Proyecto Patrimonio - 2008 | index | Ursula Starke | Ernesto González | Autores |




Úrsula Starke

Ernesto González Barnert

 

Con Ático, Úrsula Starke (San Bernardo, 1983) da con una suma emocional, física y simbólica de su vida (pasada, presente y de alguna manera futura). Y donde, por sobretodo, se erige y reconoce, a secas, como poeta. Así hila, deshace y vuelve a cargar con una especie de colcha escritural con momentos objetivos y subjetivos entramados prosaicamente en la gran mayoría de sus páginas. Y que en buena parte de éstas sorprende, alcanza verdad con belleza, fortaleza y templanza a través del dolor; la dura lucidez del amor. Y lo que Pound entiende como el vivir del poeta: no dejar de pensar las 24 horas del día. Ahora bien, creo sí que Ático adolece de recursos escriturales - habilidad formal-, pero su fuerza expresiva es innegable. Y nos revela una autora sustancial, potente, en días sospechosamente light, de tonteras periodísticas (EstadioNacional JM, El montaje negativo contra los mapuches comandado por las forestales de pino invasor y eucaliptus, El robo concertacionista entre tantos). Ya lo advirtió Nietzsche: Un siglo más de periódicos y las palabras apestaran. Contra eso, y por ser mucho más que eso, subrayo este libro a modo de defensa contra la chatura mental y emocional de nuestros próximos.

 

- ¿Cómo comenzaste a escribir? ¿Qué hecho detonó en particular la decisión de ser poeta?
- Aunque suene cliché, siempre he escrito, es verdad. No sé bien porqué. Cuando una tiene nueve años –de esa edad es el poema más antiguo que conservo- no te cuestionas grandes problemas estéticos, solo escribes porque tienes un bichito en la cabeza que te lo exige. Cuando luego esta larvita se convierte en una gran infección dentro de tu cuerpo entero, te das cuenta que no te queda otra que dedicarte por completo a escribir. Pero considero que el hecho, el gran hecho que me hizo tomar indefinidamente este camino fue cuando a los diecisiete entré al taller de literatura de la casa de la cultura de San Bernardo. Ahí me di cuenta que esto llamado poesía era lo mío y que al fin y al cabo algo de pasta tenía para el asunto.

- ¿Qué es para ti la Poesía?
- La poesía es un modus vivendi, un modus operandi. Es un oficio con el cual te casas. Es un concepto que uno puede transformar en materia. Es una necesidad propia y una necesidad social. Un trabajo duro y a veces incoherente, pero es el trabajo más bello que puede existir.

- ¿Para quién escribes?
- Primero escribo para mí, para exorcizarme. Después de ello me doy cuenta de que escribo también para el resto, para exorcizar a quien quiera leerme. Por último, escribo por la poesía misma, porque necesita que alguien la escriba y le de forma, sea del tipo que sea. Es una responsabilidad con uno mismo y con el otro.

- ¿Cuándo escribes necesitas algo a tu alrededor, alguna cosa, haces algo en particular, etc.?
- No, ya dejé de tener fetiches inspiracionales, si es que alguna vez los tuve. Ahora cuando escribo solo necesito que algo me remueva las vísceras sinceramente y me largo, dónde sea, cómo sea.

- ¿Cómo es tu proceso escritural? ¿Cómo trabajas hasta concretar un poema?
- Primero, redacto el chorro virgen, tal como me sale del cerebro. Este es un proceso relativamente corto. Luego viene el trabajo de poeta como tal, es decir, el pulir, el armar el texto. Revisarlo hasta el aburrimiento para que quede perfecto. En esto me puedo demorar años, tal como pasó con la mayoría de los poemas de Ático, donde hay textos que trabajé en los últimos siete años para darles su forma final. Es difícil y duro, pero hay que hacerlo así.

- Qué diferencias por ejemplo observas en lo que fue escribir Obertura con respecto a Atico?
- Obertura fue un libro de aprontes, un libro casi experimental, un libro de una adolescente que empezaba a enfrentarse a la poesía. Ático, en cambio, es un libro mucho más duro y maduro, porque ya van más de siete años filosofando con la poesía, teorizando con la poesía, dándole vueltas al asunto de escribir, cómo escribir, cómo no escribir.

