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Rica tradición poética

El mejor libro de Barquero


Jaime Valdivieso
Revista de Libros, viernes 1 de octubre de 2004


Nada parece faltar o sobrar en su más reciente obra; ha trabajado no sólo con la presencia de la palabra, sino con la ausencia, con lo que se adhiere mañosamente al texto.

La primera reacción que se tiene al leer este último libro de Efraín Barquero, y percibir la extraordinaria calidad y continuidad con su importante obra anterior, es preguntarse nuevamente qué sucede con los premios nacionales. ¿Es la aparición continua en la prensa lo que influye en el jurado? ¿Es la imagen televisiva y periodística tan necesaria, la presencia real en los medios y en la calle para obtenerlo? ¿Es esto suficiente para desplazar la obra de toda una vida, una obra enraizada en la tradición de la tierra, en la identidad latinoamericana hecha con una perfección y belleza de una insuperable artesanía?

No se trata de desmerecer al premiado ni al otro que tampoco lo obtuvo. Se trata de la presencia de un valor indiscutible que debió obtener el premio por lo menos hace diez años. Se trata de respetar los valores de la tradición, individual y colectiva, se trata de volver a los principios con que nació el premio, a situar a cada autor en lo que se merece, esté o no presente en Chile.

Al menos para mí, se da la casualidad de que este es tal vez su mejor libro, el que recoge lo más logrado de su sensibilidad dispersa en pequeñas dosis a través de toda su obra: la experiencia cotidiana, la sabiduría que viene del "trabajo y de los días", de la tierra, de la ternura y la belleza de las cosas simples y profundas tal como comienza su primer poema:

El primer poema fue una
mano abriéndose a la luz]
Con el estremecimiento de
una serpiente al reptar]
De un rayo al cruzarnos el
rostro.]

El primer poema fue escrito
de una sola manotada]
Y el hombre de una mano
fue estampada en la piedra]
Con esa herramienta de
minero sin casco.]

El primer poema fue una
mano estampada en el muro]
La palma de una mano
Unos dedos abiertos
Aguardando el amanecer
La sombra de otro hombre
Unas líneas escritas con los
ojos cerrados]
Con el sueño más terrible o
más dulce.]

Esta obra parece resumir el destilado de todo el conocimiento, las reservas espirituales, la habilidad artesanal de toda una vida, cuando ya la vida en lo fundamental se ha vivido. Nada parece faltar o sobrar en esta obra, se ha trabajado no sólo con la presencia de la palabra, sino con la ausencia, con lo que siempre se adhiere mañosamente al texto. Antoine de Saint Exupéry definió mejor que nadie esta esencia de todo arte:

"Parece que la perfección se alcanza, no cuando ya no hay nada que añadir, sino cuando ya no hay nada que suprimir".

Pero veamos un poco más de esta obra, vamos al último poema que da nombre al libro:

Pienso en el poder de mis
pocos objetos]
Que adquieren otro orden al
comenzar el poema.]
Madera dispersa de un viejo
y olvidado naufragio]
Vaso desenterrado donde el
agua es más fresca.]

Ellos son hechos con el polvo
de todos los objetos]
Donde han desaparecido los
días anteriores]
Menos este amanecido y
enceguecido resplandor]
Preso en la telaraña resinosa
de un pino]

Cuántas veces se cruzaron
en mí dos o tres objetos]
Haciéndome unir la primera
con la última línea]
En una imagen indescifrable
del lenguaje de las cosas.]

Que otros se dejen arrebatar
por las cosas hechizas.]
Yo pienso en el trabajo hecho
por el buen utensilio]
De mango suavizado por el
amor más durable.]

Este soneto alejandrino de catorce sílabas, parte de un poema más largo, resume mejor que nada el valor de la tradición, el legado que nos dejaron los grandes poetas de comienzos del siglo pasado.
¿No está en estos versos la poética de lo mejor de Neruda y Gabriela Mistral?





 

 


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Efraín Barquero: El mejor libro de Barquero,
por Jaime Valdivieso. (de El poema en el poema).
Fuente: Revista de Libros de El Mercurio,
viernes 1 de octubre de 2004.