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Carlos Pezoa Véliz, sucio y mal vestido

Por Andrés Gómez Bravo
La Tercera Cultura, sábado 12 de abril de 2008.


Murió hace 100 años en una sala de hospital, cuando aún no cumplía los 30. Su obra, un retrato del mundo popular cargado de pólvora, se convirtió en un hito con la publicación póstuma de Alma chilena, reeditado por Lom.


Pobre como una rata, "joven, rubio y flaco, sucio y mal vestido". Carlos Pezoa Veliz vivió al tres y al cuatro, entre conventillos y pensiones, entre la bohemia, la poesía y los trabajitos para subsistir. Fue aprendiz de zapatero, periodista y profesor, y murió antes de cumplir los 30, sin haber publicado un solo libro. Sin embargo, este poeta vagabundo, "que no lograba vestirse sino apenas disfrazarse de joven decente", según Augusto D'Halmar, retrató como nadie en su época el mundo popular y, sin pretenderlo, se convirtió en el fundador de la poesía chilena moderna.

En julio de 1979, para el centenario de su nacimiento, un grupo de escritores decidió hacerle un homenaje. Partieron en caravana desde la Plaza Almagro, barrio en que nació y creció, hasta el Cementerio Católico, donde fue enterrado en 1908. El grupo lo encabezaban Luis Sánchez Latorre y Nicanor Parra, organizador del acto. En la tumba del poeta pusieron claveles blancos y rojos y Nicanor leyó los poemas más conocidos de Pezoa.

No sería el único ni el último homenaje de Parra: hasta hace poco, en sus lecturas públicas solía recitar su poema Nada ("Era un pobre diablo que siempre venía/ cerca de un gran pueblo donde yo vivía"). Incluso, hay quienes sostienen que la antipoesía sería impensable sin la obra de Pezoa Veliz. Una obra que el poeta publicó en diarios y revistas de principios del siglo XX y que su amigo Ernesto Montenegro reunió en forma postuma en el libro Alma chilena (1912), título que es reeditado por el sello Lom en el centenario de su muerte.

Hijo natural de una costurera, Pezoa Veliz -que en realidad se llamaba Carlos Moyano Jaña- creció en la casa de los patrones de su madre y desde niño se las vio con la pobreza. Expulsado del Instituto Nacional por "pelusa", terminó la secundaria en el Colegio San Agustín y se enroló en la Guardia Nacional, pero no estaba hecho para los rigores de la vida en el regimiento.

"Formado el batallón, rígido humilla/ al pobre desertor aprehendido/ que sobre el patio del cuartel tendido/ siente el roce brutal de la varilla", escribió en su poema La pena de azotes.

Una vez fuera del Ejército, se lanzó a la bohemia. Y buscando cómo ganarse la vida, vivió una experiencia clave para su formación: conoció a Juan Bautista Peralta, un poeta ciego que lo introdujo en la Lira Popular, un noticiario en décimas -por lo general de un pliego- que se vendía en el Mercado Central y La Vega. Allí publicó numerosos poemas con diferentes seudónimos -Juan Mauro Biobío, El acriminado Juan Pereza- sobre hechos de crónica roja.

La experiencia no sólo lo puso en contacto con la poesía callejera, sino también con la vida dura de los más pobres. Y lo llevó a integrar el Ateneo Obrero de Santiago, cuyo objetivo era difunfir el talento de la clase proletaria.

La plaza pública

Instalado en Valparaíso en 1902, conoció a los escritores de moda: D'Halmar, Víctor Domingo Silva, Samuel Lillo y Montenegro, entre otros. Pero a diferencia de ellos y del edulcorado modernismo en boga, Pezoa cultiva el verso urbano, la voz de la plaza pública, retrata a los personajes populares (la niña linda del barrio, los borrachos, el perro vago) y, cargado de pólvora, critica las injusticias sociales: "Cuando la tierra era buena/ cuando no había patrones/ que hicieran siembras de pena/ y vendimias de pulmones", anota en El organillo.

La noche del 16 de agosto de 1906 Valparaíso se vino abajo: un terremoto de 8,6 grados afectó a la ciudad y dejó más de dos mil muertos. Pezoa vivía en una pensión en Viña y quedó en la lista de heridos graves: una pared cayó encima suyo. Pasó meses internado en el Hospital Alemán, donde escribió uno de sus poemas más célebres: "Sobre el campo el agua mustia/ cae fina, grácil, leve;/ con el agua cae angustia;/ llueve..." (Tarde en el hospital).

Dos años después, el 21 de abril de 1908, ya en la miseria absoluta, muere de tuberculosis en una sala común del hospital San Vicente de Santiago. Tenía 29 años.

Pezoa Veliz no fue un estilista y de su obra sobrevive sólo un puñado de poemas, pero poemas -como dijo una vez Roberto Bolaño- "verdaderamente memorables". Es, según Oscar Hahn, el primer poeta chileno con una voz propia. O como ha dicho Mauricio Redolés, quien musicalizó su texto Nada, "el primer poeta rockero de Chile".

 

 

 

 

 

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