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Presentación "País borrado"
Ernesto Carrión, Seix Barral, 2025, 288 páginas

Tania Maribel Salinas Ramos


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El libro que nos convoca esta noche es País Borrado, la última novela de Ernesto Carrión, publicado bajo el sello editorial de Seix Barral. El texto tiene 286 páginas organizadas en tres partes y el epílogo. Inicia con “El viejo poeta y el perrito”, pasa por “El fiscal y María Laura” para llegar a “El cabo primero y Django”. El epílogo transcurre bajo el título “Imaginando a Lennon”. Como el nombre de esta novela lo indica, estamos frente a un país, pero ¿qué tipo de país es la pregunta esencial?, ¿qué características debe tener ese país para que sea el escenario de esta novela? Quizá ese país es propicio para que el lector sienta como si estuviera viviendo su propia época.

 

Ernesto Carrión



Permítanme contarles que ese país es un lugar polifónico, desmesurado e intensamente violento, pero ¡oh sorpresa!, también es un lugar entrañable. Es un país en el que fácilmente tú o yo podríamos ser uno de sus personajes. Lo afirmo así porque ese país es un Ecuador que estalla en 1986 con la desaparición de Amelia Lozano Varas. Una muchacha de 23 años vista por última vez cuando transitaba las calles nocturnas de Guayaquil. Este personaje es el pasado y el presente de una historia que devela las políticas coercitivas del gobierno. Su desaparición sucede en un momento en que los escuadrones volantes de Febres Cordero desaparecen a cualquier sospechoso de ser parte de movimientos revolucionarios como Alfaro Vive y otros.

La desaparición de Amelia lleva a sus padres: Francisco y Ema; y a María Laura, su hermana de 29 años, a buscar todos los medios e influencias para encontrarla. En esos avatares coinciden con Manuel Cortés, un fiscal, poeta y exmilitar. Este sujeto, a más de rastrear el paradero de Amelia, se convertirá en el único amor de María Laura y en el protagonista de acontecimientos esenciales en el devenir de la obra.

Cuando Manuel Cortés empieza a recabar indicios que lo lleven a la verdad de la desaparición, los acontecimientos de la novela se suscitan con la misma intensidad con que Cortés transita esa búsqueda. En el transcurrir de esa vida se vislumbran los lazos que conectan a la justicia con la brutalidad de las fuerzas del orden. Manuel Cortés, en su quehacer de abogado, para saber si Amelia fue víctima de los escuadrones volantes, recurre a Yantalema y a Laniado, dos militares de distinta jerarquía.

Las entrevistas con los militares embarran el escenario de sangre. Amelía no era la única desaparecida, su exnovio se convierte en víctima mortal de un Yantalema, que retiene al chico para interrogarlo, pero termina asesinándolo. Lo más aterrador de este hecho radica en el placer exacerbado del militar cuando es consciente de que le está causando daño, al punto de ansiar unas rayas de coca, sabe que así se intensificaría su placer mientras desvive al joven. De la misma forma, Laniado advierte que todos aquellos que sean retenidos por los escuadrones volantes no volverán a aparecer. Frente a esta carnicería el autor de la obra, a través de un ejercicio de memoria, identifica que en múltiples actos violentos los militares están presentes y pregunta: “¿por qué de repente los militares lucen como siniestros sicarios en este país?” (p. 44)

En este contexto es de esperarse que las pesquisas que lleva a cabo Manuel resulten infructuosas. La única certeza que existe está vinculada con el lado más sanguinario de los militares. En ese país que Ernesto Carrión narra se propaga un discurso disciplinario y homogenizante que estigmatiza. El cabello largo y las barbas prominentes, para los militares, eran señales de una revolución que debía ser sofocada con prácticas de tortura que muchas de las veces desembocaban en la muerte y la posterior desaparición de los cuerpos.

No en vano unas líneas atrás señalé que los lectores ante esta novela podríamos experimentar la sensación de estar viviendo nuestra propia época; porque lamentablemente, como señala Ernesto en el libro “la historia, la más cruel y silenciada, siempre es cíclica”. (p. 284). Muchos crecimos con la historia de los hermanos Restrepo, de los esposos Flores Sierra, de David Romo, entre otros. Y en una espeluznante dinámica cíclica el horror vuelve a tomar forma en Josué, Ismael, Nehemías, Steven y otros más, todos víctimas de las fuerzas armadas.

