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Crítica de la crítica de la crítica de la crítica: juego de espejos a partir
de Vestigio y Especulación.

Por
Cristian Geisse Navarro

Departamento de Estudios Circenses,
Universidad Privada Cristian Geisse Navarro


.. .. .. .. .. .

 

 

Resumen:
El vacío está lleno de significado.

Abrstract:
Emptiness is full

 

I

Escribo esto a partir de la lectura de un libro llamado Vestigio y especulación. Mediante este notable texto, me volví a encontrar con la academia, la que me expulsó por tonto y pobre, y de la cual tuve que renegar, pero de la que jamás me he desligado del todo. No porque yo tenga algún nexo profesional con ella, sino más bien, porque  todavía se me hace interesante. Habría que ser un poco imbécil como para cegarse ante la importancia que pueden llegar a tener las universidades, entendidas como centros de formación e investigación, como instituciones generadoras de conocimientos, abiertas a la modificación de las sociedades y motores de cambios en las esferas más relevantes de nuestras vidas. Son válidas entonces las críticas a su desempeño y mercantilización, a la necesidad de democratizar su acceso, de protegerla como un espacio donde las mentes y las barbas se desarrollan para abrir nuestras perspectivas sobre la realidad.  No por nada puse mi propio centro investigativo, mi universidad privada con fines de lucro personal, en la cual el único alumno y maestro soy yo, y que por supuesto jamás será acreditada ni jamás recibirá ningún financiamiento externo, porque se nota claramente que es una gran payasada. Esta payasada, sin embargo, revela mi seria necesidad de profundizar y ser relativamente exhaustivo en algunos temas de mi interés.  Agradezco entonces que ex compañeros que tuvieron mejor fortuna académica que yo, me hagan llegar sus avances. Los recibo verde de envidia, aunque también con un gran alivio, porque mi acercamiento a sus investigaciones ya no se encuentra constreñido por la pesadez de la competencia académica. Y es que también la academia corre el eterno peligro de convertirse en un campo cultural muy cerrado, y así volverse narcisista, solipsista, críptico, hermético, petulante, frío, calculador, y proclive creo -sobre todo en el caso de las humanidades- a desarrollar a propósito un lenguaje denso y hasta espeso, que busca más la sensación de profundidad que la profundidad verdadera. Creo que en eso se nota cierta búsqueda de distinción aristocratizante o sectaria, relacionada con la limitación del acceso al inmenso poder simbólico y material que puede revestir. O sea que la academia suele llenarse de pobres diablos que se creen el último pelo de la raja, y que se mantienen a flote no tanto gracias a su capacidad investigativa o a la importancia de sus proposiciones, sino más bien porque les gusta el estatus y la plata que esa institución les da. Esa gente busca mantenerse en las universidades a punta de malversaciones y falsificaciones lingüísticas, aserruchándole el piso a los colegas, pegando codazos y enturbiando las aguas de las que todos debiéramos beber. Desde acá les digo: váyanse a la chucha.

II

Este libro en particular, Vestigo y especulación, con todo su academicismo, me viene bastante bien y hasta se me hace simpático por distintos motivos.  Uno, porque de acuerdo a sus editores, tiene origen en un bar porteño, lo que más allá de la anécdota, me habla de la búsqueda por conectar la vida universitaria con la vida fuera de ella. Dos, porque los involucrados son todos jóvenes, algunos menores de 30, ninguno mayor de 40. Tres: porque tiene vocación contracultural, y su enfoque permite desmantelar la historia oficial, las tradiciones más rígidas, los cánones más prepotentes y los mecanismos de circulación simbólica más oxidados. Cuatro, porque es propositivo, riguroso y comprometido con sus objetos de estudio. Cinco, porque repasa momentos importantes de la historia literaria y cultural de nuestro país desde el siglo XVI al XX. Seis: porque habla de fragmentos y vestigios y del desmantelamiento de nociones como el libro, autor y obra, elementos con los cuales estoy armando parte de mi propio rollo escritural. Siete: porque hay en él un permanente análisis a los circuitos de circulación simbólica y se deslizan en ciertos pasajes críticas a la crítica.

III.

