
          
        Culturas surandinas. Huarpes  y Diaguitas. Actas del Congreso Binacional Raíces de la Etnicidad.
        Por 
          Cristian Geisse Navarro
         
         
        
           
          .. .. .. .. .. ..... .   
        Recuerdo  que hace algún tiempo, haciéndome preguntas sobre la presencia y ausencia  indígena en el Valle de Elqui, me vi realizando una serie de viajes y lecturas  en torno a este tema. Me parece sano pensar que no hay una sola respuesta para  cualquier pregunta. Y que siempre puede haber más de una respuesta correcta.  Mis respuestas en cualquier caso no fueron muy alentadoras: tales indígenas y la  mayor parte de su legado han sido devastados y borrados casi totalmente de la  faz de la tierra. Una vez, por ejemplo, me acerqué a Chapilca –un caserío de no  más de 300 personas-, famoso por los tejidos que sus mujeres elaboran. El  trabajo es realmente hermoso. Sus tinturas son tanto naturales como  artificiales, pero la mayoría son elaboradas con materiales autóctonos. Por su  parte, los tejidos son manufacturados mediante antiguas técnicas aprendidas de  sus antepasados. “Algunos dicen que nosotras somos indias, pero nosotros no  sabemos nada de eso” me dijo una de ellas con la cara llena de risa.  ¿Quiénes fueron entonces tales antepasados?  ¿Fueron diaguitas? ¿Fueron mapuches? ¿Fueron indígenas? No estoy seguro de que  alguien lo sepa con certeza. Ellas, por lo menos, no reconocen esta tradición  como propia de los pueblos aborígenes. Recuerdo también haberme acercado al  museo arqueológico de La Serena y haber escuchado a un asistente de aseo  comentarme que al parecer “los indios estos eran re drogadictos”, por la  constante presencia de tablillas para aspirar drogas rituales alucinógenas. Es  fácil concluir de ahí que su vida espiritual ha de haber sido muy rica y muy  profunda. Pero nada de eso puede constatarse hoy porque la aculturación sufrida  por la población indígena y mestiza fue demoledora. De hecho, es tanto así, que  por mucho tiempo se enseñó en los manuales de historia de nuestra Educación  Básica y Media que los “diaguitas habitaban desde Copiapó a Aconcagua”; hoy se  duda incluso que esa denominación sea correcta y que tales indígenas hayan  constituido un solo grupo homogéneo.
         Lo  cierto es que no sabemos bien quiénes fueron realmente nuestros ancestros.
         Por  lo que yo he podido comprobar, ese es un problema que atraviesa todo el Valle  de Elqui. Más allá de una admiración por sus notables cualidades como  alfareros, y las posibilidades que esos hallazgos entregan en términos  turísticos, no parece haber una verdadera identificación con la llamada etnia  diaguita, porque nadie parece saber con certeza qué elementos de esos grupos  humanos quedan aún entre nosotros. De hecho, como dije, es muy posible que su  presencia histórica pre y post colombina en la zona no corresponda a un grupo  homogéneo, sino más bien a varias etnias distintas que confluyeron ahí. ¿Qué  idioma hablaban? No se sabe realmente. En todo caso sus tradiciones orales no  han llegado hasta nosotros. Sus modos de subsistencia parecen haber permanecido  entre los crianceros, pero ninguno de ellos se siente indígena ni lo sabe con  certeza. Los bailes chinos son sin duda algunos de los elementos sincréticos  más notorios. Pero hasta ahí no más llegamos.
         Esto  se replica en gran parte del Norte semiárido.
         El  problema de etnicidad del Norte Verde chileno me parece clave en la comprensión  de ciertos problemas identitarios de nuestro país, que pasan por nuestra  relación histórica con los pueblos aborígenes, los procesos de aculturación que  sufrieron y la violenta negación de la parte indígena en nuestro mestizaje. El  libro “Culturas surandinas: Huarpes y diaguitas” que contiene las actas del  Primer Congreso Binacional de Etnicidad, realizado en la región de Coquimbo en  marzo del 2009 es, sin lugar a dudas, un aporte importante y necesario en la  tarea de dilucidar elementos fundamentales de nuestra identidad. Confluyen en  este libro los más destacados autores chilenos   que se han preocupado recientemente del tema de la etnicidad en la zona  de los valles transversales del norte semiárido: Carlos Ruíz Rodríguez,  Patricio Cerda, Eduardo Téllez, Gonzalo Ampuero, Fernando Graña, por mencionar  sólo a aquellos de los que yo tenía conocimiento. Y se suman a ellos nuevos  aportes con completísimos estudios relacionados con diferentes aspectos del  mismo asunto. Hay aquí un esfuerzo serio y profundo que constituye a mi modo de  ver, la mejor síntesis que se puede encontrar hoy para acercase al problema de  manera rigurosa. Es un diálogo fluido, que no escapa al debate en torno a la  eliminación casi total de rasgos culturales propios de los grupos humanos que  existían en la zona hasta antes de la llegada de los conquistadores españoles y  los recientes procesos de reetnificación que comenzaron a perfilarse con fuerza  en la década de los noventa. Se agrega además las contribuciones de importantes  estudiosos trasandinos al respecto de la situación de los pueblos originarios  argentinos con los cuales supuestamente nuestros indígenas estaban emparentados.  La necesidad de mantener con estos estudiosos un contacto permanente, para  comparar trabajos y aunar tareas, había sido planteada con insistencia hace  algunos años por Carlos Ruíz Rodríguez en un libro fundamental llamado “Los  pueblos originarios del Norte Verde. Identidad, diversidad y resistencia” publicado  en año 2003. Estoy seguro que el resto de los investigadores chilenos estaban  de acuerdo con subsanar esta necesidad, con lo que este primer congreso viene a  convertirse en uno de los primeros pasos a favor de este esfuerzo conjunto.
         Mis  preguntas tienen hoy una gran variedad de respuestas posibles. Sí, quizás los  indígenas de esta zona fueron diezmados totalmente. La historia de nuestro país  está cruzada por una lenta y sistemática brutalidad hacia los grupos indígenas.  En el valle de Elqui, por ejemplo, estos esfuerzos fueron especialmente  fructíferos. Y de distintas maneras se silenció, aculturó y devastó a los  pueblos originarios de la zona. Pero es nuestra tarea intentar hablar con  nuestros muertos. Es nuestra tarea tratar de reconstruir la caída y  desaparición de los antiguos habitantes del lugar. Es nuestra tarea entender la  manera cómo están surgiendo desde el olvido,   rasgos de su etnicidad. Es nuestra tarea observar qué partes de ellos siguen  aún vivas entre nosotros. Se agradece entonces el esfuerzo mancomunado de las  personas e instituciones que hicieron posible este libro, pues es una  herramienta valiosísima para lograr todas esas tareas.
         
         Culturas surandinas huarpes y diaguitas.
          Actas del Congreso Binacional Raíces de Etnicidad;
          Región de Coquimbo, Chile-   Provincia de San Juan, Argentina.
          Ediciones de la Sociedad de creaciones y acciones literarias (SALC)
          385 páginas.