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David Rosenmann-Taub, poeta desaparecido en acción
La muerte le sienta bien


Franco Fasola
La Nación, domingo 22 de agosto de 2004


Su obra yace en un cofre en el fondo del mar. Vive en Estados Unidos, considerado como un genio pero en su país, pocos saben quién es. Muchos lo postulan al Nacional de Literatura pero a él, poco le importa. Por estos días prepara País Más Allá, lo último de su enigmática poesía.

“Cómo me gustaría jamás haber nacido,
libre de lo de ayer, jamás haber nacido,
dejar correr el tiempo, jamás haber nacido (…)
Para no recordarme, para no volver nunca,
Dios mío, yo creyera en ti para no ser...”

.............................. De su poema “Ciénaga”

 

In-ubicable. Desaparecido en acción. Mito viviente. A juicio de Armando Uribe, David Rosenmann-Taub es a quien realmente se le debe dar el Premio Nacional de Literatura pero en Chile nadie lo conoce.

¿Se esconde?

Radicado en Estados Unidos hace más de dos décadas, no sabe ni de círculos ni de premios. No le interesan. Tiene 77 años. Y con su vida, la famosa máxima se cumple: nadie es profeta en su tierra.

A David Rosenmann-Taub parece gustarle el autoexilio. Y aunque la distancia y el tiempo lo han alejado profundamente de Chile, El Mensajero, uno de sus últimos libros, figura como una de las mejores obras poéticas del año pasado. Aunque sus textos son sólo para iniciados. De hecho, abordarlos es tarea titánica. No por nada desde pequeño ha llevado la a veces incómoda chapa de “genio”.

El poeta, nacido en 1927, es hijo de padres polacos. Aprendió a leer al año y medio, y a los tres escribió sus primeros poemas. Su padre Manuel Rosenmann era políglota y lo comenzó a atiborrar de literatura. Su madre Dora Taub, pianista, le enseñó a tocar el instrumento cuando tenía dos años. A los nueve, ya tenía a su primer alumno de piano.

Cuando niño, le dictaba sus ideas a su madre. “Siempre he escrito. Esto del amor por las letras, yo lo explicaría como un matrimonio. Estoy casado con las letras”, cuenta desde Estados Unidos. Durante su infancia, en la que asiste al Colegio Europeo y al Liceo de Aplicación, nacen sus primeras poesías, escritas en los recreos.

Por esos años escribe El Adolescente (revista literaria Caballo de Fuego, 1941) y el primer volumen de Cortejo y Epinicio. Y a partir de allí, todo fue silenciosa creación e ímpetu de erudición: estudió español en el Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile y realizó una serie de cursos en los que intentó atrapar la esencia de la vida: botánica, astronomía, anatomía, inglés, francés, portugués, estética y arte.

Muchos han rotulado de “mísitico” al trabajo de Rosenmann-Taub. Por esa razón no es extraño que la poesía de San Juan de la Cruz y Juana Inés de la Cruz sean medulares en su obra. “Fundamentales para la historia de la poesía, no para mí. En Juan de la Cruz observo lo mismo que en Teresa de Ávila: mente alucinada, de soberana inteligencia, por encima de la vida en el planeta. Juana Inés de la Cruz hizo, en Primero sueño, una imitación de las Soledades de Góngora: lo que en Góngora cumple fines plásticos, en ella cumple fines conceptuales. Más que una poetisa, más que una mujer, ella es una fuerza que embellece cualquier cosa”, contó en una de las pocas entrevistas que ha dado a la prensa, hace ya algunos años.

Cortejo y Epinicio (1949) ganó el premio del Sindicato de Escritores. En 1951, la editorial Cruz del Sur publica Los Surcos Inundados, que obtiene el Premio Municipal de Poesía. Luego de ese auspicioso inicio en las letras nacionales, la senda de Rosenmann-Taub se va haciendo cada vez menos conocida para todos. Su padre enfermó y él se hizo cargo de la familia. Se alejó de los círculos literarios y comenzó a ganarse la vida enseñando música.

