EXPOSICIÓN. ADOLFO COUVE:
La 
          reivindicación de la pintura
          

CLAUDIA 
          CAMPAÑA
Escuela de Arte. P. Universidad Católica 
          
          
Adolfo Couve 
          (1940-1998) pintó por veintiocho años, aunque no lo hizo en forma 
          consecutiva. Su obra pictórica puede dividirse en dos etapas 
          cronológicas: desde 1960 a principios de 1973, y desde 1984 a enero de 
          1998. Cada uno de estos períodos comprende catorce años, entre los 
          cuales hay un intervalo de una década pues, entre 1973 y 1983, dejó de 
          pintar para abocarse por completo a la escritura.
..... En un análisis comparativo de ambas etapas, 
          no se aprecian sustanciales diferencias en lo relativo a técnicas 
          empleadas. En tal aspecto, la experimentación es mínima. Couve 
          privilegió la pintura al óleo y sus soportes fueron telas o cartones 
          de pequeño y mediano formato que se concretaban, por lo general, con 
          poco pigmento. A medida que transcurren los años, la materia y el 
          gesto se hacen incluso más exiguos; tanto así que, la mayoría de las 
          veces, los empastes se suprimen por completo para ceder a las aguadas 
          la totalidad de la superficie. Construía entonces las áreas de luz con 
          un paño por medio del cual retiraba el óleo y dejaba al descubierto el 
          blanco de la tela. Dicha técnica le sirvió para materializar con 
          extrema rapidez su primera mirada, consiguiendo en algunos casos aunar 
          extraordinariamente bien la espontaneidad del gesto pictórico y la 
          precisión propia del dibujo. En uno de los párrafos de su novela 
          "La lección de pintura" (1979), explica que una obra bien 
          lograda es aquélla en que se aprecia una limpia aplicación de los 
          colores, el orden inteligente de su ejecución, las soluciones, la 
          síntesis y la economía de medios. Aplicando su propia definición, es 
          factible afirmar que varios de sus óleos son, técnicamente, 
          impecables. Al observar las telas queda la impresión de que el pintor 
          se propuso presentar, precisamente, una 'lección' de buen oficio. A lo 
          largo de su obra, Couve se encargó ciertamente de reivindicar la 
          manualidad de la pintura y de recuperar la especificidad de sus 
          lenguajes.
..... Entre un período y otro 
          tampoco se visualizan drásticos cambios en lo que a propuestas 
          temáticas se refiere. Salvo contadas excepciones, la anécdota en sus 
          cuadros es mínima. Sus referentes fueron siempre similares, por lo que 
          es frecuente encontrar series sobre un mismo motivo. Osciló entre la 
          representación de modestos objetos inanimados, paisajes (fragmentos 
          andinos y de la costa del Litoral Central) y retratos de su núcleo más 
          cercano, y sólo a partir de la década de los ochenta se interesó por 
          realizar unos cuantos autoretratos.
          Legado de 
          maestros
          ..... 
          En todas sus telas se puede reconocer, con mayor o menor 
          nitidez, el legado de los maestros a partir de los cuales construyó su 
          propia obra. Si en literatura admiraba a los escritores franceses 
          decimonónicos de la escuela realista tales como Flaubert, Stendhal y 
          Balzac, y a los poetas norteamericanos del siglo XX Pound y Eliot, 
          creía que en América Latina estábamos mejor representados por Borges 
          que por García Márquez. En pintura reconocía a Velázquez, por su 
          pupila veloz y certera que captaba en un instante la esencia de lo que 
          lo rodeaba sin sacrificar por ello el oficio; a Rembrandt por la 
          realización impecable del claroscuro y a Cézanne por su concienzudo 
          análisis de la naturaleza. En tanto, se sentía afín a dos maestros 
          nacionales - Juan Francisco González y Pablo Burchard. Cuando en una 
          entrevista (Caras, 1995) se le preguntó "¿Cómo reconoce usted a un 
          artista?", tajante respondió: "Cuando siento que él soy yo... Y yo soy 
          un artista porque reconozco a mis parientes y a los que no lo son. 
          Dalí no es pariente mío... Suscribo en cambio a Juan Francisco 
          González, que es uno de los escasos pintores con grandes facilidades y 
          cuyas facilidades trabajan a favor de su talento... Me gusta porque 
          además se fue a sentar a un potrero sin límites en Melipilla, y se 
          quedó ahí frente a la cordillera enorme. O sea: la absoluta 
          imposibilidad de llegar al Louvre a pesar que tenía más talento que 
          los impresionistas franceses". En esta última frase, obviamente, 
          insinúa que González hizo una opción de vida similar a la suya; 
          González frente a la cordillera en Melipilla, Couve frente al mar en 
          Cartagena.
