Adolfo Couve 
LA LECCION DE PINTURA (fragmento) 
        Capitulo 
        tercero
        .......Al tiempo que el alba calcaba su rostro 
        sobre la superficie del estero, rescatando de las sombras sus contornos, 
        Elvira y su hijo se dirigían a la droguería. Allí, el niño, en el mesón, 
        junto al pupitre de su madre, aprendía a trazar palotes y vocales, para 
        luego deletrear, a media voz, con el fin de no perturbar al señor 
        Aguiar, sus primeras lecciones.
......El 
        farmacéutico, a pesar de mostrarse concentrado en medir sustancias 
        químicas en las balanzas enclaustradas en fanales de vidrio, no dejaba 
        de escudriñar a su pequeño pupilo, llenándolo de ternura la manera tenaz 
        con que éste se aplicaba al estudio. Sin que el niño se percatara, le 
        espiaba silencioso sobre el hombro, mientars los anteojos de cristal le 
        resbalaban por la nariz. Elvira, a su lado, se hacía la desentendida, 
        ofrendando el tutelaje de su hijo a su patrón, como muestra de 
        agradecimiento, actitud que la obligaba a controlar y disimular los 
        secretos arrebatos de su corazón. Terminada alguna tarea a que lo había 
        sometido Aguiar, el pequeño se dejaba caer con dificultad del alto 
        taburete, y con el cuaderno en la mano se acercaba al farmacéutico, 
        quien deliberadamente tardaba en darse por aludido.
.......-¿Que sucede? ¿Ya has terminado? ¡Pero qué 
        rapidez! Veamos... ¡Correcto! Ahora sumarás y restarás también.
.......Augusto volvía a trepar hasta alcanzar el 
        mesón y se entregaba de nuevo a sus murmullos y a contar, una y otra 
        vez, utilizando los dedos de las manos. También los ocupaba para borrar, 
        y entonces presentaban las operaciones con un agujero, lo cual hacía que 
        el señor Aguiar le recomendara usar la goma con tal dureza fingida que 
        los ojos de Augusto se empañaban a la vez que la pluma de Elvira se 
        detenía, sin que ésta se atreviera a observar la escena. Cuando la 
        carcajada sonora del farmacéutico revelaba que sólo se trataba de una 
        simple broma, y el pupilo terminaba sobre las rodillas del viejo 
        solterón, la lapicera de Elvira volvía a deslizarse como 
        siempre.
.......Aguiar reglamentaba los 
        horarios del pequeño, permitiéndole recreos entre lecturas, copias y 
        cifras. Como de continuo debía acudir al pueblo para enviar desde la 
        estación alguna encomienda o abastecer a la farmacia de la señora 
        Leontina, solía pedir al pequeño Augusto, durante esos descansos, que lo 
        acompañara. Utilizaba para sus trajines una carretela de ruedas altas 
        que remataban en un toldo muy elegante lleno de guardamalletas y borlas 
        de colores, que se apoyaba en cuatro varas endebles. Era corriente ver 
        al niño aguardar largo tiempo a que Aguiar se desocupara de sus asuntos 
        para continuar viaje.
.......Como el 
        pequeño era rápido en resolver los problemas que el señor Aguiar le 
        planteaba, y este se impacientara porque a cada momento el chico le 
        interrumpía, comenzó Augusto, para tardar más tiempo, a dibujar al pie 
        de las cifras y de las frases. Al comienzo fueron simples puntos de 
        colores, luego figuras ornamentales, y finalmente dibujos que lo 
        absorbían de tal modo que esta vez era Aguiar quien debía 
        llamarlo.
.......En un principio el 
        farmacéutico lo regaño por "decorar" las páginas, cuando su obligación 
        era presentarlas impecables; pero con el tiempo comenzó a interesarse 
        más por los dibujos que por el resultado de las operaciones. Sobre todo 
        que, a medida que estos prosperaban, los números comenzaron a arrojar 
        resultados erróneos.
.......-¿De dónde has 
        copiado esto?- inquirió en cierta ocasión al observar el dibujo de una 
        carretela igual a la de la droguería, tirada por un caballo que mostraba 
        un escorzo complicado.
.......-¡No lo he 
        copiado: lo hice de memoria!- replicó Augusto.
.......Aguiar, sin decir palabra, dobló la hoja y 
        se la echó al bolsillo.