- ¿De tu obra si tuvieses que elegir un poema o fragmento...cuál?
- Qué difícil. Tiene que ser algo de Ático, que me es más cercano. Definitivamente este fragmento del Lamento VIII “Mi escritura es el poder genotípico con el cual me iré a la tumba, gruesa y sonrojada, pues mi vida momentánea circula en la tristeza de nacer bajo la lluvia poética, principio y fin de mi amargo pulso vital”. Creo que no necesita mayores justificaciones.

- ¿Es necesario que el escritor sea un hombre- mujer comprometido (a)?
- Si hablamos de la poesía, el escritor debe estar comprometido con su escritura en sí, con la defensa de sus valores estéticos y con la belleza y perfección de la poesía, independiente de la traducción que pueda darle a estos conceptos. Y, por supuesto, con su sociedad, con su gente, su entorno, de la manera como cada escritor lo estime necesario. Porque el poeta, quiérase o no, es un personaje social y debe cumplir con este compromiso, debe ser responsable con las personas a quienes pertenece. Cada cual lo interpreta a su manera, es parte de la libertad personal, pero si uno se va a meter en este mundo debe saber cargar con otros también, con los que depositan en uno la responsabilidad de escribir, de decir.

- ¿Qué poetas, escritores, artistas o experiencias han marcado tu cocina literaria y también la propia vida?
- Primero, cuando era una niña pequeña, me enamoré de la poesía de Bécquer y de la Mistral más mediática. Ahí radica el primer soponcio inspirador que tuve y que se nota en mis textos más primigenios. Luego, conocer la obra de Van Gogh, no solo sus cuadros, también sus extensas cartas que son indiscutibles tratados de estética y de ética artística. Pablo de Rokha y Chopin se metieron en el baile. Schiller, Hauser y el romanticismo pictórico alemán me encandilaron en la universidad, al mismo tiempo que escuchaba discos de Placebo y Depeche Mode. La depresión, el clonazepam y el invierno capitalino son experiencias decidoras en mi poesía. Conocer a otros poetas vivos. Descubrir a Capote. Viajar a otras ciudades de Chile. Como se ve, es una sopa bien surtida.

- ¿Qué me puedes decir del panorama poético actual? ¿Qué me dices de tu promoción?
- Uy, entramos en terrenos que pueden ser tóxicos. A ver, el panorama poético actual no creo que sea tan diferente de lo que se ha vivido siempre en los panoramas poéticos en cuanto a tipos y  comportamientos, salvo porque ahora las mujeres estamos consideradas dentro del lote como creadoras y no solo musas inspiradoras. Esto es algo histórico. Con respecto a mi promoción, por lo que entiendo te refieres a los poetas nacidos en los mismos años,  principios de los ochenta, bueno, hay mucha tela que cortar, de todo en la viña del Señor. La verdad es que no sé muy bien por dónde empezar a contestar tu pregunta.

- ¿Cómo ves la poesía escrita por mujeres, qué autoras destacas? ¿Es bueno o malo –crees- está distinción para la poesía con mayúsculas, cerco que muchas veces la academia propicia junto a algunas autoras que les conviene para justificar por el contexto el propio texto?
- Este es un mundo manipulado por hombres, eso es obvio. Y ellos son quienes definen, quienes tipifican la poesía y la poesía escrita por mujeres, porque hasta ahora no he leído nada que se refiera a la “poesía escrita por hombres”. Pero poco me interesa entrar en discusiones de género, porque cuando la poesía es buena se sostiene por sí sola, sea de hombres o mujeres. Yo no sé casi nada de poesía escrita por mujeres en la actualidad, trato de mantenerme al margen para no contagiarme, para no saber de encasillamientos. Estoy convencida de que después de la Mistral no hay muchas mujeres que valga la pena nombrar, hay que ser francos. Para ella el cuento femenino fue trascendental en su poesía, pero nunca se escudó en ello, nunca justificó su verso, solo escribía a partir de su condición de mujer. Una debe estar orgullosa de su condición, así como un hombre, pero no hay que pedir disculpas, no hay que decir “escribo así porque soy mujer”. Un buen poeta se mantendrá, sea mujer u hombre.