          Pintor de la mancha
          ..... En la tercera y última 
          etapa de la exposición Chile 100 años artes visuales, que se llevó a 
          cabo el año 2000 en el Museo Nacional de Bellas Artes de Santiago, se 
          incluyeron dos de sus pinturas - Naturaleza muerta con tintero rojo 
          (1984) y Palmeras (1987)- . Justo Pastor Mellado, curador de la 
          muestra, decidió exhibir ambas en la sección que denominó "Historias 
          de manchas". En una misma sala reunió las propuestas de Couve, Balmes, 
          Benmayor, Maturana (Bororo) y Natalia Babarovic, con lo cual el 
          primero compartió espacio junto a uno de sus maestros y a tres de sus 
          ex alumnos. Correctamente se lo reconocía como parte de una tradición 
          pictórica gestada y desarrollada al interior de la Escuela de Bellas 
          Artes de la Universidad de Chile. Ejerciendo la autocrítica, el propio 
          Couve comentaba que "le faltaba dibujo", afirmación que es discutible 
          - aunque, ciertamente, su proceso creativo jamás se inicia (o 
          sustenta) por medio de la construcción de un andamiaje lineal y su 
          producción gráfica es, sin duda, limitada. Decía que él, un pintor de 
          la mancha espontánea, no era capaz de armar la forma y que, en cambio, 
          podía armar un párrafo. Sobre el tema había escrito Mellado en 1985 
          (sobre Couve): "Indefectiblemente, desde Juan Francisco González hasta 
          Díaz, pasando por Burchard, Balmes, Couve y Dittborn, lo que siempre 
          ha estado en el horizonte ha sido la retórica de la mancha. ¡Y con qué 
          furia! Balmes; (in)formándola como signo historizante; Couve, 
          depositándola en (d)efecto de pupila..." Ahondando en el tema, el año 
          de la exposición en cuestión explicó a Artes y Letras: "Couve pretende 
          ser más burchardiano que Burchard, y su gesto es significativo porque 
          en un momento en que todos confiaban en el progreso irreductible de 
          las formas, el militante se queda atrás. Organiza su regresión y ese 
          acto regresivo lo hace contemporáneo". Ciertamente, Couve fue un 
          pintor que, inquieto ante el futuro, miró al pasado, pero no 
          necesariamente para imitarlo sino para reciclarlo a su 
          manera.
..... Si en las dos fases del 
          trabajo de Couve (1960-73/1984-98) no se distinguen grandes cambios 
          técnicos o temáticos; si el gesto pictórico es aparentemente similar; 
          si se puede identificar de una década a otra la huella de la deuda que 
          Couve mantiene con González, Burchard (y, a ratos, con Balmes), cabe 
          preguntarse si existe, más allá de las obvias distancias temporales, 
          algo que permita diferenciar claramente un período de otro. ¿Es que no 
          tuvo mayores consecuencias un interregnum tan prolongado? Tal vez la 
          respuesta se encuentre en la relación que Couve sostiene con la 
          pintura misma, porque su aproximación a ésta es muy diferente en la 
          primera y segunda etapa. En estricto rigor, el Couve-pintor es aquél 
          de los sesenta; es sólo en esta década que se asume y se reconoce como 
          tal. Entre 1960 y 1968, cumple con todos los trámites y las 
          formalidades que ello implica y exige. Estudia, se perfecciona en el 
          extranjero, pinta sin tregua, expone (individual y colectivamente) y 
          se expone al enviar pinturas para ser evaluadas - e idealmente 
          reconocidas- por un jurado (por ejemplo, Salón Oficial, concursos CRAV 
          y CAP). Pero ya para mediados de 1968 deja de exhibir y, en cambio, 
          publica su primer libro de cuentos: En los desórdenes de junio. El 
          título es premonitorio, pues de aquí en adelante se inician sus 
          propios "desórdenes internos", es decir, comienzan seis años de 
          conflicto vocacional que concluyen en 1973 cuando, convencido de que 
          la fotografía y el cine le han restado protagonismo a la pintura de 
          caballete y de que ésta se encuentra en una crisis que él no será 
          capaz de resolver, experimenta una gran desazón que lo lleva incluso a 
          quemar varias telas. Decide entonces que su camino va por la 
          literatura, y relega a un segundo plano al pintor que hay en 
          él.
