Proyecto Patrimonio - 2008 | index | Ernesto González Barnert | Enrique Winter | Autores |



"Higiene" de Ernesto González Barnert
Presentación

Por Enrique Winter

 

Conozco “Higiene” desde antes de conocer a Ernesto González Barnert (Temuco, 1978), por la premiación de Chilepoesía, y de eso ya cinco años. Escuché sus textos por primera vez en la Corporación de Antiguos Deportistas Juan Ramsay, mezcla de restorán y boite donde lucen fotos de boxeadores retirados, que son los mismos comensales, junto a una réplica de la valla que saltó el caballo Huaso. González traía el número único de su revista Jauría, número al que llegan casi todas las buenas publicaciones. Desapareció hasta de mi biblioteca cuando quise consultarla para este evento. Luego oí sus textos en encuentros de poetas en Temuco y Chillán, para desde el año 2004 revisarlos cada viernes en el estricto Santa Rosa 57. Una versión decantada me convenció de publicarlos hace apenas un año. Es innegable mi cercanía con este libro, pero lo releo y aquí está su primer mérito: quien me habla vuelve a ser un perfecto desconocido.

“No sobes tanto”, decía / a su alumno el profesor / de escultura. Y a continuación, / terminada la obra: / “si pules demasiado / obtienes sólo el brillo”. Que la palabra higiene indique en primer término limpieza o aseo y que provenga del francés no me parece azaroso. Los setenta y dos poemas de “Higiene” constituyen un camino de ida y vuelta hacia ese brillo que persigue todo acto de limpiar. No son un manifiesto sobre el brillo mismo y es esto lo interesante: si algo se define en Higiene es el proceso humano en torno y a través de lo creado, no su resultado. Y si existe un resultado, que lo veo en la segunda sección titulada “A los Riñones”, es a costa del lamentable ejecutor del plan. En su subjetividad descansa la profunda humanidad del texto. Ésa que llama a podarse, mutilarse acaso como un bonsái en “(fuki nagashi)”.

Su origen francés nos remite a una tradición que González cita (Alfred Jarry y Gustave Flaubert), y de la cual da cuenta al tragar juntos los tormentosos personajes de Stendhal o Balzac, y la precisión de Maupassant. Si desde Baudelaire la poesía ha mostrado concientemente tras bambalinas, González aporta desde unas que se han cerrado, por lo que todo sucede ahora sin el escenario. Escenario que pasa a importarle exclusivamente a la primera persona que habla en “Higiene”, que a veces interpela a una segunda que, como nosotros los lectores, ha perdido el interés por la obra montada, a favor de los ensayos develados. Donde es la acción la que constituye a los sujetos, obra incluida, y no viceversa. Sí, como en Hegel, incluso en el afán de González por ser quien vaticina.

En una segunda acepción, la higiene es aquella parte de la medicina que tiene por objeto la conservación de la salud y la prevención de enfermedades. Pero la higiene de esta obra no tiene objetos más allá de ella misma, por el contrario, conduce a la pérdida de la integridad física y mental. Lo que Rilke pondera como “El resistir lo es todo”, en González toma la forma de la persistencia. Que aguantar no basta, sino repetir el gesto del avance, aunque se reconozca falaz. Dota de una estética a la terquedad, que inevitablemente lo llevará al suelo. Así, “A los Riñones” es la consecuencia de ese ensimismamiento creativo, de esa sospecha, “puesto que su chillido ha de ser reparo y no adorno”. La autoflagelación que se intercala con la aparente convicción en lo dicho o en la imposibilidad de decir, es acá la coda, mientras que en “Verso Bruto” de Armando Uribe fue el comienzo: “El tonto don de los poetas / de ellos hará vetustas bestias / brutas estólidas domésticas / metidas en claustros y piezas / escribiendo cosas como éstas”. No es paradoja, la higiene termina donde empieza el verso bruto. Desde allí no habrá límites, porque a su vez “Verso Bruto” termina con el que es quizás el poema más impresionante de Uribe, “Muero de amor por una muerta”.

Como en el citado y en Rafael Rubio (Santiago, 1975), hay en Higiene tersura y rabia. Una constatación de la fragilidad del verso y como extensión de éste, de la vida. Una sonoridad al servicio de la intención o idea de conjunto bien hilvanada, a la manera precisa de los latinos y de los japoneses. Pero la duda del verso lleva a González a supeditarlo no a normas formales, sino a movimientos de tensiones y distensiones similares en su efectividad a los de un discurso. Con esa aparente publicidad resuelve la dicotomía del encierro de quien escribe su propia higiene con la del autor que busca entre líneas el diálogo, conocido justamente por sus entrevistas a otros poetas chilenos. “Higiene” puede resultar hedonista y autocontemplativo, pero desde ese escenario emplaza experiencias de universalidad, como esos “Muchachos que el mundo parece superarlos / mientras buscan sus poemas en la sopa.” A través de una voz atemporal, que por no ser contingente, es siempre actualizable. Y en ello las imágenes son fundamentales: el vino, la sal, los canes, los baldes, elementos tan centenarios como cotidianos. También lo es la reiteración temática, que por momentos pone cuesta arriba la lectura, con lo que logra la sinestesia con aquel tedioso camino hacia el brillo.

Si “Higiene” requirió unos siete años, estoy dispuesto a esperar siete más por el ambicioso “Trabajos de Luz sobre el Agua”, cuyo audio en Colección Avances Sonoros de Alquimia Ediciones golpea a quien crea tener una obra lista. Allí la sucesión de conceptos e imágenes asibles de El Tallador de Crucifijos o Te Alcanzan las Ramificaciones, sólo por nombrar dos poemas casi consecutivos, donde a ratos se desprende del metatexto; dan cuenta de cuánto aprovechó González la economía de recursos de “Higiene”. Un vómito que no es adolescente, sino pasado por un embudo, hoy presentamos el notable embudo, hacia un vómito maduro, construido en base a la suma del refinamiento adquirido. Que si la rabia cabe en dos sílabas, bien se desarrolla en el verso claro de González, tanto mejor que en la letanía de explicarla. Cuando en 2005 edité “El Baile de los Niños”, sentí lo mismo: estar frente a una cumbre generacional en su estilo, la planta que creció firme sobre un humus temático acotado. En el juego de la escondida, “Higiene” también dice “un, dos, tres por mí y por todos mis compañeros” obligando a éstos a abandonar al menos por un rato el metatexto y su diván. Salud por eso.

 

 

 

Proyecto Patrimonio— Año 2008 
A Página Principal
| A Archivo Ernesto González Barnert | A Archivo Enrique Winter | A Archivo de Autores |

www.letras.s5.com: Página chilena al servicio de la cultura
dirigida por Luis Martinez S.
e-mail: osol301@yahoo.es
"Higiene" de Ernesto González Barnert.
Presentación.
Por Enrique Winter.