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Entrevista a Roger Santiváñez y su libro "Symbol": la poesía como fractura y revelación.
“La poesía siempre es resistencia, porque es un acto cultural radical”


Por Ernesto González Barnert*

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Roger Santiváñez es una de las voces singulares e inclasificables de la poesía peruana contemporánea. Desde sus primeras incursiones en la escena literaria limeña hasta su actual residencia en Estados Unidos, su obra ha sido un laboratorio de experimentación, donde el coloquialismo, la contracultura, la violencia urbana y la contemplación mística conviven en un equilibrio tan precario como fascinante.

Nacido en Piura en 1956, Santiváñez formó parte de movimientos fundamentales para la poesía peruana como La Sagrada Familia, Hora Zero y, sobre todo, el Movimiento Kloaka, que marcó una ruptura radical con la tradición. Sin embargo, fue con Symbol (1991) que su poética dio un giro definitivo: un libro escrito desde los márgenes del lenguaje, en una suerte de trance alucinado donde el argot callejero, el nonsense, el plurilingüismo y la descomposición de la sintaxis intentan capturar el caos de una época marcada por la violencia política, la droga y la descomposición social.

Originalmente publicado en Princeton, Symbol es el libro más experimental de Santiváñez, una obra en la que el poeta se sumerge en un vértigo verbal para desentrañar los límites de la conciencia y del lenguaje. Hoy, con la reedición de este poemario en 2024 por la Casa Editorial Personaje Secundario, nos adentramos en su universo para comprender sus pulsiones, sus riesgos y su impacto en la poesía latinoamericana, donde funde lo conversacional con lo neobarroco, las tradiciones con la intemperie, la calle y sus códigos.

Con esta entrevista contestada por el poeta a orillas del río Cooper, sur de New Jersey, durante abril del presente año, buscamos explorar los pormenores de Symbol: su gestación, su estética radical, sus referentes literarios y musicales, así como su lugar en la trayectoria de Santiváñez. También nos interesó conocer sus lecturas esenciales, sus obsesiones poéticas y su mirada sobre la poesía actual con esa constancia que el poeta del reconocido poemario El Chico que se declaraba con la mirada o Virgen de Guadalupe, además, prosigue con deseo, la intuición correcta de que todo arte auténtico implica cuestionar el statu quo.

 



—Symbol es considerado uno de tus libros más experimentales. ¿Cómo surgió la idea de escribirlo?
—La idea de escribir SYMBOL nació a fines de diciembre de 1990, una noche regresando del Nirvana, un club de rock que había en Lima en esa época. Yo tuve la idea de escribir un libro de poemas que fuera una especie de viaje hacia lo más profundo de mí mismo, motivado por el efecto de un psicoactivo llamado pasta básica de cocaína, que fumaba todas las noches en aquellos días terribles.

—Se ha dicho que Symbol es un reflejo de la violencia y la desintegración del tejido social en el Perú de los 90. ¿Cuánto de esa realidad permeó en tu escritura?
—Sin duda intenté un cambio de estilo. Ya estaba cansado del tono conversacional que me vio nacer. Quería encontrar otra cosa. Así fue como, sin darme cuenta, derivé en una especie de lenguaje que se autoiluminaba a sí mismo, aun cuando había empezado usando un modo superconversacional, es decir, el habla de las esquinas de los barrios de Lima, especialmente el Rímac, donde reina el lumpen y sus giros coloquiales. La desarticulación esquizoide vino, supongo, de la droga.

—En términos de estilo, Symbol marca un giro en tu poesía. ¿Qué influencias te llevaron a esa exploración del lenguaje lumpen y la desarticulación esquizoide?
—Bastante, mucho, porque mi vida personal estaba rodeada de tres violencias: la de la guerra civil que vivía el Perú entre Sendero Luminoso y el Ejército; la del mundo de la droga, que es lumpen; y la salvaje relación amorosa que yo atravesaba con una jovencita del Rímac, a quien está dedicado el libro. Todo esto permea los poemas, pero no exactamente como tema, sino que está enhebrado, fusionado al ritmo de su lenguaje.

—¿Cómo ves Symbol hoy, más de 30 años después de su publicación original? ¿Qué ha cambiado en tu percepción del libro?
—La verdad, poco o nada. Veo el libro como un testimonio fuerte de lo que me tocó vivir en esos álgidos años que se padecieron en el Perú.

—¿Qué tan importante es la oralidad y el argot callejero en tu poesía?
—Muy importante, ya que durante un tiempo me interesaba trabajarlo como poesía o incluirlo en el discurso de un poema. Quizá hasta la actualidad pervive en mí esta actitud, aunque de forma más suave, diría.

—Se ha comparado Symbol con ciertos textos de la poesía maldita. ¿Te sientes identificado con esa tradición?
—Estuve muy identificado con esa tradición desde cuando empecé a escribir poesía, a mediados de los 70s, y luego —de hecho— durante la composición de SYMBOL. En realidad, mi incursión en las drogas duras (solo la pasta básica de cocaína) se debió a una ingenua lectura mía de la recomendación de Rimbaud, según la cual, para ser un vidente —es decir, un poeta auténtico— debías someterte a un riguroso, razonado y total desorden de los sentidos. Yo, como el muchacho inexperto que era, seguí esta consigna al pie de la letra. El problema es que terminé siendo un adicto a la droga, terminal, casi muero. Pero vi una luz al fondo del túnel y logré salir. Quedó SYMBOL como testimonio en poesía de aquel maldito proceso.

