Ante 
            una nutrida presencia de intelectuales, el escritor chileno Carlos 
            Franz 
            recibió en Buenos Aires la distinción entregada por 
            el diario argentino La Nación
            y Editorial Sudamericana por su obra ''El desierto''.  
          
          
          
          El ganador del Premio Novela de La Nación-Sudamericana 2005, 
            el escritor chileno Carlos Franz, fue anoche, sin lugar a dudas, 
            el principal protagonista de una gran fiesta en la que ganó 
            amigos y conquistó lectores, según la crónica 
            del evento del propio diario que entregó la distinción. 
            "Su derroche de sencillez y humor -apunta la misma- cautivaron 
            al auditorio, en el que coincidieron figuras de la cultura y la literatura 
            argentina". 
          Al agradecer el premio -que obtuvo con su novela "El desierto"- 
            y recibir una plaqueta y un libro en bronce de manos del subdirector 
            de La Nación, José Claudio Escribano, y de la directora 
            general del Grupo Sudamericana-Mondadori, Gloria Rodrigué, 
            Franz -nacido en Ginebra (Suiza)- recordó anécdotas 
            de su vida que lo vinculan a Buenos Aires desde el amor por una mujer 
            hasta la pasión por la literatura, pues en dicha ciudad fue 
            donde, según dijo, compró sus primeros libros con sus 
            ahorros de niño. 
          "Yo amo a esta ciudad, asociada al recuerdo de una mujer y a 
            otoños lluviosos. No como Julio Iglesias, que ama a todas las 
            ciudades que visita. En Buenos Aires me enamoré profundamente 
            de una mujer ebria que tosía, mientras caminábamos por 
            Recoleta. Esto deja una huella imborrable", dijo el escritor, 
            quien también rememoró sus años de infancia "en 
            la Argentina de los dorados sesenta". 
          Le cupo a Gloria Rodrigué abrir el acto para presentar a Carlos 
            Franz y hablar brevemente sobre la novela ganadora del premio, dotado 
            de 60.000 pesos. La editora dijo que un proyecto como el de La Nación 
            y Sudamericana "fomenta la creación y genera una esperanza 
            a tantos escritores que hoy no pueden llegar a ver sus libros publicados", 
            al tiempo que expresó su beneplácito porque la nacionalidad 
            del ganador muestra la amplitud de miras del galardón. 
          En ausencia del intelectual argentino Tomás Eloy Martínez 
            -integrante del jurado-, el editor del suplemento Cultura del diario, 
            Hugo Beccacece, leyó un texto que el narrador envió 
            desde Alemania. El jurado se integró también con el 
            reconocido escritor mexicano Carlos Fuentes y con el propio Beccacece, 
            que precisó anoche que pocas páginas del original de 
            Franz le bastaron para saber que estaba "ante un posible ganador 
            del premio". 
          Luego habló Escribano, quien ponderó que "El desierto" 
            es una obra original y que Franz "ha ennoblecido la prosa y el 
            relato al escribir con esmerado acierto". 
          Entre los intelectuales y representantes del mundo de la cultura 
            se hicieron presentes en un anexo del Hotel Faena, en Puerto Madero, 
            los historiadores Félix Luna, Gregorio Weinberg, Ignacio García 
            Hamilton, María Sáenz Quesada y Mario Pacho O´Donnell; 
            el ganador del Premio Planeta Guillermo Martínez; el reciente 
            ganador del Premio Herralde de Novela, Alan Pauls; la dramaturga e 
            integrante del jurado Griselda Gambaro; y un gran número de 
            escritores locales. 
            
