El trabajo de Mario Verdugo –en todas sus manifestaciones– es desquiciado en el sentido que sale de los marcos y de diferentes maneras abre puertas. Creo que está haciendo algo importante y significativo en nuestra literatura. La dedicatoria de mi ejemplar dice: Para mi joven amigo Cristian Geisse, con quien estamos imaginando este libro, ahora mismo, en Valparaíso. Y a mí se me arranca una lágrima. Porque así es, así fue, así será. Alguna vez Mario me habló de este libro. Pensé que era un proyecto ya olvidado, quizás fallido, pero lo
sacó adelante. Un libro sobre el tiempo, qué demonios. Un problema imposible con esta solución posible: entradas enciclopédicas. Siempre me ha llamado la atención eso de que Borges leía la enciclopedia británica con deleite, como quien lee literatura. A estas alturas a nadie le sorprende el gesto, de hecho, los drogadictos de la literatura amamos ese gesto. Y por ese lado se va Mario también. ¿Qué es una enciclopedia? Detrás de ella se esconde la ingenua idea del conocimiento total. Y en épocas irónicas, en la superación de lo moderno, en nuestra desilusión y huida, por supuesto es un formato que no podemos sino parodiar. En este caso y en el caso del tema, con mayor razón: el tiempo y el fin de los tiempos; en el apocalipsis en el que estamos hundidos, no podemos tomarnos en serio un afán así. Lo inabarcable entonces se alcanza mediante fragmentos, entradas enciclopédicas cuya voluntad de concisión desarrolla un barroco sintético, una erudición comprimida al máximo que a mí me sorprende y admira. Me admira porque es un ejercicio realmente arriesgado. Y porque creo que sale bien del trance. El gesto de la entrada enciclopédica implica ir de lo particular a lo general, del caso concreto frente a la abstracción totalizante. Para algunos, ése es un rasgo esencial de la literatura, lo que la diferencia de la filosofía y la ciencia. Y a pesar de que impera la parodia, uno percibe por todas partes admiración real por intelectuales, filósofos, artistas y escritores. Tanto de los bacanes como de los pencas. Por supuesto hasta por ahí no más, porque estamos muy lejos de ser perfectos. También de acuerdo a nuestros tiempos, la literatura va más allá de la literatura, y la propuesta considera música, pintura, fotografía, cine y las filosofías y teorías que los abordan. Hoy se puede leer conectados al internet, escuchando los temas musicales, mirando las pinturas, los trailers, las fotos de las que se habla. Es un libro que busca y propicia una nueva forma de leer: hiperlinkeada. En ese sentido es un libro muy amplio y trata transversalmente de todo, anulando toda jerarquía, y así parecen tener la misma estatura el escritor rural chileno y el intelectual queer newyorkino, el premio nobel y el mención honrosa, la ficción y la realidad. Porque da la impresión de que acá se aplica a Mario lo que dice el narrador del Quijote, eso de que leía hasta los papeles rotos de las calles. Y me parecen preciosas por ejemplo las entradas sobre Hercólubus, el Delorean, Zardos, Grunthos y tantos otros textos a primera vista ridículos o insignificantes que se mezclan con otros más trascendentales, digamos. Desde versos de Vallejo, pasando por Heidegger, el Canto del Macho Anciano, Bajtín, hasta el contradictorio llamado a la contemplación por parte del filósofo coreano que saca un libro por semana. Por mencionar apenas algunos. Este revoltijo me parece sana costumbre, una forma de desplazar el centro, una forma práctica de aplicar una teoría desjerarquizante que Mario viene desarrollando tal vez desde sus tiempos de Biblioteca Regional, en lo que él mismo calificó alguna vez como “el lado infame” de su sólida formación académica. Entonces abunda y se solaza en locuciones anticuadas, a veces lugares comunes periodísticos, arcaísmos y neologismo en tono de chacota. Y así desde la ironía obtenemos un inmenso panorama, colmado de ejemplos puntuales que abren el apetito y la curiosidad. El hombre está sin duda pendiente, o sea, atento a la jugada y a las novedades. Se mantiene actualizado, pero también profundizando en clásicos y la tradición del canon occidental. Entonces esta Pequeña enciclopedia para el final de los tiempos, me parece que cumple la condición inevitable de las obras maestras según Nicanor Parra: ha pasado demasiado desapercibida, lo que debiera darme un poco igual, porque tengo la impresión de que pasará la prueba del tiempo y será material de consulta cuando en el futuro se observe nuestro extraño y movedizo cronotopo.
Mario Verdugo
«Pequeña enciclopedia para el final de los tiempos»
Libros Tadeys, 2024
275 págs.