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Peripecias de lo entre-dicho:
Conozco al mundo por la forma
, de Víctor López Zumelzu


Por Carlos Henrickson



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El reconocimiento de Conozco al mundo por la forma (Arica: Aparte, 2020), de Víctor López Zumelzu (Curacaví, 1982) como mejor obra publicada en género poesía del 2021, por el Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio de Chile, no debería tomar a nadie por sorpresa. La voz de López es una de las más singulares e inconfundibles entre los poetas chilenos.

Ya al reseñar Guía para perderse en la ciudad (Santiago: Ripio Ed., 2010; Cáceres, España: Liliputienses, 2015), destacaba el modo elegíaco que dominaba absolutamente el libro, que más que ser el reflejo de una anécdota, parecía apuntar a la desaparición de la misma posibilidad de decir. Al replegarse la atención de esta poética hacia una dimensión interior, la pregunta por la existencia queda pendiente, y es el lenguaje quien asume la representación total de la realidad. Apenas se abre Conozco... nos encontramos con un texto que nos sitúa en análoga zona de interrogantes:

CONOCES AQUEL MOMENTO
en el que casi todos ya se han ido
& la cinta de correr ya no transporta nada
solo el aire vacío que da vueltas
sugiriendo una conversación
en la que todos hablan & nadie escucha
(...)

& su mente se vuelve un papel blanco
casi transparente, sin que nada, ni nadie
pueda definir ese momento
ni tampoco algo que pueda encerrar en el lenguaje
lo que no ha sido nombrado.

(p. 9)

López parece ya desde el principio intentar capturar la fugaz revelación de una virtual forma lógica pura (en el concepto de Wittgenstein, autor gravitante y citado tanto en Guía para perderse en la ciudad como en este mismo libro), una base que permita la posibilidad absoluta de existencia para todos y cada uno de los hechos de lenguaje que informan su poética. Esto, ya que el mismo autor parece tener la permanente inquietud por la desconexión profunda, lo no-comunicativo de su accionar poético, el duelo del sentido. Plantea abiertamente el contraste con actos comunicativos que acostumbran a mostrarse como “exclusivamente reales”: el intercambio económico y el sexual:

SI TAN SOLO ESTO QUE TE DIGO
fuera dinero o sexo.
(...)

Si tan solo pudiera escribir
lo que quiero decir
sin desarrollar todos los puntos en una cita
y ser siempre políticamente correcto
y decir sexo, solo decir sexo
sin decir sexo.

Es eso lo que quisiste decir
            : ¿Que la naturaleza del dinero
            es flexible al deseo?
            ¿Que para que esto ocurra
            alguno de los dos tenía que pagar?

(pp. 16-18)

La sombra de anécdota que sugiere la segunda persona no es una excepción ni casualidad. Una gran parte de los poemas del libro podrían ser considerados poemas de amor, si entendemos por ello textos que se escriben al ser amado. No obstante, parece evidente que el concepto amor, tal como el concepto muerte, también está apuntando a relaciones de sentido en el seno del lenguaje. De aquí viene el sentimiento del amor como totalidad que parece sugerirnos, en una modulación formal y de disposición de imágenes que recuerda indudablemente al surrealismo:

UNO NO PUEDE COMER
su propio corazón

pero si puede comer
el corazón de una pared

no el corazón de un puente
pero si el corazón del agua bajo el puente
(...)

Uno no puede comer
su propio corazón
ni tampoco el corazón
de una piedra que imita
otro corazón de piedra

ni el fuego volcánico escondido
dentro de la piedra
ni la leche caliente
que sale del pecho

sino el corazón del aire
que es como leche
que sale del pecho
a tu boca pequeña
tu boca mi corazón.