          
          Aventuras 
            de Sandokán 
          Aunque sabía leer cuando llegó de Chile a los siete 
            años, Carlos Franz confesó: "Fue aquí, en 
            Buenos Aires, donde me enamoré de la lectura". Y evocó 
            el que fue su primer libro -"porque no me lo regalaron, lo compré 
            con mi propio dinero, con mis ahorros de niño de ocho años"-: 
            uno de aventuras de Sandokán. No recordaba la editorial y alguien 
            del público se lo sopló: "Robin Hood". 
          Lo recordó como "un libro maravilloso". Estaba en 
            un canasto de saldos en la avenida Las Heras. "Lo devoré 
            en dos horas y cuando terminé de leerlo, dije: «Dios 
            mío, hay que comprar todos los libros de la serie». Junté 
            todo el dinero de mi alcancía y partí a comprarlos. 
            Y después no dejé nunca más de leer. Y de allí 
            surgió casi de forma natural el escritor". 
          A esos recuerdos agregó otros, como el de descubrirse extranjero 
            y distinto. En la escuela, comentó, lo trataban bien, pero 
            le decían "el chileno" o "Patoruzito". 
            Recordó a su maestra de 4° grado, la señorita Maritza. 
            "Era una mujer hermosa, joven, ampulosa, de grandes pechos que 
            provocaron mis primeras fantasías no edípicas a la temprana 
            edad de ocho años". 
           
          
          
           
          
            Un autor con instinto 
            literario y voz propia
            
            Por Tomás Eloy Martínez 
            
            
             Para LA NACION, 8 de mayo, 2005
          Desde que leí "Santiago Cero", hace ya más 
            de diez años, tuve la certeza de que Carlos Franz se convertiría, 
            tarde o temprano, en un autor que no podríamos dejar de leer. 
            En aquella primera novela se advertía un instinto literario 
            seguro y, a la vez, una voz propia. Confirmé esa impresión 
            cuando me tocó ser jurado de un premio al que se presentó 
            Franz con una obra mayor, "El lugar donde estuvo el paraíso", 
            en 1996. 
          
          
          Nunca olvidaré la mañana en que Angeles Mastretta, 
            Mario Benedetti y yo nos reunimos para discutir nuestras impresiones 
            sobre ese libro. Había allí una austeridad narrativa, 
            una eficacia en el tono, una fuerza en la construcción de los 
            personajes y una tensión en la trama que eran la marca de un 
            gran escritor. Franz lograba transmitir los excesos del trópico 
            -la humedad, el peso de las pasiones, los olores estancados- con una 
            mesura y una ambigüedad propias de alguien que está de 
            vuelta, cuando en verdad aquél era uno de sus primeros pasos 
            en el camino de ida. 
          Todavía Angeles Mastretta y yo hablamos de ese libro como 
            si lo hubiéramos leído ayer, como si en cualquier momento 
            fuera a recomenzar una conversación perpetua con Ana, con Julia, 
            con el Cónsul, personajes que dejan en el lector la huella 
            de una cicatriz. 
          Quiero celebrar ahora que haya sido Carlos Franz quien ganó 
            el Premio de Novela LA NACION-Sudamericana, después de tantas 
            semanas de lectura en las que los jurados nos referíamos a 
            él como el chileno o la chilena, por el desconcierto del seudónimo, 
            Orlando, y por el desconcierto de la voz femenina, que es también 
            tan vívida, tan creíble en "El lugar donde estuvo 
            el paraíso".
          Una vez más, en "El desierto", Franz pone a la desmesura 
            dentro de un cauce de austeridad y ambigüedad. El salitral, los 
            vacíos, cumplen en esta novela mayor la función simbólica 
            que el trópico tenía en su relato de 1996. Una vez más, 
            pero en un tono todavía más alto, más rico, Franz 
            refiere el duelo entre dos visiones inconciliables del mundo: la de 
            la impunidad y el abuso por un lado, la de la supervivencia y el duelo 
            por el otro. 
          Como en toda gran novela, lo que importa en "El desierto" 
            no es tanto el horizonte histórico o político donde 
            sucede la tragedia -aunque ese horizonte sea determinante, imprescindible-, 
            sino las pasiones que en él se desatan y que corresponden a 
            cualquier época, a cualquier lugar, a la entraña misma 
            de la condición humana. Contar un cataclismo con serena transparencia, 
            hundirse en el huracán de la desgracia sin caer jamás 
            en el barroquismo, son hazañas sólo posibles en las 
            obras que están destinadas a perdurar. 
          Sé, lo sé desde la primera lectura de esta novela, 
            que "El desierto" de Carlos Franz es una de esas aves, a 
            la vez raras y maravillosas. 
           
