Entrevista / proyecto patrimonio

 

 







Ramón Díaz Eterovic

La resistencia de un nostálgico

Por Melanie Jösch



  ..........Como los cristianos en tiempos de catacumbas, el escritor chileno siente que su personaje Heredia –el antihéroe de sus policiales negros- resguarda en la intimidad de la escritura los grandes valores del pasado que hoy se rifan en cuatro chauchas. Con el gozo de todo lo (politicamente) incorrecto, las noches de insomnio y los cigarrillos, fue galardonada la historia del detective Heredia –que ya entera una saga- en el Salón Iberoamericano del Libro que se realizó en Gijón, España, en mayo pasado. Su creador, el escritor chileno Ramón Díaz Eterovic, recibió el premio Las Dos Orillas por la novela Los Siete Hijos de Simenon (Lom Ediciones), que ahora será traducida a seis lenguas europeas y llevará hasta esos confines del viejo continente el humor cáustico que lo caracteriza. Los Siete Hijos de Simenon es la séptima entrega de Díaz Eterovic. Ya antes su novela Angeles y Solitarios había despertado la curiosidad germana. La editorial Diogenes (que publica a best sellers como Paulo Coelho y John Irving) decidió lanzarla en doce mil ejemplares en Suiza, Austria y Alemania. Con orgullo el autor muestra ese cuidado ejemplar, así como otro libro traducido al croata –“por la familia, explica, mi abuela emigró desde allá”- y los restantes ejemplares que guarda en su acogedor departamento situado en la república independiente de San Miguel, donde suena de fondo un jazz que nos transporta al mundo gansteril y marginal en el que se mueve el bueno de Heredia.
 

            Díaz Eterovic nació en 1956 en Punta Arenas, tiene tres hijos y es casado por segunda vez con Sonia González, también narradora. En lo cotidiano, trabaja en una institución fiscal (INP), le roba horas al día para escribir y siente sana envidia cuando se entera que dos profesores, una argentina y un norteamericano, gozan de meses de beca para analizar su obra. Pero él no se rinde ni tampoco Heredia, y hace notar que ambos están en el mundo no sólo para entretener con historias policiales, sino además para resistir a un Chile actual desmemoriado que a ratos piensa que todo fue creado en los años 80. Con su mirada irreverente, el autor se explaya aquí sobre la suerte de antiutopía en la que reconoce estamos inmersos y la opción de escribir novelas policiales negras.

 

Luego del premio que recibió en Gijón ¿Piensa seguir con las aventuras de Heredia?
          Yo no creo que nada vaya a cambiar. Ya tengo lista otra novela de Heredia, sólo falta corregirla. Se llama El Ojo del Alma. Su tema de fondo es la traición.

  ¿Qué traición?
          Trato de recrear la vivencia de mi generación, que tuvo que enfrentar muy joven el golpe, que vivió muy intensamente el 11 y, aquí estoy generalizando, pero de alguna manera claudicó, por trabajo, por cuestiones políticas o por comodidad.

...¿Nunca le ha atraido la idea de trascender el genero policial?
          Paralelamente escribo novelas de otro tipo. Publiqué Correr tras el viento, que es otra veta que me interesa, más bien histórica, ligada a Magallanes. También tengo en mente escribir una novela sobre una revuelta anarquista que hubo en Puerto Natales el año 1919. Pero ocurre que yo no tomo la novela policial como un género menor. Entonces cuando me dices si quiero trascender el género, la verdad es que yo me siento haciendo literatura de primera fila. No creo mucho en la cosa de los géneros. Uno puede hacer literatura histórica, policial, romántica, lo que sea. En la medida de que sea convincente es válida.

....Pero de alguna manera los géneros indican ciertas pautas previas y en ese sentido pudiesen restringir el sentido literario de un texto...
          Obviamente los géneros tienen algunas condicionantes, pero en el caso de la novela policial esas fronteras cada día se rompen más. Ya nadie hace novela policial, por lo menos en Latinoamérica, al estilo clásico de Agatha Christie, todo centrado en el enigma. Ahora se tiene un punto de vista y sirve para dar una mirada de un país como Chile. Siempre he sentido que si Heredia no hubiese sido detective sino periodista o abogado nadie habría hablado de literatura de género.

