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El nadador que surca la noche sobre la mitad del mundo

Sobre La muerte de Caín, de Ernesto Carrión

Por Galo Ghigliotto


 

Me atrevo a declarar que los buenos poetas pueden descubrirse en función de cómo relacionan su escritura con la noche. La noche es otra musa. En este sentido Ernesto Carrión (Guayaquil, 1977) se desenvuelve tocando y enumerando pedazos de cielo oscuro como si poseyera las manos de un dios extraterrestre capaz de inventar frutos en el cielo tan solo estirando sus brazos hacia el infinito. Me permito la subjetividad de decir que ha sido un gusto para mí leer La muerte de Caín. La poesía latinoamericana de hoy atraviesa un pasillo acuífero que renueva bríos, es posible percibir un movimiento que empieza a agitarse desde distintos puntos y en complicidad con la tecnología y la globalización, que lejos de ser un inconveniente o un distractor para la obra, para a ser el complemento que permite unir distintas sensibilidades a través del planeta.

La muerte de Caín posee muchas cosas interesantes. Una de ellas es el intenso diálogo de una voz permanente que dibuja las letras con un ser otro que habita al interior del autor, pero no en un interior primario, no en un yo interior, sino en un paisaje interior, al que se llega después de atravesar un viaje largo al interior del cuerpo, atravesando los tamaños que existen para simular el tiempo: ahí es posible encontrar el rostro y la voz de los primeros hombres, de los primeros criminales del territorio sobre el cual estamos distribuidos, esas voces dialogan entre ellas y se preguntan por ejemplo “qué dios que nos creó pudo matarnos por nuestras vilezas: por nuestra forma de amar y de exigir al otro.” Otra de las cosas que llama notablemente la atención respecto a este libro es que he visto con mis propios ojos como personas que no leen con frecuencia pueden ver fácilmente cómo se desprende la belleza de los textos contenidos en su interior. Puede ser un método poco ortodoxo, pero la verdad es que la verdadera poesía es la que tiene un peso tal que es sólo arrastrable por el tiempo, y se ha visto desde el inicio que la verdad es un sol que brilla al interior de la palabra brindando toda la fuerza que esta pueda llegar a tener; en este sentido Carrión arroja soles con la destreza de un arquero que atacando en soledad hace temblar el castillo enemigo disparando flechas encendidas que cruzan la noche. Otra vez la noche, quería volver a la noche. La Noche es el primer poema de este libro, presiento su posición al inicio como una invocación al fin, al último día, el de nuestra muerte, e imagino que Carrión ha querido comenzar por el final de todo, declarando que la noche es una “Luz que no conoce otra manera de asumir la calma.”Esa iniciación prepara al lector para el resto de belleza que existe al interior del libro, que más que un libro parece una ventana que permite escudriñar mundos aparentemente olvidados. En otro texto, más adelante, el autor señala: “La noche entonces / un silencio anónimo y maltrecho con que el árbol crece.”

A partir de los bellos textos que ahí descansan quisiera escribir nuevos libros, inventar nuevos mundos.

“Y dios existe; pero igual que un gran artista de maravillosas dotes, nada tiene que ver él con su obra.”
“Recuerdo que saltabas precipicios para intentar la vida.”

La muerte de Caín es sin duda una obra de cien años de duración, por lo menos. Independiente del hecho de que su autor, haya sido galardonado en el Festival Internacional de Poesía de Medellín. Ernesto Carrión posee una voz que estoy seguro sabrá transparentar las épocas. Para mí, Carrión es el Dylan Thomas de Latinoamérica, la fuerza de su poesía es muy similar a la del escritor galés que nos dejó menos de su carne y más de su palabra; el tiempo que cuaja sobre los versos contenidos al interior de La muerte de Caín constituye una pieza que debe ser reconocida ahora, en el momento preciso, como un constituyente fundamental de la historia literaria mundial.

No leer La muerte de Caín es negarse a otra vida en esta misma. Leerlo es una oportunidad de descubrir que hasta el sol tiene su anverso.

Santiago de Chile, Junio del 2007.

 

 

- Textos del libro LA MUERTE DE CAÍN -

 

BILLY THE KID SE HA EMPECINADO EN ENVEJECER

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WANTED

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Silver city: el cielo de Nuevo Méjico es una ballena sangrando sobre una playa de cactus mientras avanzo fardo tras colina árbol sobre frontera entre prados enteros con árboles  y prados dentro • en chozas donde no vuelve ni la derrota ni el café hirviendo ni el hijo arrebatado llorando por su madre enferma • en ríos y pedregales y huertos blancos de  peras brincando sobre la cresta de una iglesia donde vi una vez un gallo de madera una escalera deforme y a la muerte fumar largo en su caballo 

Lunas ha
mi ropa se guindaba suavemente como una joya arrancada a esa nuca peligrosa de los cielos • Yo era un sueño muy joven como para verme acabar de rodillas estrangulado bajo un marco de madera...          custodiado de aves peligrosas de bandidos empecinados  en reír a tripa suelta de astros construidos por colillas • de botellas que aplaudían vacías alzadas en estantes       

