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Nadie lee del otro lado
(Mosquito ediciones, 2001)

DAVID BUSTOS

(Selección)

 

 

En noches como ésta

Existe una espalda sobre tu espalda
curiosamente divertida
por el oleaje de tus senos.
Están además
tus orillas calurosas
que resuenan en las ventanas
que resuenan en mi pecho
que se confunden con el sonido
de la lluvia.

Es la insistencia del recuerdo
que me arde en el oído.
Y la espalda se me cae por la espalda
y la nostalgia se me cae por los ojos
y la boca se me borra con la mano
y los dientes siguen ahí
apretándome.

 

 

El descuelgue de la brisa

Posiblemente los ríos sean rudos
como la piedras
como las voces
que surgen de las cajas de cigarros.
Posiblemente sea el movimiento de tu pie
el desasosiego vertical de las nubes
que también buscan algo
que llegan a algo
que precipitan en algo.

Posiblemente.

Pero lo más importante es la caída
hablo del descuelgue abrupto
de abrir las manos velozmente
y verse fuera abajo
hombre al agua
hombre al hombre.

Porque el metal es impenetrable a la mirada
al beso ingenuo de las aves
y las aves no caen
disfrutan del abismo.

Posiblemente - y esto es muy posiblemente-
yo les crea más a esas criaturas de la nostalgia
esa corriente de aire que es como un río
de piedras que avanza por mi espalda.

 

 

Talita

Uno no sabe Talita
desvanece
desliza.
Es que toda superficie
es una profundidad no descubierta
tu manita blanda tanteando las hojas
el movimiento aprendido de las despedidas
el café dando de círculos
cada vez más lentos en la negrura.
No te pido la cruel ceremonia del tajo
el magma brilloso de la sangre
si no que me arranques esto pesado
esta definición indefinida del suspenso.
Qué hacer Talita
si uno confunde
converge
combina
y combustiona.

Sería mejor entrarle a todo
entrarle a Bach
............ .a Buenos Aires
............ .a Morelli
entrarle a tu blusa y a tus muslos
entrar
para que este calor termine por nosotros
y esta ventana se lance a la locura.

 

 

Breve transcurso

Esta vocación de brote y desgaste
que se agolpa en la mirada
se parece a las hojas que caen.
Los últimos segundos del otoño
en que el mundo
como biología inagotable desvanece.

Entonces
la levedad del descenso
es como las estrellas
que deciden soltarse del firmamento
para ser fugaces en la redondez
en la lluvia nocturna del vacío.

 

 

Invierno en Amherst

a Nicole Martí


Veo plazoletas nevadas
árboles dispuestos a la tormenta
techos preñados por el sonido de la nieve.
Veo tu boca dibujada en un vidrio empañado
una gota deslizándose
como un navío próximo al naufragio,
hebras humedecidas que se enredan
en tu yema calurosa,
en la letras frágil
con que escribes mi nombre.
Todo eso ocurre
mientras los trenes tremolando
llegan sin aviso, donde el vapor
de tu cuerpo teje un territorio
de entradas y salidas.
Afuera es el frío
un desvanecer paulatino de cornisas
y acá es enero
Amherst a través de tu ventana
al borde del silencio.

 

 

Rodrigo Lira

No hay vaso de agua que no sea capaz
de ahogar a un poeta.
Ni poeta capaz de tomarla

 

 

UNO

Av. Grecia 903.
Ahí escribió sus últimos poemas
después
nosotros quisimos hacerlo
con la luz apagada.

 

 

DOS

Rodrigo Lira Canguilhem
se apestó de esto
el 26 de diciembre de 1981.
Ese día estaba de cumpleaños
y se apagó él mismo las velitas.

 

 

TRES

Menuda problemática
señor Lira, ud se tira el gas
y nosotros nos asfixiamos.

 

 

Alucinación parcial de la memoria

Dalí (1931)

Esta vela apenas atraviesa lo que alumbra
y no es Lenin el que aparece en aquel cuadro
es la llama que diminuta se abre camino
cuando sentados en la penumbra buscamos
en los bolsillos; porque sin lugar a dudas
en los bolsillos se olvidan los pasajes
a esos lugares que nunca visitaremos;
pero que sin embargo guardamos con devoción
como si en las casas los emblemas del recuerdo
fuesen melodías que se tocan y resplandecen
como el rostro de Lenin incandescente sobre el piano.
Y la mirada no mira si no se voltea hacia dentro
como el calor de las fogatas que reproducen
expresiones anteriores a nosotros.

Es la puerta que nunca termina por abrirse,
pero que se asoma para vernos
desde el otro lado - siempre hay otro lado-
Del cielo además caen cosas
que sin saber solemos cargar en nuestras espaldas.

¿Pero cómo recordar sin estrellarnos contra los cristales?
¿Cómo calzar esto con lo otro sin averiarnos demasiado?
Sólo sé que ésta vela apenas atraviesa lo que alumbra
y no es no es mucho el contorno de la mirada
son fragmentos entre párpado y párpado
irrupciones del pasado, incontrolables hipos
que insisten en salirse de uno
pequeñas aldeas de la memoria
que terminan por dejarnos sentados
a oscuras aguardando que esa puerta
se cierre totalmente con los dedos en medio
amoratándonos el último hueso
que nos queda.

 

 

Así empieza todo poema

Palabra, una palabra, la última
y la primera la que callamos siempre.

Octavio Paz

Así empieza todo poema
alfileres
hilos
cintas de envolver
algún verso isabelino descompuesto
un polluelo extraviado encogiéndose de hombros
un espasmo provocado
de tanto leer a Lihn
estornudos tristes
y el paladar adolorido.

Así es la eterna lucha
tiranteos
asomos breves
hilo más hilo hasta llegar
a la costura nublada que lastima
en ese instante se cae la ceguera
se agripan las rodillas
y se instala el habla polvorienta.
Entonces por fin
agobiado por la labor
la mano se desata
y se escribe la primera palabra.

 

 

El otro lado

Ir juntando piedra a piedra
el nombre de las cosas.

Alcanzar la orilla del viento.
Caer.
Resbalar por el musgo
ser el musgo.
Entrar al reino de lo innombrable.
¿Para decir qué?
Que nos ahogamos hacia dentro.


 

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Nadie lee del otro lado. (Mosquito ediciones, 2001).
Poesía de David Bustos.
(Selección)