          Realista eterno
          ..... Durante una década se 
          mantiene alejado de los pinceles, lo que no necesariamente implica que 
          deja de lado la pintura. Si bien no practica el oficio, jamás deja de 
          reflexionar sobre la materia. Si se leen sus novelas de esos años, es 
          fácil concluir que su tema recurrente es precisamente la pintura, la 
          formación del pintor, el oficio mismo y las contrariedades que en la 
          actualidad puede acarrear una opción de vida como aquélla. Más aún, 
          Couve empleaba un vocabulario propio de las artes visuales para 
          referirse a su literatura de los setenta. Decía, por ejemplo, que 
          "El tren de cuerda" (1976) era como una novela de la luz, y 
          explicaba que él había enfrentado una casa oscura a la naturaleza. En 
          tanto, describía "La lección de pintura" como un dibujo de 
          perfectos contornos. Tampoco se debe olvidar que durante su 
          abstinencia pictórica, ejercitó permanentemente el análisis de ciertas 
          obras de arte en sus cursos de Estética e Historia del Arte de las 
          universidades de Chile y Católica.
..... 
          En 1984 vuelve a pintar, sobreponiéndose a los constantes estados de 
          angustia de períodos anteriores, y motivado por la tranquilidad y por 
          la luminosidad de la atmósfera delbalneario de Cartagena - a donde 
          recién se había mudado- . Ello coincide con un momento de Occidente en 
          el cual se restaura la hegemonía de la pintura y, con ello, los 
          géneros tradicionales de la Historia del Arte - durante esos años se 
          habla, por ejemplo, de trasvanguardia en Italia y de neofiguración en 
          América- . Como prueban las inscripciones que Couve deja tras los 
          bastidores, trabaja ese año sin pausa. Pero con 44 años, retoma de 
          diferente manera el oficio. Pinta ahora sin pretensiones, sin intentar 
          demostrar nada a nadie, aceptando y declarando públicamente que no le 
          interesa ser vanguardia. Tal actitud se aproxima ahora más bien a la 
          de "un pintor de día domingo", contrario a lo que sucede con su 
          ejercicio literario, en esta ocasión la pintura le produce relajación 
          y, hasta, placer. Ha logrado reconciliarse con un talento, aunque está 
          dispuesto a darle cabida y salida sólo a ratos. Aclaraba: "Pinto de 
          vez en cuando, pero cuando lo hago es porque no puedo dejar de 
          hacerlo. Pinto porque tengo condiciones innatas y eso tiene que tener 
          una salida. Me gusta el formato chico y no tengo pretensiones porque 
          yo no estoy obligado a entrar en la historia de la pintura chilena. 
          Pero sí sé una cosa: lo que yo hago está bien hecho y lo que persigo 
          es llegar a una síntesis, a hacer pintura pura". Sobre lo mismo, 
          añadió: "Pero para llegar a esa claridad respecto de lo que quiero, 
          tuvieron que pasar el Informalismo, el Pop y todos esos ismos: yo no 
          podía perder la vida tratando de coincidir porque hubiera sido un 
          pintor como hay tantos y que se parecen a tantos. Ahí me di cuenta de 
          que lo mío tenía cabida de otro modo. Yo nunca fui vanguardia, no lo 
          sentía" (Caras, 1995).
..... No se 
          piense, sin embargo, que el relajamiento con el cual enfrentó la tela 
          a partir de los ochenta perjudicó su trabajo visual. Por el contrario, 
          tal vez el hecho de abordar la pintura sin esperar reconocimiento ni 
          compensaciones lo llevó a concretar notables ejercicios pictóricos, 
          tanto o más que en su primera etapa. Cada una de sus obras es la 
          materialización de un momento en el cual ponía a prueba su pupila y su 
          capacidad de mantener - conscientemente y por un determinado instante- 
          sus ojos en una percepción propiamente pictórica. En sesiones de corta 
          duración se abocaba a traducir lo fundamental de las cosas. Según 
          contaba, en tales momentos experimentaba una suerte de "estado de 
          gracia".
..... Siempre que se le 
          solicitaba definir su propia obra, respondía sin vacilaciones que 
          tanto su pintura como su escritura eran realistas, enfatizando que el 
          realismo era eterno y no una escuela superada. Según decía, no copiaba 
          ni idealizaba la realidad, lo que - como artista- le permitía 
          distanciarse y ocultarse. Acerca de sus óleos, especificaba: "Siempre 
          trato de traducir en el lenguaje plástico lo que tengo enfrente, sin 
          que jamás el tema atropelle al lenguaje o viceversa ... y como no 
          tengo la pupila de un gran realista, oscilo entre el realismo y el 
          naturalismo" (Artes y Letras, 1985). Comentaba que en sus obras la 
          subjetividad estaba totalmente castigada. Baudelaire, el poeta francés 
          a quien tanto admiró y con frecuencia citó, escribió: "Quiero 
          representar las cosas tal y como son o tal y como serían suponiendo 
          que yo no existiera". Los creadores que, como Couve, adhieren al 
          realismo, son - por cierto- aquéllos que intentan la objetividad; la 
          intentan, porque la verdad es que el artista siempre se manifiesta en 
          su obra, aunque sólo sea por el modo de enmarcar un fragmento de lo 
          real.