.......Día a día 
        se fueron acumulando estos bocetos, que el farmacéutico introducía, 
        luego de fechar, dentro de una carpeta, sin mayor alarde, para que el 
        pequeño se expresara libremente y no lo hiciera tras la búsqueda de 
        reconocimiento. Esta razón indujo a Aguiar a no mostrarle sus libros de 
        arte, cuidando de este modo que el niño no cayera bajo influencias 
        prematuras.
.......-Yo soy capaz de copiar 
        el cuadro grande- le expresó un día, señalando el retrato del 
        alquimista.
.......-Inténtalo: aquí tienes 
        una acuarela- respondió Aguiar, extrayendo del cajón de su mesa una caja 
        que guardaba para alguna ocasión especial.
.......El asunto tomó las características de un 
        duelo. Por un lado Aguiar no demostró el menor interes por revisar el 
        trabajo, y el niño, por su parte, copió sin levantarse de su puesto ni 
        una sola vez. De reojo se observaban, mezclándose en sus pechos toda 
        suerte de sentimientos encontrados. Al término del día, Aguiar hizo como 
        que ignoraba el desafío, no acercándose siquiera al mesón en donde quedó 
        la copia terminada. El pequeño Augusto, con los ojos afiebrados y la 
        emoción impidíendole comportarse naturalmente, salió tras su madre sin 
        despedirse.
.......Aguiar estaba solo. La 
        lámpara de opalina verde se balanceaba levemente, imprimiendo sobre el 
        piso un ruedo de luz que oscilaba tiñendo y destiñendo las baldosas. 
        Primero se dedicó a cerrar la sala, dejando para el final la revisión de 
        la copia que picaba su curiosidad. Antes de poner llave al estante 
        estuvo tentado de salir y dejar para el día siguiente el asunto, pero al 
        darse cuenta que se ponía a la altura de un niño, se acercó resuelto al 
        mesón y cogió la cartulina. A punto estuvo de caer desmayado. Sus ojos 
        no cesaban de ir de la acuarela al cuadro que colgaba del muro. Lo que 
        tenía entre sus manos era una pequeña obra maestra, de una perfección 
        técnica increíble. La limpia aplicación de los colores, el orden 
        inteligente de su ejecución, las soluciones, la síntesis y economía de 
        medios, eran dignas de un gran pintor.
.......-¡Dios Santo, este niño es un genio!- 
        exclamó con la boca abierta, mientras no atinaba sino a apoyarse contra 
        el muro.
.......Luego, dejando la puerta 
        abierta mientras la lámpara se cimbraba con renovada velocidad, subió a 
        duras penas a la carretela y cogiendo con fuerza la acuarela en una 
        mano, no cesó de fustigar al animal, que a punta de brincos le llevó 
        hasta el puente para luego descender por el otro costado y enfilar el 
        sendero rumbo a Morandé. Envuelta en polvo, mientras el ruido 
        ensordecedor sacaba de sus lechos a buena cantidad de curiosos, se 
        detuvo bruscamente junto a la empalizada que apenas podía sostener las 
        matas de manzanillones.
.......-¡Augusto!- 
        gritó fuerte, precipitandose contra la puerta, y atravesando el 
        vestíbulo se echó de bruces encima del niño, que asustado como su madre, 
        permanecía erguido sobre la cama.
.......-¡Augusto! -atinaba sólo a decir- ¡Augusto: 
        tú no sabes...!
.......Y fijando la vista 
        sobre la acuarela que arrugada había caído junto al lecho, creyó verla 
        girar, mezclandose sus colores hasta adquirir una velocidad 
        sorprendente, vislumbrándose allí ciudades, premios, reconocimientos, 
        viajes, museos, éxitos, honores; y ante los ojillos ávidos de Aguiar 
        volvieron a pasar las innumerables páginas de sus biografías de 
        artistas, confundiendose entre ellas la del pequeño Augusto. Tenía en 
        sus manos uno de esos talentos, pero esta vez vivo, nuevo, como si 
        alguno de esos personajes que taas veces observara en sus libros a la 
        luz de la bujía, se hubiera desprendido de aquellas hojas en 
        reconocimiento a la sostenida y entusiasta veneración que siempre brindó 
        a los que les fue dado el privilegio y la suerte de crear.