- ¿Qué piensas de los talleres literarios?
- A partir de mi experiencia, los talleres literarios son muy necesarios cuando uno está partiendo, porque conoces, encuentras, discutes, aprendes. A medida que creces puedes discriminar, puedes elegir con qué te quedas, qué es lo que te sirvió de tal o cual taller. Los talleres también te sirven para insertarte en el mundo, para dar a conocer tu trabajo y para saber qué está haciendo el de al lado. Después te convences de que eso no importa en el trabajo personal, pero es necesario pasar por esa etapa.

- ¿Qué libros nunca has podido terminar de leer?
- El Retorno del Rey, de Tolkien. Nunca he podido terminar de leer las últimas diez páginas después de que vi la película. Pero de verdad, creo que hay libros nunca se terminan de leer, pues cada vez que los vuelves a tomar descubres que existe un montón de cosas nuevas que no habías notado antes, en especial en la poesía. Hay libros que deberé retomar el resto de mi vida, porque nunca estarán terminados de leer.

- ¿Cuál es para ti el gran libro olvidado de la poesía chilena?
- De lo que conozco hasta ahora, Inquietudes Sentimentales de la Teresa Wilms Montt. Es un libro magnífico. La poesía de la Teresa se ha tomado muy a la ligera, como poemitas tristones de una señorita cuica que se suicidó, pero no es así, es potente y presenta una calidad aún no explorada a concho. Y Ritmos de Pedro Antonio González, un libro que todos los que pretenden ser poetas deben leer antes que a cualquier autor extranjero, porque él ya escribía a principios de siglo como recién venimos nosotros a escribir ahora. Resulta alucinante darte cuenta de eso. González es el real padre de la poesía chilena, y no lo digo yo.

- ¿Cuál fue el último poemario que leíste?
- Elegías, antología de Gómez Rojas, poeta chileno ácrata y evangélico que murió asesinado. Una vida impresionante.

- ¿Qué libro estás leyendo ahora?
- Una antología de José Antonio Ramos Sucre, poeta venezolano de los años veinte que me tiene en real éxtasis. Es un genio de la adjetivación, un perfecto constructor de imágenes. Gracias a las ediciones súper económicas de la Biblioteca Ayacucho.

- ¿Cómo ves hoy por hoy la industria editorial? ¿Como autor qué soluciones le daría a este problema?
- La veo como siempre, injusta, lejana, mal planteada para los escritores y los lectores. La solución pasa primero por eliminar el iva al libro o reducirlo, porque quienes pierden con los elevadísimos precios de los libros son los lectores, porque no pueden acceder a ellos con la holgura que deberían. Ya ves, por ejemplo, el mismo libro de Ramos Sucre, que acá costó mil quinientos pesos y que en el slogan dice la palabra más importante a considerar en este problema “El libro popular latinoamericano, clave para la integración”. Y por supuesto, también perdemos nosotros, los escritores, que no vemos nada en este negocio. Ser uno de los países con el impuesto al libro más alto solo hace que las diferencias e iniquidades sociales se acentúen donde más duele, en el acceso al conocimiento. Una vergüenza.

- ¿Qué piensas de los Premios literarios?
- Que son necesarios, pues a veces son la única fuente de ingreso de los autores, si no, la más importante. Es un asunto netamente económico, porque si de calidad de los ganadores se habla, el juicio es tan subjetivo como relativo. Y muchas veces corrupto, porqué no decirlo.

- ¿Quién te gustaría que recibiera el Premio Nacional de Literatura?
- No me la juego por nadie que esté con vida. Confío solo en los muertos.

- ¿Qué te parece este Chile ad portas del Bicentenario? ¿Su política cultural para con la Poesía?
- El Chile del Bicentenario es un Chile contradictorio. Un Chile con dos caras. Para mí nuestro país bicentenario es un país un poquito más amigable, pero pregúntale a un cabro que viva en una toma ilegal, no creo que piense lo mismo. De igual modo en la cultura; las políticas culturales de los gobiernos de la concertación son menos excluyentes, pero eso no significa que para todos sean iguales. La igualdad es una ilusión que nunca se ha hecho realidad como debiera.