Yo no quiero ser académico, quiero ser escritor. Artista, digamos, ojalá más allá de todas las connotaciones que esa palabra tiene hoy en la vida cotidiana. En ese contexto lingüístico un “artista” es un alguien flojo y patudo, irresponsable y pasado a caca. “Es muy artista ese hueón”, dicen por acá, riéndose. Tengo que aceptar que a veces sí soy un “artista” en esa acepción. Pero mi voluntad es serlo en la otra. Si hubiese llegado a ser académico entonces, siempre hubiese sido mi oficio lateral, como dice la Gabriela. Y mi madre hubiese sido feliz y hubiese estado orgulloso de mí. Pero posiblemente yo no. Como sea, intenté serlo, pero me fue mal. Nunca gané las becas que necesitaba y a las que postulé varias veces. La Conicyt y sus gangsters me la hicieron tres veces.  Si bien al principio me dio rabia, porque quería que me pagaran por estudiar, porque veía que a mi alrededor todos se las ganaban, menos yo, y porque tenía fe de que eso me iba a llevar a hacer mi contribución alguna vez, hoy día no siento frustración ni resentimiento. En su momento sí, claro. Y me hubiera gustado que a todos esos viejos y viejas de mierda que me rechazaron las postulaciones les diera hemorroides; le daban las becas a los hijos de políticos y a los mijitines que le sobaban el lomo a los profesores y no a mí. No tenía malas notas, todo lo contrario, pero tengo que aceptar que me falta inteligencia laboral. No fui ayudante de los claves. No participé en investigaciones con esos claves. No tenía dónde pedir cartas de recomendación. Recuerdo que le pedí una a la profesora María Nieves Alonso en Concepción, que nunca que me había hecho clases, pero a quien había conocido cuando presenté los libros de Alfonso Alcalde en Concepción.  Me mandó una llena de faltas de ortografía, que yo no quise corregir porque venía en pdf y porque pensé que era deshonesto. Ahueonao.  Intenté publicar artículos académicos, pero no fui persistente ni perspicaz. Asistí a congresos, pero siempre a la fuerza, falseando el lenguaje, complicándolo, camuflándolo con la academia. Incluso pensé fugazmente en ir a algún voluntariado, porque daban puntos en las postulaciones. Por supuesto hubiera sido solidaridad hacia mí mismo nada más, y menos mal nunca llegue a caer tan bajo.

Ya que no resultó, quiero ver los aspectos positivos. A la larga creo que esa forma de investigar me agotaba. Me sentía restringido, abrumado. Mis lecturas solían ser forzadas y no placenteras. Hoy leo algunos trabajos que hice en esa época y no los entiendo. Leo a veces artículos de otros profesores y la densidad de sus marcos teóricos me atosiga. Muchas veces veo en ellos la sensación de profundidad, pero no profundidad. Dijo el picado. Pero es cierto. Eso no quita que mucha gente que admiro haya pasado por ahí y haya hecho contribuciones verdaderamente importantes. También a gente que hoy mismo está ahí y hace contribuciones verdaderamente importantes. Como Grinor Rojo. Como Bernardo Subercaseux. Como Felipe Cussen. Como Ignacio Álvarez. Como ese viejo temible que es Iván Carrasco. Como esa persona entrañable que es Walter Hoefler. Como la gente que escribió Vestigio y especulación.

IV

Acabo de terminar una reseña sobre ese libro. Digo ahí lo que pienso realmente, es decir, que es un libro sobre un tema apasionante y necesario, el que no se había tratado en Chile de manera tan sistemática y desde tantos puntos de vista diferente. Aunque para qué andamos con cosas, no estoy muy al día que digamos. Habla fundamentalmente de fragmentos, de vestigios, que serían algo así como evidencias materiales de producciones textuales o de sus sistemas de circulación que se interrumpieron por distintas razones. Eso da pie para distintas metodologías reconstructivas en las cuales la especulación, la interpretación y las redes de asociación llenan el vacío y hacen hablar al silencio. El silencio habla, el vacío está lleno de significado.  En parte de mi trabajo, yo juego con eso. Invento antologías, invento falsas bibliografías, invento citas, invento teóricos ¿no son las citas, los datos bibliográficos y las perífrasis de teorías elementos fragmentarios a los que llegamos frecuentemente y que aceptamos desligados de su contexto original? Esos contextos son difusos en nuestras mentes y los completamos, de la misma manera en que nuestro cerebro completa información que no tiene, por el simple hecho de que no le importa tanto la verdad, como sobrevivir. En el fondo invento falsos vestigios porque sé que los lectores harán redes de asociación, interpretaciones y especulaciones difusas, pero reales dentro de su cabeza.

V

Otra de las cosas que me llamó la atención de Vestigio y especulación es que es un libro de crítica. Incluso, en alguno de sus pasajes, es un libro de crítica de la crítica. E incluso en algunos lugares puntuales, un libro de la crítica de la crítica de la crítica. Lo que hace de este articulucho mío, sea en parte, una crítica de la crítica de la crítica de la crítica. O sea, dentro de todo, el más rebuscado. Pero bueno, creo que es un tema verdaderamente importante que los vivos no debieran dejar pasar livianamente.