        Capitulo 
        Cuarto
        .......Los primeros años del pequeño artista 
        transcurrieron entre la droguería y su casa de Morandé, bajo la tutela 
        cada vez más estricta del farmacéutico. Durante todo ese tiempo Augusto 
        desarrolló múltiples actividades, dando preferencia, sin embargo, a sus 
        estudios escolares y ejercicios artísticos. Nególe Aguiar acudir a la 
        escuela, argumentando que el ambiente de ese establecimiento parroquial 
        no era el adecuado a un futuro gran artista. Parecía olvidar el 
        farmacéutico todas las desdichas leídas acerca de los pintores, 
        escultores y poetas, al fomentar en el hijo de Elvira una carrera que el 
        mismo se encargaba, durante sus tertulias, de denunciar como dura e 
        injusta. Desde aquella noche en que advirtió la fidelidad con que el 
        pequeño había copiado el óleo del alquimista, se ocupó no sólo de 
        instruirle, sino además de su ropa, nutrición y todos los pormenores que 
        su frágil madre jamás habría podido brindarle. No obstante, aunque su 
        dedicación era acuciosa, tuvo el buen criterio de no insistir respecto 
        de lo que más le interesaba: la orientación que debía seguir en cuanto 
        al aprendizaje de su verdadero oficio. Incluso se privó de obsequiar a 
        Augusto una caja de óleos, aduciendo que era prematuro ya que tal vez el 
        uso inadecuado de esos materiales le acarrearía vicios difíciles más 
        tarde de corregir. ¿No le había sucedido a él lo mismo respecto de su 
        violín? ¡Nada de improvisaciones ni malas influencias!
.......Esta política del tutor permitió a Augusto 
        alternar su dedicación por el dibujo y la acuarela con la práctica de la 
        amistad y el descubrimiento de la naturaleza. Por ello era frecuente que 
        durante días se ausentara de la droguería, permaneciendo en Morandé 
        allegado a alguna familia numerosa, donde se sentía hermano de otros 
        niños e hijo de un hogar normal.
.......A 
        veces Aguiar, desde la galería, veía avanzar en fila india por el 
        puente, hacia el pueblo, a una familia completa, y mezclado entre los 
        últimos retoños, a su protegido, al parecer dichoso con la expectativa 
        de visitar a algún pariente ajeno o bien comprar una golosina.
.......-En una familia de patos va un cisne- se 
        decía, moviendo significativamente la cabeza para luego ingresar en las 
        oficinas.
.......Augusto prefería trabajar 
        fuera del alcance de Aguiar, y así solía encontrársele en los modestos 
        boliches de su barrio, rodeado de campesinos, dibujando en un grasiento 
        papel de envolver que apoyaba sobre la tapa de un barril. La vieja 
        Flavia, tomando la lámpara del mostrador, la sostenía en alto, cerca del 
        pequeño, que sin interrupción iba retratando a los parroquianos que se 
        le sentaban enfrente. Todo allí se ajustaba al ritmo de su mano, que 
        libre de inhibiciones se deslizaba segura de si misma. La quietud de la 
        tarde, la intensidad que confiere a los ambientes la pobreza, tan justa 
        ordenadora y coleccionista de objetos adecuados, eran un deleite para el 
        artista, que, a pesar de su corta edad, presentía que en lugares 
        asépticos como el interior de la droguería era imposible encontrar 
        sombras sugerentes, colores profundos y composiciones caprichosas, como 
        allí junto a las papas y las frutas, que se destacaban nítidas del 
        hollín y la pátina de los muros. Cuando sus ojos, al incursionar en el 
        fondo del almacén al que la falta de luz confería una distancia 
        infinita, encontraban algún tiesto que defendía a duras penas su tono, o 
        una taza blanca, que por contraste la obscuridad realzaba,él, con una 
        vehemencia que desconcertaba a los parroquianos, intentaba con sus 
        precarios materiales atraparlos en toda su plenitud.
.......Sabía que al entregar al señor Aguiar esos 
        trabajos trasladaba de lugar una realidad, adquiriendo aquellos dibujos 
        y bocetos, captados en ambientes tan próximos a la naturaleza, una gran 
        categoría.
.......-¡La realidad! 
        ¡Siempre la realidad! ¡Nunca nada de memoria!- repetía el tutor, 
        guardando celosamente en las carpetas aquellos testimonios que sólo en 
        la pobreza se producen y que en vano se buscan en sitios más 
        refinados.