- ¿Qué palabras le dirías a alguien que está comenzando en esto de la poesía o escritura, alguien que ha decidido ser poeta?
- Que no se crea nada de lo que dicen los poetas sacralizados. Que no lea a Parra como si fuera un dios, porque es la peor influencia que ha tenido mi generación. Que antes que cualquier cosa lea a todos los poetas chilenos, porque es una obligación saber qué se ha escrito antes en esta tierra. Que tome a la poesía como un médico toma a la medicina y que la estudie de la misma manera, como una ciencia que si se practica mal puede matar a alguien. Que, en definitiva, se juegue la vida en esto, en escribir bien, que es lo único que importa.

- ¿Cuáles son los 10 libros que recomiendas leer?
- Primero, toda la Mistral, durante toda la vida. Ritmos, de Pedro Antonio González. Los Gemidos, de de Rokha. La Selva Lírica de Julio Molina y Juan Araya. Alma Chilena de Carlos Pezoa Véliz. A Sangre Fría de Capote, porque con ese libro se aprende a escribir. Drácula de Bram Stoker, porque sí. La vida simplemente de Oscar Castro e Hijo de Ladrón de Manuel Rojas, esenciales en la historia de la literatura chilena. El Ideal de un Calavera de Alberto Blest Gana, por cursi y romántico. Y por último, un buen diccionario de la Lengua Española. Entero.

- ¿Qué opinas de las nuevas formas de difusión literaria por Internet como revistas literarias, blogs, páginas sobre literatura?
- En Punta Arenas Germán Carrasco me dijo algo muy cierto: el internet es democrático. Y en gran parte es verdad, porque ahora cualquiera publica, cualquiera lee y se puede acceder a libros y autores imposibles de encontrar en las librerías (o imposibles de comprar). Ahora los medios de comunicación no tienen el completo poder y eso es maravilloso, porque en el internet todos los que quieran tienen su espacio. Yo me lo tomo como algo muy serio, porque tampoco hay que publicar tonteras. La verdad es esa: el internet es para todos (los que puedan acceder a un computador, claro está).

- ¿Qué cosa últimamente te quita el sueño?
- Poder elaborar una poética que sea sólida y que trascienda. Establecer una estética personal contundente. Y encontrar trabajo para poder terminar mis estudios.

- ¿Qué te escandaliza?
- La corrupción morbosa en la Sech. Me da vómitos explosivos. De todas maneras, nihil nuovo sub sole, lamentablemente.

- Me gustaría que a ti mismo te hicieses una pregunta – que nadie más te ha hecho- y te la respondieras. Una que nadie ha tenido la gentileza de hacerla.
- Úrsula, ¿Porqué escribes de la manera cómo lo haces? Porque me gusta escribir extenso, adornado, verborreicamente. Detesto la pulcritud crónica extrema, que le quita el espíritu a los textos para terminar en versitos minimalistas sin sabor. La estética del barroco puede resultar extenuante, pero si la transfieres a la poesía se logran textos interesantes y bien decorados. Ahora,  la decoración per se es vacía, tiene que tener la profundidad de de Rokha, esa profundidad que te da veinte vueltas antes de golpearte. Escribo como escribo porque ahí está la víscera casi sin procesar, la poesía puesta con la suciedad necesaria para absorberla. Los alimentos muy procesados hacen mal para el organismo. Escribo como quien se lanza de un veinteavo piso: lo que queda después abajo en el suelo no es sutil, no es ameno, no es elemental; es la cruda y amarga verdad. Imagínatelo.

- Y por último ¿A qué le tienes miedo?
- A que nunca se haga justicia con la gente que asesinaron durante la dictadura. A que todo lo que ocurrió no se sepa y siga en la semi oscuridad como ahora. Y a pasarme la vida escribiendo lo mismo, a no evolucionar ni mejorar. A ser una poeta del montón.

 

 

EL ROJO AMANECER DE LAS VIDAS (De Obertura)

 

Somos generación de almas sin vida.

                        Hijos no deseados
De Dios.
Ni siquiera tuvimos olor a leche
Nacimos siendo obreros
Con el color del cansancio en la boca.

Pobres vástagos
Buscando lo imbuscable.
Lo escondido en la escoria
Del sentimiento paterno.

