Con catorce cuadernos atiborrados de versos, un libro de poemas para niños listo para la prensa, y varios baúles de porcelanas y antigüedades compradas en Pekín, regresó a Chile el joven poeta Efraín Barquero.
Con su esposa, Elena Cisternas Franulic, y sus dos hijos (Anita de 4, y Juan, de 5 años), Barquero permaneció durante un año y cuatro meses en la tierra de Mao Tse-tung, haciendo clases de práctica del idioma español en el Instituto de Radiodifusión. Su esposa hizo otro tanto en el Instituto de Comercio Exterior.
Con el alma cargada de vivencias, el autor de "La Compañera" relató a ERCILLA sus experiencias que, en el aspecto poético, resultaron extraordinariamente fructíferas. —Me ayudó a encontrarme a mí mismo —dice de su estada en China—, a escuchar mi propia voz.
Ocho inmortales al mejor postor
Los ocho inmortales de China (seis personajes, un cojo y una mujer), un cofre de novia enchapado en alcanfor y un kakemono con propaganda de contrabando fueron algunos de los objetos chinos que el miércoles pasado subastó el martillero Ramón Eyzaguirre.
Los objetos pertenecían a Efraín Barquero. Los había comprado con su esposa en repetidas incursiones por el Len Li-chang, el barrio de los anticuarios de Pekín. En ellos invertían casi todo su sueldo de 503 yuans (no tenían en qué gastarlo).
Elena nos contó que no quisieron asistir al remate, "porque les dio mucha pena". En realidad, ellos regresaron a Chile sin más dinero que el
invertido en las antigüedades que traían.
—Fue un amigo muy poco práctico quien nos dio la idea de rematar— decían con algo de tristeza.
En la subasta se vieron desde un delicado quitasol hasta valiosos vasos de sacrificio de bronce de antiguas dinastías. Entre el público —donde se contaban snobs y coleccionistas auténticos— estaba Juan Goñi, que ganó piezas por varios cientos de escudos...
Un delicado kakemono de confección moderna representaba un gran parque con un edificio al fondo muy parecido al Capitolio de Washington. Por un sendero corría un grupo de niños con un pañuelo rojo anudado al cuello y portando una bandera del mismo color. Son los "pioneros", especie de "scouts" del mundo de China roja. Quien lo adquirió quizás ignoraba este detalle...
Efraín Barquero
Una China en pugna
Barquero, cuyo nombre auténtico desea ocultar, pero lo confió a ERCILLA, "por primera vez a un periodista", encontró una China aún en formación, donde, si bien no existen diferencias sociales, hay sí marcadas diferencias entre las generaciones.
Aún se ve a ancianos y ancianas vistiendo los antiguos trajes. Ellos, con largas y venerables barbas, fuman en narguiles y toman el sol con la pasividad de toda la tradición que llevan.
Los jóvenes, en cambio, se "sienten" marxistas. Frente a la pugna ideológica con Moscú, exigen al extranjero una definición. Hasta los niños están imbuidos por el problema.
"Ándate rusa", gritaban a Elena los niños de una escuela que visitó. Para la juventud china, el "demonio extranjero" es un peligro siempre latente. Miran al occidental con desconfianza. Su xenofobia se manifiesta casi en forma inconsciente.
—En las clases de español —nos contó Barquero— sus composiciones tratan sobre su propia infancia y narran historias conmovedoras. Son las generaciones de la guerra, que sufrieron en carne propia al "extranjero". Para ellas, todo el que no tiene ojos rasgados es ruso.
Antirreligiosos, su única mística es la patria. El sistema crea "hombres ideales" que se convierten en verdaderos dioses para la juventud; en los colegios escriben sobre ellos, estudian sus vidas, les hacen composiciones.
—Mao se presenta ante ellos inaccesible como un ídolo —nos relata Barquero—. No manifiestan un sentimiento religioso; están poseídos de un gran misticismo político.
Frente a ellos, la antigua generación, los viejos, siguen representando el cuadro de la China tradicional y milenaria. Sus rostros y sus gestos son estampas características.
Coléricos pelucones
En el "Café de la Paz" se encuentra a los "puntos negros" de la juventud china.
Verdaderos "beatniks" pelucones y de chuletas alternan con muchachas vestidas a lo occidental y conversan interminablemente entre café y café. Allí se reúne el chino que ha viajado a Occidente y trae costumbres "importadas". Sin embargo, son tan solo un punto perdido entre los ocho millones de habitantes que tiene Pekín.
El resto de la juventud se dedica enteramente al estudio o al trabajo. Les interesa mucho saber "en qué se entretiene la juventud" de los países latinoamericanos.