.......Cuando por las tardes 
        Aguiar se retiraba a su casa, era su costumbre acompañar el atardecer 
        desde la galería. El sol, al dorar aquellos vidrios, impedía al 
        farmacéutico ver los matorrales que corrían paralelos al estero, tras 
        los que iba el camino que llevaba hasta la pequeña casa de su protegido. 
        Al apagarse estos Aguiar se ponía de pie, y escudriñando a través de 
        esas lejanías intentaba localizar las titilantes luces del 
        barrio.
.......-Allí hay un gran talento- 
        exclamaba en voz baja, volviendo a su sillón de mimbre, abandonándose a 
        la oscuridad, en la que desaparecía.
....... Intuyendo Aguiar que las cosas tomarían 
        otro giro, ya que el niño muy pronto dejaría de serlo, pensó que a modo 
        de secreta despedida resultaría conveniente llevarlo a Santiago. Antes 
        le hizo confeccionar por la señorita Toro un abrigo escocés, al que 
        ella, por su cuenta y sin respetar la moda, le agregó una pequeña 
        esclavina del mismo género y una gorra con visera. Aguiar, habituado a 
        la indumentaria de los pintores malditos de Montmartre, quedó encantado 
        con la apariencia un tanto anacrónica de su pupilo.
.......
....... .Viajaron en tren, en un vagón 
        reservado, de los que llamaban "salon", donde en vez de butacas fijas 
        había sillones de felpa diseminados a gusto del pasajero. El programa 
        consultaba: almuerzo en el hotel Crillón, visita al Museo de Bellas 
        Artes, y asistencia por la tarde, antes de regresar, al Teatro 
        Municipal, que estrenaba la ópra Lucía de Lammermoor. Interpretaba el 
        papel protagónico una soprano extranjera.
........En cuanto llegaron, un taxi los condujo al 
        museo, ya que aún no era la hora del almuerzo. De la mano ascendieron la 
        hermosa escalinata de piedra. Afuera, el verdor del parque descalificaba 
        los paisajes pintados que los visitantes se aprontaban a admirar. Ni 
        Aguiar ni el niño estaban para reflexiones semejantes. Al ingresar, 
        primero que nada, el farmacéutico se quitó respetuosamente el sombrero 
        ante El descendimiento del escultor Virginio Arias, que al centro del 
        vestíbulo, recibía toda la iluminación proveniente de la gigantesca 
        claraboya de vidrios empavonados. Deslizando su mano por las suavidades 
        del mármol, iba reconociendo las diferentes figuras del grupo.
.......-¡Una obra maestra! ¡De una sola pieza!- 
        enfatizó.
........Y la visita continuó por 
        las salas contiguas, atrayendo la atención del farmacéutico los óleos de 
        Juan Francisco González, Eguilúz y Pablo Burchard, pintores afines a los 
        artistas europeos que él tanto admiraba y a los que podía adjudicar los 
        epítetos que destinaba a los otros. Augusto reparó en cambio en aquellos 
        de principios del siglo diecinueve, Monvoisin, Wood, Searle y Rugendas. 
        Sobre todo en una gran tela de Monvoisin que representaba el 9 de 
        Thermidor, día en que Robespierre cayó en desgracia. Se veía al líder de 
        los jacobinos desesperado en su intento de acallar a los insurgentes. Su 
        mano se apoyaba en una campanilla a la que nadie prestaba atención. Toda 
        la tela, pintada con relamida técnica, más parecía una ilustración que 
        una realización plástica.
.......-¿Te 
        gusta eso?- indagó Aguiar haciendo un gesto de desagrado, como si 
        hubiese comido algo indigesto.
.......-Mucho- dijo el niño. Le era imposible 
        apartar la vista del lienzo.
.......-¡Aquello es pintura neoclásica, literatura, 
        poquería, basura! ¡Escuela enemiga de los pintores romanticos e 
        impresionistas, artistas libres, sanos, de la luz y del 
        paisaje!
.......-¿De quién es?- repuso el 
        niño, no haciendo el menor caso a las palabras con que Aguiar 
        descalificaba la obra.
........-De 
        Monvoisin... un pintor de segundo orden, compañero de Ingres, otro 
        porfiado- replicó.
....... .Al darse 
        cuenta que al muchacho le eran indiferentes sus opiniones, se refirió a 
        la técnica del pintor decimonónico para terminar de 
        desprestigiarlo:
........-¿Quieres saber 
        como hacía sus retratos?
