Agradezco la invitación de editorial Aparte y de Nicolás para presentar su nuevo libro Habitaciones parcialmente destruidas. Este poemario es el cuarto de una propuesta que ya es posible valorar por su desarrollo vivaz e inquieto, y sigue a La salvaje perspectiva, de 2020, publicación a través de la cual pude conocer más a Nicolás y comenzar una amistad real, muy empática, que comparte varios intereses entre los que no cuento –por supuesto– las películas de vaqueros.
Nicolás Letelier
A mi juicio, en la obra de Nicolás la oposición entre civilización y barbarie resulta una buena entrada de lectura. Desde Violencia barroca (2010) en adelante, el autor pone a funcionar sus materiales de lenguaje con especial afinidad por aquellos que cuentan con un bagaje histórico o que tienen la posibilidad de ser considerados como referentes “universales”, en tiempos de evidente caducidad de lo universal. Estos materiales, como bajo continuo, apuntalan el desarrollo de una poética de atisbo y de conjetura de lo real, sustentada por filtros de experiencia y sensibilidad más que por cultismo.
Sabemos que un barroco de capas, pero principalmente de espada o mandoble, lo emparienta con otras propuestas, aunque, creo, con un mayor distanciamiento a los entramados y las ficciones por parte de Nicolás. Por ejemplo, la aparición de figuras o máscaras como las de Cornelius Agrippa –en La salvaje perspectiva– o de Charles Darwin en este libro, se vuelven matices momentáneos de una voz poética que constantemente interviene y amonesta su propio tiempo, que líricamente valora lo animal del ser humano, sus aristas más crudas, viscerales, espontáneas como fondo del cual puede emerger sin explicación lo mismo la belleza que el desastre.
Si volvemos a Violencia barroca (2010) desde el libro que hoy presentamos, es muy visible el trabajo de refinamiento de la poética de Nicolas, pidiendo cada vez menos credenciales enciclopédicas al lector, conectando más fácilmente a través de un clima de eventos puesto que el foco o la fotografía se han vuelto quizá mucho menos relevantes que el travelling, donde la voz destaca por lo efectivo de su expresividad, por su sorpresa y frescura.
Ahora, en Habitaciones parcialmente destruidas, desde su título, podemos pensar que el poemario modula la oposición mencionada anteriormente –civilización y barbarie– desde la contradicción específicamente humana entre habitar y destruir; muy contemporánea, muy actual, si pensamos que el planeta en que vivimos es –o viene siendo, tal vez desde mucho antes– una casa o un edificio de departamentos cada vez más arruinado (como vemos en el poema que da título al libro), y donde la creación y la técnica poco han podido atisbar lo que queda fuera de su trabajo bien hecho.
En este libro Nicolás, con el sombrero alón de Oppenheimer o la motosierra de Matta-Clark, percibe la importancia de mantener cierta parte del espacio lógico del poema abierto a lo que queda apenas como remanente de la destrucción cotidiana. Se habita a duras penas, entre obligaciones y trajín; se odian las ficciones del campo literario (como en el poema que abre el libro, “De la clase media media”) como se odia la realidad nacional (poema “Suite termidor”), y se odia también al propio personaje, al mismo tiempo que se ama encontrar cualquier cosa que lo desdibuje.
El poema, más que una casa o una hostal de sentido, es un techo que deja ver un cierto tramo de cielo; la voz es más la prolongación de alientos cambiantes –viento que se cuela desde alguna parte– que un concierto de flauta. Cae constantemente en verso corto, encabalgado, o se alarga en prosa jaculatoria. En ese aire el animal se agita, se queja y se aquieta; no tiene futuro ni proyección, se conforma con la idea de que tal vez, como ha propuesto Kermode “el tiempo carece de libertad y es esclavo de un final mítico”. Y que “pensamos en nuestra propia crisis como si fuese más extraordinaria, más inquietante, más interesante que otras crisis (96)”[*].
Habitaciones parcialmente destruidas también resulta un libro más móvil que el anterior, donde la forma no se propone conducir las variaciones tan visiblemente desde el oficio, y las decisiones son más intuitivas, consiguiendo una mayor organicidad. Un ejemplo es el poema “Y” (p. 24), en el cual Nicolás vuelve a plantear el tipo de poema serial que suele trabajar, pero esta vez escoge que cada texto parta con dicha conjunción como pie forzado. ¿Por qué no es un poema largo? ¿Por qué es distinto a “Charles Robert Darwin” o qué tan distinto es?
A diferencia de dicho texto, “Y” no tiene tema, y de alguna manera, representa la poética del libro también mostrada en el texto “Habitaciones parcialmente destruidas”, donde las operaciones de construcción son expuestas con un marcado paralelismo con la operación compositiva.
A través de la conjunción, en el poema “Y”, la voz hace como que retoma o prolonga algo que se ha dicho anteriormente. Sin embargo, no se trata del texto final del libro, no hay nada que se esté retomando. Cada texto representa una nueva toma de aire, un conjunto de pasos de algún trayecto, el resto de alguna idea, una conclusión tal vez apresurada en medio de una conversación íntima. Aunque también la ‘Y’, cito: “junto a un hueso/ de pollo estalla / la vida en todo” (24), representa la “espoleta” de los etruscos, la delicada osamenta cuyo quiebre, tirado desde ambos extremos, se usó como oráculo. El texto, entonces, parece amplificarse, deja de mostrar las estructuras –ya expuestas– de la habitación humana, subjetiva, y lo que hace es enfocar la construcción azarosa y episódica de un destino que carece de narrativa, o de final. Es una especie de “Charles Robert Darwin” (me refiero al poema del libro que lleva dicho título) pero que sobrepasa el perfil o la autoficción de la carga subjetiva; que aspira y consigue cierta universalidad porque nos acerca a nuestro carácter desdibujado, más fáctico que ficticio.
El animal humano está de paso, y en ese despiste que es su día a día, solo aspira a tener algo en que descansar, siempre en contexto de crisis o con la posibilidad abierta de una catástrofe que pueda aportarle sentido. Creo que Nicolás, con Habitaciones parcialmente destruidas, apunta a aquello, a lo civil que se ha vuelto nuestra barbarie, a lo bárbaro de nuestra aparente civilidad.
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[*] Kermode, F. (2000). El sentido de un final. Gedisa: Barcelona.
www.letras.mysite.com: Página chilena al servicio de la cultura
dirigida por Luis Martinez Solorza. e-mail: letras.s5.com@gmail.com Presentación de "Habitaciones parcialmente destruidas" de Nicolás Letelier Saelzer.
Arica: Editorial Aparte. 2023. 44 páginas.
Por David Villagrán.
Librería Inquieta, 10 de enero de 2024.