..... Cuando el crítico Gustave 
          Planche emplea en 1833 el término "realismo" por primera vez, lo hace 
          para explicar aquel arte que se concentra en la observación minuciosa 
          de la realidad, oponiéndose a lo fantasioso e idealizado. Couve se 
          definía como un "descriptor"; y es, por cierto, un realista si se 
          considera que sus novelas son reconocidas justamente por sus 
          detalladas descripciones - aunque, como ya se ha puntualizado, en sus 
          óleos optó por inmortalizar más bien la esencia de las cosas y no la 
          verosimilitud del detalle- . Además, nadie que haya leído sus escritos 
          o contemplado sus pinturas podrá negar que fue un observador atento a 
          los gestos y objetos cotidianos. Comentaba: "La belleza no es linda ni 
          brillante ni estupenda. La belleza es siempre al revés, es áspera" 
          (TVN, 1996).
..... Es preciso enfatizar 
          que le gustaba emplear la palabra "realismo" sin apellidos. Ni 
          realismo social ni nuevo realismo ni realismo concreto,ni realismo 
          mágico, sino realismo a secas - aunque su obra está, en ocasiones, muy 
          próxima a un "realismo poético"- . Se conmovía con las personas 
          anónimas - en sus novelas nunca hay personajes muy éxitosos o muy 
          importantes- , con los lugares populares y con los objetos 
          insignificantes, que a ratos representó y describió con mucha ternura 
          y poesía. "Creo que los objetos, como no se mueven, esperan el 
          acontecimiento de la luz. Ella los toca, los invade, los abandona. La 
          luz escurre por ellos y los objetos son como verdaderos cuerpos 
          celestes...", explicaba (El Mercurio, 1995).
..... Lo que seduce en los cuadros de Couve es su 
          austeridad, la falta de todo exceso, la certeza e inmediatez con la 
          cual se han abordado las soluciones; el acento puesto en la 
          iconografía del propio entorno cotidiano; el lenguaje personal, al 
          borde de lo figurativo, y también su posición nostálgica, ese acto y 
          "gesto regresivo"; aquel arte que no pretende estar en síntonía con 
          propuestas vanguardistas, y que, más aún, sufre el abandono de su 
          propio autor, quien declara: "Como pintor tengo una obra, pero yo no 
          me he hecho cargo de ella, se ha acumulado más bien sola" (TVN, 1996). 
          A pesar de ello se reconocía enormemente agradecido de la pintura, que 
          había sido para él un instrumento de conocimiento: "Mucho más 
          importante que hacer cuadros es aprender a mirar. A ver, por ejemplo, 
          la consistencia de las hojas, de los materiales, del contraluz. 
          Conocer lo que es un pasaje, una pantalla. Saber, por ejemplo, que la 
          sombra es una cosa infinita hacia adentro, profunda, que no tiene 
          cuerpo, un suceso peligroso, de evasión, de oscuridad. En cambio, que 
          la luz tiene cuerpo, es hacia afuera, es un acontecimiento positivo" 
          (El Mercurio, 1995).
..... Adolfo Couve 
          fue un creador honesto, con una enorme fuerza interior - aunque sujeto 
          a condiciones emotivas precarias- , que no se cansó de afirmar: "La 
          belleza es inútil en sí misma, no sirve para nada. Pero no se puede 
          vivir sin ella".
..... Su trabajo visual 
          no estuvo jamás precedido de discursos, sino encerrado en la soledad 
          de un taller; enmarcado, la mayor parte del tiempo, por un ostracismo 
          autoimpuesto, cuya renovada atención a la manualidad pictórica 
          consideraron algunos una anomalía. Pero Couve de veras no creía en las 
          "carreras artísticas" ni en las vanguardias; vivió al margen de todo 
          compromiso social y postuló que - sin importar el fin inminente del 
          siglo XX- la pintura aún podía ser tan monumental y convincente como 
          la fotografía, sobre la cual se mostró siempre escéptico. Sus óleos 
          plantean hoy al espectador el protagonismo del oficio y la 
          contraposición del problema figura-fondo vistos desde la perspectiva 
          de los géneros de la Historia del Arte - es decir, naturaleza muerta, 
          paisaje y retrato- ; y proponen, en definitiva, la valoración del 
          fragmento.
CLAUDIA 
          CAMPAÑA
"ADOLFO COUVE: UNA LECCIÓN DE PINTURA"
Editorial 
          Eco, 300 páginas.