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El libro censurado de Cecilia Vicuña

Por Pedro Pablo Guerrero
Revista de Libros de El Mercurio, Domingo 6 de enero de 2008

Después de 36 años se edita por primera vez en Chile "Sabor a mí", obra mítica de la fundadora de la Tribu No, quien viajó desde Nueva York para presentar este volumen el próximo miércoles en el Museo Nacional de Bellas Artes.

En 1971, una veinteañera Cecilia Vicuña, líder espontánea de la Tribu No, conocida por sus bailoteos, acciones poéticas y rayados callejeros ("Lea a Henry Miller"), le llevó a Alfonso Alcalde, editor de Quimantú, la primera versión de su poemario Sabor a mí. Alcalde se entusiasmó, pero no lo pudo publicar. Regla del sello estatal. "Quimantú para todos", menos para los poetas chilenos, a los que no editaba, salvo que se llamaran Pablo Neruda o Gabriela Mistral. De todas formas, Alcalde le mostró el manuscrito a Carlos Droguett, y éste coincidió en que se trataba de uno de los más grandes libros de poesía que se habían escrito en Chile durante las últimas décadas. Juntos convencieron a Óscar Luis Molina de publicarlo en las Ediciones Universitarias de Valparaíso. La autora firmó un contrato, que conserva hasta hoy. Sin embargo, pasó el tiempo y en 1972, cuando se fue becada a Inglaterra para estudiar arte, el libro de poemas eróticos permanecía inédito. Alcalde le reveló después que el rector de la UCV había dicho: "Sobre mi cadáver". También se enteró de que el manuscrito que había entregado circuló de mano en mano, entre los "chilenos calientes", como Cecilia Vicuña denomina a sus hipócritas lectores.

Mejor suerte corrió en Inglaterra, donde el artista mexicano Felipe Ehrenberg, colaborador de la revista de poesía El Corno Emplumado, la invitó a publicar en Beau Geste Press, prestigioso sello de libros poético-visuales de los 70, vinculado al movimiento Fluxus, y donde también publicaría su primer libro (El cansador intrabajable) Claudio Bertoni, su pareja de entonces. Cecilia Vicuña iba a editar un volumen titulado "Diario de Objetos", pero llegó la noticia del golpe militar y decidió armar sobre la marcha un nuevo libro, recuperando sus pinturas y textos en apoyo del gobierno derrocado: retratos naif de Marx y Lenin, citas de Mao y un llamativo cuadro alegórico de Allende junto a Fidel Castro.

"Creía en esa época que en Cuba existía la posibilidad de un socialismo libertario, creativo y democrático; lo creía posible también en China. La historia ha demostrado que eso no era cierto. Es parte de tu verdad haber dicho cosas torpes, equivocadas, que ahora parecen ingenuas, pero en esa ingenuidad hay una potencia, una búsqueda necesaria", admite hoy Cecilia Vicuña.

Fabricado con sus propias manos en un taller que funcionaba en una finca del siglo XVI, en Devon, Sabor a mí era un volumen bilingüe, hecho en mimeógrafo y offset, del cual imprimieron en noviembre de 1973 apenas 250 ejemplares, que se agotaron en una exhibición del ICA (Institute for Contemporary Art). Cecilia Vicuña conservó las matrices, que sirvieron para confeccionar la nueva edición semifacsimilar -están todos los textos e imágenes originales, pero cambiaron el tamaño del libro, el papel y la tipografía-, recién publicada por Ediciones UDP, gracias a una iniciativa de la periodista Marcela Fuentealba, autora del prólogo. En la presentación, que se hará el próximo miércoles en el Museo Nacional de Bellas Artes a las 19.30 horas, se exhibirá por primera vez en Chile el documental que la BBC realizó en 1973 sobre este libro que tanto demoró en llegar a nuestro país.

