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Enrique Lihn: La puntada sin hilo
Enrique Lihn. El circo en llamas. Ed. de Germán Marín. LOM ediciones. 1997.

Por Jaime Valdivieso B.
Publicado en Punto Final N°409, 19 de diciembre de 1997



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Pocos son los poetas en el presente siglo que junto a la poesía hayan cultivado el comentario literario y de las artes plásticas y visuales con un sentido de reflexión filosófica como es el caso de Enrique Lihn que además de poeta, narrador y dramaturgo en dibujante, mimo, actor y videísta, es decir, un creador en múltiples planos.

Su amigo y novelista, Germán Marín, como homenaje a su labor de comentarista literario tuvo la paciencia y el fervor de reunir estos trabajos en una edición crítica que tituló "El circo en llanas", afortunada metáfora para referirse a la labor de un poeta que a la pasión histriónica unía el fuego de la inteligencia, la intensidad verbal y una ética insobornable y no menos inflamable. Un escritor capaz de dar testimonio con la necesaria lucidez y valentía, no sólo de su generación, conocida como la del 50, sino de la lírica de los grandes poetas que marcaron el presente siglo. A esto se agrega la visión de su propia obra (tal vez lo más interesante del libro) lo que añade un elemento personal de gran valor para el conocimiento de su poesía.

Marín organizó los comentarios críticos en siete apartados: "Almas de doble filo", "Prólogos", "Par lui même", "El compromiso, esa vieja palabra sartreana", "Memorabilia", "Gerardo de Pompier", "Narradores y otras páginas" "Un tremolar de plumas escribiendo". A veces se producen duplicaciones como cuando explica sus novelas en el capítulo "Gerardo de Pompier", que podría estar igualmente en "Par lui même" pero en nada altera la organización que actúa como una maquinaria circular donde de alguna manera el autor vuelve sobre sus mismas obsesiones. Hemos escrito un ensayo sobre Enrique Lihn titulado "Enrique Lihn ciudadano del lenguaje", donde postulábamos que Enrique vivía para y por el lenguaje y que antes que la realidad real era la realidad lingüística la que más le atraía. Y este libro así lo demuestra, de una manera explícita en su escrito "Entretelones técnicos de mis novelas" que sirve igualmente para entender su poesía y su poética: escritos críticos sobre sí mismo y sobre el lenguaje que los expresa: ojo que mira y a la vez se mira a sí mismo. Tal vez en esto se encuentren tanto las virtudes de sus ensayos como sus debilidades y oscuridades: gran lucidez e inteligencia pero cuyo exceso de subjetividad y atracción por las palabras tienden a anular la claridad. Curiosamente lo que en su prosa constituye una limitación, en su poesía es una de sus grandes virtudes: aquí la ambigüedad y el ingenio, la polisemia, la creatividad verbal y una compleja y obsesiva subjetividad son cualidades difíciles de igualar en nuestra lírica, en cambio en sus ensayos oscurecen innecesariamente las ideas. Así como la síntesis es ordenadora y estructuradora, la minuciosidad analítica oscurece y desorganiza el conjunto y lo lleva muchas veces a un desbordamiento verbalista y a un abuso del humor y el sarcasmo.

En todo caso un libro necesario en nuestro medio (sobre todo en estos tiempos donde hasta la ética parece renovarse), por su agudeza y su a ratos gran hondura en la visión crítica, tanto de su propia literatura como las que analiza. El ejemplo de Lihn es un paradigma de coraje y de moral. Creemos que la mejor sección es la llamada "Par lui même" donde explica su propia literatura.

Sin embargo, insistimos, hay ensayos memorables como los dedicados a Oscar Hahn, a la poesía chilena, a Huidobro y Neruda, a Edwards, a Parra a pesar de que no siempre es justo y peca en uno u otro sentido de discriminado apasionamiento.

Muy esclarecedora nos pareció su visión acerca de la tendencia romántica de nuestra literatura, tendencia que define un cierto espíritu latinoamericano que Lihn no apreciaba. "A mi entender Canto general es el plus ultra de un americanismo remozado y enriquecido por un poeta excepcional; incide en este mito y responde, polifónicamente, al romanticismo que está, como hemos dicho, detrás de todos los impulsos culturales desde los días de la Independencia". (Jorge Elliot). Y termina: "El unanimismo nerudiano se resuelve en su desdoblamiento múltiple de un Yo abierto al mundo, pero a condición de convertir en sí mismo todo lo que toca, envolviéndolo en su estilo de hechicero de las palabras".

Curiosamente en este párrafo Lihn critica algo que es inherente a su propio temperamento: el subjetivismo y romanticismo enquistado en sus ancestros alemanes, pero con una diferencia su espíritu crítico, los pinchazos de su dialéctica implacable los descubría en sí mismo, y desde dentro, in actus creatore los combatía y rechazaba. Era su cartesianismo aprendido en sus lecturas de los poetas franceses que desplazaba todo romanticismo y de paso el propio alemán.

Pienso que al propio Lihn le habría disgustado una apología indiscriminada de sus libros: en esto fue de una rara coherencia. Nunca fue maniqueo en sus juicios y apreciaba que no lo fueran con él.

Creemos que el libro de Marín que tal vez con otro criterio podría haber sido más reducido, merece no sólo ser leído, sino comentado en foros y mesas redondas para contribuir a un ejercicio de continuidad y esclarecimiento de lo que ha sido la trayectoria de nuestra literatura, y de un intelectual generosamente interesado en los maestros que lo antecedieron y en sus colegas contemporáneos.



 



 

 

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Enrique Lihn: La puntada sin hilo
El circo en llamas. Ed. de Germán Marín.
LOM ediciones. 1997.
Por Jaime Valdivieso B.
Publicado en Punto Final N°409, 19 de diciembre de 1997