          
          
          
          
          
          Cálidos 
            elogios para la novela premiada 
            
            Se presentó 
            ayer "El desierto", la obra del escritor chileno Carlos 
            Franz, ganadora del premio LA NACION-Sudamericana de novela
           
          El autor destacó el influjo 
            de la narrativa argentina en su prosa, desde Hernández y Sarmiento 
            hasta Borges y Cortázar 
            Los miembros del jurado subrayaron su acuerdo unánime 
            
            Jorge Rouillon. La Nación, 
            8 de mayo de 2005
            
            
 
          "Estoy un poco abrumado", confesó anoche en la Feria 
            del Libro el ganador del Premio Novela de LA NACION-Sudamericana, 
            el escritor chileno Carlos Franz, premiado por su novela "El 
            desierto". 
          Hace siete años que publicó su última novela 
            y está más acostumbrado a escribir en su escritorio 
            que a conceder reportajes y ser el centro de atención en fiestas. 
          
          El libro premiado fue presentado anoche en un panel en el que Griselda 
            Gambaro, integrante del jurado, fue clarísima en su elogio: 
            admira su novela "sin ningún reparo ni recato en la admiración". 
          
          De la pila de novelas finalistas, ésa fue la última 
            que leyó y la atrapó. "Cuando leí las primeras 
            páginas de «El desierto» me di cuenta de que yo 
            no necesitaba ya ir al texto, el texto venía hacia mí 
            y no me dejaba, una página me llevaba a la otra en una especie 
            de estado de gracia de la lectura, provocado por mi intuición 
            de estar frente a una gran novela, intuición que no tardó 
            en transformarse en convicción, seguridad, elección". 
          
          Esa conmoción que admitió Gambaro fue parecida a la 
            experiencia que tuvieron los otros miembros del jurado. Hugo Beccacece, 
            jefe del Suplemento Cultura de LA NACION, reconoció que fue 
            "un placer y una revelación" encontrar, entre las 
            300 novelas originales presentadas, "un texto que crecía 
            en interés, profundidad, hondura, a medida que avanzaba en 
            su lectura". 
          Luis Chitarroni, también miembro del jurado, consideró 
            a "El desierto" una novela extraordinaria y le agradeció 
            al autor que haya hecho al jurado acordar tan rápidamente. 
            La decisión -los otros miembros eran Carlos Fuentes y Tomás 
            Eloy Martínez- fue unánime. 
           
          Gracias 
            a la literatura   
          Franz agradeció a su vez, en especial a la literatura argentina, 
            que considera la gran tradición narrativa del continente latinoamericano 
            e inclusive del idioma español. Repasó libros que han 
            influido en su vida, como el "Martín Fierro" o el 
            "Facundo", que Sarmiento escribió en Coquimbo, Chile. 
            A los 16 años, en el colegio, leyó "Don Segundo 
            Sombra", de Güiraldes. Por supuesto, añadió, 
            Borges y Cortázar, que son "prácticamente un lugar 
            común". Pero dio una vuelta de tuerca a este concepto, 
            entendiéndolo como un sitio, un territorio común, donde 
            se encuentran los escritores del idioma, sean mexicanos, españoles, 
            argentinos o chilenos. 
          Franz mencionó también a Osvaldo Soriano, Mempo Giardinelli, 
            Ricardo Piglia, Juan Martini, Eduardo Belgrano Rawson, Ana María 
            Shua. De pronto reflexionó: "He leído tanta literatura 
            argentina que pienso que la he leído más que la narrativa 
            chilena". Y comentó su alegría por haber conocido 
            el día anterior a Abelardo Castillo y a Sylvia Iparraguirre. 
          
          Reconoció que "El desierto" tuvo seis versiones: 
            "Me detuve en la sexta porque estaba agotado", admitió. 
          
          Gambaro le deseó a la obra múltiples lectores. "No 
            por una cuestión de éxito ni para corroborar nuestro 
            juicio, sino porque reconocer y leer una obra notable de la literatura 
            nos hace mejores, más inteligentes, más despiertos, 
            más atentos a nuestra condición".