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Una poética de la contemplación
en “Este gran misterio. Últimos poemas” de Denise Levertov

Por Charlotte von T.


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En Este gran misterio se reúnen los poemas póstumos de Denise Levertov (1923–1997) que hoy, gracias a la editorial Komorebi y a la traducción de Verónica Zondek, podemos leer en esta edición bilingüe y disfrutar de una poética de la contemplación. 

Primero, algunas referencias muy breves que me hacen emparentar a ambas autoras: comparten ciertos rasgos y preocupaciones que hacen que sus obras se entrelacen a nivel de temas, estilo y compromiso. Más allá de rasgos de vida a partir de una herencia judía, la extranjería, el desplazamiento y la pertenencia, la guerra o la dictadura, me centro en la poesía. “La experimentación con el lenguaje”, elemento muy presente en Zondek y que Levertov no solo poetizó sino teorizó sobre ello, la alteración de la sintaxis, los cortes en el verso, las pausas. En ambas lo personal abraza lo colectivo y sus miradas logran emplazar al poder, cada una con su lenguaje entiende la poesía como una forma de conciencia crítica y ecocrítica (la naturaleza no es adorno), de intervención simbólica y política cruzando la frontera del lenguaje no solo como autoras sino como traductoras.

 

Denise Levertov

El libro que nos convoca, Este gran misterio, es entendido como una suerte de última voluntad poética y espiritual en el que se condensan las grandes obsesiones temáticas de la autora: la fe religiosa, la naturaleza, el arte, la duda y el lenguaje como vía de revelación. En estas páginas, Levertov logra un equilibrio depurado entre el decir y el callar, entre la contemplación de lo sagrado y la aceptación de su misterio. El título del libro, aunque escogido por sus editores, funciona como una clave hermenéutica que invita a leer cada poema no como un punto de llegada, sino como una aproximación reverente al umbral del conocimiento, la muerte y lo divino.

Uno de los aspectos más destacados de este libro es su tono meditativo. Aquí la voz poética parece haber alcanzado una forma de calma que no excluye el asombro ni la inquietud, pero sí los excesos de la angustia. Levertov se entrega a la observación, más que como ejercicio de evasión, como forma de conocimiento y de atención plena al mundo. Poemas como el titulado “Paciencia” o “El oficio de florecer”, muestran a la poeta atenta a los signos mínimos de la realidad, desde el paso de la luz a través de una lámpara hasta la presencia mística de algo o alguien, cargándose de un sentido trascendente sin necesidad de una retórica religiosa explícita. 

Esta tensión entre inmanencia y trascendencia es central para leer este conjunto como una reflexión lúcida y profundamente consciente del fin que me recuerda a las palabras de la filósofa Simone Weil quien señala que “la atención, llevada al máximo, es lo mismo que la oración”, por su parte la poeta escribe:

Quizá lo que he deseado durante toda una vida
ha sido siempre retornar
a ese interminable dar y recibir, a la plenitud
de esa atención
de esa comunión secreta 
única en la vida (p. 16).

Como en todo misterio, las preguntas también guían estas observaciones, la autora se cuestiona si “¿será el rugido de la erupción / la voz reprimida de la propia montaña / o la del fuego? ¿alberga la montaña / un demonio ajeno a sí misma?” (p. 68). La interrogación no busca necesariamente una revelación total, comulga con el silencio que espera una respuesta; es la meditación del yo como un ser pequeño con el mundo en frente y lo que pueda encontrar más allá de él, nombrar las cosas no significa necesariamente revelarlas.

Sus poemas a menudo reflexionan sobre la presencia de lo divino, la autora parece interesada no solo en las formas de la religión a través del uso de un lenguaje litúrgico (pienso aquí en la parte VI del poema “Pies” donde el ritual del lavado de pies en el Jueves Santo la lleva a una serie de reflexiones), sino también en el contacto más inmediato y directo con lo sagrado, esto lo encuentra en los parajes naturales como la ya mencionada montaña y también en árboles, campo, flores, nubes, etc. Usa imágenes que evocan las cualidades del milagro, por ejemplo: 

Me miró, devolví
la mirada, el placer 
me llenó como si
yo, no la flor, 
fuese una flor y estuviese repleta de lluvia. 
Y fue la eternidad (p. 16). 

A menudo plantea estos momentos de epifanías y revelaciones personales, la autora encuentra caminos para meditar sobre la presencia de lo divino entrelazando cuerpo y naturaleza, comparten ese destino que deja en una observación devota. Esto también lo expone en el poema “Translucidez” o en “Misa de un eclipse lunar” conectando luz y oscuridad, lo celestial y lo mundano, el tránsito interrumpido por esos fenómenos que nos encantan y aterran al mismo tiempo, “(…) un ritual / cuyo tránsito de la muerte a la resurrección / no podemos asegurar” (p. 70).

El trabajo con el lenguaje en estos últimos poemas también son una muestra de su sentido estético y decidido por el verso libre, como bien lo promovió en sus ensayos y análisis sobre la forma del poema, con pausas cuidadosamente orquestadas, permite al lector experimentar el poema desde una voz preocupada por las palabras. Desde allí continúa teorizando:

Es el paraíso y el paraíso
es un especie de poema; tiene 
las características de un poema:
inspiración; comenzar con lo dado;
armonías inesperadas; revelaciones (p.88).

Ideas que la autora posicionó en el centro de su obra. El arte aparece aquí como un espacio de hospitalidad y apertura, la poesía como forma de atención radical al mundo, a los otros y a lo invisible en un mismo gesto de cuidado.

A pesar de la idea del misterio, hay una búsqueda de sentido a través de la percepción y la resonancia emocional sugerida entre sus versos, una suerte de equilibrio que entrega sus últimos alientos a ese ojo que no deja de ver con atención los acontecimientos y conflictos, el mundo y sus contradicciones dejan un barrido de cuerpos y territorios destruidos que aún hoy se perciben. Esto se refleja en poemas como “Fugitivos” o “Inmersión” este último donde plantea una de las grandes dudas de la humanidad: ¿qué hacer cuando Dios guarda silencio? Su visión marcada por los acontecimientos de la Guerra de Vietnam se marca también en poemas como “Cien al día” donde expresa:

la guerra ha privado a estos seres humanos, sus compañeros,
de la posibilidad de elegir. Los ha rebajado. Y ellos avanzan
aturdidos, exhaustos, imparables, conducidos no tanto por el resto de esperanza que se aferra 
               / a sus cuerpos
sino por una desesperación que bien pudo dejarlos
paralizados en el polvo, inertes ante la masacre inminente (p.21).

En fin, “Este gran misterio. Últimos poemas”, sintetiza con madurez los elementos esenciales de la poética de Denise Levertov: el compromiso con la belleza, la búsqueda espiritual, el respeto por el lenguaje y su potencia reveladora. Ella deja el umbral abierto para detenerse a mirar y resistir la velocidad, el ruido, el olvido. En una época marcada por lo inmediato, la autora regresa a través de esta traducción e insiste en lo lento como un gesto de atención, una invitación a habitar la duda, a aceptar lo inabarcable como parte de lo humano.


 


 

Charlotte von T. (Curacautín, 1997)

Poeta, profesora de Lengua Castellana y Comunicación, licenciada en Educación y magíster en Literatura Hispanoamericana Contemporánea. Ha participado en diversos talleres literarios e instancias de presentación y lectura poética en Temuco. Parte del equipo de la revista digital de difusión y creación literaria Observatorio [19], proyecto editorial con el que publicó su poemario Breve estudio sobre las aves (2021). 





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