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Elvira Hernández, insigne poeta chilena:
“La cultura ha sido bastardeada porque hoy todo es cultura; por tanto, nada lo es”

Por Daniel Rozas
Publicado en La Segunda, 29 de mayo de 2018


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“No le interesa la cultura, le interesa la luz”, escribió Elvira Hernández (1951) sobre sí misma en una breve autobiografía publicada hace décadas, cuando aún era un misterio para el público masivo, y no la reconocida autora que es hoy gracias a las antologías publicadas por Alquimia en 2013 (“Actas Urbe”) y Lumen en 2016 (“Los trabajos y los días”).

“Pájaros desde mi ventana” (2018, Alquimia), su última obra, es un libro fulgurante que avala su sólida trayectoria como una de las voces más originales de la poesía chilena y se articula como un compendio de sus poemas ornitológicos (escritos entre 2012 y 2018), insertándose en la tradición de libros como “El arte de pájaros” de Pablo Neruda y las composiciones pajarísticas de Juan Luis Martínez.

Ensayista y poeta, eterna candidata al Premio Nacional de Literatura, soltera, sin hijos, inmune al autobombo, Elvira Hernández, heterónimo de Teresa Adriazola —“Teresa anda sola”, como se autocalificó alguna vez en su libro Santiago Waria—, es una mujer baja y delgada, de voz plácida, extremadamente educada y famosa por su aversión al poder.

Para la poeta nacida en Lebu, cada día es una alerta, una sorpresa, un hallazgo. Por eso sostiene que, mientras más vieja, “más pajarito nuevo me hago”.


Barrio en demolición

El primer poema de “Pájaros desde mi ventana” se llama Villa Brasilia, “un paraíso de pájaros”, y evoca un lugar cercano a su casa “donde antiguamente había pequeños chalets que tenían jardines en común con especies distintas de plantas y árboles”. Cuenta que el espacio fue demolido el 2012 y que luego se construyeron una serie de edificios en el sector.


¿Ese acontecimiento suscitó el poema?
— Sí, porque Villa Brasilia estaba a dos cuadras de mi casa y desapareció cuando empecé este libro.

¿Por qué los pájaros?
— En un momento veo un pájaro que interrumpe mis pensamientos mientras miraba por la ventana y de ahí me traslado a esa villa que ya no está, y luego eso se convierte en una suerte de pretexto. Yo necesito un punto de apoyo para desplazarme por el mundo. Y bueno, mi punto de apoyo fueron los pájaros.

¿Tuviste en mente la tradición chilena a la hora de escribir?
—No. Los pájaros son algo poetizado desde siempre y la poesía se enfrenta a temas eternos. Tú no puedes decir lo mismo porque eso ya fue dicho. Todo intento poético busca decir algo nuevo. Si no logras decir nada, entonces más vale no publicar. Nunca escribo para publicar.


Técnica y humanidad

Hay una mención a los drones como pájaros que encarnan el mal absoluto. ¿Cómo te sitúas frente a la tecnología?
— Siento que la técnica se nos va a escapar de las manos. Ahora pareciera que nos presta grandes servicios, pero yo tengo desconfianza. Veo un peligro en la dominación tecnológica. No sé si tú recuerdas esa partida de ajedrez entre un campeón ruso y una máquina, donde ganó el computador. Creo que ese fue un momento humillante para la humanidad.

Las máquinas desconocen la ambigüedad humana.
— La pérdida de la memoria actual me preocupa. Tú vas a un lugar y todo es fotografiado mil veces pensando que eso va a reconstituir esa situación. Antes guardábamos los recuerdos más vivos. Hoy les estamos entregando a las máquinas cosas íntimas y nos vamos despojando de nosotros mismos.

Pero usas celular.
— Sí, pero lo mantengo apagado. Mi ritmo es el que se tenía cuando uno iba a buscar la correspondencia a la casilla de correo y eso tenía una hora, pero no te estaban llegando cartas cada mañana. Ahora la demanda es tan alta que, para poder responder cada cosa, se necesita tener una vida paralela.

¿Te agota tanta información?
— Hubo una época en que me llegaban solicitudes de amistad y eso era un poco burocrático. La amistad yo la entiendo de otra manera… O sea, no hace falta burocratizar nuestras relaciones. Un amigo mío tenía más de mil amigos en Facebook y se suicidó. Lamentablemente, yo creo que la vida actual está llena de trampas de este tipo.

Dices que no te interesa la cultura.
— La cultura ha sido completamente bastardeada porque hoy todo es cultura, por tanto, nada es cultura. La palabra se dispersa y termina vaciándose. Ahora se entiende como una búsqueda de ascenso.

Consumimos cultura.
—Eso lo encuentro terrible porque es una destrucción de lo que efectivamente puede significar la palabra. No es posible que todo tenga una rentabilidad económica.



 

 

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“La cultura ha sido bastardeada porque hoy todo es cultura; por tanto, nada lo es”
Por Daniel Rozas
Publicado en La Segunda, 29 de mayo de 2018