-Era obvio que "Sabor a mí" no iba a ser publicado en Chile después de 1973, ¿pero no te parece extraño que tampoco lo hubiera sido durante la Unidad Popular?
-Exacto. En Quimantú había una colección que se llamaba "Nosotros los chilenos", que valorizaba las comidas, el habla de los mineros, los campesinos. Se supone que en la ideología progresista de los chilenos todavía no cabían las mujeres, salvo las que hablaban el lenguaje sociológico de la izquierda, que también tenía su forma de autocensura incorporada. Yo, que amaba el mundo de la Unidad Popular, en la película de la BBC digo, para darle fuerza a ese proyecto: "Nunca fui censurada". Yo misma estaba negando el hecho de que había sido censurada dos veces: en mi poesía y en mi pintura. ¿Por qué decía eso? Para hacer una oposición con el mundo de la dictadura, donde ya se había desatado el poder represivo chileno en forma total.

-Pero entonces esa censura no era algo personal.
-No, apunta a una realidad chilena mucho más profunda y que, en mi concepto, no tiene que ver conmigo, sino con suprimir radicalmente el universo creativo femenino, porque a las mujeres que han sido creadoras en Chile, hasta el día de hoy la gente no las traga o las traga por partes. Lo que ha pasado con Gabriela Mistral, lo que ha pasado con Violeta, visto desde ahora es terrible, porque te muestra cómo nosotros, los chilenos, y, sobre todo, las chilenas, somos partícipes de esa autocensura que viene de la Colonia y la Iglesia, y que se internaliza en cada individuo.

-¿Y cuál de todos esos poemas crees que causó más escándalo? ¿"Amada amiga"?
-Supongo. Es el más violento de todos. Creo que este libro es como una amenaza a los sistemas de pensamiento occidental y colonizados que predominan en Latinoamérica, porque no respeta los géneros: es arte, es poesía, cultura, crítica, todo combinado. Tampoco respeta el género, porque se supone que la mujer sexualmente tiene que ser una receptora pasiva. Yo soy activa, o sea soy real en cuanto yo me comportaba, crecí así, en una familia que era completamente libertaria, no represiva, a pesar de que fue tan perseguida. Soy nieta de Carlos Vicuña Fuentes, el autor de La tiranía en Chile, que estuvo preso, relegado y censurado. Vengo de esa rama de los Vicuña que nunca ha aceptado férula ni mandato ninguno.

-Háblame del título, "Sabor a mí", el mismo del bolero de Álvaro Carrillo, que se conecta con el tipo de música que ustedes bailaban en la Tribu No.
-Yo creo que la raíz de eso está en mi papá y mi mamá, porque ellos dentro del conjunto de la familia Vicuña eran los populares, no eran intelectuales. Mi papá era abogado y mi mamá en ese tiempo era dueña de casa. Ahora ya sabemos que es indígena: me hice el test de ADN mitocondrial y resultó que mi línea materna es indígena. Ella fue educada en la música casera, porque su mamá era cantante de ópera, entonces en mi casa se hacían unas fiestas increíbles desde que era chiquitita: dominaban el bolero y el tango, y mi madre era la dueña del mambo. Entonces llevé esas fiestas chilenas en que la gente bailaba toda la noche, que conectan con una tradición de un color, de una alegría de vivir, nada que ver con la solemnidad de los intelectuales de izquierda o de derecha. Mi mamá cantaba "Sabor a mí" y me lo enseñaba en guitarra, aunque yo nunca pude cantar los boleros como los cantaba ella: "Pasarán más de mil años, mucho más..."

-¿Cómo viviste el proyecto de la Unidad Popular?
-En los años sesenta la gente pensante y creativa de la cultura occidental decidió que esa cultura estaba kaput, sin salida, entonces había que buscar otras, y esto sucedió en todas partes. Cuando en Chile emerge un movimiento social, yo lo viví como una correspondencia de las dos cosas: la liberación del proletariado y de la clase media la asocié a ese cambio de mentalidad, que además tenía una mirada ecológica. Ésa posiblemente no era la visión de la Unidad Popular, con su lenguaje limitado a la justicia social y convencida de que la ecología era una cuestión burguesa, pero yo como artista hice la fusión inmediatamente, y supongo que a nivel de feeling toda mi generación hizo lo mismo. Los Beatles y la Violeta Parra al mismo tiempo. Chile, este país pobre, del fin del mundo, se convertía en pionero de un socialismo gozoso.