  ...Está claro que sus novelas expresan una visión de mundo. Heredia, en ese sentido, parece un personaje anclado en el pasado. Un nostálgico.
          Sí, es un poco enfermo de nostalgia. Tiene nostalgia de una época en que todo parecía un poco más transparente, donde había tal vez más posibilidades de creer en utopías, de pensar que el mundo podía cambiar. Yo creo que refleja el sentido de una generación, por lo menos de la mía. Yo tenía 15 o 16 años en los 70 y estábamos recogiendo toda esa cosa maravillosa de la década de los 60. Pensábamos que de ahí en adelante íbamos a ser protagonistas de una época de muchos cambios, no sólo políticos, sino también en la manera de relacionarse, en la música, en la literatura y todo eso se nos cortó de repente. Empezamos a vivir otro cuento bastante diferente. Entonces creo que la nostalgia de Heredia es aferrarse a ese sueño, a esa posibilidad de poder participar en una sociedad más viva y alegre. Heredia, de esa época, recoge algunas cosas centrales, entre ellas, las ideas de justicia, solidaridad y verdad.

 .. Traspasados a los tiempos actuales a Heredia no le queda más que ser un marginal. Es un solitario y un triste.
         Esa es su opción. Él no claudica en lo que cree son sus principios esenciales. Y eso lo pone en una situación de marginalidad. De hacer un contrapunto frente a los cambios a veces no muy positivos que se viven. En definitiva, es una posición nostálgica y ética, no querer ser parte, no entregarse, seguir fiel a lo que pensaba.

  ¿Cuánto del proyecto de Heredia tiene que ver con la memoria?
          A mí me interesa dejar testimonio de una época y un espacio. Yo siempre he hablado del escritor y del personaje como testigos de época y, en ese sentido, no sé si consciente o inconscientemente, he ido tomando algunos temas gravitantes de la sociedad chilena en los últimos veinte años. Pero por otro lado me he preocupado de hacer presencia de Santiago como ciudad, de algunos espacios de Santiago, de registrarlos, de anotarlos, de decir que existieron. Porque hay un montón de espacios que están nombrados en mis primeras novelas y si tú vas a verlos ahora ya no existen. De alguna manera es como una suerte de registro urbano, de nombrar espacios que hoy están siendo destruidos y que tienen que ver no sólo con una ciudad o un país de otra época, sino también con otras formas de convivencia. Ese contrapunto que siempre está entre los McDonald y el bar tradicional no es sólo visual o de modernidad. Al hacer ese contrapunto también se está hablando de dos formas distintas de convivencia.

 ... Es bien increíble que sólo en los años que usted ha escrito ya hayan desaparecido los lugares que describe en sus novelas.
          Santiago casi no tiene memoria urbana. Por ejemplo, en Madrid reconstruyen barrios completos, pero las fachadas las mantienen intactas porque hay un sentido arquitectónico. En Chile hay un deseo de borrar el pasado y eso también pasa por borrar los espacios. Entonces se echan abajo construcciones, espacios que tenían una atmósfera especial. Hay en general en Chile –no sé si será herencia de la dictadura- una suerte de antimemoria en todo. Pasa también en la literatura. De repente se trata de creer que la literatura chilena empieza en los años 80. Falso. Hay todo un siglo de grandes escritores. De alguna manera estas novelas pueden ser también un pretexto, un reclamo contra esa antimemoria que se impone en nuestro país.

  Pero de la lectura de sus libros surge la idea de que no se puede hacer nada. Heredia dice que no quiere cambiar al mundo y sólo pretende que el mundo no lo cambie a él. ¿Es una suerte de desesperanza?
         No. Yo diría que más bien es realismo. Creo que por lo menos van a pasar unos veinte o treinta años para que esta cosa medio amorfa, sin matices, cambie. La importancia de estos personajes es que mantengan o conserven para sí mismo los valores de antaño, porque esos valores en algún momento se van a reactualizar y va a ser importante esa memoria. Es como cuando esos cristianos guardaban el manto de Cristo y pasaban cien años. Esa cosa escondida era también mantener la llama viva. Por eso no es desesperado sino realista. Sería falso decir que hoy hay un proyecto claro alternativo a lo que se vive en términos políticos y económicos. Pero sí creo que es importante mantener las cosas valiosas de los viejos proyectos. En algún momento servirán para armar otro proyecto que tenga más viabilidad.