.........El niño 
        apartó la vista del cuadro y observó curioso a su protector.
........-Cuando retrataba, para ahorrarse tiempo y 
        trabajo, pegaba los encajes directamente a la pintura fresca y luego los 
        arrancaba, dejándolos impresos, y así conseguía engañar al cliente con 
        toda una treta artificiosa, ya que no tenía el talento de lograrlo de 
        otro modo. ¡Negociante! ¡Para ganar más dinero y "hacerse la América"! 
        En cambio... los impresionistas... con nada... dos o tres toques... ¡te 
        alejas y se arma toda la calidad de los paños!
........-Prefiero éste- se atrevió a decir Augusto, 
        mientras Aguiar, sin responderle, lo sacaba casi a tirones de la 
        sala.
.........En el hotel Crillón fueron 
        servidos por dos mozos, uno de los cuales antes de que Augusto se 
        sentara a la mesa, le quitó su complicado abrigo.
........-¿Que te parecen los gobelinos que cuelgan 
        de los muros? -inquirió Aguiar-. ¡Son auténticas piezas del siglo 
        diecisiete! 
........El niño, al dirigir 
        la mirada hacia las telas, sobre el sutil diseño de las figuras recordó 
        la violenta escena de los jacobinos.
........-¿Quién era Robespierre?
........-¡Otra vez! Un tirano, un dictador, 
        personaje relevante de la revolución francesa.
........-¿Por qué usaba los anteojos en la 
        frente?
.........Al tiempo que Aguiar se 
        disponía a hablar de Robespierre, el mozo trajo una bandeja con un guiso 
        frío incrustado en una jalea de color gris.
........-¡Cómetelo, no le hagas asco, esto es lo 
        más fino que hay!- recomendó Aguiar, engullendo jalea, pan con 
        mantequilla y vino de tres estrellas.
........Con desgano Augusto fue pasando de un plato 
        a otro, hasta recuperar el entusiasmo frente a una copa de helados y 
        crema, que sobresalía varios centímetros del borde de cristal.
........Terminado el almuerzo, Aguiar explicó a 
        Augusto que la servilleta no se dejaba como se la había encontrado, sino 
        que lo correcto era arrojarla lo más arrugada posible sobre la 
        mesa.
........Luego de dar una suculenta 
        propina y esperar a que el garzón le pusiera a Augusto el abrigo y el 
        quepis, abandonaron el comedor.
........Al 
        salir, por un descuido, Aguiar entró primero en la puerta rotatoria, 
        obligando al niño a hacerlo en el siguiente compartimiento. Confundido 
        con aquel sistema que desconocía, afirmó la mano en el borde, el que se 
        la apretó contra el marco haciéndolo dar un grito que horripiló a las 
        gentes de las mesas y detuvo a los transeúntes que circulaban por la 
        acera. Aguiar, fuera de sí, tomó al pequeño en brazos y sin escuchar 
        cosejos se encerró con él en el interior de un taxi.
.........Era la mano derecha, la de los pinceles, 
        pensaba horrorizado el farmacéutico, mientras pedía con desesperación 
        que los condujeran a la posta.
.........Vendado, con el brazo en cabestrillo, en 
        el mismo vagón del tren en que habían llegado, volvieron a Llay-Llay. 
        Aunque la lesión no era grave, como asegurara el médico de turno, Aguiar 
        renunció a la ópera.
........En la 
        oscuridad de la sala, mientras la concurrencia emocionada se deleitaba 
        con el conocido sexteto del tercer acto, dos sillas de palco 
        permanecieron desocupadas, convirtiéndose en la codicia de los jóvenes 
        que repletaban la galería.
........Al 
        cumplir trece años Augusto había alcanzado, a pesar de la fragilidad de 
        su contextura, un cierto porte, y la actitud resuelta y efusiva de sus 
        ademanes, en otro joven con menos espíritu habría denunciado cierta 
        flaqueza. Un bigote incipiente y una pelusa en las mejillas 
        intensificaban apenas el color oscuro de su piel, como si una leve 
        sombra le hubiera alcanzado el rostro. Todo el interés estaba centrado 
        en sus grandes ojos redondos y precisos, causantes de que el resto de 
        sus facciones se olvidara. Aunque el triágulo invertido que va de los 
        hombros a la cintura no era aún muy acusado, ya comenzaba a 
        transformarse aquel cuerpo en el de un hombre. Las piernas, sobre todo, 
        habían adquirido cierta curvatura que le daba a su estampa una sutil 
        arrogancia.
