Víctor Hugo Díaz

 
 

 



LUGARES DE USO
VICTOR HUGO DÍAZ

por Raquel Olea

Suplemento El Utopista Pragmático Nº9
Diario La Nación, 25 de marzo de 2001.


L
ugares de uso, el último libro del poeta Víctor Hugo Díaz (La comarca de los senos caídos, 1987; Doble vida, 1989) invita a la lectura con el guiño de una cita al valor de los espacios urbanos, a una economía del habitat. Los lugares de uso se construyen en respuesta a la cambiabilidad con que el sistema y su lógica de la productividad, opera la reducción de las pertenencias urbanas. Ubicado en la generación post 87, Víctor Hugo Díaz junto a Sergio Parra, Guillermo Valenzuela y otros, constituyeron su marca generacional durante la decadencia de la dictadura y las implicancias literarias que esta provocó. Los poetas del 90 no pretenden ya ajustar cuentas con la historia, "consecuentemente interactúan en sus zonas más inmediatas, esto es, en su pedazo de cuerpo y su pedazo de ciudad'' (J. Lizama)

El sujeto poético de "Lugares de uso" se construye extrañado de su propio espacio, sometido a lugares previamente consignados a una economía social de la productividad, que lo deja fuera. Pero el poeta insiste en su pertenencia urbana, en su entrañamiento. El hablante emprende su trabajo poético haciendo emerger una voz de registro de la topografía urbana residual, aferrado a la ciudad desaparecida, en re(des)composición, la que después de, "es igual para todos," una calle lateral....pero siempre cuesta abajo / afluentes de la misma inundación". La escritura busca renombrar la ciudad maquillada en el escondite de una identidad que niega, ingresar a las zonas de "negra vellosidad" y nombrar las verdades ocultadas bajo la apariencia mentirosa de "rubia teñida", escribirla, inventariar sus lugares, sujetos, objetos restantes. Post y posterior a cualquier forma de residencia urbana el post-poeta ( post-Neruda, post-Parra, post-Lihn, post-Ciudad poética post) de "Lugares de uso" se constituye a partir de una escritura que se construye a partir de operaciones de un sobreviviente. Recopilar; juntar restos, enumerar, registrar, re-constituir: el sujeto poético saturado y suturado, emerge lleno de hoyos (ahoyado) en su necesidad de fijar sus espacios y pertenencias en una ciudad que muta, que lo abandona, que se le ha vuelto desconocidá y a la vez lo desconoce; asi lo reiteran poemas como: La invención de los amigos, El informante, La esquina vacante, constituyéndolo en un ignorado de si mismo, de los otros.

Siempre en otra que los demás, el poeta busca voces que acompasen sus percepciones "que hable el que la lleva".

La Privacidad de las calles es quizás el poema que más agudamente realiza la operación de condensar en la percepción de los espacios urbanos la memoria de un sujeto anoréxico, "que prueba todos los sabores y no recuerda ninguno".

Si. "Lugares de uso" se inscribe en la tradición poética que habla la persistente presencia de la ciudad en la poesía y en la configuración de las subjetividades urbanas, el texto poético de Victor Hugo Díaz construye la ciudad como un insoportable lugar en que el sujeto no se encuentra ni con ella, ni consigo mismo. La ciudad ha dejado de ser el soporte del sujeto urbano pero éste igualmente está entrañado en ella. El texto se construye en esa doble dimensión de extrañabilidad y entrañabilidad en que el poeta vive su relación con la palabra poética, en una ciudad que siempre cede, retrocede, se corre del asedio que el poeta hace a lo que antes estuvo ahí y ya no está. Persistentes son la imágenes de cambios, de mutaciones, de instalación de lo ajeno donde antes hubo una referencia conocida y amable. Inventario de una topogra
fía urbana de lo que ya no es, el poeta mismo se vuelve un signo más de lo que se viró, de aquello que se volvió otra cosa; del ir volviéndose pura ajenidad en lo que antes fue propio.

En la constatación del arrasamiento la voz asume el registro del juicio y la sentencia de un mundo en mutación, su mirada abre, corta, zanja el cuerpo de la ciudad para, desde una mirada al interior, diagnosticar con precisión de cirujano el estado de cosas. La voz del poeta se autoproclama tardía, a pesar de que escribe antes de que pase otra cosa, todo ya pasó, no hay más que hacer. El recurso a la paradoja y la construcción oximorónica, tanto como el uso de la contradicción sirven al poeta para ejercer ese doblez de la mirada que hurga por dentro y por fuera, "todo es otra cosa ya no hay nada ni nadie en quien confiar". Los cuerpos urbanos escenifican solo en sus capacidades maquínicas, algo entra y algo sale por ellos , dejando al poeta fuera de lugar. Es este no lugar el que VHD productiviza para construir un sujeto poético que sólo puede registrar lugares de paso, encuentros furtivos, ciudad de roles asignados improvisadamente.

La poesía de VHD construye una narrativa de una urbe que en su descentramiento arrasó también con el poeta. Post-poeta de lo post, el sujeto que habla no tiene lugar ni deseo ya en una ciudad donde "como insistir en algo cuando los otros no están en nada". El habla de los últimos poemas apela, como ultimo recurso, a la nimiedad mínima de lo frágil, a lo poco que ya "estaba ahi antes del desorden". Lo que siempre fue caos y que en el ruido de lo que no termina puede contener la promesa de lo que no promete nada, "un solo golpe que no termina de caer" .

 


Raquel Olea. La Morada. -




 

 
 

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