En 1973, y mientras caía Allende, la empleada doméstica de su casa robó muchas de sus posesiones. Allí se van sus horas de insomnio. Más de cinco mil páginas manuscritas, sin copia, desaparecieron.

EL VATE

Según la Real Academia Española “vate” significa “adivino, vaticinador”. Ese fue uno de los elementos que motivó a Kenneth Douglas, profesor de literatura de la Universidad de Yale a considerar a Rosenmann-Taub para darle la beca Oriental Studies Foundation. Así podía escribir y dictar conferencias en Nueva York. Era 1976 y allí comienza su etapa de outsider. Pero para Rosenmann-Taub, el significado de vate es aún más amplio que el del diccionario: “cuando la poesía contiene un elemento de conocimiento que va más allá del conocimiento inmediato, donde a través de la voz del poeta está hablando la totalidad del ser humano, se dice vate”.

Así, radicándose en Estados Unidos, David comienza a desaparecer. Aunque cultiva amistad con poetas como Alberto Rubio y Armando Uribe, de quienes opina son “poetas muy dotados, limpios y consistentes amigos”. De ese grupo, se ven pocos. “En Chile, como en todas partes, había individuos que pretendían ocupar todos los sitios, y actuaban como agresivas vedetes. Afortunadamente, existía un grupo, no muy numeroso, de intelectuales con generosidad y curiosidad.

Hernán Díaz Arrieta (Alone), Mariano Latorre, Ricardo A. Latcham, Julio Arriagada, Enrique Molina, Samir Nazal: humanamente, joyas”, decía hace algunos años.

Hoy, desde su destierro voluntario en Estados Unidos, David Rosenmann-Taub, quien es considerado por Uribe “El poeta vivo más importante y profundo de toda la lengua castellana”, habla, en exclusiva para Leer sobre lo que le queda de vida y obra.

-¿Qué opina cuando le dicen que su obra poética está llena de “secretismo”?
-¿Secretismo? Supongo que usted se refiere a “hermetismo”. Le pareceré pretencioso: ¿le diría usted a Einstein: ‘¿Hay algo de “secretismo” en su teoría de la relatividad?’. Para quienes no la entienden, por supuesto. Entender, incluso en qué consiste una ensalada, exige atención, y ésta demanda educación. El lector desatento encontrará hermético cualquier texto, o, peor, creerá haberlo entendido.

-En su poesía, ¿qué es más importante, el sonido o el fondo?
-Alteraré un poco la pregunta: ¿qué es más importante, la forma o el fondo? El fondo implica sustancia. Esta misma pregunta usted se la podría hacer a un músico: “¿qué es más importante: lo que suena o el fondo?” “Bueno”, le diría, “lo que pasa es que el fondo suena”. Aparentemente, forma y fondo son dos cosas. En realidad, se trata de una. Lo que no tiene fondo es sin valor y sin función. Todo es para el sentido. La poesía, cuando lo es, expresa el saber en la forma más esencial. Poesía, para mí, es saber con exactitud. Saber, es decir, crecer. De lo contrario, para qué la poesía.

-¿Cómo ha influido su cercanía con la música en sus poemas?
-A mí la música y la literatura no me influyen. Es mi experiencia diaria, mi contacto, fácil o difícil, con la existencia lo que me motiva a escribir. Leer algo que me entusiasma, me lleva a leer más, no a escribir. El vocablo “influencia” -como se lo usa en las historias de la literatura, de la música, de la pintura- es una manera diplomática de llamar al “robo”. Si algo ya está escrito, si estoy de acuerdo con lo que he leído, haré la recomendación del texto que leí, pero no lo vuelvo a escribir.

