..... De acuerdo con la vieja 
          enseñanza, "Describe a tu aldea y serás universal", Adolfo Couve 
          intentó ser el adelantado y fundador de un espacio tornado mítico por 
          la fuerza de su palabra, para lo cual, más temprano que tarde, 
          abandonó la ciudad de Santiago, un fragmento de su menosprecio del 
          mundo, debido a una vida social signada por el dinero, los hechos 
          triviales, los triunfadores de pacotilla y el olvido sistemático de 
          quienes planifican una arquitectura secreta.
..... La literatura de Couve es un único y 
          precioso libro miniado, al estilo de los incunables del medievo, como 
          los pescaditos de oro que engastaba sin fatiga el coronel Aureliano 
          Buendía, cuando venía de vuelta de todo. Su muerte trazó otra vez la 
          estela del desarraigo en la propia tierra y abrió un nuevo surco en el 
          acto insensato que coronó el afán bolivariano: "Arar en el mar". La 
          verdad es que había sobrevivido en exceso a los embates del ninguneo y 
          la indiferencia, superando toda moratoria, y vivía su exilio tardío en 
          Cartagena, la tierra ajena donde buscó cobijo. Allí pintaba, escribía, 
          meditaba, cuidaba el jardín, paseaba por sus calles y sus cerros. 
          Aunque por sobre todo observaba las vidas mínimas en las pensiones y 
          allí situaba sus relatos. De ese afán cotidiano surgieron los 
          personajes Marieta, la musa; Camondo, el pintor de caballete, y 
          Sandro, el fotógrafo playero, triángulo pasional y estético de su 
          penúltima novela, La comedia del arte.
..... El don eminente de su literatura es la 
          observación; escudriñaba con mirada sutil en las cosas, en los seres y 
          su entorno, componía con la paciencia de un alfarero sus cuadros y 
          relatos, hacía trascendente un microcosmos de banalidades; de pequeños 
          proyectos de vida o de su ausencia; se dedicaba a contar la gotera de 
          las horas muertas, los desplazamientos y las conversaciones 
          inconsecuentes.
..... No pocas veces 
          pasé por Cartagena maldiciendo la vulgaridad, la decadencia, la 
          polvareda, el gentío bajo el calor sofocante de sus vacaciones de 
          pobres, con el propósito de visitarlo y decirle, como a Edwards Bello, 
          Violeta Parra, Alfonso Alcalde, Armando Rubio, Rodrigo Lira y un largo 
          etcétera, que la tarea inútil, el castigo de las imágenes, los colores 
          y las letras que le caían día y noche (y lo dejaban insomne) sobre la 
          cabeza, tenían un eco por mínimo que fuera. Tal vez el intento era 
          imposible porque el escritor había cercado su isla y vivía amurallado. 
          Cartagena, tan lejos, tan cerca, el sitio más remoto de un país 
          remoto. Sin embargo, sus libros, las historias que urdió con precisión 
          artesanal y perseverancia de reo, embellecieron la decrepitud y 
          devolvieron a las cosas no los fastos del pasado sino su reubicación 
          en un orden que las preservaba del derrumbe final.
..... Couve estuvo muy lejos de pretender 
          erigirse en un faro, el atalaya trepado a los roqueríos cartageneros 
          para que los barcos no encallaran. No buscaba impartir lecciones a 
          nadie y en su soledad latía el sueño goyesco de la razón que produce 
          monstruos y también la voluntad de establecer un diálogo con algunos 
          fantasmas a los que rescató de su aparente superficialidad. 
          Dostoiewski se preguntaba: "¿Qué hacer en la literatura con los seres 
          absolutamente vulgares?" En el fondo, se trataba de dotarlos de una 
          trascendencia y universalidad que no pueden evidenciar y que la mirada 
          profunda y sensible de un escritor como él descubría en las bastardas 
          servidumbres, en las rastreras domesticidades, en los vergonzantes 
          planes, en la instalación de los pequeños 
negocios.
..... Los temas de Couve son los del llamado 
          minimalismo, del que fue, al mismo tiempo, un precursor y un 
          continuador en la línea de González Vera, Carlos León y, en sus 
          esencias, absorbió el caudal de la admirable fundación poética de 
          Jorge Teillier, el aldeano. Si buscásemos un parentesco, mantiene una 
          proximidad con Raymond Carver y no pocas de sus novelas parecen una 
          crónica del mundo que pintó Edward Hopper, aunque también sus páginas 
          suelen estremecerse con las brisas que soplan las pinturas de Chagall. 
          Su sello, claro está, no es la ruptura ni la transgresión. Como 
          pintor, y la literatura podemos considerarla un afluente de su pintura 
          y viceversa, desciende de los maestros Pedro Lira y Pablo Burchard; su 
          raíz era la búsqueda de la belleza en el sentido de Gabriela Mistral, 
          cuando en el primer mandamiento de su "Decálogo del artista" señala: 
          "Amarás la belleza, que es la sombra de Dios sobre el universo" y 
          mucho menos el mandato de Breton: "La belleza será revulsiva o no 
          será".
..... Pintaba bodegones, 
          naturalezas vivas, la luz que cae sobre una mano, una cabeza; objetos 
          elementales vistos con el prisma de una mirada clásica y un 
          tratamiento formal contenido y sintético.
..... Toda la materia de imágenes y palabras 
          creadas por Couve, el artista huraño y evasivo, es un espacio 
          periclitado, un universo de fábula. Paradójicamente, el despeñadero 
          donde arrojar, en la hora postrera, sus restos. El fuego de hoy, o el 
          de mañana, consumirá sus despojos que serán cenizas, como en el soneto 
          de Quevedo, mas tendrán sentido.
..... A 
          pesar del cansancio, así lo creemos, las olas siguen reventando en 
          Cartagena y en la orilla de la playa aún lo aguardan, para tomarse una 
          fotografía con su creador, sus personajes: Alamiro, Camondo, el señor 
          Balande y el pirata Márquez Pinto.