-¿Qué piensas hoy de haber incluido en el libro una imagen tan dura como la del "momio" ahorcado junto a una cita de Mao?
-Cuando este libro fue armado unas semanas después del golpe militar, yo sentí que le había fallado a Chile, a Allende, a la Unidad Popular, porque no había estudiado el pensamiento revolucionario a fondo ni había sido una verdadera marxista. Entonces decidí que mi rechazo a la lucha armada era equivocado. Tienes que pensar que en ese momento la fantasía que teníamos los que estábamos afuera era que en Chile había un gigantesco movimiento de resistencia liderado por Carlos Altamirano. Ése era el cuento chino que nos creíamos todos. Yo dejé de creerlo cuando vine a Chile en 1977, me bajé en el aeropuerto, llegué a la Alameda y comprendí que Chile para sobrevivir al dolor, a la tragedia, había optado por el travestismo: la gente pretendía ser lo que no era, ocultaba sus verdaderos sentimientos, sus verdaderos pensamientos, ésa era la nueva realidad chilena, una sociedad consumista, una colonia de Estados Unidos, que internalizaba el pensamiento del victimario como un mecanismo de defensa.

-¿Cuál fue el mayor efecto del golpe en tu obra?
-Cuando pasé al universo lingüístico minimalista del exilio perdí el habla. Yo no escribo ni en español ni en inglés, sino que escribo en una no-lengua y gran parte de mis performances son palabras destruidas, que repito, improviso y trastoco. La gente en Estados Unidos piensa que es español, pero cuando la gente me escucha en español piensa que a lo mejor es quechua, y los que me escuchan en quechua pensarán que a lo mejor es inglés. Es una lengua potencial, al interior de la lengua, como esperando ser.

-Desde "Sabor a mí" (1973) hasta "PALABRARmas" (1984; 2005) hay una línea de continuidad, pero también cambios. ¿Podrías identificar los principales?
-Mis dos referentes simbólicos actuales son la literatura oral indígena y la física cuántica. De la fusión de ambas creo una cosa que es legible desde la vanguardia de Nueva York, pero que desde acá a lo mejor no es tanto, porque todo depende del contexto. Ahora se está publicando en Estados Unidos una antología del punto de encuentro entre literatura y física cuántica. Que la tierra registre las rogativas mapuches y el canto a la fertilidad no es una tontería ni una superchería. La materia no es materia, es energía, por lo tanto el agua, la tierra, son energía, su vibración lee nuestra vibración. Hay universidades norteamericanas donde la ciencia está estudiando la relación entre estos grandes rituales que quedan inscritos en la energía de la tierra por varios meses, y si se hacen consecutivamente, quedan por años, y esa energía es legible por los instrumentos actuales. El arte indígena, el arte del cuerpo y del sonido van a ser las formas más importantes de arte futuro.


Proyectos

Su próximo libro será Diario estúpido (Ediciones UDP), que recoge anotaciones (incluidos sueños, cartas, poemas, diálogos) registradas entre los años 1967 y 1972, aproximadamente. "Estúpido" según el concepto taoísta: lo verdadero parece tonto. Para este año se anuncia la antología The Oxford Book of Latin American Poetry, que Cecilia Vicuña prepara junto a Ernesto Livon-Grosman, por encargo de Oxford University Press. Los chilenos seleccionados en este panorama de 500 años son Ercilla (sic), Neruda, Huidobro, De Rokha, Mistral, Zurita, Lihn, Hahn, Nicanor Parra, Juan Luis Martínez, Gonzalo Rojas, Rosamel del Valle, Violeta Parra, Elicura Chihuailaf, Omar Cáceres, Elvira Hernández, Cecilia Vicuña y los poetas populares Rosa Araneda y Aurelio Frez.

Rosa Alcalá (University of Texas) compila en Templo'e saliva diez años de performances de la Vicuña, quien incluye una autobiografía en la que relata cómicamente sus inicios como performer. Aprovechando este viaje a Chile, realizará el documental "Kon Kon", dedicado al escenario inaugural de su "arte precario", marcado por la ancestralidad precolombina. El profesor José de Nordenflycht publicará Cecilia Vicuña: Memoria de Obra (Editorial Puntángeles, Universidad de Playa Ancha), que revisa su trabajo artístico entre 1963 y 1973. La investigadora argentina Lila Zemborain editará en Buenos Aires Abstracciones Solidarias, en torno a la poesía de Cecilia Vicuña.

 

 

 

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