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Al rescate de Eduardo Anguita
Anguita 20/20. Braulio Fernández y Marcelo Rioseco (editores). Universitaria, Santiago, 2013, 234 páginas

Por Pedro Pablo Guerrero
Revista de Libros de El Mercurio, Domingo 10 de febrero de 2013


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No hubo jornadas de homenaje el 12 de agosto de 2012. Tampoco un acto con "asistencia de autoridades y representantes de la cultura". Ni siquiera una placa conmemorativa. "Gusano, ¿hemos mentido?, ¿hemos mentido?", hubiera preguntado el poeta que pensaba en el gusano cuando oía madurar los duraznos a la hora del estío.

A veinte años de su muerte, el autor de esa cumbre de la poesía chilena que es Venus en el pudridero (1967), y de libros como El poliedro y el mar (1962) y La belleza de pensar (1988), no fue recordado por nadie. Públicamente, al menos. Pero hubo dos lectores que se impusieron la tarea de hacerlo. En el papel de editores, Braulio Fernández y Marcelo Rioseco convocaron a críticos y escritores con el objetivo de rescatar su obra literaria, la que, "pese a su indiscutida relevancia en el panorama de la poesía chilena y latinoamericana, no contaba sin embargo, después de dos décadas, con un estudio académico sistemático", como escriben en el prólogo. La única excepción, reconocen, es el trabajo de Ismael Gavilán, Pensamiento y creación por el lenguaje. Acercamiento a la obra poética de Eduardo Anguita (2010), citado en la mayoría de los artículos de Anguita 20/20.

Desde Estados Unidos, el poeta Marcelo Rioseco detalla los alcances del libro que acaba de publicar Universitaria -sello donde Anguita trabajó como asesor literario durante años-, con el apoyo de la University of Oklahoma y la Universidad de los Andes: "Más que un rescate de Eduardo Anguita, es un libro que busca volver a poner su obra en el panorama literario desde la academia. Si bien es cierto que se ha escrito mucho sobre él, la mayoría de lo que existe proviene de la actividad periodística o literaria, lo cual es una contradicción, pues la obra de Anguita se enseña actualmente en la mayoría de las carreras de literatura en Chile".

Anguita 20/20 indaga en la complejidad de un autor con una acentuada conciencia de su escritura, obsesionado por el paso del tiempo y el lugar del hombre en la creación. Poeta vanguardista, religioso, metafísico, espiritualista, incluso místico, Anguita calza y a la vez se escapa de todos estos adjetivos. Su complejidad es propia de la época que le tocó vivir. Nacido en 1914, creció bajo la influencia de las vanguardias europeas y, como toda su generación, debió enfrentar el dilema entre el compromiso y la autonomía de la obra de arte. Junto a Volodia Teitelboim, publicó Antología de la poesía chilena nueva (1935), que ensalzó a Huidobro y excluyó a Gabriela Mistral, convirtiéndose en un libro polémico, pero reivindicado por las generaciones siguientes.

Partidario en sus inicios de una poesía hecha de palabras exentas de significado, impulsó el decoracionismo, movimiento fugaz del que más tarde abjuró como un error de juventud. En 20/20 , Felipe Cussen ve en este ismo un antecedente de la poesía sonora hecha en nuestro país. Discípulo de Huidobro, figura gravitante en la cultura chilena de esos años, Anguita se alejó también del creacionismo de su maestro en busca de una voz propia que reinstaló a la divinidad en el horizonte del poema, situando al poeta en una "concordancia subalterna" respecto de ella, según advierte el estudio de Ismael Gavilán incluido en el libro.

¿Esto convierte a la poesía en una sirvienta de la moral? "Para nada -responde el investigador-. Aún más, el afán que recorre la obra de Anguita es que la poesía pueda ser asumida como conducta y, desde esa vivencia, nace el intento por articular una ética. Pero no es una aspiración privativa de Anguita; buena parte de la Generación del 38 pretende ese riesgoso camino de querer unir ética y estética en una conducta reveladora: Gonzalo Rojas, Miguel Serrano, Volodia Teitelboim, la Mandrágora...".

Gavilán tampoco cree que el proyecto de Anguita suponga un retroceso frente a la pretensión de autonomía impulsada por las vanguardias: "Sería un retroceso si consideramos a la poesía o la literatura de modo lineal bajo un concepto de 'progreso'. Pero el asunto es mucho más complejo que eso. Y, si bien en América Latina y en nuestro país es rastreable cierta sensibilidad de vanguardia de cariz autonómico, lo fundamental es saber que aquellos intentos -como el de Anguita- no renuncian a establecer un vínculo con la vida, con lo social, con lo histórico: aun más, tuvieron la pretensión de cambiar radicalmente todo aquello".

Poesía funcionaria

En otra dirección avanza el estudio en el que Braulio Fernández examina el ensayo "Rimbaud pecador" (1954), donde Anguita enjuicia al autor de Iluminaciones, en un proceso que extiende a la poesía entera. "Él plantea, acertadamente a mi juicio -señala Fernández-, que es un error la visión del poeta como un mago, un iluminado o un semidiós. Justamente ese fue el 'pecado' de Rimbaud, según Anguita. Él aboga por un poeta 'funcionario' en un sentido que llamaría aristotélico: el poeta es un trabajador de la palabra, un artesano".

