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EL PRIMOGÉNITO


Ernesto Guajardo


TODO ESE DIFICIL Y DELICADO PROSESO
EN LA RECONSTITUCION ADECUADA DE SU MISMA PERSONALIDA


qué saben de mí sino el estigma,
¿podré contarles todas las visiones
que se resisten en la pupila al abandono?
¿decirles cómo desvarió el cuerpo
entre el fuego y el peñascazo?
¿qué saben de la muerte?
¿conozco algo yo, una sospecha, al menos?
qué miseria esta de saludar y no conocer
dolorosa es la consolidación de la distancia:
ya no tengo otros cuerpos que arrojar al abismo
ya no lo deseo
¿desde cuándo los puentes fueron tejidos y membranas?

ya no más.

ahora ofrendo este organismo
¿entenderán el sentido del gesto?
¿lo entiendo?

acaso siempre estuve solo
y los aniversarios
no eran sino el instante para la compasión extendida ante el espejo

o nunca estuve solo
pero no alcancé a reconocerlos.
ahora lo sé, pero es tarde
ah qué historia
pero es mía
y en ella se van estos rojos / blancos líquidos espesos.

he aquí lo intransmisible:

 

 

 


supón que te ofrezco una fotografía,
te obligo a una película,
cómo podrías tomar esa vida en tu cuerpo.
sombra, astilla, costroso, testarudo,
qué puedo ofrecer sino esta manera de amar: bordes del abismo,
estas formas del odio.

mi bohemia fue el miedo,
audacias que hubieran muerto al cuerpo, al otro.

ningún delirio, ninguna alucinación
construyó las imágenes que me habitan
el horror lo aprendí en la calle,
el valor lo aprendí en la calle,
otros necesitan de libros, películas,
alcohol, polvos,
yo fui arrojado a ese conocimiento,

¿acaso creen que me gustó?
¿suponen que fue fácil?
¿cómo tendría que hacer para vivir en su concierto?
¿hubieran disfrutado esas hambres?
¿desde dónde me hablan?

puro chile
es tu cielo
azulado,
puras brisas
te cruzan
también.
o el asilo, etcétera

 

eso he vivido,
¿se preguntarán, entonces, cómo me sostengo?
¡acaso lo supiera!

esos días, esas noches
todo baila en esta cabeza, peor
que fervorosa ingestión de sustancias

¿pretenderán el abandono de esas imágenes?
como si la vida fuese la extendida pantalla,
la caverna famosa,

ah del triste mendicante
seguidor de alighieri, experto en círculos
me construí, y
el descenso en ellos
no fue un consuelo.

¿qué podrán comprender, si
mi voz se destruye fuera de esta boca,
hedor se hace, humo se torna.
otra vida me espera, idéntica muerte,
por eso fui náufrago,
primogénito / vástago
voluntad de nómade
qué, sino la errancia:

nada me dejaron,
ni siquiera creo sostener un cuerpo
reconocerme en el pronombre que se entrega,
en este baile de máscaras,
festín de signos sobre la terquedad de lo blanco.

dale a tu cuerpo alegría,
Macarena

qué decir sino la nostalgia
sabiendo que no es suficiente,
¿cuál es mi estafa?:
quién soy: el primogénito, el vástago, ¡el antiguo!
¿qué es lo que perdura bajo estos tejidos?
¿cuáles son los horrores que cometeré?
¿los escupitajos a depositar sobre los amados cuerpos?

lo que sobre estas superficies permanece
¿es el resguardo?
el no reconocer
los vacíos que llevo en el cuerpo
fundando la ilusión de los cariños entre los dedos,
para no sentir el extravío.

estas superficies:
médanos grisáceos al interior del cráneo:
allí las arenas allí las aguas allí
el sol que odia las sombras de los cuerpos
y por ello los disuelve

he aquí los organismos:
vapores y granos se tornan,
mientras golpeo mi cabeza con los propios puños, mientras
restriego los párpados, feroz, persiguiendo la otra luz,
y sólo abismo / breves destellos,

esto es lo que he buscado:
extraer las húmedas partículas que construyen estas imágenes.
no existen las carnes
todo está en ese calidoscopio que gira frenético bajo los cabellos.

en verdad,
razón tienen los corifeos:
-nada ha acontecido, cantan,
-nada a acontesido, reitero.