Porque hubo que ser padres,
y tuvimos que ser hijos.

 

 

SÁBADO

Qué triste es sentir los pies como estropajos
Recién a los diecisiete
Ver mis piernas astilladas
Mis manos sin dedos.

Se me fue desgarrando el alma
Y me duele el pecho profundo.
Estoy suspendida en el tiempo
Seca
Tengo una placa de aluminio endeble
Con números encima.

 

 

LAS TARDES NO PERDONAN

Fuimos felices
de la manera más limpia
bajo las olas de Albatros
que arrastran monstruos marinos
y botellas no retornables.

El verano exquisito
entre arena fina
que aún llevamos pegada en los ojos
cuando queremos llorar.

 

 

VEINTICUATRO

Nací una madrugada de otoño
con las rosas póstumas
del jardín;
fría oscuridad de tumba.
Los muertos
del cementerio cercano agradecen
estar bajo tierra.

 

 

Discurso II (De Ático)

Una en mí maté
Yo no la amaba

Gabriela Mistral

Tengo el sexo abrumado, me falta un brazo en la conciencia, la danza lúgubre de la demencia esconde su pelusa dentro de mi ojo, enfría la saliva hasta el témpano. No soy la fémina de meneo azucarado, tengo el llanto de hombre bajo los pelos, ando tenébrica y fea entre el gentío de bocas secas, me sobran metáforas cadavéricas cuando lavo mis dientes. No soy la hembra fecunda, mi útero quebradizo alberga el tejido mohoso de las arañas, me sale en medio de las piernas un tulipán de estiércol. Se me resbala el perfume de la oreja, los cabellos fermentan caramelo en mi cráneo, las uñas me germinan como alquitrán y no puedo hacer espejos. Y, cuando nací, todos coronaron mi nombre de rocío, me vistieron de princesita sempiterna, labraron en mi pecho las velas católicas de Jesucristo. Era una muñeca de porcelana rellena de rosas secas. Ellos, todos, todos ellos, pensaron que cruzaría el océano en su barquito de papel lustre para ser la dama de sus cuentos de hadas, pero yo nunca creí en sus cuentos de hadas, sabía desde el vientre que traía un pedazo podrido de alma en las venas, sabía que andaría mortecina por las acequias del barrio, que comería hongos azules en invierno y escribiría poemas turbios cuando nadie me viera. No fui la niña de seda, no soy la niña de seda y me duelen estos versos de tanto no ser mujer.

 

Epitafio XIV

Escapemos juntos, en un eclipse instantáneo, palpando lo mortecino del músculo, hacia la fantasía del ático, para beber sangre de arañas verdes, para llorar eso que nos enfría el cráneo. El infierno de Dios es un espectáculo simple y burdo. Este ático fascina en el vaivén del hongo y la ropa vieja, aquí podemos seducir a las polillas, invitarlas a nuestra cacería sexual, probar conceptos errados del lenguaje, hacer el amor inconcluso sobre el baúl de la tía loca, eyaculando la substancia poética y silvestre entre los calzones de encaje y las pieles de zorro. Sube baja a mi ático, el pequeño espacio donde conservo la aberración intacta para ti, para que la toques y hagas palpitar su médula, donde quiero, donde quieres, donde más duele, porque nos convierte en deshechos víboros de nosotros mismos. Nunca habías escuchado los estertores  melódicos de mi religión. Nunca habías regurgitado la amarga esencia de un órgano cristiano. Es ahora cuando puedes hacerte cristal y crucificar tus versos, verles la llaga insondable de su necesaria estrategia de muerte, clavarles su elocuente calamidad traicionada. Es ahora cuando debes entrar en el ático, mi placer extremo de la locura, la insana presencia de esas arañas que temes con ternura dionisíaca. No me digas que no quieres, que no conoces la macabra circunvalación del cerebro, su tifón farmacológico, la foto desgajada de mi falsa niñez, porque tú has visto la sangre negra que botan mis ojos cuando repto por el ático llamando a Jesús, llamando a la madre, llamando al padre que inventó mi sacrificio mental y golpeó la dureza superflua de la pequeña flaca que no sabía nada de la vida. Tú has visto esta hemorragia de llantos y no has dicho nada, nada consolable. Ven, entonces, a este ático, es una petición vulgar pero bella, como te gustan las peticiones, vulgares y bellas. Ven y encarámate hasta la carencia de mi penuria, aquí verás el martirio cíclico de mis sonrisas. Busca entre los accesorios herrumbrosos aquél abrecartas del que te hablé cierto día y corta mis párpados para que veas como chorreo alelíes, como me extingo entre los escarabajos y la lluvia eclesiástica. No te arrepientas de morirme, porque yo quiero culparte de mis tristezas eternables. Amor, déjame fallecer tranquila, que mañana vuelves y yo estaré esperándote virgen entre sedas y algodón, para que veas lo bien que luce en mis facciones la muerte.

