... Adolfo Couve (57) es 
        un caso único en la literatura chilena. Posee el raro privilegio de ser 
        un novelista cuya obra es factor de consenso entre los críticos: todos 
        la han aplaudido, desde Alone hasta Ignacio Valente. Su narrativa, por 
        otro lado, está lejos -más bien a años luz- de lo que hacen sus 
        compañeros de generación, como Antonio Skármeta. En sus libros, Couve 
        crea mundos muy personales, con un lenguaje preciso y elaborado hasta la 
        obsesión, llegando a corregir sus manuscritos veinte veces en busca de 
        la sintaxis perfecta.
... Además de 
        escritor, es pintor y no uno del montón, sino un artista destacado, al 
        punto que muchos lamentan que el lápiz le haya quitado tiempo al pincel. 
        Todo esto -sin mencionar que desde hace años vive en Cartagena en una 
        especie de exilio voluntario- le ha reportado a Couve la fama de ser uno 
        de los escritores más originales y desconcertantes del país.
... Descendiente de bretones que huyeron a Francia 
        -donde algunos miembros de la estirpe perderían su cabeza en la 
        guillotina-, Adolfo Couve publicó en 1965, Alamiro, su primer 
        libro. Pasarían cinco años hasta que viera la luz el segundo (En los 
        desórdenes de junio) y otros cuatro para el tercero (El 
        Picadero), no sin antes extraviar una colección de relatos en Buenos 
        Aires, todavía inédita. Esta especie de escritura a gotas, llevó al 
        crítico Camilo Marks a definirlo como un autor "irritante y excitante... 
        Irritante porque ha escrito poco y todas sus obras son breves. Y 
        excitante porque todo lo que escribe es bien hecho, a veces demasiado 
        bien hecho".
... La publicación de su 
        último libro, Cuando pienso en mi falta de cabeza -que será 
        lanzado por Seix Barral próximamente- no estuvo ajena a problemas y 
        detalles tan excéntricos como su título. Luego de escribir La comedia 
        del arte (Planeta, 1995) -sobre la cual Valente dijo que "posee en 
        abundancia lo que falta hoy a la narrativa chilena: espíritu"-, Couve se 
        obsesionó con sus personajes, en especial el protagonista, un pintor de 
        apellido Camondo, que en el libro es derrotado sentimental y 
        artísticamente por un fotógrafo.
... 
        Poseído por la idea de darle otro final a la novela, pasó largas noches 
        en el palacete de Cartagena donde vive desde hace doce años, 
        reescribiendo y quemando manuscritos, con la única compañía de su loro, 
        Valentino. Después de dos años de escritura, el resultado fue: 40 
        páginas. "Con el tiempo y la experiencia, uno adquiere poder de 
        síntesis", explica Couve. No pensaron igual en Editorial Planeta, que 
        consideró demasiado breve el manuscrito como para publicarlo. Tampoco 
        estuvieron de acuerdo en lanzar una edición de La comedia del 
        arte con otro final, por tratarse de un libro que estaba logrando 
        muy buena crítica. Entonces, el novelista se vio obligado a añadir al 
        texto unas "notas" para reunir el número de páginas exigidas y así 
        publicarlo como una novela independiente. "Por todo esto, mi próximo 
        libro es una gran victoria", concluye el escritor.
        - Usted ha tenido una excelente crítica, pero no ha sido un 
        éxito de ventas, ¿le gustaría que lo leyeran más? 
-Más que eso, 
        me gustaría que me leyeran bien.
        - Su próximo libro, Cuando pienso en mi falta de cabeza fue 
        escrito originalmente como un nuevo final para La Comedia del arte. ¿Por 
        qué ahora será publicado como una novela distinta?
- La historia 
        es más o menos así: en Argentina, Editorial Planeta decidió publicar el 
        año pasado La comedia del arte. Ahora, como yo estaba escribiendo 
        la continuación de la historia del pintor Camondo, que es el personaje 
        principal de esa novela, los editores estimaron conveniente lanzar 
        simultáneamente las dos partes del libro. Pero resulta que justo 
        apareció una crítica muy importante de Ignacio Valente. En ella, Valente 
        afirma que La Comedia... es una novela notable. Además, el 
        crítico agrega que, muchas veces, el resultado de un libro es mejor que 
        lo que el propio autor pensó.
        - ¿Y qué sucedió entonces?
- Bueno, en la editorial 
        pensaron que publicar un nuevo final para la novela desvirtuaría la obra 
        original. Por eso es que, próximamente, aparecerá como un libro aparte 
        en la colección Biblioteca Breve de Seix Barral.
        - Sin embargo, también tuvo problemas para que aceptaran este 
        texto suyo como un libro independiente ¿no es así?.
- Sí, fue por 
        la extensión. Cuando pienso en... consta de dos capítulos que en 
        total suman unas 60 páginas. Fui a la editorial y me dijeron que no 
        podían publicar una novela tan corta, ¡pero la novela era eso! 