........Más consciente de sí 
        mismo, se había vuelto extremadamente solícito hacia su madre, 
        relevándola de su agobiadora labor cada vez que podía. Con entusiasmo 
        tomaba su puesto, rogándole que regresara a casa mientras él efectuaba 
        la contabilidad de la pequeña industria.
........Aguiar era víctima de secretos 
        remordimientos, pues sabía que había llegado la hora de enviar al 
        muchacho a una escuela que se hiciera cargo de su formación. Pero el 
        temor a perderlo le obligaba a postergar esa decisión, arguyendo motivos 
        que no guardaban relación con las expectativas a que tenía derecho su 
        pupilo.
........Durante el verano el joven 
        comprendió, aunque su delicadeza jamás le hubiera permitido darse por 
        aludido, que su persona era la preocupación central del farmacéutico. 
        Incluso, durante las tertulias, pretendía éste no exaltar la memoria de 
        aquellos pintores célebres que antes no cesara de alabar y comparar con 
        Augusto.
........Pensaba con cierto alivio 
        que al menos durante esos meses las escuelas estaban de vacaciones y 
        forzosamente debía aplazar la solución para el comienzo del 
        otoño.
........Sin otra intención que 
        alegrar a su protector, Augusto le propuso pintar su retrato. Conmovido, 
        el señor Aguiar posó en la galería de la casa, y para su sorpresa vio 
        que el joven utilizaba, en vez de óleos, que le estaban vedados, betún 
        de zapatos para la carnación, y pasta de dientes, con la que reemplazaba 
        el blanco de zinc, para lograr la barba cana de su modelo.
.......-¡Esto no es posible! ¡Pasta de zapatos y 
        dentífrico! Hoy mismo telefonearé a Viña del Mar. Allí conozco a una 
        pintora de renombre que da clases a alumnos escogidos durante los meses 
        de verano.
.......Y sin agregar más, 
        considerando que el echo sobrepasaba toda aprensión, se dirigió al 
        teléfono que pendía del muro, dio vueltas a la manivela hasta hacerlo 
        sonar con estridencia y pidió comunicarse con la señorita Lucrecia 
        Cortés, a quien, en medio de gritos e interrupciones de la telefonista, 
        logró recomendarle a Augusto, matriculándolo en el curso que dentro de 
        pocos días se iniciaba.
......Luego de 
        colgar volvió a marcar, para dirigirse esta vez a sus primos De Morais, 
        que como él eran de origen portugués. Se trataba de dos hermanos 
        solterones, Adelaida y Arnaldo De Morais, bastante menor él que ella, la 
        que parecía su madre. Alternadamente encargó a ambos a su pupilo 
        dándoles toda clase de explicaciones, algunas incluso algo incómodas 
        para el niño, como datos sobre su origen o la historia de su 
        madre.
......Cuando terminaron de hablar, 
        se volvió consternado, y dando unos pasos inseguros abrazó al muchacho 
        como si ya se encontraran en la estación de ferrocarril.
......Al día siguiente, por primera vez en muchos 
        años, la comitiva que siempre patía desde el pueblo a la droguería tomó 
        el rumbo contrario. Todos los amigos de Aguiar se sintieron en la 
        obligación de despedir al muchacho, y para demostrar su adhesión al 
        farmacéutico, quisieron acompañar al viajero haciéndolo desde el 
        puente.
......El Ford de Bechard, la 
        bicicleta del practicante y el fiacre de la señora Leontina iban a 
        respetuosa distancia de la carretela de Aguiar, quien sentado al 
        pescante conducía con desgano. Junto a su hijo se hallaba Elvira, y en 
        el asiento de enfrente, a punto de caer, una valija y una 
        cesta.
......En el andén toda esa gente 
        rodeó al futuro pintor.
......Cuando el 
        tren dejaba la plataforma, Aguiar, fuera de sí, salió del grupo, y 
        corriendo con dificultad junto a la ventanilla del niño, intentó 
        acompañarlo, echando al vuelo su corazón, ya que su físico, cada vez más 
        disminuido, se convertía rápidamente en una mancha 
        insignificante.
        
fragmento 
        de la novela "La Lección de Pintura" de Adolfo Couve