-¿Por qué ha publicado tan poco en relación con lo que ha escrito?
- Aunque he publicado una parte muy reducida de lo que he escrito, son más de diez libros. No es fácil publicar en Chile. Pregúntele esto a cualquier escritor chileno. Muy conocido el ejemplo de Gabriela Mistral, cuyo primer libro fue publicado en Estados Unidos; el segundo y el tercero en Buenos Aires y México. Para publicar Crepusculario, Neruda recibió, ayuda económica de Alone, lo que revela que la editorial le cobró.

Después de que Arturo Soria, el editor de Cruz del Sur, regresó a España, no encontré editor. Y yo no estaba en condiciones de pagar para que ciertas editoriales me publicaran. Desde los diecisiete años de edad he comido de mi bolsillo. Mi padre, un trabajador inagotable de maravillosa responsabilidad, no logró éxito en lo económico; yo tuve que colaborar con él, con felicidad, para sostener a los míos. No necesito contarle a usted anécdotas de las puertas cerradas que he encontrado en Santiago para publicar.

-¿Se sintió cómodo alguna vez en Chile?
-Chile es igual a Francia, a España, a Estados Unidos: sacamos la fachada y la gente tiene el mismo comportamiento: de vez en cuando -yo diría de vez en cuandísimo-, entusiasmo y buena voluntad, y, a menudo, indiferencia. Me he sentido cómodo en mi país de la misma manera que en Nueva York o en París. ¿Se puede estar cómodo en alguna parte? Me siento bien cuando estoy con gente que quiero y me quiere: eso no tiene nada que ver con el lugar.

-¿Qué cosas lo siguen uniendo a Chile?
-Es lo mismo que si, en cierto modo, me preguntaran -aunque estoy exagerando-: ¿qué cosas lo siguen uniendo a su madre y a su padre? Incluso si Chile desapareciera, yo sigo unido a Chile. Es el lugar donde nací. La cuadra donde viví es otra -hay nuevos edificios-, pero, en mí, se alzan las casas de los cuatrocientos, los impares, de Echaurren. Para bien y para mal, soy chileno.

-¿Qué opina de las nuevas generaciones poéticas chilenas?
-La poesía es un fenómeno de la Tierra. La poesía chilena es poesía cuando, además de chilena, es poesía.

-¿Qué está preparando actualmente?
- País Más Allá es un libro que he estado escribiendo toda mi vida. No es el único libro que he trabajado de esta manera. Todos mis libros los arrastro prácticamente desde que tomé conciencia de mi vocación.

Una de las primeras cosas que reflexioné fue la razón de crecer. ¿Por qué mi cuerpo debe desgastarse para que mi mente se abra? Progresivo cierre del ciclo vital, para progresiva apertura del ciclo mental. Hay que pagar con la muerte el precio de crecer.

¿Y cuál es la razón de recordar? Cada día cargamos el cadáver del día anterior. Cada día experimentamos este país: la propia interioridad ya está lejos. Nuestro hoy será mañana un paisaje inalcanzable. Cada instante se aleja infinitamente de uno mismo, y sólo podemos mantenerlo por una relativa memoria. Lo que llamamos presente es el más inmediato pasado: cuando uno lo constata como presente, ya es pasado. E, inevitablemente, va a llegar un día en que, para cada uno de nosotros, el haber participado de la existencia será haber habitado un país que está más allá de nosotros.

No sólo he querido expresar esto a través del libro. Me propuse expresar cuál es la razón de que sea así para mí. Este libro lo he llevado como mi carne y mis huesos.

-¿Quién debiera ganar el Premio Nacional de Literatura este año?
-Considero que Armando Uribe Arce lo merece por su obra y porque, a través de ella, nos muestra verdadera conciencia ética. Y en el ser “humano”, la conciencia ética es muy escasa.

 

 


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David Rosenmann Taub: La muerte le sienta bien.
Por Franco Fasola,
Fuente: La Nación,
domingo 22 de agosto de 2004.