        Finalmente, decidí agregar una tercera sección de "notas". En ella se 
        explica el destino de cada personaje, desde Marieta, la modelo, hasta el 
        fotógrafo. Se trata de los otros dos arquetipos que junto al pintor 
        Camondo conforman el triángulo de La Comedia... En total, el nuevo texto 
        tiene ahora la misma extensión que el anterior.
        - ¿No pensó en cambiar de editorial?. 
- Soy un 
        escritor fiel. No me gusta eso de especular con las publicaciones y 
        cambiar de editorial, aunque esa actitud está de moda. Yo no sirvo para 
        eso.
        - Pero reconoce que acepta las condiciones que pone el mercado 
        editorial ¿o no?.
- Mira, lo que pasa es que en Chile no hay 
        editoriales para una literatura de vanguardia donde, por ejemplo, vayas 
        con tu manuscrito de pocas páginas y te publiquen. Lo que ahora vende en 
        materia literaria es la novela y mientras más páginas mejor... y 
        mientras más parecida la portada a una caja de chocolates, mejor 
        todavía... Bueno, ahora si la tapa tiene formas en relieve es 
        fantástico, ¡éxito total!
        - En ese contexto se da justamente la llamada Nueva Narrativa 
        Chilena ¿qué opina?.
- Creo que no existe una nueva narrativa 
        chilena. En algún tiempo existió la novela realista; en otro la novela 
        de costumbres. Pero ahora lo que hay son sólo ciertas condiciones para 
        un tipo de literatura. Observa lo que pasa con la poesía en Chile. Con 
        los criterios actuales sería imposible publicar Residencia en la 
        tierra, de Neruda. Tampoco sería fácil editar a Rimbaud ¡Porque su 
        obra tiene pocas páginas! Claro, se supone que a la gente le gustan las 
        novelas. Y las novelas con hartas páginas.
        - ¿Y no es así?.
- No. Creo que eso es un prejuicio. 
        Las editoriales no se han dado cuenta de que los lectores lo que quieren 
        ahora es espiritualidad, quieren volver a los arquetipos. Eso es lo que 
        la gente necesita en medio de tanto materialismo y consumismo. Los 
        jóvenes están leyendo poesía, están leyendo a Verlaine, a Baudelaire. Un 
        autor de moda es Dante y otra vez están descubriendo a El Quijote, 
        Fausto, Don Juan. Muchos no se han dado cuenta de este fenómeno. Es un 
        error de quienes publican pensar que todo el mundo quiere leer lo 
        mismo.
- ¿Qué otro error, a su juicio, se estaría 
        cometiendo?.
- Pensar que el escritor, además de escribir, está 
        obligado a vender sus libros. En eso se ha traducido todo el marketing: 
        el autor tiene que estar preocupado de cuántas personas tienen su obra 
        en el velador. Lo correcto es que el escritor se preocupe de escribir 
        bien y punto. Con todo esto de la publicidad algunos autores terminan 
        con un número mayor de entrevistas que de obras, y en lugar de ser un 
        escritor se transforma en un actor obligado a representar un mismo papel 
        en mesas redondas, en lanzamientos y en la televisión.
        - Debe ser complicado para usted conjugar las exigencias de 
        marketing de la literatura con su autoexilio en Cartagena ¿qué piensa de 
        esta situación?.
- Aunque parezca increíble yo estoy más 
        conectado con el mundo ahora, desde Cartagena, que lo que estaba antes 
        cuando vivía en Santiago. Desde aquí hablo por teléfono con Buenos 
        Aires, con París y con otros países de ultramar. Cuando yo vine a 
        Cartagena me fui de Chile.
        - De todos modos, cada cierto tiempo debe volver a Santiago; 
        para participar en la Feria del Libro, por ejemplo. ¿Qué le pareció la 
        última versión?.
- La verdad es que a mí me gustaba más la 
        Estación Mapocho con trenes.
        - En dicho evento sus opiniones causaron gran revuelo 
        ¿recuerda?.
- En esa oportunidad, lo que expresé es que cuando la 
        literatura no está basada en el lenguaje y sólo se interesa en el tema, 
        se corre el peligro de que se transforme en un guión. Ese es el caso de 
        Lo que el viento se llevó, que es una excelente película, pero 
        una novela mediocre.
- Tiempo atrás reconoció que le gustaría 
        tener la misma suerte que Isabel Allende. Que sus libros tuvieran 
        ediciones de noventa mil ejemplares ¿es así?.
- Eso lo dije hace 
        muchos años. Ahora no me gustaría para nada.
- ¿Por 
        qué?.
- Prefiero una fama discreta. Uno es muy ambicioso cuando 
        joven. Con el tiempo me he dado cuenta de que no quiero ganar. 
        
         
         
        en Revista Que Pasa, febrero de 
        1998