
Una cantina en el camposanto
«El codo del dibujante», de Cristián Leontic. Cuarto Propio, 2013, 179 páginas
Por Juan Manuel Vial
Publicado en La Tercera,
21 junio 2014
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La inusual cantidad de poemas sustanciosos que contiene El codo del dibujante permite afirmar que el autor, Cristián Leontic, no sólo alcanzó en éste, su segundo poemario, la madurez literaria plena, sino que también se consolida como una voz espléndida dentro de su generación (gente que bordea los 40 años).
El libro es notable por varias razones, y una de ellas, tal vez la más evidente, es que a medida que uno avanza en la lectura, el hablante, cuyo discurso plantea serias dudas ante lo que el vulgo entiende por tener éxito en la vida, demuestra ser un tipo inteligente, arrojado, mordaz y ético (artísticamente hablando). Hay metáforas e imágenes que se repiten en uno u otro poema: "con un pétalo o un bazooka no se limpia una alcantarilla"; "vaciar el cráneo y usar los ojos"; "como un reloj en un vertedero o como un ciego que fuma"; "un caracol arrastrándose en una hoja de zarza"; "las marionetas que bailan al ritmo de las estatuas"; "las sandías se ríen de todo en el verano".

Cristián Leontic
El recurso de la repetición resulta sumamente efectivo, pues, además de señalar la importancia que el autor le concede a la voz única, le otorga ecos y trascendencia a ciertas ideas recurrentes, como el desprecio por la complacencia pecuniaria, la falsedad de la religión borreguil, el desenmascaramiento de los poetas de salón o la oscura y miserable posibilidad de una vida sin lecturas. En cuanto a esto último, Leontic no es vago a la hora de mencionar a los autores que admira (entre otros, Robert Walser, Virgilio, Baudelaire, Wallace Stevens, James Joyce, Terencio, Tu Fu, Li Po). Y varias veces uno puede percibir evocaciones potentes de grandes poetas del pasado (las imprecaciones de Catulo, las frases proverbiales de William Blake, las imágenes paisajísticas de Li Po).
Leontic sabe muy bien que su arte, para triunfar, ha de estar compuesto de estratos: "Detrás de un poema / hay otro poema / esperando ser bordado / por la aguja del ruido y el silencio: un bisturí". Al principio del libro, el hablante se define de este modo: "Nací hábil, burdo, confiado y temeroso. / Y lleno de luz. / Por eso veo el hacha desde el principio". Y, claro, el hombre no engaña, puesto que una cualidad persistente en este poemario es la perspicacia con que el articulador repara en sí mismo y en el mundo que lo rodea.
Respecto a su persona, nos dice "Y yo tampoco río, / porque si hablamos en serio, / nadie con cinco sentidos / se ríe por dentro / colgado de un gancho en un hueco oscuro". Y con una dosis de cinismo apropiada, le aconseja al que está descontento con el sistema imperante que "no le busque el pelo al huevo": "Mejor enchúfese: sea una estrella fugaz que funciona / como un agujero negro en el manto oscuro del libre mercado". Varios poemas están escritos en prosa, pero en ellos también, gracias a la puntuación certera, funciona el ritmo del verso.
Finalmente, es necesario destacar algo que ya puede estar sugerido: en La súplica, Leontic consigna versos de inspiración parriana y celestial que dejan ver otro de los atributos de este libro ejemplar, el humor. "Padre nuestro que no estás en los cielos / te pido una cantina en el camposanto / para soportar la eternidad / con un sector pequeño / para fumadores / unos cuantos libros / de esos que soportan varias lecturas / y una virgen preciosa que me mime y me cuide". Valga entonces un amén cerrado para celebrar El codo del dibujante.