—¿Cómo fue el proceso de reedición de Symbol en 2024? ¿Hubo cambios o añadidos respecto a ediciones anteriores?
—No, no ha habido cambios. Usualmente, yo, cuando reedito algún libro, no corrijo nada. Lo dejo tal cual lo escribí. Me parece más honesto.

—¿Cuál crees que es el mayor desafío para un lector que se enfrenta a Symbol por primera vez?
—El desafío me parece agarrar su ritmo interno, que no es fácil porque está articulándose y desarticulándose cada instante, pero tengo la esperanza de que el cincel que opera su tratamiento del lenguaje logre conquistar al lector con la dulce violencia de sus asociaciones inesperadas y sus referencias herméticas, pero —ojalá— incitantes.

—¿Cuáles son tus diez libros favoritos de poesía mundial?
—10 libros serían: 1) The Cantos de Ezra Pound. 2) Las flores del mal de Baudelaire. 3) Poesía completa de Lezama Lima. 4) Altazor de Huidobro. 5) The Waste Land de Eliot. 6) Howl de Ginsberg. 7) Una temporada en el infierno de Rimbaud. 8) Prosas profanas de Rubén Darío. 9) Incurable de David Huerta. 10) Galaxias de Haroldo de Campos.

—¿Cuáles son tus diez libros favoritos de poesía peruana?
—Estos: 1) Trilce de Vallejo. 2) Reinos de Eielson. 3) Abolición de la muerte de Westphalen. 4) Travesía de extramares de Martín Adán. 5) Canto ceremonial contra un oso hormiguero de Antonio Cisneros. 6) Monte de Goce de Enrique Verástegui. 7) Valses & otras falsas confesiones de Blanca Varela. 8) Contra Natura de Rodolfo Hinostroza. 9) Noches de adrenalina de Carmen Ollé. 10) Quasar & otros poemas de Mario Montalbetti.

—¿Hay algún libro que nunca pudiste terminar de leer? ¿Por qué?
—Muchos. Yo empiezo a leer un montón de libros, pero son pocos los que termino de leer hasta el final.

—Tu relación con la música es fundamental en tu vida. ¿Qué discos o canciones han sido esenciales para tu escritura?
—El rock es esencial. Son bastantes, pero escogeré algunos. Por ejemplo, Abbey Road de los Beatles fue fundamental cuando empezaba a escribir. También Pluribus de Grand Funk. Luego, sin duda, la canción Stairway to Heaven de Led Zeppelin. Más adelante: Chuck Berry, Elvis, Lennon, Harrison, CC Revival, Janis Joplin, Jimmy Hendrix, Doors, los Rolling, The Who. Hace poco: Scorpions. Del Perú: Los Yorks, Los Saicos, The Traffic Sound, The Telegraph Avenue, El Polen, Delpueblo, Narcosis.

—¿Qué relación encuentras entre el rock y la poesía?
—Encuentro una tremenda relación, ya que el aspecto lírico del rock (aunque fuera un rock salvaje y brutal) siempre lo encontraba en mi sensibilidad mientras escuchaba ese ritmo y melodía que elevaban mi corazón y me hacían sentirlo profundamente poético.

—¿Qué músicos o bandas han influido más en tu obra poética?
—Al comienzo influyó mucho Joan Manuel Serrat y sus canciones musicalizando los poemas de Antonio Machado. Luego me influye Paul y su tema Michelle. Bob Dylan, sin duda. Y bandas como Deep Purple, Black Sabbath, The Mamas and the Papas.

—Fuiste parte de movimientos como La Sagrada Familia, Hora Zero y Kloaka. ¿Qué significó para ti cada uno de estos espacios?
—La Sagrada Familia (1977–1979) fue el primer grupo literario que fundé y lo hice con el poeta Edgar O’hara. Fue mi primer grupo de amigos poetas, el colectivo de mi iniciación poética, unidos exclusivamente por un grande amor a la poesía. Es importante también que LSF experimentó una marcada politización de índole marxista, motivada por el ascenso de la lucha de clases en el Perú tras el derrocamiento de la Revolución Peruana del general Velasco Alvarado por el general fascistoide Morales Bermúdez, lo que provocó la contundente respuesta popular del Gran Paro Nacional Unitario del 19 de julio de 1977. Esta situación politizó a buena parte de la poesía peruana de aquella coyuntura.

Hora Zero es un grupo de la generación anterior a la mía. Yo admiraba a HZ desde mi adolescencia en Piura, saliendo apenas de la secundaria. Cuando me fui a estudiar a la Universidad de San Marcos, en Lima, conocí a los poetas de HZ. Así fue como Jorge Pimentel me invita en el verano de 1981 a integrarme a la Segunda Fase del Movimiento que los había reunido en 1977 (la Primera Fase fue de 1970 a 1973). Mi participación en HZ fue fundamental para mí, ya que me sacó de la burbuja pequeñoburguesa en que yo crecí y vivía y me llevó a conocer al pueblo de mi país, a la gente de carne y hueso y, sobre todo, a su lenguaje, a su habla cotidiana, a su jerga, a sus giros coloquiales; lo cual enriqueció tremendamente mi poesía.