Y a veces -por la tarde- tocar la pena en vitrinas llenas de humo ver los vagones de las casas que jamás partieron • buscar la infancia en mujeres de mandíbulas flexibles que aligeraban el ácido de mis copulaciones. • cuidaban bien los burdeles adormeciendo caballos desmelenados y exhaustos sobre canchas de polvo • mesas ocres de teca donde jinetes vidriosos raspaban el whisky amargo atentos por la usura • estos son mis hermanos –me decía- animales agachados en montes de piedra • halcones encendidos en la hoguera de sus pillerías • homicidas hermosos que –acaso sin la ayuda de sus cuerpos- mantenían latiendo al niño en el adulto

Entonces acabarse era importante • saber que Uno era Uno y no los otros saboreándose la pulpa en los excesos • errando desde cero como un animal destrozado que no logra justificar cómo ha vivido pero que ha vivido. (Billy reapareciendo en el ojo enemigo • William H. Bonney limpiando su puñal sobre la curvatura crespa de su lengua)

Y desde Lincoln City / desde Tascosa, Texas/ desde Clifton, Arizona donde acampé montado al siseo de la serpiente hasta que oí una noche el siseo de la serpiente: afuera está el trabajo la casa por hacerse las deudas pendientes • y el Futuro triturándolo todo -que se paseaba también con un cuchillo en la mano- subió rápidamente desde las ramas en sombra que dejaban los coyotes sobre las colinas

Subió como visiones donde lograba por fin dormir comer hablar apropiadamente sin sentir como la carne se hinchaba en la raíz de su furia • masticar el tabaco • afeitarme rumiando el tiempo de los hombres sobre canteras fulminadas y campos de trigo 

Esperando el cuerpo que acabe con este cuerpo o el nombre que suplante mis nombres pendientes • que oculte al niño indigente -nacido en Nueva York- que aún me toma de las manos huyendo de las cloacas donde estrellas sepultaron sus huevecillos • donde las cucarachas lamieron el planeta cansadas de migajas y peldaños

Pero tornarse la criatura era difícil: cargar las manos crispadas -de aquí para allá- abrazando las sombras del mundo  las sogas del mundo • celebrando en alto la muerte en el cráneo  del pescado y la púa del agua • colgado de este lenguaje que espolea en cualquier camino disfrazado de hombre • mientras mis muertos siguen centrados en sus rodeos esperando únicamente mi agotamiento • o que diga otra tarde –Adiós a todo esto- apoyado sobre un hombro que no siente • o vuelva otra vez el polvo a mi sombrero: las aguas arremetiendo contra los potros y los potros arremetiendo contra el horizonte • la manzana disputándole al sol su brillo las enaguas de las hembras y el idioma de mi revólver que sólo ha hablado en presente...

Y aún así me preguntan si aboliré la tristeza

Si buscaré entre dibujos la caída del árbol

La emigración de las nubes

perezosas en su terso

contrabando

El apetito del sueño

que hormigueaba en la noche

claveteado a la espina

Yo he de decir aquí aparece el cielo

Yo he de decir aquí araré el principio

Yo he de fundar mi casa

y no volver a partir

sobre terreno extraño.

 

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DEAD OR ALIVE

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sé que si huye mi aliento mi cuerpo irá tras de él  • mi desinterés de hombre jamás tendrá reposo • mi desinterés de hombre: lo único que hurté del Paraíso...   que mi juicio tendrá por principal candelabro lo que no pude tocar cada segundo                          cada minuto Yo he querido deambular por la vida como una voz sin cuerpo y este es mi castigo: adornar finalmente la memoria donde se desliza la grasa... 

 

 

MANUAL DE LOS ASESINOS

 

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las galaxias, partidarias como son de la masturbación, se hinchan desmelenadas cuando te duermes. La evolución del mundo –para ti- es este árbol rojo abierto sobre la vereda cuidando la nada. Odias al prójimo que sueña que le pertenece tu alcohol de paso. El equilibrio triste en los corredores donde clasifican las nuevas formas de asentar la cabeza. Odias la geometría de tus modales, que parecen sacrificarse, entre tanto bullicio flotando en las carnicerías del mundo. No hay descanso en tus manos que saludan grotescamente para entrar en la violencia de otros cuerpos. Hoy tantos cuerpos. Vuelves a dormirte; y un Big Bang retumba furiosamente sobre los campos de Asia. Desde hace algunos años. Entonces, amanece. La luz acude a la luz; y tus manos siguen trotando sobre planicies curtidas y frases mal trabajadas por temor a la belleza que te trae a flote. La luz acude a la luz; y descubres, decepcionado, que eres lo más parecido a un hombre que conoces. Aquello que necesita aún completarse con tu derrota. 

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estás sucio y desmembrado todo el tiempo como formando un muro. Describiendo las armas. Participando como una máquina para la exploración de un nombre. Eres la boca dilatando su carcoma, negándose a volverse esta escritura. Negando en repararse. La alberca -con carteles- donde los sapos cavan tu infancia en un charco de luces. Las cuentas que no brinda tu madre. Tu propiedad privada. El Ávalon encerrado en este bloque de dedos que acaban por borrarse en un río de fósforo, innecesariamente. Un triángulo de tigres que amenaza la simetría de su lepra. La única ciudad que fue saqueada por la respiración de sus maderos, mas no por la venganza de sus habitantes. Las cuentas que no brinda tu padre. La ausencia de condena. Las aspas de los órganos tendidos sobre arenas industriales.

 

 

 

 

 

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