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INTERMINABLE EXTRANJERÍA: 
ALGUNAS NOTAS SOBRE ALLÁ FUERA ESTÁ ESE LUGAR QUE LE DIO FORMA A MI HABLA
 
DE DANIEL ROJAS PACHAS
        Por Manuel Illanes
          
          
        
        
          
            
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El extranjero trae a las ciudades
            el cansado recuerdo de sus libros de estampas, ese mundo
            inconcluso que veía girar,
            mitad en sueños, por el ojo mismo
            de la prohibición  -y  en la pieza vacía
            parpadeaba el recuerdo de otra infancia
            trágicamente desaparecida-. 
          Enrique  Lihn, Muchacha florentina
        
          El  último libro de Edixxxiones Mantra, Allá  fuera está ese lugar que le dio forma a mi habla, de Daniel Rojas Pachas,  establece desde el primer poema un diálogo que se antoja infinito con ese gran  tronco de las letras latinoamericanas que constituyen tanto la poesía como la  narrativa peruanas. Y digo infinito (Blanchot  dixit), por cuánto toda tradición, al mismo tiempo que nos sitúa en un  momento determinado del quehacer literario y nos permite mirar hacia el pasado,  rescatando aquellos hitos que configuran el canon y el contra-canon de nuestra  época, se proyecta también hacia el porvenir, concediendo determinados márgenes de libertad respecto de las  formas que esta tradición adoptará en el futuro, márgenes que el libro de Rojas Pachas ocupa, por ejemplo, al  incorporar a su registro textos donde la seudobiografía y la ciencia ficción  subvierten el trazado poético (así en Cisneros  y Chirinos, con su fantasmagórica cita en que refulge una crueldad a la Lamborghini).
         Pero  en igual medida que el diálogo con dicha tradición finca al sujeto hablante  dentro de un espacio literario consagrado, otorgándole una determinada  pertenencia (ese lugar que le dio forma a  mi habla, que sería, en última instancia, la lengua poética de los autores  citados, una patria tan poderosa como la infancia a la que alude el título del  libro), se puede afirmar que el movimiento mismo que impulsa este quehacer  literario obliga a todo escritor a aventurarse lejos de dicho espacio, al menos  si asume su papel a rajatabla, el carácter solitario que posee el trabajo  poético. Es justamente la figura de la extranjería (tan querida por Enrique Lihn) la que resume la posición del escritor respecto  de esta tradición, y el desplazamiento pendular que conduce permanentemente  hacia el afuera, hacia el desgarre respecto de este espacio. En ese sentido, la  condición móvil, nómada del hablante, su no pertenencia al lugar, es destacada  en varios de los textos del libro de Rojas Pachas: en algunos casos se trata  del flaneur benjaminiano, personaje que transita por la ciudad en la que es un  recién llegado (así en Vallejo, Luis Hernández y Eielson); en otros se ubica al hablante en esa zona liminar por  excelencia que implica el cruce de toda frontera (aquí tenemos como ejemplo el  poema Oswaldo Reynoso en que el  sujeto del texto habla en un lugar indeterminado del límite  peruano-boliviano-chileno); finalmente encontramos textos donde esta condición  de tránsito, extranjeril es señalada en cuanto constatación de un orden de  cosas que estructura la identidad misma del hablante: así en las primeras  líneas de Blanca Varela, que me  permito citar: “Hay momentos en que la lucidez te alcanza / y llegas al total  entendimiento / de que tu vida / no ha sido más que un paso / por pequeñas y  miserables ciudades / rodeado de extras / pequeños y miserables sujetos / que  van quedando atrás.” 
         Más  allá de cualquier obvia referencia biográfica existe, a mi entender, un  principio orientador que está detrás de esta idea: es la visión del hablante en  tanto sujeto en tránsito, visión que  se emparenta directamente con la poética del Enrique Lihn de Poesía de paso, Escrito en Cuba y La  musiquilla de las pobres esferas de la que Rojas Pachas se apropia en Allá fuera… (cito aquí unos versos de  Lihn, extraídos de su poema “Escrito en Cuba”, que me parecen pertinentes:  “Estas emociones pueden terminar con tu poesía / diferir, para siempre un nuevo  viaje por esos países / fantasmas a los que vuelves de memoria / como un  extranjero de profesión”).
         Muy  ilustrativo me parece, a propósito de lo anterior, una aseveración que Eduardo  Llanos realiza en el texto que cierra la antología que el FCE preparó de la  obra de Enrique Lihn, titulada “Porque escribí”. Ahí, nos dice: “Además, habría  que agregar que el hablante se transforma más bien en viajante –y por tanto en  espectador- a partir de Poesía de paso.  Este desplazamiento importa porque afecta y modifica la escritura: por un lado  refrena la autoalusión, en la medida en que el discurso está demandado por la  realidad extranjera; por otro lado -y en esto no hay contradicción, sino  alternancia y simultaneidad de planos, fenómenos que enriquecen y complejizan  estos poemas-, el poeta vuelve a hablar de sí mismo, de su condición marginal,  de extranjero y aun de meteco.” Como se puede observar, esta aseveración calza  con la visión que Daniel desarrolla en su libro, y permite explicarla en cierta  medida, sin agotarla completamente.
         En  paralelo al diálogo que los textos de Allá  fuera… sostienen con esta tradición invocada de manera consciente en el  libro, hay también un diálogo en sordina respecto de la violencia que se vive  en México, que recorre transversalmente la obra. Así encontramos, por ejemplo,  en el poema Hinostroza versos como:  “Todos los días / calles a rastras que se difuminan / y las conversaciones /  -trasnochadas- / en habitaciones de una ciudad sitiada por el miedo.” En Luis Hernández, por otro lado, el  hablante nos sorprende con una imagen escalofriante: “Hace una semana / al  pasar rumbo a clases / viste un sostén / y unos zapatos de taco tirados entre  los matorrales / sólo miraste hacia el Starbucks y preferiste / abandonar la  escena”. Aunque el tema de la violencia figura, como he indicado, de forma  soterrada, oblicua, si se quiere, en Allá  fuera…, alcanza en el texto final, César  Calvo una poderosa resolución, al presentársenos una imagen panlatinoamericana de lo que ésta  representa y de cómo afecta las vidas de los individuos que viven en nuestras  sociedades: “-Llegué a tu ciudad / pero no me atreví a dejar el terminal. /  Sentí que algo vil / enrarecido / habitaba el ambiente. / Fuerza bruta y  violencia agazapada- / migración / aves que cantan como cerdos sobre las  palmeras / y el púrpura sangriento de fondo.”
         La  sumatoria de estos elementos otorga una potencia particulara Allá fuera está ese lugar  que le dio forma a mi habla, al entremezclar varias líneas de  interpretación que transforman su lectura en una gran experiencia respecto a  este canon subterráneo, que Rojas Pachas interroga, y del que busca extraer  algunas claves con las cuales observar esa mancha borrosa que es el futuro.