Nunca me he dedicado a profundizar mucho en el asunto, pero tengo un panorama general: hay varios tipos de crítica. Los más visibles son: la periodística y la académica. Ambos juegan papeles importantítisimos en nuestros campos culturales, permiten la formación de cánones y pueden asegurar que una obra se vuelva visible y sobreviva en el tiempo. A estas agrego otra más: las manifestaciones de recepción crítica del populacho, que se traducen en homenajes, en  gestos de apropiación, que convierten a una obra literaria en canción, obra de teatro, obra de títeres, grafitis.

VI

Mi experiencia personal con la crítica periodística es muy escasa. Estoy bastante acostumbrado a desestimarla un poco, por su carácter impresionista, arbitrario, a veces pedante y matonesco. Me acuerdo siempre que los críticos de rock más autorizados hablaron mal de Led Zeppelin y de Queen, y pienso en lo que estos grupos son hoy a pesar de esas muestra de la quisquillosidad de esos tristes hueones. Nadie sabe de esos críticos ahora, pero todos escuchan a los grupos de los que hablaron mal. Sé que son fenómenos diferentes a los libros, sobre todo por los alcances desmesurados que llegan a tener los medios masivos de comunicación que son los medios por los cuales esas bandas sobreviven. Y si bien el libro es algo así como un medio masivo de comunicación, es más aparatoso, menos inmediato, más difícil de consumir. Igual el triunfo del artista y el fracaso del crítico me hacen pensar que un trabajo que se conecta con el corazón de la gente puede ir más allá de la pedantería de ciertos entes parasitarios. A todo esto, en el reducido panorama de las letras chilenas, donde las tiradas de libros de autores emergentes –o de gente todavía en tercera división, como es mi caso-, no pasan de 300 ejemplares, el que un crítico de mucha visibilidad te haga trizas, te amarga la vida.  Y hay que tener mucho coraje y convicción para seguir en tu cuento, después de que te dan una paliza pública. Desde acá mi solidaridad con esos derrotados. Acuérdense siempre de nuestro padre De Rokha. Acuérdense de Henry Miller cuando dice que Van Gohg es el Cristo de los artistas fracasados.

No leo mucha crítica periodística. Cuando lo hago es porque algún amigo la escribió o porque hablan de algún otro amigo. Mi único partido es la amistad, dijo Lihn, y yo me adhiero. También, por supuesto, las leo cuando se trata de algún autor de mi interés. A veces me fijo más en la forma cómo está escrita la crítica que en el contenido. Me pasa también a veces que no entiendo ni una mierda de lo que dice el crítico, sobre todo cuando mezcla periodismo y academia. Esto me pasa  con algunas críticas de internet. No me esfuerzo mucho entonces tampoco, y puedo ni siquiera terminarlas. Yo mismo hago crítica a veces. Lo hago tanto como ejercicio escritural, como porque lo considero parte del oficio. Reflexión, digamos. Exploración, digamos. Sé, por lo demás, que la crítica puede hacer visible un libro, un autor, una obra. Que digan, oye ahí está pasando algo. Actualmente además, esas críticas pueden servir para que te den becas y fondos, incluso. Para hacerte un nombre. Para que te crean. Para que te amen. Para que te inviten a encuentros. Para que te soben el lomo. Para que alguien pueda hacer de esto en un trabajo más digno y mejor. Yo juego entonces a favor de mis amigos porque los quiero y los admiro con sinceridad.

Dentro de este panorama, el panorama de la tercera división literaria, que es en la que yo me encuentro ahora, alguna vez pensé en algo así como una Mutual de Socorro Crítico (el nombre se le ocurrió a Mario Verdugo, que es también jugador en tercera división, pero que debiera estar en primera), esto es, un espacio donde la crítica –negativa o positiva, constructiva o destructiva- fuese remunerada. Este detalle le daría un poco de dignidad al trabajo de escritor, porque la mayoría de los invitados a participar de la mutual no serían críticos profesionales, sino escritores.  De esa manera se permitiría sobre todo hacer visible el trabajo de aquellos que publican con dificultad y expectativas. Sucede con la poesía que nadie habla de libros verdaderamente notables. Y en general la recepción crítica de los poetas emergentes es escasa y pobre. La Mutual de Socorro Crítico entonces debiera estar dirigida a comentar fundamentalmente lo que se publica en microediotriales o editoriales independientes que son los valientes que asumen los riesgos y apuestan por los que no tienen cabida en la mafia de las editoriales más grandes. Lamentablemente esa idea formidable todavía no cuaja. Yo dejo la pelota rebotando.  

VII

La crítica académica, más rigurosa y exhaustiva, puede llegar a ser igual de prejuiciada y arbitraria que la otra, aunque suele tener respaldos teóricos para esos prejuicios y arbitrariedades. En todo caso, si uno quiere acceder a aproximaciones profundas sobre determinadas obras, puede encontrarlas ahí. Uno sabe que un investigador académico tiene que ser exigente consigo mismo, que el trabajo es intenso, que las mulas de monosabio se han quemado las pestañas para hablar de los textos. Que han rebuscado. Y si bien campean los charlatanes, los que enturbian las aguas y los que argumentas razones de las sin razones que a sus razones desfacen, un experto es un experto.