Según advierte Fernández, el concepto de "poesía funcionaria", propuesto por Anguita, "va en contra de cualquier instrumentalización, incluida la de la fe. Para Anguita, la poesía es un fin en sí misma. Ahora bien: es obvio que al otorgarle la capacidad de correr el velo entre el yo y el infinito, Anguita piensa que hay un orden y un creador del universo que precede a cualquier creación humana, con lo que hay que re-unirse. Él no está por la poesía religiosa como comúnmente se entiende. Pero si se la ve como un pacto de amor entre el infinito y el hombre, claro que es religiosa: justamente un re-ligare".

Frente a la pregunta acerca de si Anguita fue un poeta católico y qué implicaría este hecho para su obra, Marcelo Rioseco responde: "Sí, en lo personal, Anguita era un poeta católico, pero no creo que ello determinara su poética; o sea, que no lo veo como alguien que quisiera hacer calzar sus creencias religiosas con sus propuestas más programáticas, como las que expresó en 'David' o en su ensayo sobre Rimbaud. Para mí, a Anguita no se le debe leer como poeta católico, aunque lo haya sido. Creo que esa lectura reduce la potencia metafísica de su obra".

Rioseco destaca la imposibilidad como elemento central de su cosmovisión. "Creo que para Anguita el mundo era un misterio metafísico y lo vivió, me atrevería a decir, vitalmente y dramáticamente. Esa es la tesis de mi artículo en el libro. La expresión más clara de esto es quizás la angustia metafísica que le producía el tema del tiempo. De ahí, ese poema fantástico que es Venus en el pudridero. Qué mejor prueba de la imposibilidad, ¿no?".

La rica densidad simbólica de Anguita, incluso su hermetismo, autoriza interpretaciones de todo tipo. Desde la lectura cristo-céntrica que propone Diego Honorato, situando el poema "Definición y pérdida de la persona" (1940) en la perspectiva escatológica de la esperanza cristiana, hasta la consideración budista del vacío en El poliedro y el mar que postula Soledad Fariña. A la luz de la tradición de la poesía mística, Jimena Castro sugiere, en tanto, una visión menos ortodoxa de los motivos cristianos que hay en Venus en el pudridero: así como en el poema está presente san Juan de la Cruz, también lo estaría Margarita Porete, mística francesa del siglo XIII que terminó en la hoguera junto a su libro. Juan Carlos Villavicencio, por su parte, entiende los poemas de "Liturgia" como una ceremonia textual, dedicada a Huidobro, en la que Anguita se aparta de las directrices de la Iglesia respecto del culto y la teología católicos.

Reveladora entrevista

Testimonios de naturaleza más subjetiva son los textos de las últimas secciones de Anguita 20/20. Raúl Zurita mira al futuro y profetiza la resurrección de la poesía de Anguita dentro de cuatro siglos, cuando lo que hoy se considera "el vicio de las formas castizas" - veis , oigáis , vosotros- "se disuelva en la parca esencialidad de lo eterno". Cristián Warnken mira al pasado y ofrece en "Eduardo Anguita viene preguntando" una evocación elegíaca del poeta que, durante la década del 80, visitaba la casa de su madre, Angélica Lihn. Pero es Manuel Silva Acevedo, en la reveladora entrevista que le hace Marcelo Rioseco, quien explica el motivo de esas visitas: "Angélica fue su musa final y en un sentido total. Tuvieron una relación de amor y amistad espiritual muy profunda. Ambos fueron para el otro el gran amor de sus vidas". Ella es, según confirma Manuel Silva, la Angélica a la que está dedicada Venus en el pudridero, pero aclara que el poema no se inspira en ella, pues fue escrito "antes de que fueran pareja".

Silva Acevedo, que conoció a Anguita en 1968, cuando coincidieron como redactores creativos en una agencia de publicidad, despeja varios mitos que rodean al poeta. Empezando por el silencio literario de sus últimos años. Lo atribuye no sólo a la neurosis, sino también al golpe de 1973, que lo habría decidido a recluirse cada vez más en su departamento, pues era simpatizante de izquierda, aunque sin militancia. Irónicamente, cuando recibió el Premio Nacional de Literatura, en 1988, Anguita le manifestó a Silva Acevedo su temor de que le quitaran el reconocimiento porque se lo había dado Pinochet.

Manuel Silva Acevedo supone que por ser considerado un poeta "católico", Anguita ha sido "ninguneado" en la poesía chilena. Y no es el único que advierte esta marginalidad. En su artículo para Anguita 20/20, el profesor Francisco Leal (Colorado State University) se hace cargo de la "sombría situación" de Anguita en el canon chileno. "Un fantasma recorre la poesía de Chile", anota, "entre siempre olvidado y siempre presente".

-Creo que la afirmación de Francisco Leal es atendible -admite Rioseco-. Yo tengo la impresión de que Anguita ha ido desapareciendo del escenario de la poesía chilena, que se le ha olvidado un poco, quizás porque su propuesta no responde a la poesía más coloquial o de tono menor que ha tenido mayor impacto en los últimos años. Quizás todo sea una cuestión de modas, lo cual es lógico también. Sin embargo, Anguita 20/20 es un estudio hecho con seriedad, que iba siendo necesario para lograr uno de los propósitos más básicos de la crítica: que la gente vuelva a leer a Eduardo Anguita.



 

 

 

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Anguita 20/20. Braulio Fernández y Marcelo Rioseco (editores). Universitaria, Santiago, 2013, 234 páginas
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