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PASTORAL

Carl Phillips, Ágata Musgo Editorial, 2025

Por Cristián Gómez O.


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Una reseña no debiera ser abiertamente celebratoria ni tomar partido por un libro, a condición de perder toda su objetividad. Este será el caso de esta pequeña recensión, ya que esta Pastoral, de Carl Phillips, traducida con toda eficiencia y hallazgo por el poeta Francisco Cardemil Pérez, es —por el texto original, tanto como por su vertido al español— un libro que exige ser elogiado y, ojalá, leído.

 

Carl Phillips

 

Carl Phillips (nacido en Everett, Washington, Estados Unidos, en 1959) es una figura central del canon poético norteamericano de las últimas dos décadas. Se podrá discutir si Phillips es o no un autor consagrado, pero es indudable que un somero examen del panorama poético yanqui, arrojará, al menos en cuanto a números, una presencia indiscutible en tal contexto. El solo hecho de que haya sido galardonado con el premio Pulitzer de poesía el año 2023 debiera indicarnos la centralidad de su obra. No es este, sin embargo, el único premio que su poesía ha recibido: ya su primer libro, In the blood, había recibido el Samuel French Morse Poetry Prize, en 1992, y el 2001 su libro The Tether obtendría el Kingsley Tufts Poetry Award. Entre otros. 

Una especie de bisagra entre la obra temprana y el período de madurez del autor, Pastoral es una de las mejores muestras de la poesía de Phillips, caracterizada por una permanente indagación en los altibajos de las relaciones de pareja, así como una pregunta por el entorno (físico, fundamentalmente, sobre todo en este libro) que rodea tales relaciones. En ese sentido, la poesía pastoril tiene una larguísima tradición en lengua inglesa, de la cual este libro sabe, con cedazo certero, nutrirse. Desde su mismo título (Pastoral podría traducirse como “pastoril”, de ahí que resulte sumamente interesante que Cardemil decida dejar el título intacto, contribuyendo a darle dimensiones a este libro que no son del todo explícitas en el texto en inglés), este libro nos pone en un lugar donde el contexto que se crea no es una mera añadidura a los poemas, un casco no relacionado con lo que contiene, sino todo lo contrario: el contexto protagoniza estos poemas. Y los ejemplos abundan. Así, en poemas como “Otoño. Una música mixta”, “Se busca”, “La verdad” o, muy especialmente, “La presa”, el texto está compuesto de principio a fin como una interacción no sólo entre los amantes que dirimen sus encuentros de forma satisfactoria o no, sino por sobre todo entre esos amantes y el ámbito natural que los rodea: el mar, de manera muy principal, pero también el bosque y en el bosque los animales que lo habitan. 

Aún más: la misma distinción entre los amantes y esa naturaleza que los rodea es, hasta cierto punto, artificiosa, si no abiertamente errónea. Los amantes son parte de la naturaleza, los amantes son la naturaleza. No quiero decir que se trate de un panteísmo donde no haya distinción entre ambos polos, pero sí me parece evidente que Phillips persigue una comunión entre la naturaleza y los personajes que pueblan estos textos.

Una nota más sobre el mundo pastoril: la idea de que el mundo bucólico, rural, es un lugar impoluto, donde existe una vida armónica entre la naturaleza y quienes la habitan, tanto seres humanos como animales, es el centro de un tópico clásico como es el locus amoenus. La paz que reina allí no se altera por los embates de la historia, por lo demás inexistentes en ese contexto. Los pastores y las pastoras que allí se representan tienen como mayor motivo de desencuentro el desencanto amoroso, el ignis amoris cuya fuerza es incontrarrestable. A este le acompañan -sin ser esta una lista exhaustiva- otros como el sic transit gloria mundo (así se desvanecen las glorias mundanas) y ligado a él otro tópico como el de vanitas vanitatis, o la mayor de todas las vanidades. 

En el caso de Phillips, podríamos decir que este telón de fondo está rasgado por una contemporaneidad donde no caben algunos de los paradigmas propios de la poesía pastoril tal como la conocemos. Especialmente en lo que se refiere a una carnalidad que la casta poesía pastoril del Renacimiento español e inglés no conociera: 

No desnudos, no. Aun
tocándolo, qué tan errado 
es creer que 

no es carne lo que toco,
sino algo más,
delgado, sobre ella, que
brilla 
y es defectuoso

(93-95)

Tampoco se condice con su modelo esta poesía que sin ser militantemente homosexual, no deja muchas dudas de cuál es su opción de género:  

. . . . . . . . . . ¿Cuántas veces
te he llevado al interior

. . . . . . . . . . . .. . de mi cuerpo? no es
una cuenta escarpada ni el dinero, que de la nada
asciende, con el que pagarla,

. . . . . . . . . . . .. . pero – como
si fuera tangible – es una pregunta que
se acerca y luego

. . . . . . . . . . . .me abandona.

