Francisco Coloane
 
 



El último grumete de la Baquedano
(texto escogido)

2

Primera noche


-¡Permiso, mi capitán! ¡Durante la noche hemos encontrado, escondido, a este niño en un pañol de proa; el resto de la corbeta, sin novedad! -exclamó el guardiamarina, cuadrándose ante el oficial del detalle o segundo comandante.
..... El segundo, un capitán de corbeta de más o menos cuarenta años de edad, vigoroso, alto, frunció el ceño; disgustado por este hallazgo extraño, que venía a desacreditar la vigilancia que debe existir en todo buque de guerra, preguntó con tono fuerte:
..... -¿Quién eres tú?
..... -Soy Alejandro Sila Cáceres, tengo 15 años de edad. alumno del Liceo de Talcahuano -contestó el niño con la cabeza alta, voz clara, firme y respetuosa.
..... -¿Por qué has venido?
..... -Deseaba ser marinero, mi madre está anciana, es lavandera, y pronto ya no podrá trabajar. Hizo lo que pudo para que ingresara a la Escuela de Grumetes, pero no lo conseguimos. Supe que la "Baquedano" hacía su ultimo viaje, no pude contenerme y me decidí a partir escondido; dejé todo arreglado, señor: una carta a mi madre y otra a mis profesores, pidiéndoles perdón.
..... -¿Cómo entraste? -inquirió el capitán de corbeta, un poco más apaciguado.
..... -Un muchachito del puerto, uno de esos que llaman los marinos "pistoleros" y que viven de lo que los barcos les regalan, metrajo en su chalana, y aprovechando una ocasión trepé por la cadena, subí a la proa y me escondí donde acaban de encontrarme. Sé que no me echarán al agua; cumpliré con el castigo que me impongan, señor, pero déjeme a bordo; quiero ser marinero de la "Baquedano", serviré en algo, barriendo, baldeando, limpiando papas o en lo que me quieran enseñar.
..... El capitán lo quedó mirando un rato y luego se dirigió a la popa y descendió al interior del buque.
..... El niño, rodeado de la ronda, respiró con placer el viento salobre que venía del mar, miró las olas que aparecían y desaparecían como lomo de negras y grandes bestias en la noche, y sus ojos se agrandaron de asombro al contemplar el espectáculo impresionante del velamen del buque hinchado por el fuerte viento del noroeste, escorado peligrosamente por el lado de babor y corriendo a doce millas por hora en la inmesidad del mar y de la noche.
..... Un ordenanza llegó a interrumpir el silencio de la ronda y su prisionero.
..... -Mi comandante Calderón desea ver al niño -dijo el grumete.
..... Siguieron al guardiamarina que comandaba el grupo y descendieron por una elegante escalera de bronce a la cámara del primer comandante del buque, que quedaba bajo la toldilla.
..... El comandante Calderón era un capitán de navío, alto, gordo, moreno, con ese aspecto bonachón de los viejos marinos que han recorrido muchos mares, visto muchas cosas y mandado muchos buques.
..... El segundo comandante ya lo había informado del hallazgo.
..... El niño se sorprendió un poco de la elegancia de la cámara, tapizada de alfombra, con una mesa de fina madera y cubierta de una carpeta de felpa roja, grandes sillones y lámparas potentes.
..... El comadante hizo retirar la ronda y se quedó solo con el segundo y el niño.
..... Con aire severo, pero bondadoso, le pidió que le hablara con confianza.
..... El niño, después de la dureza del oficial de ronda y del segundo, encontró al comandante tan bueno como al mejor de los profesores, y empezó a contarle su vida, la de su madre, viuda de un marinero del transporte "Angamos", el viaje sin regreso de su hermano a Magallanes y, por fin, su decisión de hacerse marinero e ir en busca de su hermano Manuel.
..... El comandante lo escuchó con atención. Luego, dirigiéndose al segundo, expresó:
..... -Que se ponga un radio a la Dirección General de la Armada, dando cuenta del hecho y pidiendo instrucciones. Podríamos recalar en Corral o en Puerto Montt, para entregarlo a las autoridades; pero me parece difícil: la Orden de Viaje dispone que debemos seguir directo a Punta Arenas por mar afuera y a vela hasta el Golfo de Penas y a máquina por los canales, entrando por el Messier.
..... -Viene a ocasionarnos un poco de molestias, amigo; desde luego, el arresto de la guardia correspondiente a la hora en que usted entró. Trate de comportarse bien y hacer lo que le digan -y dirigiéndose al segundo, el comandante terminó-: Que le den un coy(1) y comida en la guardia.
..... El viento seguía ululando en las jarcias y un sonido como de un bombo colosal interrumpía a ratos la sinfonía de la noche tempestuosa, cuando una vela de cuchilla no cazaba bien el viento y se azotaba flameando.
..... Alejandro Silva comió asado, pan y buen café caliente, en esos característicos jarros enlozados, marca "Marina de Chile", que tienen capacidad para medio litro.
..... Cuando bajó al entrepuente, por la escotilla que está situada frente al canastillo, una gigantesca flotilla como de pequeños dirigibles navegaba en el sombrío y amplio espacio del recinto: la marinería dormía en sus coy.
..... A cabezazos llegó a un espacio abierto, donde el grumete que lo acompañaba le enseñó a armar el coy, con el colchón y las dos mantas de reglamento. Intentó tres veces subir y sólo a la cuarta consiguió acomodarse en la hamaca. En ella no se sentía el balanceo del buque, permanecía siempre a plomo; esta tranquilidad y el cansancio hicieron que se quedara inmediatamente dormido.

(1) Hamaca de lona donde duermen los marineros: se amarra de los extremos en ganchos dispuestos en el cielo del entrepuente.

El último grumete de la Baquedano
Francisco Coloane
Zig-Zag. 24ª edición: Marzo de 1993

 

 

 
 

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