Sin embargo, en la novela de Ernesto Carrión no solo los más sospechosos son las víctimas, la narrativa se desarrolla obligándonos a mirar la impunidad en otras esferas. Daniel Bermúdez, uno de los tres mejores amigos de Manuel e integrante de la “Brigada de la felicidad política”, como se autodenominan, relata a través de su libro La historia del Ecuador en ocho actos violentos el asesinato de García Moreno, de Eloy Alfaro y el accidente en duda de Jaime Roldos. A través de esta exposición el personaje plantea que jamás se ha tenido una verdad contundente que explique estas muertes y señala “que siempre que haya solo hipótesis (…) la historia del país empieza a borrarse”. (p. 39).

A medida que se normalizan las muertes o que los nombres de las víctimas antiguas son reemplazados por nuevas víctimas la historia del país se difumina, casi que desaparece, se borra, sucumbe ante el miedo de buscar la verdad. En la novela de Carrión, el silencio o las medias verdades emergen como una conducta normalizada. En este sentido, la presencia de Luzmila, hija de Píndaro, amigo de Manuel y miembro de la “Brigada de la felicidad política”, no es gratuita.

Luzmila es muda y quizá en el escenario narrativo se posiciona como una metáfora del país acostumbrado al silencio. Luzmila es ese país que no sabe reclamar la verdad para sus muertos, pero al final es un país contenido, un país con bisagras que se separan y la indignación encuentra el modo de salir. Para Luzmila, el modo de articular su inconformidad se abre paso a través de un código que ella y Alfonsina, la hija de Manuel, conocen. Se comunican con señas y Alfonsina convierte en palabra hablada el discurso de Luzmila. Un discurso que interpela al señalar que “Es triste, por no decir horrible, que mis abuelos, mis padres, que ustedes mismos hayan pasado años, décadas justificando ese silencio hasta olvidarse de que al perder la voz perdían su país”. (p. 247).

También es importante mencionar que, concomitantemente, en este contexto doloroso otros tipos de violencia también emergen. Otra vez centraremos la atención en Amelia Lozano Varas para conjeturar. ¿Si a ella no se la llevó un escuadrón volante quizá pudo ser víctima de un depredador? Es que esta novela es como volver a los ochenta o noventa y estar frente a los noticieros que sintonizaban nuestros padres. Ernesto Carrión enciende en la memoria de sus lectores el escalofrío con el que los presentadores aludían a Camargo, el Monstruo de los manglares, protagonista de 71 abusos sexuales. En Un País borrado el autor intriga a sus lectores con la posibilidad de que, desafortunadamente, Amelia pudo cruzarse con Camargo y compadecerse de este sujeto que se hacía pasar por un ferviente religioso para engañar a sus víctimas.

Es preciso internarse en la lectura de este país a través de las páginas de la novela para ir tras la pista de Amelia y quizá, milagrosamente, encontrarla y arrancarla de esa lista de desaparecidos, de desaparecidos que no solo pueblan la literatura, sino también el miedo indescriptible que se vive en las calles reales. Finalizo este breve comentario con las palabras de Gómez Michel (2021, como se citó en Alvarado, 2025) quien manifiesta que hay voces que entretejen otras versiones frente a la historia oficial. Agrega que hay piezas literarias que “elaboran estrategias narrativas para nombrar las huellas de la violencia y representar el autoritarismo del pasado, así como su proyección amenazante en el presente”. (p. 144). Precisamente, este ejercicio del que habla Gómez Michel es el que se evidencia en la novela de Ernesto Carrión. A través del recorrido por sus páginas la memoria histórica recupera del silencio a los desaparecidos para evocar una verdad que disuada esa borradura descomunal.


Loja, 21 de noviembre de 2025.

 

 

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Referencias

-Alvarado, C. (2025). Mutaciones de la novela del dictador en Ecuador: una lectura sobre la lógica del mal en Miércoles y Estiércoles (2007), de Diego Cornejo Menacho. Revista Educación, Arte y Comunicación (EAC), 14 (2): 137-149. https://doi.org/10.54753/eac.v14i2.2442
-Carrión, E. (2025). País borrado. Seix barral.

 

 

Tania Maribel Salinas Ramos, Loja-Ecuador. Es docente en la Universidad Nacional de Loja, autora de la plaquette Los desayunos de Magnolia Milk y del libro Retazos de Horizonte en la taza del café. Su trabajo ha sido reconocido con el segundo lugar en la convocatoria la Lira y la pluma lojanas en el 2011, semifinalista del Premio Nacional de Poesía Paralelo Cero, 2022; Primera mención de honor en el Festival Ileana Espinel Cedeño, 2023 y Ganadora de la convocatoria editorial 2025 de la Alcaldía de Cuenca, 2025.

 

 

 

 

 



 




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