 


SEPARADO POR ESAS OTROS GENERACIONES SE ENGENDRARIA


lo que llevo en la carne:
páginas del cuerpo en donde se lee el apocalipsis.


a través del día que nunca termina
fuertes vientos
emanaciones de todos los cementerios
desde el norte
azotan el cuerpo
el silbo en los oídos
señales del arribo.
como una ola
la cuenca del cielo se abre,
la gran garganta que se anuncia a destajo.

es el baile de los muertos:
me llenan de agua y arena el, los rostros.
antes me refugiaba en el páramo de los hogares
pero todas las ventanas eran un estremecimiento
que adhería mi frente a los vidrios:
creía distinguir súbitas sombras entre los acantilados de agua.
cruz de palqui, entonces.
el signo, dibujado con saliva sobre la frente,
incienso y cáscaras de ajo ofrecidas a la llama:

no existe el resguardo
también soy este festín
la visión de quienes me encuentren:
restos del aquelarre en mi lecho:
manos, narices, dientes, un ojo sorprendido,
esa húmeda persistencia en las ropas
mientras intento
la sonrisa de los televisores.

 


LO QUE FUE DURANTE ESA OTRAS GENERACIONES


esas fueron las soledades
ese el espasmo
los cementerios
las flores
fotografías

ahora no poseo nada
sólo la ceniza del buen seferis,
el desconcierto de panero,
la sublime agonía de mozart,
y todo eso no sirve de mucho

sí, sigo la ruta de los vástagos,
el tránsito sin rumbo,
¿qué más podría ofrecer?
¿acaso otro rostro?
¿una sonrisa Signal, como propone Mecano?
dónde están los residuos de la cultura occidental
aquellos que me salvarán,
aquellos que me dirán: no importa,
nada ha acontecido
-porque todo tiempo fue terrible,
-porque la naturaleza humana, etcétera,
-porque cioran tenía razón.

qué palabra me devuelve las perdidas zonas del cuerpo

el ser y la nada
fueron puñetazos sobre el pecho, puntapiés
en los riñones,
¿desde dónde quieren que hable?

este asombro,
esta desolación,
esta rabia
que no cubre el deuteronomio, ni omar khayyám, ni
el bueno de walt whitman, de walt disney


los sumos de la cultura occidental me soltaron los dientes.

 


DESDE YA SABIA DISCERNIR LO QUE HERA BUENO Y MALO ESPECIFICAMENTE


escaleras abajo están los libros
las extraviadas tierras de seferis, las cuarenta coplas
del huérfano ilustre,
las ruinas de folch, ah, las interrogaciones de barquero,
el libro de los muertos, héme aquí, oh, formas de la eternidad, etcétera,
los diwarr de Abu-Nuwas, el del bucle,
la palabra de dios,
algo de thomas, bastante de panero.

 

esto es lo que me pertenece
dice el buen corifeo
a qué la memoria con sus hedores,
un gran desodorante se extiende sobre las lenguas
aliento que dice: la vida es en la medida de lo posible.

 

mejor el silencio, valéry,
ante el desparpajo de la máscara
o seguir a pavese, a mishima,
aullemos, por lo menos, si no somos capaces de rebelarnos,
decía parra,

a qué mezclarme en el mundanal ruido, me dicen, cuando
dichosos son los que huyen, como celebraba el fray.

 

ah, la hermosa vida de las enciclopedias.

 

 

ELPRIMOGENITO
Ernesto Guajardo
Santiago de Chile : RIL Editores, 2000.
131 p.

 

 

 


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Ernesto Guajardo: El primogénito.
Ril ediciones, 2000.