La poesía de Iván Quezada en No todo el amor se extiende como una cicatriz luminosa sobre la piel del recuerdo. Libro inclasificable por su ritmo íntimo, conversacional, fantasmal, esta obra orbita en torno a un corazón deshabitado, en el que la mujer —como ensoñación, como pérdida, como mito reencarnado— reaparece una y otra vez para decir lo que el poeta no puede, lo que el amor ya no dice. A la manera de una carta extraviada en el tiempo o de un diario íntimo donde se cruzan los tonos de la melancolía, el sarcasmo y el erotismo nostálgico, Quezada construye su testamento afectivo como quien registra las ruinas de un incendio invisible.

Iván Quezada
A ratos bolero, a ratos plegaria rota, los poemas se instalan en ese borde donde la ternura coquetea con el delirio, donde la lucidez y el fracaso se dan la mano. El hablante no busca redención: se conforma con atesorar una estela, un perfume, una sonrisa sospechada en medio del humo. En esta escritura, las mujeres son presencias elusivas, heridas abiertas, epifanías en fuga. No son musas, son fantasmas. No son metáforas, son el crimen y la inocencia, la espía que vigila desde antes del nacimiento, la novia que nunca fue, la gata que rejuvenece la memoria.
El título no engaña: No todo el amor es el reconocimiento de un campo minado. Un libro sobre la imposibilidad, sobre lo que no cuajó, no se dijo, no se sostuvo, y sin embargo insiste, vuelve, canta. Quezada se desplaza por el poema como quien recorre una ciudad arrasada buscando entre los escombros la sombra de su sombra, el eco de una sílaba dicha bajo la lluvia.
Pocos poetas logran escribir desde el desgaste del amor sin caer en el cinismo o la pose. Quezada, en cambio, abraza su propio desamparo con una gracia contenida, con humor lúgubre, con esa fe desesperada del que sigue creyendo en las señales, aunque ya nadie las lea. Hay en este libro una belleza otoñal, una poética lárica de la rendición sin patetismo, una canción en voz baja dedicada a los que amaron a destiempo y ya no esperan consuelo.
En tiempos de poesía-efecto, de fuegos de artificio, de gestos vacíos, No todo el amor es un libro que quema lento, como una carta que no se atreve a decir adiós. Un volumen necesario. Como escribir con una herida abierta el nombre de quien no volverá. O quizá: jamás existió. Qué importa! A la luz de estos hermosos poemas.