—Siguen siendo un pueblo ensimismado, introvertido, terriblemente pudoroso —cuenta el poeta—. No manifiestan sus sentimientos. Sólo contadas veces vi a parejas de muchachos en actitud de "pololear". No conocen el beso. Aún con la protesta de los muchachos, ellas tratan de parecerse en todo al hombre. En muy pocos casos se nota una actitud coqueta y femenina.
Europeos y mujeres
Tímido, pero perspicaz observador, Barquero fue dando a ERCILLA su visión personal de la China de Mao, en breves pinceladas salidas al calor de la conversación:
—El chino, en general, quiere al americano. Su xenofobia se manifiesta especialmente con el europeo.
—A los europeos y a las mujeres se les paga menos que a los latinoamericanos. Aún no logran desprenderse de su menosprecio por ambos.
—Los niños, sin embargo, son cuidados por todos. Los autobuses disminuyen su marcha para dejar pasar a un distraído colegial, aún en pleno centro de Pekín.
—Tienen una prensa muy escasa. Diariamente aparecen dos matutinos de dos o cuatro hojas y un vespertino de igual tamaño. Se asustaron cuando les contamos que nuestros diarios eran tan gordos...
—Desdeñan su antigua cultura. Quieren crear un arte nuevo rompiendo con el pasado. El misterio del viejo mundo chino es para ellos algo ya pasado.
—Los chinos son tremendamente formalistas. En los banquetes, los brindis con frágiles vasitos con "mao tai" (licor de arroz), son cosa obligada. Para nosotros resulta incómodo interrumpir a cada
momento la comida para levantarse a hacer un brindis...
—Quieren a toda costa hacer que el occidental viva a lo occidental y no muestran nada de sus propias costumbres. Todos los latinoamericanos que estábamos en Pekín, deseábamos comer platos chinos, pero ellos nos traían unas mal hechas comidas occidentales. Un día hasta nos sirvieron empanadas...
—Exigen al extranjero una definición ante el dilema chino-soviético. Yo mantuve una posición de critica frente a su actitud, con la mayor franqueza. Pero vi a muchos chilenos que son "más chinistas que los chinos" y los adulan. Sin embargo, el ciudadano chino corriente cree que todo, a la larga, se va a superar. Cuando me despedí de ellos me dijeron que el asunto no les preocupaba, porque eran "peleas entre familiares"...
—El alcoholismo, la prostitución y la toxicomanía son problemas ya superados para China. Los grandes poetas del pasado fueron alcohólicos.
—En lo económico, ese enorme país aún no surge totalmente. Pekín es una ciudad pobre; los obreros tienen grandes problemas económicos. Nosotros no podríamos vivir como ellos, porque sus sueldos son bajos. Sin embargo, ellos visten felices sus abrigadores trajes acolchados y, si se rompen, los parchan, porque están convencidos de un ideal común.
—Los "rikshá" aún existen, pero se han modernizado. El "hombre del carrito" ya no va a pie, sino que tira con una bicicleta a su cliente. Son todos hombres viejos, personas un poco marginadas, que viven una existencia como de vagabundos. Se les ve muchas veces inmóviles junto a su carrito, tomando el sol... Son estampas típicas de la vieja China.
—En China existe un movimiento literario muy grande. Sin embargo, aún sigue dentro de los cánones de la estrictez doctrinaria. Es una literatura panfletaria, dedicada al tema político. El tópico sentimental no existe; sólo se conoce el amor a la patria. Se venera mucho a Neruda y Gabriela Mistral.
—Tienen un sentido tan inefable del tiempo que se manifiesta hasta en las más pequeñas cosas. Al llegar a Pekín, nos presentaron el plan de trabajo, y nos dijeron: "y, por último, el sábado y el domingo también pueden descansar..."
Himno y regreso
—Vivíamos en un barrio para extranjeros, pero un poco
aislados del resto —nos dice Efraín Barquero—. Allí me aislé; me arrepiento de no haber conocido más. Sin embargo, en esa quietud pude dedicarme más a la poesía. Decidimos regresar cuando nos quisieron mudar al centro del barrio; por lo demás, la tensión chino-soviética crecía por días...
El poeta maulino regresó con un voluminoso paquete de versos. Cree haber encontrado una expresión definitiva en su poesía. sobre todo, en la forma.
Trajo un volumen de versos para niños.
—No agrega nada nuevo a mi producción —explicó a ERCILLA—. Son temas clásicos del folklore chileno, pero con alguna novedad en la forma. Son como un largo cuento iniciado con el clásico "érase una vez".
Después de dos años de silencio poético tras la aparición de "Maula", publicará a fines de año algo de lo que escribió en Pekín, incluyendo una serie de prosas con sus impresiones y vivencias personales.
Sencillo, modesto, soñador, tímido e introvertido, Efraín Barquero no ha cambiado desde antes de su partida. En forma de evocaciones nos dio una versión muy interior y personal de su estada en la China de Mao Tse-tung. Sólo recordaba con melancolía el remate de las antigüedades que trajo...