de un poeta casi al mismo tiempo. Uno en la adversidad de alguna capilla en Pudahuel y el otro en una funeraria londinense. Justo en los días que el hablante robaba su par de autos. Cito: "Está claro: no existe nada que ligue todo lo anterior. Tres vidas movidas al unísono: Davie mi padre, y una conexión de cables/ bajo un volante”
La poesía de Cruz es una suerte de alquimia, talvez cercana a los poemas láricos dónde se recrean fotografías de la vida, como parejas que se despiden del amor. O con los pies en un banco frente a un rio de breve oleaje y en el Vaivén de las olas vienen hijos, mujeres, discusiones. Todo ya atado a un poema que recoge la memoria y la melancolía.
La última sección de Mis asuntos personales ha regresado, contiene poemas cortos que por alguna razón tienen fechas que, aunque no ordenadas van del año 81 al 96. Son descripciones en movimiento de reminiscencias y acontecimientos donde incluso interviene el tacto desde la memoria. Creo que esta sección del poemario bien podría ser considerada una suerte de apretada radiografía del hablante y su entorno. “Repasaba con mi mano las paredes de tabla /en la casa de Macul. El año 81 la avioneta del grupo CADA Lanzaba poemas, ¿panfletos? Los premios nacionales del futuro ¡ya hacían su trabajo?
Y todo caía en el jardín; Yo no sabía leer y los milicos tampoco.”
La poesía de Cristian Cruz es la poesía de un niño asombrado que ha crecido por dentro y ha llegado a ver el mundo desde una altura necesaria para saber de qué se trata todo esto de ser un ciudadano responsable y aun saludablemente alegre y solidario. De todas maneras, en su poesía no es difícil intuir que su corazón asoma a flor de piel. Desde luego con la complicidad de las palabras que se anudan como materializaciones difíciles de destruir.
Cito:
“En la puerta de la abuela paterna ya era el año 81,
llevaba una carta escrita por mi papá
/y un bolso de mano,
Ahí comenzaron los problemas.”
Cito:
“Ahora en la puerta de mis padres,
/sin carta, sin bolso,
El problema era yo el año 85 y no lo sabía.
Después el terremoto no dejó puerta que golpear.”
En realidad, Con estos poemas- postales cortos pero intensos de esta última sección, desde una aparente cotidianidad, pero profundos no sé qué más hacer que rescatar algunos versos para echarlos al corazón y compartirlos con Uds.;
“El año 91
Me encontró apoyado en la reja de tu casa,
Esperaba que salieras con un bolso para
/mandarnos a cambiar.”
“El block de un padre moribundo y
/de una pieza moribunda del año 95.
“Ya papá, ándate tranquilo, todos acá te perdonamos,
/mis hermanos, mi mamá, todos,
/camina tranquilo, camina tranquilo”.
“El año 96
me encontró apoyado
en las murallas de la biblioteca pública.”