. . . . . . . . . . . .(121)

Como ningún libro se lee en el aire ni fuera de contexto, me parece válido recordar textos de otros libros de Phillips, que orientan nuestra lectura de Pastoral. Pienso, por ejemplo, en “All the love you’ve got”, de su libro Star Map with Action Figures, un poema celebratorio del amor homosexual enmarcado en y/o construido a partir de, tal como los del libro que reseñamos ahora, la naturaleza. Podría citar otros, pero lo que quiero es subrayar la continuidad de un mundo propio.

Sin embargo, este universo particular, este sello inconfundible que tiene la poesía de Phillips, no se debe solo a la conjunción de erotismo y naturaleza. Lo que hace única a esta poesía es, por sobre todo, el erotismo de su sintaxis, esa característica tan propia de la escritura de Phillips que mezcla el escandir entrecortado del verso con una respiración única, un ritmo que imita una mente construyendo sus argumentos, los ires y venires de una conversación donde múltiples ideas se disputan la palabra, una extensión del verso que se alarga y se acorta de acuerdo a cómo fluye ese diálogo de las voces o los cuerpos. En alguna parte el mismo Phillips señalaba que la sintaxis es una cuestión de poder, en la medida que el autor dosifica la información que entrega el texto a través de la sintaxis, una forma, entonces, de regular los patrones métricos a los que el lector se acostumbre (a los que el autor busca/quiere que el lector se acostumbre), para luego significativamente interrumpirlos a través, precisamente, de la interrupción del patrón métrico, de un sonido u otra forma de administrar lo que el propio Phillips llama “restraint and release”, i.e., refrenamiento y relajación, o refrenamiento y dejarse ir, refrenamiento y emisión. 

En este sentido, la traducción de Francisco Cardemil Pérez no merece otro calificativo que el de impecable. Eliot Weinberger, el ensayista norteamericano traductor de, entre otros, Vicente Huidobro, Octavio Paz y Xavier Villaurrutia, nos advertía hace ya mucho tiempo que una traducción no se juzga palabra a palabra ni línea x línea. Porque, a pesar de algunas mínimas discrepancias que pudiéramos tener con algunas soluciones de Cardemil, sobre todo en ciertos coloquialismos, lo cierto es que el acierto es lo que predomina a todo lo largo de la traducción de Pastoral, con una mezcla de fidelidad y libertad creativa que hace que los poemas en español se lean casi al mismo ritmo y el mismo tono que se desprende de los poemas en inglés.

Una última disquisición: Carl Phillips es un poeta afroamericano, que sin embargo no ha hecho de sus marcas identitarias el tema que define su poesía. Si bien es cierto hay poemas que pueden ser relacionados con la experiencia homoerótica, un recorrido por la totalidad de su poesía, incluyendo por cierto Pastoral, nos llevaría en cambio a hacernos la pregunta de qué es lo que nos permite calificar esta poesía como afroamericana. La respuesta es nada, porque Phillips, al igual que otrxs autorxs de su generación, nunca se sintió en la obligación de restringirse a la experiencia afroamericana, ni tampoco creyó que fuera su misión la de convertirse en adalid o representante de nadie que no fuera él mismo.

Este es un tema largamente debatido a todo lo largo del siglo XX en el ámbito de la poesía afroamericana y norteamericana, asumiendo que son dos conceptos distintos, lo cual de por sí es un tema polémico, ya que su adscripción a uno u otro de estos campos lleva consigo una toma de posición respecto de temas que exceden con mucho al ejercicio de la poesía. Aun cuando no tenemos el espacio aquí para hacerlo, vale la pena tener en cuenta que Phillips se ha distanciado de estas veladas acusaciones de no ser lo “suficientemente” afroamericano, o de no dar cuenta de la experiencia de su comunidad. Para el autor de Pastoral, respondiendo a estas críticas, la experiencia afroamericana no es una ni unívoca, ni tampoco cree que en su calidad de escritor deba ceñirse a un deber ser reglamentado, de antemano, por otros. No sólo la libertad creativa está aquí en juego, sino también la libertad de cómo ser afroamericano. En este sentido, Pastoral no sólo es una apropiación libre y feraz de la tradición de la poesía pastoril, sino que es, asimismo, una forma de reafirmar una soberanía personal que, en tiempos como los nuestros, es difícil no admirar.  




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