(p. 14-15)

La cadena de correspondencias que se establecen -de manera excepcional- en este texto acaba confirmándose como la unidad posible del mundo, culminando en el gesto de amamantar que señala la aparición de la segunda persona. Esta unidad posible del mundo, lograda en un ámbito relacionado a una intimidad sublime, resulta el contraste esencial a los textos más decidores y centrales del libro: unos en que el gesto bárbaro de evitar la articulación de las imágenes, y la construcción del texto a través de la deriva de estas, nos presentan un mundo en que esta unidad se hace imposible desde una mirada de afuera (científica, reflexiva). Un texto central con respecto a esto se da en la página 23:

UN NUEVO TEMA PARA DEBATIR HOY
la historia de las lágrimas
el nazismo. Los bombardeos
en Teherán. La soga en el cuello
de Sadam Hussein.
& de nuevo las lágrimas
ponerse los guantes
cavar profundo.
(...)

Imágenes satelitales de un edificio sin terminar
de un complejo hospitalario.
& de nuevo las lágrimas
de una bacteria que se multiplica
bajo la luz fría del microscopio
los restos viscosos de un cordón umbilical
que no alcanzaban a ser un cuerpo.

Estos restos viscosos de un cordón umbilical resultan constituir imagen de la desarmonía inevitable en la mirada externa sobre el mundo. La posibilidad orgánica que le daría una vida autónoma y durable a este aspecto ya no existe: todo terminará siendo un resto más o menos inerte y transitorio en una memoria que funciona solo mecánicamente, como índice de una ausencia, de una desaparición.

SANTIAGO DEJARÁ DE EXISTIR
todo lo que compras dejará de existir.
(...)

Pero la historia ignora los colores de la calle.

Como un ciervo embalsamado
con los ojos en blanco mirando el cielo.

La profundidad de la vida
abre su boca como un pesquero japonés
de arrastre, como un agujero negro
lo engulle todo.

Si miras la pantalla trizada de tu celular
solo verás la fotografía de lo que alguna vez
fue una familia.

(p. 29)

El oficio poético terminará siendo naturalmente puro ejercicio de estilo, y su conexión con el mundo solo se dará en forma lógica, al interior de la conciencia del autor: un espacio de seguridad para el despliegue de la imagen. Así, el rol de la escritura artística ante los imperativos morales quedará tan anulado y vacío como el de cualquier otro lenguaje (un lenguaje que acaba siendo análogo a una piedra en vez de a una materia fluida): condenado a su propio gesto, a una finalidad que acaba en sí mismo (sea en el sentido estético o burocrático), caracterizado y como corroído por la ausencia y la presencia de la muerte:
 

Este idioma de alfombras persas & tapices
& certificados de matrimonio
& notificaciones de embargo
guardó silencio cuando sus propios soldados
destruyeron casas, aldeas
& las personas que dormían en la calle pedían ayuda
& la chica embarazada de cinco meses que no podía
ni quería seguir esperando
finalmente, también murió
sin saber que este idioma no escucha
ningún sonido humano.

Esta piedra con la que hablo no sirve de refugio
ni de morada, ni de plato de comida a ningún extranjero.

Solo lilas, hermosas lilas sin rostro.
Tumbas infinitas cavándose.

Sonidos oscuros que alguna vez enviaron cuervos
a través de la nieve.

(p. 28)

La consistencia de la poética de López le permite, en Conozco... desarrollar múltiples posibilidades de construcción de imágenes y de núcleos temáticos. Abiertos reconocimientos a escrituras como las de Anne Carson o Joseph Brodsky, coexisten con la melancolía de la falta de entendimiento amoroso y las crisis políticas de los últimos años en nuestro continente. El lograr la capacidad de entre-decir, sabiendo dejar pasar lo que para la conciencia del autor representa una prioridad en medio de una permanente construcción en deriva, el depositar la suma suficiente de esperanza en la posibilidad de un sentido como para que siga haciéndose presente, en forma de ineludible resistencia, el inevitable divorcio entre mundo y escritura: este juego en los bordes de la retórica revela en Víctor López una voz cada vez más decididamente madura dentro de la nueva poesía latinoamericana.  

 



 



 

 

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Peripecias de lo entre-dicho: "Conozco al mundo por la forma", de Víctor López Zumelzu.
Editorial Aparte, 2020, 70 páginas.
Por Carlos Henrickson