Dentro de Vestigio y especulación, se deslizan proposiciones interesantes. Como hay un sostenido examen de los contextos en los que se encuentran los vestigios y se analizan campos, polisistemas, mecanismos y agentes, la crítica a la crítica no podía faltar.  Mario Molina, por ejemplo, apoyándose en Carmen Elías, dice que el crítico debiera sostenerse a sí mismo y no ser un mero parásito de lo literario entendido como fuente primaria. Ximena Figueroa, revisando algunas propuestas de Ecola, -quien habla de la fragmentariedad constitutiva de toda obra literaria- nos explica que en el esquema de ese estudioso, la crítica pretende continuar la obra en nombre del autor, pues todo intérprete se consagra a “incluir” algo en el texto para restituirle una forma de completitud. Son patudeces interesantes, creo yo. Y no dejan de tener cierta razón. Más adelante, Figueroa exige un lugar reconocible para cinco autoras de obras interrumpidas que ella rescata de una antología. A mí esto me parece verdaderamente notable. Y le creo. Por lo menos en el caso de Leonora Vicuña, que es una autora a la que me dieron ganas de leer después de leer ese ensayo. Esto es algo que un crítico académico puede hacer con una obra, con un texto, con un autor: la inscripción legitimadora, para utilizar parte del slang académico. Por lo menos resultó en mí. Y me gusta el hecho de que la obra de Leonora Vicuña, que yo leí en fragmentos, que a su vez fueron extraídos de ese género esencialmente fragmentario que es la antología, se completa en mí, en una suerte de claro oscuro, donde termino creyendo que la parte más notable está en el oscuro, lo que no fue iluminado, en aquello que no he leído aún, e incluso en aquella parte inmensa que nunca leeré. Emptiness is full.

VIII

A mí una vez me dijeron comisario de la crítica de Alfonso Alcalde. Me sentí insultado gravemente. No quiero ser comisario de nada. I shot the sheriff but I swear it was in self defense. Como Alcalde es mi amigo desde este lado de la muerte, yo quiero que su obra se conserve y se estudie. Eso era lo que él quería y yo lo estoy ayudando. Pienso que es fundamental entonces que se escriba sobre él, porque es un autor con muy poca recepción crítica. Lo único que quiero es que más personas escriban sobre su obra. Otros. Yo ya hice mi parte, creo. Y queda mucho paño por cortar. En comparación con otros autores, Alcalde ha sido dejado muy de lado por la academia. Hay muy pocas tesis sobre su obra. Quizás ni un solo paper dedicado a él específicamente. Y no solo está botado por el lado de la academia, sino por otros escritores. Sin embargo, como el investigador asociado de la UCGN Ernesto Guajardo hizo notar admirablemente, hay una recepción crítica importante de parte del populacho, que se ha apropiado de su obra, que lo lee con fruición, que adapta constantemente sus obras al teatro, que convierte a sus personajes en títeres, que le inventa cuecas, que le dibuja murales. Pienso que por ese lado, gana y logra algo a lo que aspiraron muchos y no consiguieron. Eso me hace sentir contento.  Por mi amigo. Porque al final, la gente a la que más quería, recibe lo que él les ofreció. Y le rinden homenaje. Bravo, maestro.

IX

Yo escribo un texto para saludar a otro texto. Lo escribo para hacerlo visible, porque creo en él. O bien para destrozarlo y reírme. Pero lo escribo también para hacerme visible yo. No hay que olvidarse de eso al momento de criticar la crítica.

 



 

Bibliografía

— Nibaldo Acero, Jorge Cáceres, Hugo Herrera Pardo (editores). Vestigio y Especulación. Textos anunciados, inacabados y perdidos de la literatura chilena. Santiago: Chancacazo publicaciones, 2014.

— De Silva, Feliciano. “La lectura aberrante como posibilidad interpretativa: ¿Era Pablo de Rokha homosexual?” en Revista Adorno N° 7. Chile: Agosto de 1977.

— Moreno, Mario. Manual para triunfar en la academia: cantinfleo y otros trucos. Santiago: Editorial Universitatis, 2013. 
 
— Power, Max. Irradiación literaria de la Herméutica Cuá(n)tica. Vicuña: Editorial Tintenfische, 2012.

— Varios Autores. “Debe haber andado con la regla”: reacciones sexistas a la crítica de Patricia Espinoza. En Revista El desasosiego N° 13. Chile: 2014.



 


 

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Crítica de la crítica de la crítica de la crítica: juego de espejos a partir de Vestigio y Especulación.
Por Cristian Geisse Navarro
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