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HOMENAJE

 

Pensándolo bien Aunque anunciada, la muerte de Carlos Cerda todavía nos sorprende. Muchos proyectos quedaron inconclusos, pero quizás lo que más sentiremos será no poder encontrarlo de nuevo en la calle, en el cine o en un café. por Cecilia García-Huidobro Mac-Auliffe

..... "Pensándolo ahora a la distancia, parece que todo empezó a verse más claro, a ser distinto y a dolernos de otra manera, el día que supimos que don Carlos se iba a morir...". No sé si estas palabras, con las que comienza su novela Morir en Berlín, sean aplicables a Carlos Cerda. Más bien a la valentía y lucidez con que enfrentó la enfermedad, la manera coloquial de hablar de ella nos hizo creer a todos que eso jamás ocurriría... Pensándolo a la distancia, él era el único que lo sabía pero lo soslayó con entusiasmo. Porque si Antonio Skarmeta escribió El entusiasmo, Carlos Cerda lo puso en práctica. Eso sí que en forma absolutamente desmedida. Tan pronto podía ser una lectura, como una película o un slogan publicitario o un artículo lo que desatara sus incontenibles energías. Entonces irrumpían los argumentos, el diálogo, la discusión o lo que fuera con un desborde de pasión y gestualidad en la que sobreslía su dedo índice entre acusador y cómplice. ..... En una época trabajamos relativamente cerca, por lo que solíamos toparnos en la calle Lastarria o en las inmediaciones de la Alameda. No era raro que la conversación opacara rápidamente el molesto ruido de los autos.Era un conversador compulsivo y yo una oyente disciplinada. Hablábamos de Pepe Donoso. Yo lo visitaba de vez en cuando y Carlos casi a diario. Solíamos reírnos de sus mañas, esa manera tan chilena de expresar el cariño. Después de un largo, pero largo rato de cháchara, cuando ya casi éramos parte del paisaje urbano de aquella esquina, se despedía con el mismo entusiasmo inicial sin antes decir para asombro mío: "Juntémonos alguno de estos días para conversar..." ..... En ese periodo Carlos Cerda trabajaba en su segunda novela. Dudaba si llamarla La casa o Una casa vacía. Contaba los avances de su escritura con el amor y el detalle de un orfebre. En una ocasión me mostró las primeras páginas después de haberme descrito minuciosamente su total estructura. "La tengo que resolver primero en mi cabeza antes de escribir", puntualizó. Él, tan exuberante y apasionado, era sin embargo contenido y disciplinado para escribir. ..... De su paso por el Partido Comunista conservó siempre una permanente preocupación gremial por los escritores. Creo que las dos últimas conversaciones que sostuve con él versaron sobre lo mismo: la falta de una tradición literaria en Chile. Le abrumaba que escritores de la talla de Manuel Rojas o Marta Brunet prácticamente no fueran leídos en los colegios, muchas veces ni siquiera en las facultades de literatura. Le resultaba injusto que no se encontrara en librerías ediciones recientes de nuestros clásicos. "Hay que hacer algo para rescatarlos, ahí tienes un tema para la `Revista de Libros´", agregaba con algo de dirigente sindical y mucho de generosidad. Lo cierto es que era generoso no sólo con la palabra y con su tiempo, sino también con sus ideas. Supongo que eso lo llevó a ser profesor por cerca de 40 años. Y, para sus alumnos, un magnífico profesor. En realidad, no hay mejor instrumento pedagógico que el entusiasmo. ..... Sólo ahora sabremos cuánta falta puede hacernos la energía de Carlos Cerda. Mirándolo con más detenimiento, quizás no sean casuales las primeras líneas de Morir en Berlín, aunque en esta oportunidad habría que decir que pensándolo a la distancia, todo empezó a dolernos de otra manera el día que supimos que Carlos Cerda había muerto.

en Revista de Libros de El Mercurio
sábado 27 de octubre de 2001