 

Lamento VIII

Desarmo esta prosa de andamiaje precario y encuentro la falta absoluta del picoteo sustentable. He escrito unos cánticos de feria libre, templados en el emprendimiento, pero sórdidos e inconsecuentes en su tuétano, un esqueleto poroso de otros libros, plagio tremendista de quienes supieron estructurar la desgracia.

Pero no tengo miedo de la factible caducidad de estas hojas. Ya se dispersaron en la abulia sangrona de mi cortejo verborreico, ya se multiplicaron sus palabrones en la escasa liturgia de mi discreta posición artesanal, ya no importa el enigma artificial del sustantivo penoso, del adjetivo pustuliento, de anáforas y sincretismos fuleros, porque me vengo hasta aquí, hasta esta lumbre de trucos gramaticales para relacionar la poesía tangible con estos infames coloquios de indigente subterránea, repleta de modismos ampulosos y adverbios de peste corriente. Es lo único que aprendí de esta patria. Mi escritura es el poder genotípico con el cual me iré a la tumba, gruesa y sonrojada, pues mi vida momentánea circula en la tristeza de nacer bajo la lluvia poética, principio y fin de mi amargo pulso vital.

Confesar a esta hora los pecados íntimos de mi tragedia, sería cortar las raíces de esta penumbra lírica, sería encarar a las momias familiares de punta en negro, vistiendo la sotana de chica obsesa y clínica que oculta el verdadero croar de ranita imbécil que tanto he querido plastificar para embellecerme en suicidios y ansiedades. Es por esta vergüenza de lazarilla ciega que no deseo confesar a esta hora mi ciclo menstrual de engaños.

Porque hubo una vez una mantenida, una achocolatada virgencita de voz quejumbrosa, una infeliz fumadora de robos paternos – aunque fue su sangre rucia la que me contagió el vicio – que no sabía escribir cartas navideñas, que no soportaba horas laborales, que no terminaba sus combates básicos, porque había sido parida en un hospital oscuro, con la cobardía de los zorzales cuando ejecutan sus asesinatos primaverales. Esa mantenida, esa inútil de puño y letra, soy yo con insignia y código, pues nadie puede confundir mi sopor artístico con el tedio de las doncellas sistemáticas, porque ya he pactado las reglas subestimadas del  oficio nulo y melodramático de la poética, aunque todavía no logre darle metáfora a la metáfora.

Desarmo esta prosa de andamiaje precario, guardo mi identidad de polilla en el cofre que me regaló mi hermano, para que el resto siga creyendo que camino sobre el agua, que represento en cuerpo vivo la encarnación de la diva dantesca, para que vean en esta cortísima estatura, los deseos húmedos de su inspiración gótica y siga yo espolvoreando purpurina sobre el vidrio sucio de la leva literaria.

 

Oración resignante (Inédito)

Oh, virtud imperecedera,
Que has escapado a mis designios tormentosos
Y te has negado a ser fragmento primordial
De mi figura,
Aléjate entonces para siempre
De mi fortuna
Y concédeme la gracia
De las atriciones subyugantes
Que he nacido princesa
En un reino asnos.

 

 

 

Proyecto Patrimonio— Año 2008 
A Página Principal
| A Archivo Úrsula Starke | A Archivo Ernesto González | A Archivo de Autores |

www.letras.s5.com: Página chilena al servicio de la cultura
dirigida por Luis Martinez S.
e-mail: osol301@yahoo.es
Úrsula Starke.
Por Ernesto González Barnert