  ...El escritor como alguien que conserva los grandes valores...¿Se siente como un resistente al sistema?
          Hacer cultura en general es resistencia. La cultura siempre ha sido resistencia a la pasividad, a la tontera, a imponer ciertos cánones iguales para todos, al desánimo, a la falta de esperanza. Sí. Siento que escribir es resistir. De alguna manera cuando uno se embarca en su escritura y pasa horas escribiendo...siempre he pensado que sería más cómodo ver teleseries, partidos de fútbol o cualquier cosa banal. No estar horas machacándose y tratando de escribir algo que tenga algún sentido y que diga algunas cosas.

  Un elemento notable de su escritura es el humor. ¿Qué papel desempeña?
           El humor y la ironía son elementos punzantes para desatar ciertas claridades, para despertar ciertas lucecitas de entendimiento. Creo que en Chile nunca se hicieron más chistes que durante la dictadura. El humor fue un elemento clave de resistencia. Y para mí el humor es una manera de darle una vuelta a la realidad. Hablo del buen humor, en el sentido que después de la risa te das cuenta que detrás de lo que has escuchado hay algo más profundo que tiene que ver con la gente, con la sociedad, con las cosas que pasan. El humor a mí me sale bastante natural. Es parte de la entretención que yo obtengo cuando escribo. Siento que es una manera de decir ciertas cosas sin entrar en grandes discursos y, en ese sentido, es un elemento de economía narrativa. Te permite desdramatizar ciertas situaciones. Tu puedes ponerte teórico pero con un chiste tratas el tema con la misma profundidad pero ya no es tan pesado.

  De alguna manera su novela parece una suerte de antiutopía del Tercer Mundo, sin esa radicalidad propia de las antiutopías anglosajonas. ¿Qué opina?
           Es que lo que estamos viviendo es la imposición del gran modelo del imperio. Esta cosa que llaman la “mcdonaldización” de la cultura, de la economía, de las relaciones familiares, en todo, es espantosa y no tiene nada que ver con la realidad nuestra. Si tú piensas, hace 30 o 40 años atrás podía haber en cada país latinoamericano un modelo, incluso de derecha, que tenía cierto respeto por las raíces, las costumbres, la forma de ser de estos pueblos. Ahora no. Es un modelo ideológico, económico que viene de Estados Unidos y que atraviesa toda una sociedad como la chilena y se impone en la comida, el vestuario, en lo que se lee, en lo que se ve en la televisión. Entonces se está produciendo un cambio de mentalidad. A mí me parece patético que el día domingo se encuentre mucho más gente en un mall que en las plazas. Es patético que la gente prefiera ver fútbol por televisión que ir al estadio. En España había un McDonald y yo miraba para adentro y lo veía desocupado, sin mucha gente, incluso sin muchas luces y , al lado, en la misma cuadra, una serie de bares tradicionales llenos de gente conversando. Eso te demuestra que, claro, el imperio tiene dificultades cuando se enfrenta a un país como España que tiene una cultura y una forma de vida mucho más fuertes y menos manoseables. En Chile no es así, lo que también tiene que ver con la dictadura, que limitó todo tipo de disidencia frente al modelo impuesto, en todos los ámbitos: se impone un modelo previsional y nadie puede reclamar, se impone un modelo de salud y nadie puede reclamar, un modelo educacional y qué se puede hacer. Para mí es super importante rescatar lo que entodos estos ámbitos –cultura, literatura, educación- había antes y que era valioso. Así podemos tratar de torcerle la mano a este modelo neoliberal. Si no, vamos a un tipo de sociedad cada vez más injusta. Vamos a terminar como en la novela de Huxley, Un mundo feliz, donde unos pocos vivían en una cúpula y los que seguían pariendo en forma natural eran los salvajes que estaban fuera de la cúpula.

 

Rocinante Julio.2000

 

 

      

     

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