Salí de HZ en 1982, cuando empecé a ver y sentir que existía una nueva realidad nacional popular en el Perú, producto del achoramiento andino en las ciudades y el fenómeno cultural denominado chicha. Esto fue determinante para decidirme a fundar el Movimiento Kloaka (1982–1986), tratando de que dicha nueva realidad fuera expresada por la nueva poesía que esgrimía el MK.

—En Crítica Afectiva abordas la poesía peruana y latinoamericana. ¿Qué poetas crees que han sido injustamente olvidados?
—Hay varios. Por ejemplo, Guillermo Chirinos Cúneo en el Perú, autor de un libro genial denominado Idiota del Apocalípsis. O Exit de Gonzalo Muñoz en Chile. En el Perú también hubo un gran poeta metafísico muy poco conocido: Juan Ojeda. Y otra: Enriqueta Beleván. Quizá Francisco Madariaga, en la Argentina, es otro.

—¿Cómo ha cambiado tu escritura desde tus primeros libros hasta hoy?
—Ha ido cambiando —pienso— desde mis días iniciales, en que me gozaba de y con la poesía conversacional, hasta mis días actuales —más o menos neobarrocos—. Se fue transformando mi lenguaje.

—¿Cómo influyó tu experiencia en Princeton y en otras universidades de EE.UU. en tu visión de la poesía?
—Influyó en el sentido de los libros que pude leer en la biblioteca de Princeton (donde está todo), que enriquecieron mi poesía; lo mismo que en algunas otras, pocas, bibliotecas universitarias.

—¿Cómo ha sido la experiencia de escribir como migrante en EE.UU.? ¿Ha cambiado tu relación con el Perú y su poesía?
—Sin duda influye el ser un inmigrante, de todas maneras. Pero no ha cambiado mi relación con el Perú y su poesía.

—En tus memorias hablas de una "generación derrotada". ¿Sientes que la poesía tiene un rol de resistencia ante esa derrota?
—Claro, la poesía siempre es resistencia, porque es un acto cultural radical.

—En tu experiencia, ¿qué diferencia la poesía latinoamericana de la norteamericana o anglosajona en términos de lenguaje y propuesta estética?
—La diferencia básicamente me parece que está en que la poesía norteamericana mantiene vivo su coloquialismo esencial. En cambio, nosotros, los latinoamericanos, avanzamos por aquel registro también, pero igualmente por muchísimos otros más.

—¿Qué opinas de la poesía peruana actual? ¿Ves una continuidad o ruptura con las generaciones anteriores o la tuya?
—Opino muy bien. Teniendo a Vallejo como respaldo histórico se puede comprender la calidad de varios de los nuevos y/o jóvenes poetas peruanos. Ellos saben manejar muy bien sus rupturas y continuidades con la tradición: Adán, X. Abril, Oquendo, Moro, Westphalen, Varela, Eielson, Hinostroza, Verástegui, digamos.

—¿Qué consejo le darías a un poeta joven que intenta abrirse camino en el mundo literario hoy?
—El único consejo que puedo darle es trabajar; es decir, leer mucho y escribir. The rest is dross, como dijo Hinostroza citando a Pound.

—¿Cuál es la pregunta que nunca te han hecho en una entrevista y que te gustaría responder?
—Honestamente, no tengo ninguna ahorita.

 


 

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* Ernesto González Barnert (Temuco, Chile, 1978) es poeta, gestor cultural y cineasta documentalista. Autor de Playlist, Venado tuerto y Trabajos de luz sobre el agua, entre otros libros, su obra ha sido distinguida con el Premio Pablo Neruda (2018), el Premio Nacional a la Mejor Obra Inédita del Consejo Nacional del Libro y la Lectura de Chile (2014), el Premio Nacional Eduardo Anguita (2009) y el Premio de Honor Pablo Neruda de la Universidad de Valparaíso (2007). Además, ha recibido el Premio de Poesía Infantil de las Bibliotecas de Providencia (2023), la Mención Honorífica en el Concurso Internacional de Poesía Nueva York Poetry Press (2020) y menciones en el Concurso Nacional de Poesía Joven Armando Rubio (2003) y los Juegos Literarios Gabriela Mistral de la Ilustre Municipalidad de Santiago (2005).

Licenciado en Cine Documental por la UAHC y Diplomado en Estética del Cine por la Escuela de Cine de Chile, ha trabajado en la creación y realización ejecutiva de las series de televisión Obturaciones y Letras Migrantes.

Actualmente se desempeña como productor cultural en la Fundación Pablo Neruda, donde impulsa la difusión de la vida y obra del poeta, así como de la poesía hispanoamericana, mediante entrevistas, talleres, encuentros, presentaciones y edición de libros. Reside en Santiago de Chile.



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